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Computación

SpaceX lanzará el primer cohete propulsor reutilizable

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El cohete de propulsión reutilizable de SpaceX, el primero de este tipo, podría sentar las bases de un acceso muchísimo más barato al espacio

  • por Michael Belfiore | traducido por Lía Moya
  • 17 Marzo, 2014

Foto: El Grasshopper, un vehículo de prueba usado por SpaceX, despega de la estación de pruebas de la empresa en McGregor, Texas (EEUU), en junio de 2013.

A finales de este mes Space Exploration Technologies, o SpaceX, pretende lograr algo nuevo en la historia de la aeronáutica espacial, conseguir que la primera fase de su cohete de propulsión Falcon 9, tras entregar su carga en la Estación Espacial Internacional, encienda sus motores por segunda vez. Esta segunda ignición permitirá al cohete reentrar en la atmósfera en vuelo controlado, sin romperse ni desintegrarse en el camino de vuelta como suele suceder con los cohetes de propulsión.

La máquina amerizará sobre el océano Atlántico frente a su estación de lanzamiento en cabo Cañaveral, con los motores rugiendo, y desplegando cuatro patas de aterrizaje a los lados del cohete. Sobrevolando el océano, el cohete levantará olas de espuma salada, llamas y humo. Por último los motores se apagarán y el cohete caerá los pocos metros que le queden hasta el agua, para ser recuperado por una barcaza.

Futuros vuelos del cohete FR9 harán que aterrice en tierra. Por el momento, un amerizaje asegura la máxima seguridad en el caso de que el cohete se descontrole.

Esta prueba del cohete de propulsión renovable de SpaceX será la primera de este tipo y podría sentar las bases de un acceso mucho más barato al espacio. "La reutilización ha sido el santo grial de la industria de lanzamiento desde hace décadas", explica el analista de la consultoría Futron, Jeff Foust. Los cohetes estándar de la industria, denominados desechables, suponen una parte importantísima de los costes de lanzamiento, el equivalente a construir un avión nuevo para cada vuelo trasatlántico.

SpaceX empezó a hacer pruebas en vuelos a baja altitud de un Falcon 9 con un único motor, un cohete bautizado como Grasshopper (saltamontes), en sus áreas de prueba de McGregor, Texas (EEUU), en 2012. Los vuelos fueron cada vez más altos, hasta su última prueba en octubre cuando el cohete alcanzó una altura de 744 metros. Posteriormente, en un vuelo para colocar un satélite de comunicaciones en una órbita geosincronizada desde la Base de la Fuerza Aérea Vandenberg de Estados Unidos en noviembre, una primera fase del Falcon 9 reinició con éxito tres de sus nueve motores para hacer una reentrada supersónica controlada desde el espacio.

El cohete sobrevivió a la reentrada, pero después giró de forma descontrolada y se rompió al impactar contra el océano Pacífico. El director ejecutivo de SpaceX, Elon Musk, afirmó en una llamada a la prensa después del vuelo que las patas de aterrizaje, que este cohete no tenía, probablemente hubieran estabilizado el cohete lo suficiente como para hacer un amerizaje controlado. El vuelo de este domingo ha sido la primera prueba orbital con patas de aterrizaje. 

Tras sacarlo del agua, los ingenieros y técnicos de SpaceX han empezado a estudiarlo para decidir qué hace falta para reequipar el cohete y volver a utilizarlo. SpaceX también tiene planes de recuperar y reutilizar el cohete de segunda fase, pero por el momento sólo recuperará la primera fase y sus nueve motores Merlin, que suponen la parte más importante del coste del cohete.

Incluso sin contar los cohetes reutilizables, SpaceX ya ha revolucionado el mercado de lanzamiento de satélites, que mueve 190.000 millones de dólares anuales (unos 137.000 millones de euros) con costes de lanzamiento radicalmente menores que los de sus competidores. La empresa ofrece cada lanzamiento de Falcon 9 por 55,6 millones de dólares (unos 40 millones de euros). Sus competidores son menos transparentes respecto a sus tarifas, pero la empresa francesa de cohetes Arianespace ha indicado que puede pedir un aumento de las subvenciones estatales para poder seguir siendo competitiva con SpaceX.

A nivel doméstico, SpaceX ha entrado en la pugna por los contratos para el denominado Vehículo Desechable Evolucionado, o EELV por sus siglas en inglés, para lanzar satélites para la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Su única competencia para el contrato, United Launch Alliance (ULA), cobra 380 millones de dólares por lanzamiento (unos 274 millones de euros).

Musk declaró ante un subcomité de apropiaciones de defensa del Senado de EEUU el 5 de marzo que su empresa puede reducir ese coste a 90 millones de dólares por lanzamiento (unos 65 millones de euros). Dijo que el coste mayor para una misión gubernamental derivaba de la falta de una póliza de seguros proporcionada por el gobierno. "Para mejorar las probabilidades de éxito, aplicamos un coste extra sustancioso para asegurar la misión", afirmó Musk en la vista. Aún así, la tarifa propuesta por SpaceX para las misiones de la Fuerza Aérea sigue siendo apenas un 23% de la de ULA.

SpaceX cuenta con que unos costes de lanzamiento menores tengan como resultado un aumento de la demanda de servicios de lanzamiento. Pero Foust avisa de que esta estrategia conlleva su riesgo. "Merece la pena señalar", sostiene, "que muchos de los clientes actuales de los servicios de lanzamiento, entre ellos los operadores de satélites comerciales, no son especialmente sensibles al precio, así que no cuentan con la reutilización para reducir los costes".

Eso significa que esos lanzamientos adicionales, y por tanto los ingresos adicionales, tendrán que venir de mercados que aún no existen. "Un sistema reutilizable con costes de lanzamiento mucho menores podría acabar dando lugar a menores ingresos para la empresa a menos que sean capaces de aumentar la demanda de forma significativa", afirma Foust. "Esa demanda adicional probablemente debería venir de nuevos mercados, y los vuelos espaciales comerciales para humanos son el ejemplo más claro y conocido".

Efectivamente, SpaceX se fundó con los vuelos espaciales humanos como objetivo último. Ahora es una de las tres empresas que trabaja con financiación de la NASA para construir naves capaces de enviar astronautas a la Estación Espacial Internacional. Musk planea llevar a SpaceX aún más lejos, hasta colonizar Marte. Y para colonizar Marte harán falta muchos vuelos de bajo coste.

Michael Belfiore (michaelbelfiore.com) es el autor de Rocketeers: How a Visionary Band of Business Leaders, Engineers, and Pilots Is Boldly Privatizing Space (Coheteros: de cómo una banda de empresarios, ingenieros y pilotos visionarios está privatizando valientemente el espacio).

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