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Biotecnología

La sangre joven invierte los signos de envejecimiento en los ratones viejos

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Una sustancia misteriosa en la sangre rejuvenece las células madre formadoras de sangre.

  • por Emily Singer | traducido por Francisco Reyes (Opinno)
  • 27 Enero, 2010

El poder antienvejecedor de la sangre podría ser algo más que una historia de vampiros. Según una nueva investigación de la Universidad de Harvard, un factor sin especificar en la sangre de los ratones jóvenes podría invertir los signos de envejecimiento en el sistema circulatorio de los ratones de más edad. No está claro aún cómo afectan estos cambios a la salud o a la longevidad general de los animales. Sin embargo la investigación proporciona esperanza sobre algunos aspectos del envejecimiento que, como por ejemplo el declive relacionado con la edad de la capacidad para combatir las infecciones, podrían evitarse.

“Al menos algunos defectos relacionados con la edad son reversibles, y los factores para invertirlos se llevan en la sangre,” afirmó Amy Wagers, una investigadora en el Instituto de Células Madre de Harvard y el Centro de Diabetes Joslin, en Boston, durante una conferencia de prensa el martes. La identificación de esos factores podría llevar a nuevas estrategias para aumentar la resistencia ante las infecciones, y quizá una reducción de ciertos tipos de cáncer, afirmó.

En el experimento, Wagers y su equipo conectaron de forma quirúrgica los sistemas circulatorios de dos ratones, permitiendo a los ratones más viejos ser expuestos a la sangre—y a todas las moléculas y células que lleva consigo—de los animales más jóvenes. Descubrieron que el proceso hacía que las células madre encargadas de formar la sangre en los animales más mayores actuasen como si fuesen jóvenes de nuevo; el número general de este tipo de células se hizo menor, y las células generaron distintas variedades de células sanguíneas en proporcionas más apropiadas. “En los animales de más edad, muchos de los cambios que normalmente vemos asociados con la edad fueron invertidos,” afirmó Wagers.

Los descubrimientos, publicados en la revista Nature, y que siguen unos resultados similares con las células madre musculares, también sugieren que la capacidad regenerativa de las células madre está altamente influenciada por su entorno, que podría tener implicaciones tanto positivas como negativas para la medicina regenerativa.

Al tiempo que envejecemos, nuestros cuerpos pierden su capacidad de regenerar los distintos tejidos. Los sistemas circulatorios reflejan claramente este declive—la cantidad de células madre formadoras de sangre, que residen en la médula espinal y generan todo tipo de células sanguíneas, se incrementa. Sin embargo, paradójicamente estas células pierden su capacidad para repoblar la sangre y generan células en proporciones inapropiadas, creando así una cantidad de células inmunes demasiado baja, llamadas linfocitos B, y demasiadas células inflamatorias.

Una teoría para el envejecimiento es que nuestras células madre finalmente acaban desgastándose, gracias a unos cambios intrínsecos dentro de las células. Aunque una investigación previa apoya esta idea, los descubrimientos de Wager y otros profesionales muestran que el declive en las células madre relacionado con la edad está también influenciado por fuerzas externas. Por ejemplo, la exposición de músculo óseo ante factores de transmisión sanguínea de ratones jóvenes puede restaurar la capacidad regenerativa de las células madre musculares.

El poder regenerativo de la sangre joven parece estar mediado por las osteoblastias—unas células madre formadoras de hueso que previamente han demostrado jugar un papel en la regulación de las células madre formadoras de sangre. Los investigadores descubrieron que las osteoblastias de animales viejos pueden hacer que las células madre formadoras de sangre de los ratones jóvenes actúen como si fueran viejas. Y, en cambio, la exposición quirúrgica de los ratones viejos a la sangre joven rejuvenece las osteoblastias envejecidas, restaurando su capacidad para regular de forma apropiada las células madre formadoras de sangre.

Los investigadores no han identificado aún a la misteriosa molécula en la sangre que controla estos efectos envejecedores. Sin embargo el factor de crecimiento parecido a la insulina (IGF-1), una hormona que ha demostrado regular la longevidad de varios organismos, puede que juegue un papel importante. Los investigadores han descubierto que eran capaces de corregir parcialmente los defectos del envejecimiento en las osteoblastias mediante la supresión de la IGF-1. Por otro lado, la supresión de la IGF-1 en las células musculares tiene el efecto contrario, enfatizando el complejo rol que esta molécula probablemente tenga en el envejecimiento.

Aún está por verse qué tipo de efecto tendrá el hecho de rejuvenecer el sistema circulatorio en los animales a largo plazo. Por ejemplo, los científicos no han evaluado si los ratones más viejos expuestos quirúrgicamente a la sangre joven son más resistentes a las infecciones que sus compañeros normales. “Sin embargo existen muchas razones para vincular los cambios en el sistema circulatorio con los cambios en el sistema inmunitario,” afirmó Wagers. Los ratones más viejos producen menos linfocitos, que responden ante los virus y otros patógenos. Además producen más células mieloides, que tienen a promover las enfermedades inflamatorias. “En muchos tejidos, lo que vemos es un incremento de la inflamación provocado por el envejecimiento,” afirmó Wagers.

La investigación también tiene implicaciones importantes para la medicina regenerativa, como por ejemplo los transplantes de células madre. “La mayoría de los esfuerzos se han centrado en cómo fabricar las células de repuesto,” señala Linheng Li, investigador en el Instituto de Investigación Médica Stowers, en Kansas City, Missouri, y que no estuvo involucrado en el estudio. “Sin embargo tenemos que centrarnos en crear células que funcionen de forma apropiada.” Las células madre formadoras de sangre, por ejemplo, se crean en altas cantidades según vamos envejeciendo. Sin embargo esas células no funcionan tan bien como las más jóvenes. “Esto señala la importancia del entorno dentro del que se realiza el transplante,” afirmó Wagers. “Si tomamos unas células jóvenes y las colocamos en un entorno envejecido, puede que no obtengamos todo el poder regenerativo de las células.”

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