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Cambio Climático

La muerte de Range Fuels no tiene por qué condenar a todos los biocombustibles

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La influyente start-up dedicada a los biocombustibles ha fracasado porque su tecnología resultaba ser demasiado cara.

  • por Kevin Bullis | traducido por Lía Moya (Opinno)
  • 21 Diciembre, 2011

Este mes, Range Fuels, una de las primeras empresas de la oleada de start-ups que prometían biocombustibles baratos hechos a partir de fuentes como la viruta de madera en vez del maíz, ha cerrado sus puertas definitivamente y se ha visto obligada a subastar sus bienes.

La empresa ha fracasado por muchos motivos, pero el principal parece ser que su tecnología ha resultado ser demasiado cara, algo que, según los expertos, no debería sorprendernos, ya que era parecida a otras tecnologías con problemas bien conocidos.

Range Fuels se benefició de ser un “madrugador” en el campo, afirma David Berry, socio de la firma de capital de riesgo Flagship Ventures. “Recibió muchísima atención, así que estaba bien posicionada para conseguir un montón de dinero. Pero la tecnología no estaba exactamente a la altura de la atención recibida y eso ha llevado a la desaparición de la empresa”, sostiene Berry. 

Range Fuels, que pensaba convertir trozos de madera en etanol recibió mucha atención en 2006 después de que el presidente Bush declarara en su discurso sobre el Estado de la Unión que Estados Unidos era “adicto al petróleo” y señalara “métodos de última tecnología para producir etanol, no solo partiendo del maíz, sino también de virutas y tallos de madera o de pasto”.

Un año después, Range Fuels ya había recibido una subvención de 76  millones de dólares (unos 58 millones de euros) del Departamento de Energía de Estados Unidos y había empezado a construir una planta a escala comercial en Soperton, Georgia (EE.UU.). Esa planta se diseñó para producir en un principio 75 millones de litros de combustible y acabar llegando a los 275 millones de litros.

En aquel momento Range Fuels afirmó que su planta podría producir combustible ya en 2008, pero aún no estaba terminada en 2009, momento en que recibió un aval de 80 millones de dólares (unos 61 millones de euros) del Departamento de Agricultura de Estados Unidos para ayudar con la construcción. Además de la financiación gubernamental, a lo largo de su historia la empresa recibió más de 150 millones de dólares (unos 115 millones de euros) en capital de riesgo.

La planta de Range Fuels produjo metanol en 2010, pero operaba con pérdidas y cerró en 2011. En diciembre de 2011 la empresa había recibido un poco más de 40 millones de dólares (unos 30 millones de euros) de la subvención adjudicada por el Departamento de Energía (el resto era para la siguiente fase de construcción). David Aldous, el director general de Range Fuels afirma que quedan 37 millones de dólares (unos 28 millones de euros) del aval por ejecutar.

La tecnología usada por Range Fuels es parecida a un proceso que se usa desde hace tiempo para convertir el carbón en combustibles líquidos. Empieza con un paso de gasificación que usa calor, presión y vapor para convertir trozos de madera en una mezcla de hidrógeno y monóxido de carbono conocido como gas de síntesis. Después, la empresa usaba catalizadores para crear una mezcla de metanol y etanol. Afirmaba que usando un catalizador de creación propia e ingeniería inteligente, podría hacer que el proceso, que normalmente resultaba caro, fuese más económico.

Ya en 2007 expertos en energía daban la voz de alarma sobre esta tecnología (como destacó Technology Review aquí). Investigadores del Laboratorio Nacional de Energías Renovables (NREL, en sus siglas en inglés) en Golden, Colorado (EE.UU.), afirmaban que los intentos de poner en marcha a gran escala una tecnología parecida habían manifestado toda una serie de problemas.

Uno de ellos, según Helena Chum, investigadora del NREL, es la formación de brea durante el paso de gasificación, algo que ha arruinado intentos de gasificación parecidos en Georgia Pacific y otras empresas. “Aunque en los experimentos sea una pequeña cantidad, cuando empiezas la producción industrial se convierte en una cantidad ingente con la que lidiar”, afirma Chum. Los investigadores conocían este problema, pero “quienes desarrollan una tecnología a veces ignoran los resultados de investigaciones porque quieren ir rápido”.

Chum afirma que hay otros inconvenientes que pueden surgir al gasificar la biomasa, entre ellos la presencia de impurezas inorgánicas y las proporciones irregulares de los gases formados, lo que requiere modificar los catalizadores y procesos, lo cual es costoso, también en términos de tiempo.

Algunas fuentes han sugerido que la cultura empresarial en Range Fuels llevó a la empresa a minimizar la importancia de los retos tecnológicos mientras se apresuraban en aumentar la escala de la tecnología. Chum explica que es algo frecuente. “Normalmente los desarrolladores son optimistas, así que establecen plazos muy cortos. Incluso aunque haya personal de la empresa que diga que se tardará más en conseguir algo, los inversores no quieren esperar mucho y a veces el Gobierno tampoco”, afirma.

Aldous explica que el mayor problema con el que se encontró Range Fuels fue conseguir suficiente dinero para enfrentarse a los retos tecnológicos que tenía, especialmente en medio de una recesión. Sostiene que solo pudo obtener el necesario para construir la planta por etapas y que la planta incompleta tenía que operar con pérdidas necesariamente.

El sistema para alimentar los gasificadores con biomasa, que Range Fuels adquirió a un proveedor, solo podía abastecer a uno de los dos gasificadores de la empresa, mientras el otro estaba parado. “Esto significaba que estábamos perdiendo dinero con cada litro que producíamos; el proveedor necesitó meses para rediseñar su sistema y por eso la planta estuvo parada”, afirma.

A principios de 2011, hasta Vinod Khosla, el inversor que proporcionó la financiación de arranque para Range Fuels y que había escrito artículos entusiastas sobre la empresa en sus inicios, criticaba la tecnología de la misma. “Desde nuestro punto de vista, el camino tradicional de catálisis química del gas de síntesis para convertirse en combustibles (sea etanol o síntesis Fischer-Tropsch), parece ser un reto económico”, escribió en enero. “Tecnologías como  la de Range que empezaron con catalizadores químicos tendrán que pasarse a estas nuevas técnicas de fermentación”.

En un correo reciente a Technology Review, Khosla señaló, sin embargo, que es habitual que muchas de las compañías que se embarcan en nuevas tecnologías fracasen. “Es característico de las carreras de inversión de riesgo que a la mejor tecnología (la que tiene el coste más barato, el rendimiento más alto, etc..) en cada campo le vaya muy bien, a algunas les vaya regular y muchas fracasen porque su tecnología no es lo suficientemente buena”, explica.

Chum está de acuerdo: “No deberíamos equiparar el fracaso de una empresa con el fracaso de todo un campo”, afirma.

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