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Computación

Más tecnología y participación para mejorar el aprendizaje

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Los entornos de aprendizaje tecnológicamente ricos integrados en un modelo pedagógico activo ayudan a reducir el fracaso y el abandono, según un estudio.

  • por Elena Zafra | traducido por
  • 18 Diciembre, 2012

La tecnología ha llegado a las aulas en forma de pantallas táctiles, proyectores y software educativo que son el orgullo de muchos colegios e institutos y que ponen en aprietos a más de un profesor nostálgico de la tiza y la pizarra. Sin embargo, el verdadero desembarco masivo de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC)  se ha producido en los bolsillos y mochilas de los millones de adolescentes que manejan con soltura sus móviles, ordenadores portátiles y, más recientemente, sus tablets. Robert Garrick, investigador del Instituto Tecnológico de Rochester (RIT), asegura que estos dispositivos “están explotando en el entorno académico en la franja de hasta 20 años”, y este es un factor del que puede extraerse un gran beneficio, siempre que se sepa cómo utilizar estos recursos y con qué fin.

Para demostrar la utilidad de los llamados entornos educativos tecnológicamente ricos (TRILE, por sus siglas en inglés) el equipo de Garrick en el RIT lleva seis años desarrollando una serie de estudios con grupos piloto de este centro que han involucrado ya a más de 400 estudiantes. En ellos han demostrado que la combinación de pantallas múltiples, tablet PC (tableta con teclado) y un software colaborativo llamado DyKnow, ayuda a desarrollar entre estos estudiantes de ciencias e ingeniería tres áreas críticas para retener información técnica. Concretamente, han observado mejoras en la conexión visual con la materia de estudio, la capacidad de interacción del estudiante y el modelado de los problemas de ingeniería. Además, los  universitarios implicados aseguran mayoritariamente que con los TRILE sienten que aprenden y retienen mejor la información que con una clase tradicional.

Garrick y sus colaboradores consideran que existe una “oportunidad crítica” para transformar el aprendizaje de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas usando estos entornos que “habilitan una educación justa para todos, accesible, asequible, efectiva, transformadora y eficiente”. Sus resultados, publicados recientemente en la revista científica Journal of Applications and Practices in Engineering Education, son una evidencia más de que un uso eficaz de las TIC en el aula puede aportar ventajas en lugar de causar dispersión y distracciones.

De hecho, la satisfacción generalizada entre los alumnos viene su acompañada además de mejoras en los resultados académicos. En uno de los estudios pilotos realizados por estos expertos, con una muestra de 27 alumnos que presentaban un promedio de notas especialmente bajas y altas tasas de abandono, se observó con el entorno TRILE una mejora considerable en los resultados de sus exámenes y ejercicios: pleno de aprobados y ningún abandono. Asimismo, el estudio recoge que durante los tres años que duró el primer estudio piloto la tasa de suspensos y abandonos cayó por debajo del 10 por ciento.

Aunque la generalización del uso de dispositivos tecnológicos es innegable, para los expertos la clave del éxito no radica tanto en el uso de unos u otros aparatos sino en el método que se utiliza. Los científicos consideran que lo importante no es asombrar al alumno con un despliegue de presentaciones atractivas sino integrar la tecnología con un enfoque pedagógico. Beatriz Cebreiro, fundadora e investigadora principal del grupo de investigación en Tecnología Educativa de la Universidad de Santiago de Compostela (España) está de acuerdo con este planteamiento: “Si utilizas las pizarras y las pantallas como mero soporte del contenido pero no permites la interacción, simplemente las presentaciones serán muy claras y bonitas, pero eso no implica que el proceso de aprendizaje haya cambiado”, asegura.  Para Cebreiro, la eficacia de la tecnología depende del modelo que propongas y es indiferente que las tecnologías sean potentes si el modelo es el tradicional, es decir, si el profesor “maneja la información, la presenta a los alumnos y ellos simplemente toman sus apuntes”.

Para esta investigadora el principal acierto de la propuesta del RIT es que el profesor, una vez que recibe el feedback de la clase “aporta nueva información, cambia los procesos y busca más la participación”. Los alumnos podrían haber usado el tablet PC como simple medio de almacenamiento, sin que existiese una construcción y participación activa, pero ese, según Cebreiro, no ha sido el caso.

Por el contrario, en los estudios del RIT la materia del curso fue rediseñada para aprovechar las pantallas múltiples, los tablet PC y el software colaborativo. Las clases se desarrollaron en un aula tecnológica interactiva que disponía de tres pantallas conectadas a los tablet PC de los docentes y de los alumnos. La información generada durante la clase era capturada, grabada y archivada. Además, en el laboratorio, en lugar de dividir a los alumnos para que trabajaran en distintos puestos mientras el profesor explicaba, los estudiantes vieron la lección en formato multimedia y manipularon de forma virtual unos circuitos eléctricos y probaron sistemas neumáticos o hidráulicos. Los profesores revisaron su trabajo en tiempo real, destacaron los diferentes enfoques utilizados e identificaron los problemas que iban surgiendo.

Todas las aportaciones de los alumnos iban añadiéndose a los archivos con los que estaban trabajando sus compañeros. “La clave es construir una sinergia entre tecnología, pedagogía y contenidos, y que las características tecnológicas del entrono de aprendizaje no sean simplemente ‘depositadas’ sobre las prácticas pedagógicas tradicionales”, afirma Garrick.

Además de las facilidades que ofrecen estas tecnologías en términos de ubicuidad y simultaneidad, para Cebreiro la calve está precisamente en que esta elaboración de los temas se hace con la aportación de todos los agentes implicados. “Es una forma de aprender muy motivadora porque une al experto, que les ayuda a comprender, con la relación entre pares, que es esencial a nivel educativo”, afirma Cebreiro, que considera que en la enseñanza universitaria la mejor propuesta pasa por avanzar hacia un modelo como este, más interactivo y participativo. “Los contenidos se trabajan de forma muy significativa para los alumnos porque los construyen juntos, se les dan casos y ejemplos que relacionan los conceptos más abstractos con la práctica, pueden analizarlos, y se valora como muy importante su aportación y el aprendizaje con otros”, asegura la investigadora.

El experimento del RIT se ha centrado en alumnos cuyas calificaciones son especialmente bajas y sus niveles de abandono más altos que la media.  Además, los expertos aseguran que los TRILE podrían ser adecuados para alumnos con discapacidad auditiva y dificultades de comprensión o de adquisición de estrategias de aprendizaje. “Les permite preguntar de forma anónima, por ejemplo, mediante una serie de encuestas, y el profesor puede monitorear su nivel de comprensión”.

Para Garrick, el anonimato es un factor crítico para derribar las barreras que inhiben a estos alumnos de pedir aclaraciones. Además, les permite disponer de más fuentes de información que una clase tradicional, en la que la ésta procede fundamentalmente del intérprete.

Según el experto del RIT, estos modelos, que se centran en problemas específicos, podrían llegar a los centros educativos sin excesivas dificultades. “El paulatino decrecimiento en el coste de la tecnología y la tendencia de los alumnos a acudir a clase con sus propios dispositivos debería hacer cada vez más factible incorporar las tecnologías a estas prácticas educativas reformadas”, considera.

Aunque es una solución útil para reducir el gasto en equipamiento para las universidades, la gestión de la práctica BYOD (Bring Your Own Device, en español, “Trae tu propio dispositivo”) sigue suponiendo un reto, tanto en la prescripción a los alumnos para que lleven determinado aparato a clase como en la integración de los diferentes sistemas operativos con los que estos funcionan. “No podemos partir de que todos tienen poder adquisitivo para comprar herramientas tecnológicamente tan potentes, podríamos caer en la discriminación”, considera Cebreiro, que añade que la clave para avanzar es “no olvidar el necesario esfuerzo de inversión” y conseguir equilibrarlo con el aprovechamiento de los recursos existentes.

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