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Cambio Climático

"La promesa energética de la nanotecnología es hacer viable la energía solar"

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El experto en nanotecnología y ganador de un TR35 Javier García Martínez habla del potencial de esta tecnología en áreas como la energía y de la estrategia que deberían seguir los Gobiernos para configurar su ‘mix’ energético.

  • por Elena Zafra | traducido por
  • 11 Noviembre, 2011

Javier García Martínez es profesor y director del Laboratorio de Nanotecnología Molecular de la Universidad de Alicante (España), donde trabaja en la fabricación de nanomateriales que aumentan el rendimiento de los procesos catalíticos involucrados en el refinado del petróleo. Sus avances en este ámbito le llevaron a obtener en 2007 (junto con otros jóvenes, como el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg) el premio TR35, que Technology Review y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) conceden a los innovadores menores de 35 años más destacados. Un año después, animado por su vocación emprendedora, García Martínez fundó en Estados Unidos la empresa Rive Technology para hacer llegar a la industria su tecnología de catálisis.

Como asesor de la Comisión Europea para temas innovación y emprendimiento y como miembro del Consejo de la Asamblea General del Foro Económico Mundial sobre Tecnologías Emergentes, García Martínez ha participado en el panel sobre el futuro de la nanotecnología en la conferencia EmTech Spain, organizada por Technology Review en español. En una entrevista durante el evento, García nos ha revelado las aplicaciones de la nanotecnología con más posibilidades de hacerse realidad en los próximos años.

TR.es: Empezamos fuerte. ¿Qué avances en nanotecnología veremos en un futuro cercano?

Javier García Martínez: Si tuviera que elegir dos áreas por su potencial de impacto, serían salud y energía. En el ámbito sanitario, la nanotecnología ofrece la posibilidad de mejorar el diagnóstico y tratamiento de enfermedades como el cáncer. Se podrán detectar tumores en fases muy tempranas y ofrecer terapias personalizadas, específicas para cada paciente y cada tipo de cáncer, con fármacos que permitan atacar directamente a las células cancerígenas sin dañar el resto del organismo.

¿Y respecto a la energía?

Aquí el problema es que no tenemos materiales con las propiedades adecuadas. La nanotecnología permitirá crear, por ejemplo, una segunda y tercera generación de paneles solares con rendimientos mucho más altos. Estos nuevos materiales permiten acortar mucho los tiempos de carga y descarga y amplían su capacidad de almacenaje. También mejorará las baterías, que son esenciales para almacenar las energías limpias.

¿Qué utilidad tiene para la industria la tecnología que genera Rive Technology?

Hemos aplicado la nanotecnología a un sector tradicional. Las zeolitas [minerales que sirven como catalizador en la industria petroquímica y que componen la tecnología de catálisis desarrollada por García Martínez] se llevan usando décadas en el refinado del petróleo, pero nuestros catalizadores son mucho mejores y obtenemos más gasolina y diesel y muchos menos residuos y CO2. Por eso generamos ganancias para las refinerías, una oportunidad de mercado para nosotros y beneficios para el medio ambiente. Eso es lo que hace la nanotecnología: ofrecer soluciones más selectivas y eficientes a problemas reales. Además, las zeolitas también pueden usarse estas tecnologías para, por ejemplo, transformar celulosa y lignina en biocombustibles.

Cada vez queda menos petróleo. ¿Por qué seguir buscando mejorar el refinado en lugar de potenciar otras fuentes de energía?

La demanda energética no va a hacer sino aumentar en los próximos años, por tanto, tenemos que ser capaces de generar energía abundante, barata, con el menor impacto ambiental y hacerlo ahora. Eso no quita que también haya que investigar en las fuentes del futuro que nos permitan no depender del petróleo, no generar CO2 y no consumir recursos naturales. Los combustibles fósiles no son una alternativa adecuada, pero peor es utilizarla mal cuando hay oportunidades increíbles para ser muchísimo más eficientes con las tecnologías que ya tenemos.

¿Qué aportará la nanotecnología en materia de seguridad energética?

La seguridad energética no debe entenderse como “no necesito comprarle a nadie” sino como “a cuanta más gente pueda comprarle, aunque no lo necesite, mejor”. Los Estados deberían apostar por un ‘mix’ energético que sea lo más diverso posible. Es un tema demasiado importante para depender de una o dos fuentes.  Hay que pensar en la idea de interconectividad entre las redes energéticas mundiales, en que el smart grid [redes inteligentes de suministro] es también parte de la solución y, sobre todo, en diversificar tanto fuentes como proveedores.

¿Qué potencial tienen las energías renovables, como por ejemplo la solar en España?

Si la tecnología funciona, en España sería un sector estratégico, gracias a la radiación solar que recibimos todos los años. Pero corremos el riesgo de implementar una tecnología demasiado pronto “porque suena bien”, ya que sigue siendo muy caro. Si las células solares tuvieran un rendimiento del 40 por ciento en vez de del 15 por ciento, mañana mismo llenábamos España de paneles solares. Esa es la promesa de la nanotecnología: modificar los materiales para que cambien sus propiedades y que nos permitan hacer económicamente viable, por ejemplo, la energía solar.

¿Qué falta para obtener energía solar eficiente?

Existen células solares de segunda y tercera generación. En concreto estas últimas están basadas en polímeros: son plásticas, orgánicas, flexibles y permitirían ‘pintar’ células solares y cubrir grandes superficies, como por ejemplo carreteras. Ese es el camino, hacia allí vamos, pero no está claro cuándo va a ocurrir eso a un precio y a un rendimiento aceptable.

¿Cómo avanzar en el ámbito de los biocombustibles?

Este campo es muy complicado, porque la primera generación de biocombustibles se enfrentó a problemas derivados de la competencia “alimentos vs combustibles” y esto ha enfangado mucho el agua. La segunda y tercera generación, en cambio, utiliza residuos de la agricultura y residuos forestales que no son comestibles. Podemos comer almidón, pero no celulosa, y la idea es usar lo que no podemos comer para generar energía. Y luego está el tema de las algas, que es un gran desconocido aún en investigación prematura. Tiene cosas muy buenas como que no compiten por el suelo con la agricultura y presentan contenidos de bioaceites y rendimientos muy altos. Este es el panorama, pero hay otras perspectivas muy interesantes, como la de la valorización de la biomasa, que es intentar ir de biomasa a biomoléculas en vez de ir de biomasa a biocombustible.

¿Transformar la biomasa en vez de quemarla?

Exacto. La idea sería degradar los polisacáridos de manera que tuviéramos de nuevo los building blocks, las unidades básicas, para luego construir con ellas alternativas a los plásticos: bioplásticos y biopolímeros que puedan competir con la petroquímica (cosa que, por ahora, no pueden hacer debido a su precio).

¿Qué se puede hacer para que las nuevas tecnologías lleguen a todo el mundo?

Si uno mira el planeta desde fuera, ese es el gran reto. Y ese reto significa agua potable para 1.000 millones de personas, corriente eléctrica para 2.000 millones, fertilizantes para suelos que no pueden producir alimento... Es un reto mucho más profundo que la tecnología. Hasta ahora hemos creado un modelo de ayuda directa que no ha funcionado muy bien. Está bien dar dinero a un pueblo para que potabilice su agua, pero estaría mucho mejor que hubiera una empresa local que se dedicara a vender tabletas potabilizadoras. Tenemos que apostar por capacitar la gente joven de cada país para que asuma los riesgos de forma inteligente, con mentores y ayudas a posteriori, de manera que se genere un caldo de cultivo que favorezca la aplicación de esas tecnologías.

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