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Cambio Climático

Mejor evitarlo que limpiarlo. Reducir las emisiones de CO2 es la medida más importante

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Un científico climático defiende la necesidad de reducir las emisiones de C02 como medida indispensable y realista para frenar el cambio climático

  • por Ken Caldeira | traducido por Teresa Woods
  • 01 Diciembre, 2015

Hace muchos años, participé en una manifestación en la entrada de una planta nuclear. Durante mucho tiempo, creí que sería fácil obtener energía de la biomasa, el viento y el sol. Lo pequeño es bello. Energía distribuida, no centralizada.

Ojalá todavía lo creyese.

Cambié mi perspectiva al trabajar con Marty Hoffert de la Universidad de Nueva York (EEUU) en una investigación que se publicó por primera vez en 1998. Fue el primer estudio revisado por científicos que examinó la cantidad de energía de prácticamente cero emisiones que necesitaríamos para resolver el problema climático. Por desgracia, nuestras conclusiones todavía se mantienen hoy. Necesitamos un despliegue masivo de energía de casi cero emisiones asequible y fiable y necesitamos un importante programa de investigación y desarrollo para desarrollar mejores sistemas energéticos y de transporte.

Es cierto que la energía eólica y la solar se han vuelto mucho más atractivas durante los últimos años. Ambas se han abaratado de forma significativa. Aun así, ni la energía solar ni la eólica son lo suficientemente fiables, y no existen aún las baterías que puedan almacenar suficiente energía a un precio asequible para ayudar a una sociedad moderna e industrial a funcionar cuando no sopla el viento ni brilla el sol.

Unos análisis recientes sugieren que las energías eólica y solar, conectadas por una red eléctrica a escala continental y con el uso de plantas energéticas de gas natural como apoyo, podrían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero creados por la producción de energía en dos tercios. Pero generar electricidad sólo representa la tercera parte del total de emisiones de dióxido de carbono, que están aumentándose en más de un 2% al año. Así que aunque dispusiéramos de este sector energético mejorado mañana mismo, dentro de una década o dos, las emisiones volverían a alcanzar los mismos niveles de hoy.

Necesitamos hacer mucho, mucho más, para tratar el problema climático. No se podrá resolver a no ser que nos lo tomemos tan en serio como la seguridad nacional. Los políticos que van a la Conferencia sobre el Clima de París están haciendo compromisos que quedan muy por debajo de lo que sería necesario para reducir sustancialmente el riesgo climático (ver Los acuerdos voluntarios de París serán insuficientes para reducir las emisiones).

Unas mates desalentadoras

Hace cuatro semanas, un ciclón chocó con la península arábiga de Yemen con la misma fuerza que un huracán por primera vez en la historia registrada. También este otoño un huracán con los vientos más fuertes jamás registrados azotó la costa pacífica de México.

Este tipo de tormentas inusualmente intensas son una consecuencia prevista del calentamiento global, al igual que las prolongadas olas de calor y sequía además de otros muchos eventos negativos relacionados que podemos esperar se vuelvan más frecuentes. Ya las temperaturas medias de las latitudes medias del hemisferio norte están aumentando a un ritmo equivalente a un desplazamiento hacia el sur de unos 10 metros (30 pies) al día. Este ritmo es unas 100 veces más rápido que la mayor parte del cambio climático que podemos observar en el registro geológico, y representa una grave amenaza para la biodiversidad en muchas partes del mundo. Ya perdemos unos dos arrecifes de coral cada semana, en gran parte como consecuencia de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero.

Siempre resultará más fácil y barato evitar crear un desastre que limpiar uno que ya hemos generado.

Recientemente, mis compañeros y yo estudiamos lo que sucedería a largo plazo si seguimos extrayendo carbón fósil de la tierra y liberándolo a la atmósfera. Concluimos que el planeta tardaría muchos miles de años en recuperarse de este insulto. Si quemamos todos los recursos disponibles de combustibles fósiles y echamos el dióxido de carbono resultante al cielo, podemos esperar que las temperaturas medias a nivel global sean unos 9°C (15°F) más altas que hoy incluso dentro de 10.000 años. Podemos esperar que los niveles del mar superen los actuales en unos 60 metros (200 pies). En gran parte de los trópicos, es posible que los mamíferos (nosotros incluidos) no puedan sobrevivir al aire libre durante las horas diurnas de calor. Por tanto, es esencial para nuestro bienestar longevo que el carbono de los combustibles fósiles no sea liberado a nuestra atmósfera (ver La captura de carbono puede reducir a la mitad el precio de frenar el cambio climático).

Si queremos reducir la amenaza del cambio climático a corto plazo, existen medidas que se pueden tomar ahora: reducir las emisiones de contaminantes efímeros como el carbono negro, reducir las emisiones de metano procedentes de los campos de gas natural y los vertederos, y así. Necesitamos ralentizar y después revertir la deforestación, adoptar los coches eléctricos, y construir plantas de energía solar, eólica y nuclear.

Pero, mientras unas tecnologías existentes nos pueden ayudar a arrancar, no nos llevarán hasta la meta. La mayoría de los analistas creen que deberíamos decarbonizar la generación de electricidad y utilizar la electricidad para el transporte, la industria y hasta la calefacción doméstica. (El uso de electricidad para sistemas de calefacción es increíblemente ineficiente, pero puede que no exista solución mejor en un mundo limitado por carbono). Esto requeriría un sistema de generación de electricidad varias veces más grande del actual. ¿Realmente podemos utilizar tecnologías existentes para escalar nuestro sistema de forma tan dramática mientras conseguimos una reducción dramática en las emisiones procedentes de ese sector?

La energía solar es la única fuente energética que sabemos que puede alimentar a la civilización de forma indefinida. Por desgracia, no disponemos de redes eléctricas que puedan producir energía solar para abastecernos de día y de noche. A la escala de la red eléctrica regional, no tenemos baterías que puedan cuadrar la generación eléctrica diurna con la demanda nocturna.

Deberíamos hacer lo que sepamos hacer. Pero mientras tanto, necesitamos pensar en lo que no sabemos hacer. Necesitamos encontrar mejores maneras de generar, almacenar y transmitir la electricidad. También necesitamos disponer de mejores combustibles bajos en carbono para las partes de la economía que no puedan electrificarse. Y lo más importante, quizás necesitamos mejores formas de utilizar la energía.

Si vamos a tener una oportunidad de abordar el problema climático, necesitaremos un cambio drástico en la actitud pública.

La energía es un medio, no un objetivo en sí. No queremos la energía tanto como queremos lo que posibilita: el transporte, el entretenimiento, el cobijo y la nutrición. Dadas las estimaciones de Naciones Unidas de que el mundo tendrá al menos 11.000 millones de habitantes para finales de este siglo (lo que representa un aumento del 50% en comparación con hoy), y dado que podemos esperar que las economías en desarrollo crezcan rápidamente, es probable que la demanda de servicios que requieran energía aumente por un factor de 10 o más a lo largo del próximo siglo. Si queremos estabilizar el clima, necesitamos reducir el nivel actual de emisiones totales por un factor de 10. Dicho de otra manera, si no queremos destruir ni el medio ambiente ni la economía, necesitamos reducir las emisiones por servicio energético proporcionado por un factor de 100. Esto requiere algo parecido a un milagro energético.

Cambio de fase

Se espera que la mayor parte del crecimiento de emisiones este siglo provenga de las economías en desarrollo del mundo, ansiosas por proporcionar a sus poblaciones unos básicos cuidados médicos, servicios de educación y un trabajo significativo. ¿Desde el mundo rico, realmente podemos pedir a la población de los países pobres que dejen que otro niño más se muera de hambre u otra persona muera de una enfermedad tratable en lugar de utilizar combustibles fósiles para alimentar su crecimiento económico? Podríamos decir que los países más ricos deberían pagar el diferencial de costes entre los sistemas energéticos que contaminan y los que no para los países más pobres, pero ahora mismo ni siquiera conseguimos que las personas de la mayoría de los países ricos paguen este diferencial de coste para sí mismo.

¿Cómo podemos conseguir sistemas energéticos ecológicos que puedan competir en cuestión de precios con el carbón o el gas natural? Necesitamos más incentivos. Las reducciones de coste en las energías eólicas y solares durante la última década provenían sobre todo de muchas mejoras pequeñas de procesos que se produjeron mientras estas tecnologías aumentaban su despliegue. Pero muchas tecnologías de prácticamente cero emisiones costarán más que el carbón o el gas natural. A no ser que exista un impuesto o una penalización por las emisiones de dióxido de carbono, no existirán mercados para las innovaciones que pueda proporcionar un esfuerzo de I+D. Mientras que tiene mucho mérito la idea de un impuesto sobre el carbono neutro desde el punto de vista de los ingresos, tendría sentido destinar parte de esos ingresos a las labores de I+D de energías limpias.

Algunas personas esperan que podamos desarrollar tecnologías que podrían eliminar el dióxido de carbono ya liberado a la atmósfera. Es viable, pero a mí me parece una quimera tecnológica. Siempre resultará más fácil y barato evitar generar un desastre que limpiar uno que ya hemos creado. Es más fácil eliminar el dióxido de carbono de una chimenea, donde las emisiones son un 10% de dióxido de carbono, que eliminarlo de la atmósfera, que tiene un 0,04% de dióxido de carbono. Claro que plantar árboles y esparcir biocarbón – un potenciador de la tierra que secuestra el carbono – podría ayudar; pero no debemos autoengañarnos hasta el punto de creer que hacer estas medidas resolverán nuestro problema climático.

A pesar de todos los motivos que nos incitan a la desesperación, soy optimista. ¿Qué es lo que me lleva a creer que la humanidad puede resolver un problema tan espinoso que requiere unas medidas colectivas a escala global?

Cuando se redactó la constitución de Estados Unidos, parecía inconcebible que las personas fuesen a ser liberadas de la esclavitud o que las mujeres votarían. Sólo un par de años antes de que se legalizara el matrimonio gay, habría resultado imposible prever un cambio tan drástico en las actitudes sociales. Para que tengamos alguna posibilidad de abordar el problema climático, necesitaremos otro cambio enorme en las actitudes públicas. Tendrá que resultar simplemente inaceptable construir cosas con chimenea o tubos de escape que liberen desechos al aire. Este cambio se podría producir.

Los acuerdos hechos en París resultarán útiles, pero se parecen al cambio a bombillas fluorescentes compactas: bonitas pero insuficientes para la escala de la tarea planteada. Sin embargo, la atención que se está prestando al problema climático desde los niveles más altos de los gobiernos representa un paso importante hacia un punto de inflexión social – hacia ese cambio de fase cuando decidamos colectivamente que no vamos a utilizar el cielo como vertedero.

Los hijos de nuestros hijos echarán la vista atrás y se preguntarán: "¿Cómo pudieron seguir utilizando el cielo como vertedero incluso después de conocer el problema?" Esperemos que puedan añadir, "Bueno, al menos todos se despertaron y dejaron de hacerlo".

Ken Caldeira es un científico climático del Departamento de Ecología Global del Instituto Carnegie para la Ciencia de la Universidad de Stanford (EEUU).

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