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Háblame, que no te veo

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La sonificación transforma datos físicos como la ubicación en señales acústicas para crear una “realidad acústica aumentada” que ayuda a los discapacitados visuales a ampliar su autonomía

  • por Teresa Alameda | traducido por
  • 08 Abril, 2014

En el mundo hay 285 millones de personas que conviven con alguna discapacidad visual, parcial o total, según la Organización Mundial de la Salud. Para muchas de ellas, enfrentarse a un nuevo recorrido al que no están acostumbradas puede convertirse en una ardua tarea sino imposible. Más allá del bastón y el perro guía, la tecnología puede minimizar este reto, como demostraron los avances presentados en las Jornadas de I+D  Ayudas a movilidad para la discapacidad visual, celebradas la semana pasada en el Parque Científico de la Universidad Carlos III de Madrid.

Foto: El dispositivo Argus permite a los discapacitados visuales orientarse en el espacio. Crédito: Ok-Systems

“La tecnología tiene la capacidad de eliminar las barrreras sociales y devolver a las personas los derechos que su discapacidad le ha restado”, explica el filósofo e ingeniero de la Universidad Carlos III de Madrid,  Pablo Revuelta. Revuelta ha creado ATAD, una de las tecnologías presentadas en el encuentro y basada en la sonificación. Este mecanismo trasforma datos en señales acústicas gracias a unas cámaras situadas a la altura de los ojos que captan las imágenes de lo que hay frente al usuario. Mediante un algoritmo, la tecnología las convierte en sonidos. La persona recibe las vibraciones por transmisión ósea, por lo que los cascos emisores del sonido pueden apoyarse sobre los huesos de la mandíbula al lado de la oreja para no tamponar el sonido ambiente que llega directamente al oído, “lo que resultaría contraproducente”, según Revuelta.

Las vibraciones varían en intensidad y frecuencia en función de la posición de los objetos respecto al usuario. De esta forma, el sistema crea un “mapa de profundidad” para identificar obstáculos y esquivarlos, lo que facilita la movilidad en entornos desconocidos. Su funcionamiento sería parecido al que ya incorporan algunos coches para ayudar a los conductores a aparcar mediante sonidos de alerta. Las primeras pruebas con usuarios han dado resultados prometedores, aunque Revuelta reconoce que aún “hace falta aumentar los contrastes entre sonidos, para que sea más fácil reconocerlos”.

Cuerda virtual de seguridad

Otro de los dispositivos presentados durante las jornadas fue ARGUS, un sistema de guiado por GPS que sería complementario de ATAD. Esta tecnología se basa en rutas de movilidad predefinidas, como un trayecto turístico, que localizan al usuario y le guían a través de ellas para realizar el recorrido de manera segura mediante navegación por satélite. ARGUS funcionaría con información de rutas preexistente, mientras que ATAD trataría con los obstáculos imprevistos.

El sistema, ideado por el ingeniero aeroespacial Rafael Olmedo, responsable del proyecto en la empresa OK-Systems, y cabeza de la start-up de innovación tecnológica Geko Navsat, sería similar al GPS que guía a un conductor en la carretera. Sin embargo, en vez de decir “gire a la derecha” o “gire a la izquierda”, ARGUS se comunica con el usuario mediante sonidos de “escucha binaural”, que da a los humanos la capacidad de localizar la ubicación de la fuente del sonido y se basa en la distancia entre un oído y otro.  Aprovechando esta condición, el aparato permite construir un mapa mental del camino por el que avanza la persona mediante los sonidos que recibe, “triangulando” su ubicación en el espacio como si caminase agarrado a una “una cuerda virtual de seguridad en 3D”, explica Olmedo.

El dispositivo, que a simple vista luce como un pendiente colgado de la oreja, está conectado a una pequeña unidad de posicionamiento de alta precisión y también al smartphone del usuario, ya que dispone de una aplicación web interactiva y táctil. Mediante esta interfaz,  la persona se puede poner en contacto con otros usuarios del sistema para compartir rutas, puntos de interés, precauciones y experiencias. Olmedo recuerda: “Quisimos incorporar el concepto de red social al dispositivo porque pensamos que la posibilidad de interconexión e información compartida con un colectivo otorga un valor añadido y dinamiza su uso”.

El proyecto ARGUS, de cofinanciación europea, colabora con compañías de Reino Unido, Austria y Alemania de la talla de Siemens, y está llegando al momento de sus test finales. Al igual que ATAD, necesita que sus potenciales usuarios ayuden a perfilar el diseño en función de sus necesidades, para explorar la posible complementariedad de los dispositivos y las formas de hacerlos más cómodos de llevar y de usar.

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