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Tecnología y Sociedad

Aversión a los contadores inteligentes

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Algunos ciudadanos equiparan la instalación de contadores inteligentes con una vigilancia como la de Gran Hermano y se oponen a su instalación.

  • por Antonio Regalado | traducido por Lía Moya (Opinno)
  • 30 Abril, 2012

A Ed Friedman no le importan las bromas sobre su aversión a la tecnología, pero no se te ocurra instalarle un contador inteligente en casa.

Desde su hogar en Bowdoinham, en Maine (Estados Unidos), el piloto de helicóptero y activista medioambiental encabeza la oposición a que la compañía eléctrica local, Central Maine Power, instale contadores eléctricos digitales. Los nuevos aparatos, que usan radios inalámbricas para transmitir datos sobre consumo eléctrico, se presentan como un elemento clave para la creación de una red eléctrica más inteligente. Con contadores inteligentes, los consumidores podrán hacer un seguimiento del coste de la electricidad en tiempo real y las compañías eléctricas podrán prescindir de decenas de miles de operarios dedicados a la lectura de contadores.

Friedman, que lleva encima un analizador de radiofrecuencias que emite inquietantes chasquidos cuando se acerca a teléfonos móviles o routers wifi, afirma que los contadores inteligentes son una idea peligrosa. Son una invasión de la intimidad e incluso pueden provocar enfermedades, según alega en una queja formal que escuchará el Tribunal Supremo de Maine el mes que viene.

“Mi casa es mi castillo”, sostiene Friedman. “Y quieren recibir y transmitir información desde ella sin pedirme permiso”.

Central Maine Power comenzó a instalar los contadores digitales el año pasado y ya los ha colocado en unos 610.000 hogares y negocios, entre ellos la mayoría de las viviendas de Maine. Animados por los miles de millones de dólares concedidos como incentivos para la creación de una red eléctrica inteligente en la Ley de Estímulo de la Economía de 2009, las compañías eléctricas de todo Estados Unidos están poniendo en práctica planes parecidos.

Pero la repentina aparición de la tecnología ha creado un movimiento de oposición a nivel nacional, y una mala gestión de la comunicación por parte de las compañías eléctricas no ha mejorado las cosas. En 2010 las autoridades del condado de Marin, un bastión liberal en California (EE.UU), votaron para prohibir los contadores porque les preocupaba que fueran una amenaza para la salud de los habitantes. En Texas, activistas del Tea Party y miembros de las milicias se oponen a los contadores inteligentes porque afirman que son una forma de espionaje equiparable al Gran Hermano.

“Este movimiento ha creado unos compañeros de cama realmente extraños”, afirma Josh Hart, quien ayuda a organizarse a los opositores a los contadores inteligentes desde su página web  Stopsmartmeters.org.

Hart se implicó a partir de que su novia empezara a preocuparse por los efectos sobre la salud de las ondas de radio del transmisor del contador. “Llamé a la compañía eléctrica y dije que no lo queríamos. Y ellos me dijeron: ‘No tienen elección’. Eso me puso en marcha”, afirma. Él que era un enamorado de los ordenadores, se ha desecho de su microondas, teléfono móvil y router doméstico. “En este país no tenemos elección respecto a la tecnología”, afirma.

La intensidad de la oposición ha pillado a las compañías eléctricas a contrapié. “Nos pareció sorprendente recibir este tipo de respuesta. No lo vimos venir”, afirma John Carroll, portavoz de Central Maine Power. Sus clientes estaban preocupados porque los contadores inteligentes pudieran provocar incendios, interferir con aparatos médicos o incluso producir cáncer.

Por ahora no existen pruebas de que la energía de radiofrecuencia produzca cáncer. Pero es más difícil abordar las preocupaciones respecto a la invasión de la intimidad. Puesto que los contadores inteligentes proporcionan lecturas muy frecuentes (cada 15 minutos en algunos casos), teóricamente sería posible deducir lo que sucede dentro de un casa: qué electrodomésticos están en uso, cuánta gente vive en ella, incluso qué horarios tienen. En 2011 la Universidad de Washington (EE.UU.) demostró que la 'huella' eléctrica de una casa podía determinar si una televisión retransmitía Shrek 2 o El Rey León.

Ahora mismo en California los contadores recogen de 750 a 3.000 datos al mes en vez de una única lectura mensual, según Electronic Frontier Foundation (EFF), un grupo defensor de la intimidad. EFF afirma que da por buenos los controles instaurados por la compañía eléctrica local PG&E, pero según Rebecca Jeschke, portavoz de la fundación, hace falta un estricto control de la intimidad de los datos porque se puede extrapolar muchísima información personal solo con los patrones de uso eléctrico. “Habrá terceros que quieran acceder a esta información sensible”, afirma.

Entre esos terceros es probable que se encuentre la policía local. La policía en Ohio y otros estados suele usar las facturas eléctricas como prueba para localizar de manera exacta plantaciones de marihuana. A los hackers también pueden interesarles estos aparatos.  El FBI investigó un caso en Puerto Rico en el que hubo criminales que manipularon contadores inteligentes para dejar de pagar 400 millones de dólares en facturas (unos 300 millones de euros).

Para Friedman, que proviene de una familia de abogados del Bronx y afirma que lleva “la indignación en la sangre”, los contadores son una forma no deseada y, en su opinión, ilegal, de intromisión en su vida privada por parte de un monopolio controlado por el Gobierno. “A largo plazo lo interesante es lo que se pueda extrapolar de los datos. ¿A quién van a venderle esa información?”, se pregunta.

La idea es que los contadores inteligentes proporcionen información en tiempo real sobre los precios de la electricidad. De esta manera, en vez de pagar una tarifa media, los consumidores podrán programar electrodomésticos inteligentes o termostatos para que se enciendan por la noche o en fin de semana, cuando la electricidad es más barata, igual que hacen muchas empresas. Eso podría ayudar a disminuir la demanda global de electricidad en estados como el de Maine, en el que el consumo doméstico supone una tercera parte de la electricidad total consumida. 

Pero este tipo de aplicaciones avanzadas solo existen en la teoría. Central Maine Power afirma que para ellos tenía sentido desde el punto de vista económico instalar los contadores inteligentes porque la empresa podrá retirar los camiones y los operarios que leen los contadores, que hacían 3,2 millones de kilómetros al año para efectuar las lecturas. Carroll afirma que la compañía eléctrica tardará 15 años en recuperar lo invertido, incluso a pesar de que el Departamento de Energía de Estados Unidos haya puesto la mitad de los 192 millones de dólares (unos 145 millones de euros) que ha costado la instalación de los contadores.

Para calmar a los ciudadanos que se oponen a los contadores inteligentes, hace un año los legisladores de Maine ordenaron a Central Maine Power que la "pequeña minoría" de gente que no quisiera la tecnología pudiera escoger no usarla. Pero es importante que no se nieguen demasiados usuarios, porque los contadores funcionan como una red, transmitiendo datos de unos a otros hasta llegar a la central. Ahora la compañía cobra una cuota de 12 dólares mensuales (unos 9 euros) a cualquiera que prefiera quedarse con el antiguo contador analógico.

Esta es una decisión a la que Friedman también se ha enfrentado. Dice que esa cuota equivale a un chantaje. “Si hay que pagar para evitar un mal, ¿cómo lo definirías?”, afirma. Su vista oral será el 10 de mayo, cuando se presenten los argumentos ante el Tribunal Supremo de Maine, que serán ofrecidos en vivo por Internet mediante streaming desde la ciudad de Bangor, en Maine, alcanzando los routers wifi y teléfonos inteligentes de todo el estado. 

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