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Cambio Climático

La tecnología y la política frenan los proyectos de CAC

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La captura y almacenamiento de CO2 necesita incentivos económicos para que a las empresas les compense reducir sus emisiones

  • por David Talbot | traducido por Lía Moya
  • 14 Octubre, 2014

Foto: Esta central eléctrica de carbón en Saskatchewan es la primera planta que captura y entierra la mayoría de sus emisiones de CO2.

Los estudios científicos sugieren que, para impedir el cambio climático, en las próximas décadas habría que capturar miles de millones de toneladas de dióxido de carbono de los cientos de centrales eléctricas que consumen combustibles fósiles, y cuanto antes empecemos, mejor. Sin la captura y almacenamiento de CO2 a gran escala (CAC), otras medidas que incluyen los planes para implantar las energías renovables y la energía nuclear, no impedirán los catastróficos efectos del cambio climático en el próximo siglo y más adelante.

Las tecnologías CAC son cada vez más sofisticadas y eficaces, y ya hay algunos proyectos a gran escala a punto de ponerse en marcha. Aún así, los investigadores avisaron la semana pasada en Texas (EEUU), en la mayor conferencia mundial sobre CAC, que la tecnología sólo resulta práctica en términos económicos en algunas situaciones.

El avance más importante de entre los más recientes es la inauguración de una central de carbón de 110 megavatios con CAC en Saskatchewan (Canadá). Se llama Boundary Dam y la ha construido la compañía eléctrica provincial SaskPower (ver "Por primera vez, una planta comercial de carbón entierra su CO2"). El presidente de la iniciativa de captura y almacenaje de carbono de SaskPower, Michael Monea, habló sobre el proyecto con un fervor casi religioso durante la conferencia. Este proyecto capturará el 90% de su CO2. "Si se construyen más y se construyen más grandes, tendrá un efecto sobre el mundo, es lo que yo creo", afirmó.

La planta usará el dióxido de carbono que capture para ayudar a sacar más petróleo del subsuelo, un proceso que se denomina extracción potenciada o EOR por sus siglas en inglés. La venta de CO2 para hacer EOR es un mecanismo clave para financiar los primeros proyectos de CAC, pero esta aplicación, que entierra el dióxido de carbono tiende a perpetuar el problema. 

"Tenemos suerte de que se hayan llegado a construir estas unidades comerciales", sostiene el ingeniero químico de la Universidad de Texas en Austin Gary Rochelle que está trabajando en un proyecto de captura de CO2 en una central de carbón al sur de Houston. "Algunas personas han dado un paso al frente y están asumiendo el riesgo, y el EOR les permite hacerlo".

La CAC supone unas inversiones de capital enormes y penalizaciones energéticas. Construir la unidad de CAC de la central de Saskatchewan ha costado 800 millones de dólares (unos 630 millones de euros) y consume el 21% de la producción eléctrica de la central de carbón para poder limpiar el CO2 y comprimirlo dejándolo en estado líquido para poder enterrarlo. Sin embargo, trabajos como el de Rochelle ha ido reduciendo poco a poco la cantidad de energía necesaria para hacerlo y están desarrollando numerosas formas de eliminar el dióxido de carbono. Monea añadió que gracias a las lecciones aprendidas de su instalación pionera, "la próxima planta de captura de carbono se podría construir con un coste entre un 20% y un 30% menor".

China y Estados Unidos son responsables de aproximadamente la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Mientras que China no tiene proyectos de CAC a escala comercial, al igual que otros países tiene varios proyectos piloto en marcha. En Estados Unidos están a punto de terminarse un puñado de proyectos a una escala significativa, entre ellos instalaciones en Port Arthur, Texas, y Mobile, Alabama. El mayor de los cuatro es una central de carbón de 565 megavatios con CAC en Kemper, Mississippi. Es parecida a Boundary Dam, pero cinco veces mayor y está a punto de terminarse con un coste que casi duplica el presupuesto inicial de 2.500 millones de dólares (unos 1.975 millones de euros). También usará el dióxido de carbono para la extracción de petróleo.

Parece necesaria algún tipo de legislación que ponga precio a las emisiones para poder impulsar la CAC hacia adelante. Nada obliga a la industria de los combustibles fósiles, y la del carbón reniega de la posibilidad de que su producto sea gravado con mayores costes.

A pesar de la inercia existente, el ayudante del secretario adjunto para el Carbón Limpio de la Oficina de Energía Fósil en el Departamento de Energía de Estados Unidos, Julio Friedman, afirma que hay otras medidas legisladoras que podrían lograr grandes cosas. Igual que las leyes actuales permiten a las compañías eléctricas cobrar extra a los clientes por la instalación de fuentes de energías renovables como la eólica y la solar, la legislación futura podría hacer lo miso para los proyectos de secuestro de CO2. "Poner precio a la producción de dióxido de carbono no es la única forma de hacerlo", afirma Friedman.

"En cierto sentido soy más optimista respecto a China", afirma el geólogo de la Universidad de Texas Jiemin Lu. "Si las altas esferas deciden hacer algo a gran escala, se pondrá en marcha rápidamente y se reunirán los recursos necesarios enseguida. Enfrentarse a este reto a esa escala será más eficaz en ese tipo de sistema político. En occidente siempre se producirá una situación de bloqueo".

Mientras, la realidad en el suelo y en el aire, es bastante negra. "Por ahora no hemos logrado prácticamente nada en términos de mitigar las emisiones, que se mantienen en el límite superior de los escenarios de emisiones planteados. De hecho, en la última década la economía mundial se ha 'recarbonizado', ha vuelto al carbón", afirma el profesor de relaciones internacionales y director del Laboratorio de Legislación y Regulación Internacional de la Universidad de California en San Diego, David Victor.

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