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Cambio Climático

¿Llegará a tiempo la captura de carbono?

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Los elevados costes y los posibles riesgos que conlleva han hecho surgir dudas sobre si esta tecnología servirá para luchar contra el cambio climático.

  • por Mike Orcutt | traducido por Lía Moya (Opinno)
  • 04 Julio, 2012

Muchas de las estrategias a largo plazo para combatir el cambio climático dependen en gran medida de la capacidad que exista de capturar grandes cantidades de dióxido de carbono de la combustión de combustibles fósiles y almacenarlo para siempre en formaciones rocosas profundas. Pero los elevados costes y algunos cabos sueltos en el aspecto técnico quizá hagan que esta tecnología, denominada captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés) no pueda desempeñar un papel significativo a la hora de reducir las emisiones de carbono.

Un informe presentado hace poco por la Agencia Internacional de la Energía (AIE) avisa de que el desarrollo y la puesta en marcha de la CCS “va con mucho retraso” como medida para prevenir que la temperatura global media aumente más de 2ºC, un objetivo común en la estrategia de lucha contra el cambio climático. El plazo en el que el uso de la CCS serviría para lograr una reducción significativa de las emisiones "se está acabando rápidamente”, según la agencia, que afirma que la CCS debe proporcionar una quinta parte de la reducción de emisiones necesaria antes de 2050 para mantener el aumento de la temperatura por debajo de esos 2ºC.

En la actualidad existen ocho proyectos de CCS a gran escala (que capturen, transporten e inyecten por lo menos 400.000 toneladas métricas anuales) según el Instituto Global de la CCS, y ninguno de ellos está situado en una central térmica. Estos proyectos, en su conjunto, entierran aproximadamente 20 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono al año. En comparación, el carbón que se quema en Estados Unidos y China emite unos 2.100 millones y 6.950 millones de toneladas métricas anuales de este gas respectivamente.

Según la AIE, para cumplir con el objetivo de los 2ºC sería necesario que se pusieran en marcha un mínimo de 110 proyectos más para 2020, situados en centrales térmicas y complejos industriales, la cantidad suficiente para capturar y almacenar 269 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono anuales en esa fecha. A pesar de que hay 67 proyectos a gran escala en fase de planificación o de construcción, construir un nuevo proyecto CCS puede llevar más de una década.

Uno de los grandes inconvenientes de la CCS es su coste. Separar químicamente el dióxido de carbono de las emisiones de las centrales o los flujos de gas natural es caro. Antes de poder enterrar el gas, hay que comprimirlo a estado supercrítico y transportarlo por un gasoducto hasta el lugar donde será inyectado, dos procesos que también son caros. Sin incentivos, la CCS aumenta demasiado el precio de la generación de electricidad en las centrales existentes para que resulte rentable.

No existe demasiada información sobre la capacidad global de almacenaje, pero un estudio de 2012 realizado por investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE.UU.) descubrió que, en Estados Unidos, unas formaciones rocosas subterráneas que se conocen como acuíferos salinos profundos podrían albergar hasta un siglo de emisiones de dióxido de carbono proveniente de las centrales térmicas del país.

Sin embargo, muchos de los potenciales puntos de enterramiento aún no han sido evaluados y no queda claro cómo responderían ante la inyección de grandes cantidades de dióxido de carbono. “El problema en muchos de estos sitios (en el caso de los acuíferos salinos profundos) es la escasa permeabilidad”, lo que dificulta el proceso de introducir el fluido en la roca, explica Mark Zoback, profesor de geofísica de la Universidad de Stanford (EE.UU.). Al insertar fluidos en las rocas se producen cambios en la presión que pueden provocar seísmos y “no se pueden inyectar volúmenes muy grandes sin que exista la posibilidad de provocar un terremoto”. Incluso pequeños temblores sobre fallas “difíciles de detectar” durante los estudios de evaluación del terreno exigidos por la Agencia de Protección Ambiental estadounidense podrían hacer que el gas de efecto invernadero se liberara a la atmósfera. 

Zoback afirma que el riesgo de provocar terremotos no desacredita a la tecnología del todo, pero hace que sea poco probable que la CCS sirva para reducir “de forma significativa” las emisiones de gases de efecto invernadero, como él y el hidrogeólogo de la Universidad de Stanford Steven Gorelick sostienen en un artículo aparecido hace un par de semanas.

El dióxido de carbono capturado ya se usa habitualmente en una técnica denominada extracción mejorada de petróleo, en la que el gas se bombea dentro de una reserva de crudo para movilizar químicamente los hidrocarburos de difícil acceso, haciendo que sean más fáciles de extraer. Después, o bien el gas inyectado se queda atapado en la reserva de petróleo, o es 'generado' al extraer el crudo y es reinyectado. Técnicamente, esto se considera una forma de CCS.

John Litynski, gerente de tecnología de almacenamiento de carbono en el departamento de carbón y energía eléctrica del Laboratorio Nacional de Energías Renovables (NETL, por sus siglas en inglés) cree que la extracción mejorada es una forma de hacer arrancar la industria de la CCS, puesto que el NETL calcula que se podrían almacenar unos 20.000 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono de forma económica. “Existe un incentivo en el mercado para desarrollar la tecnología, que es la producción de petróleo, y existen reservas muy bien estudiadas para el almacenamiento”, afirma, “probablemente sea el primer paso”.

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