.

Otros

Tecnología para dar rigor a las ciencias sociales

1

Los grandes volúmenes de datos permiten construir modelos matemáticos sobre el comportamiento personal y cívico

  • por Nicholas Carr | traducido por Francisco Reyes
  • 22 Abril, 2014

En 1969, Playboy publicó una larga e informal entrevista con Marshall McLuhan en la que el teórico de los medios e icono de los sesenta dibujó un retrato del futuro a la vez seductor y repelente. Después de señalar la capacidad de los ordenadores digitales para analizar datos y comunicar mensajes, predijo que en última instancia se usarían máquinas para ajustar el modo de funcionamiento de la sociedad. "Los ordenadores se pueden utilizar para dirigir una red de termostatos globales y dar a la vida un patrón que optimice la conciencia humana", aseguró. "Ya es tecnológicamente factible usar un ordenador para programar las sociedades de forma beneficiosa". Reconoció que este control centralizado planteaba la posibilidad de un "lavado de cerebro, o algo mucho peor", pero insistió en que "de hecho, la programación de las sociedades podría llevarse a cabo de forma muy constructiva y humanista".

Cuando se publicó la entrevista, los ordenadores se usaban principalmente para arcanos cálculos científicos e industriales. Para la mayoría de los lectores de la época las palabras de McLuhan probablemente sonaron como algo improbable, incluso descabellado. Hoy día parecen proféticas. Los teléfonos inteligentes están por todas partes, nadie se escapa de Facebook, y el surgimiento de ordenadores portables como Google Glass está haciendo que la sociedad pueda analizarse digitalmente. Se hace un seguimiento diario de la ubicación y comportamiento de la gente, y la información resultante se transmite instantáneamente a grandes granjas de servidores. Una vez que escribamos los algoritmos necesarios para analizar estos "grandes volúmenes de datos", o big data, muchos sociólogos y estadistas creen que seremos recompensados con un entendimiento mucho más profundo de lo que mueve a la sociedad.

Uno de los defensores más entusiastas de los grandes volúmenes de datos es Alex "Sandy" Pentland, un científico de datos que, como director del Laboratorio de Dinámica Humana del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, EEUU), lleva mucho tiempo usando ordenadores para estudiar el comportamiento de empresas y otras organizaciones. En su breve pero ambicioso nuevo libro, Social Physics, Pentland afirma que nuestra capacidad para recopilar datos sobre el comportamiento, que se ha visto ampliada enormemente, permitirá a los científicos desarrollar "una teoría causal de la estructura social" y, en última instancia, establecer "una explicación matemática de por qué la sociedad reacciona como lo hace" en todo tipo de circunstancias. Tal y como deja claro el títuto del libro, Pentland cree que el mundo social, al igual que el mundo material, funciona de acuerdo a reglas. Existen "regularidades estadísticas dentro del movimiento y la comunicación humana", escribe, y una vez que entendamos plenamente esas regularidades, descubriremos "los mecanismos básicos de las interacciones sociales".

La idea de Pentland sobre una "sociedad basada en los datos" resulta problemática. Nos animaría a optimizar el statu quo en lugar de oponernos a él.

Lo que nos ha impedido descifrar los fundamentos matemáticos de la sociedad hasta ahora, según Pentland, es una falta de rigor empírico en las ciencias sociales. A diferencia de los físicos, que pueden medir los movimientos de los objetos con enorme precisión, los sociólogos se han tenido que conformar con observaciones poco claras. Han tenido que trabajar con conjuntos de datos en bruto e incompletos procedentes de pequeñas muestras de la población, y han tenido que basarse en los recuerdos que tienen las personas sobre qué han hecho, cuándo y con quién, recuerdos que resultan notoriamente imperfectos. Las redes de ordenadores prometen poner remedio a estas deficiencias. Con los flujos de datos procedentes de aparatos, motores de búsqueda, redes sociales y sistemas de pago con tarjetas de crédito, los científicos serán capaces de recoger información precisa en tiempo real sobre el comportamiento de millones, o miles de millones, de personas. Y puesto que los ordenadores ni olvidan ni mienten, la información será fiable.

Para ilustrar lo que se nos avecina, Pentland describe una serie de experimentos que él y su equipo han estado llevando a cabo en el sector privado. Van a una empresa y dan a cada empleado una tarjeta electrónica de identificación, conocida como "tarjeta sociométrica", que se cuelga del cuello y se comunica con las tarjetas usadas por los otros empleados. Con la incorporación de micrófonos, sensores de localización y acelerómetros, las tarjetas hacen un seguimiento de dónde va la gente y con quién habla, tomando nota del tono de voz y hasta del lenguaje corporal. Los dispositivos son capaces de medir no sólo las cadenas de comunicación e influencia dentro de una organización, sino también "niveles de energía y rasgos personales" como "la extraversión y la empatía". Durante el estudio de un centro de llamadas de un banco, los investigadores descubrieron que la productividad podría incrementarse simplemente cambiando el horario de la pausa para el café.

Pentland se refiere a esta técnica de procesamiento de datos como "análisis de la realidad", y sugiere que se pueden recopilar tipos similares de información a una escala mucho más amplia con el uso de teléfonos inteligentes equipados con sensores y aplicaciones especializados. Los datos, procesados por programas de modelización estadística, podrían revelar "cómo se propagan cosas como las ideas, decisiones, estados de ánimo, o la gripe estacional dentro de una comunidad".

La modelación matemática de la sociedad es posible, según Pentland, debido a la docilidad innata de los seres humanos. Puede que nos creamos seres racionales, con un control consciente de nuestras elecciones, pero la mayor parte de lo que hacemos es reflexivo. Nuestro comportamiento está determinado por nuestras reacciones subconscientes a la influencia de otras personas, en particular las de aquellos grupos a los que pertenecemos. "El poder de la física social", escribe, "proviene del hecho de que casi todas nuestras acciones diarias son habituales, y se basan sobre todo en lo que hemos aprendido de la observación del comportamiento de los demás". Una vez que localizas y mides todas las influencias sociales de una persona, puedes desarrollar un modelo estadístico con el que predecir el comportamiento de esa persona, al igual que puedes modelar la trayectoria de una bola de billar después de que golpee a otras bolas.

Descifrar el comportamiento de la gente es sólo el primer paso. Lo que realmente interesa a Pentland es la posibilidad de utilizar los medios digitales y las herramientas relacionadas para cambiar el comportamiento de las personas, para motivar a grupos e individuos a actuar de formas más productivas y responsables. Si la gente reacciona de forma predecible a las influencias sociales, los gobiernos y las empresas podrían usar ordenadores para desarrollar y ofrecer incentivos cuidadosamente adaptados, como mensajes de elogio o pequeños pagos en efectivo, para "afinar" los flujos de influencia en un grupo y por tanto modificar los hábitos de sus miembros. Además de mejorar la eficiencia de los sistemas de transporte y de atención sanitaria, Pentland sugiere que los programas de incentivos basados ​​en grupos pueden hacer que las comunidades sean más armoniosas y creativas. "El conocimiento principal que hemos adquirido", señala, "es que si nos dirigimos a los compañeros de un individuo, la presión del grupo puede amplificar el efecto deseado de una recompensa sobre el individuo objetivo". Los ordenadores se vuelven, tal y como predijo McLuhan, termostatos cívicos. No sólo registran el estado de la sociedad, sino que la acercan a un tipo de ideal prescrito. Tanto el seguimiento como el mantenimiento del orden social están automatizados.

En última instancia, según Pentland, analizar las interacciones de las personas a través de una lente matemática nos liberará de viejas nociones sobre las clases y la lucha de clases. Las clases políticas y económicas, sostiene, son "estereotipos simplistas de una matriz fluida y superpuesta de grupos de compañeros o personas afines". Los grupos de compañeros, a diferencia de las clases, se definen por "normas comunes" y no sólo por "características estándar como los ingresos" o "su relación con los medios de producción". Mediante el uso de información exhaustiva acerca de los hábitos y las asociaciones de los individuos, los planificadores cívicos podrán rastrear el flujo completo de las influencias que dan forma a la conducta personal. Si abandonamos categorías generales como "ricos" y "pobres" o "los que tienen" y "los que no tienen", seremos capaces de entender a las personas como individuos, incluso si esas personas no son más que el resultado de todas las presiones de compañeros y otras influencias sociales que les afectan.

Sustituir la política por programación podría sonar atractivo, especialmente teniendo en cuenta la parálisis que sufre Washington como capital del Gobierno de EEUU. Pero existen buenas razones para recelar de este tipo de ingeniería social. Las más evidentes son los problemas de privacidad que plantea la recogida de información personal cada vez más íntima. Pentland anticipa tales críticas argumentando a favor de un "acuerdo sobre los datos", que dé a la gente el control directo sobre la información recopilada. Sin embargo, es difícil imaginar que las empresas de internet acepten renunciar a la propiedad de la información sobre el comportamiento, que resulta crucial para su ventaja competitiva.

Incluso si asumimos que los problemas de privacidad se pueden resolver, la idea de lo que Pentland define como una "sociedad basada en datos" sigue siendo problemática. La física social es una variante de la teoría del conductismo, que gozó de gran favor en los tiempos de McLuhan, y adolece de las mismas limitaciones que condenaron a su predecesora. Definir las relaciones sociales como un patrón de estímulo y respuesta facilita el aspecto matemático, pero no tiene en cuenta las profundas y estructurales razones de los males sociales. Pentland podría tener razón en cuanto a que nuestro comportamiento está determinado en gran medida por las normas sociales y las influencias de nuestros compañeros, pero lo que no alcanza a ver es que esas normas e influencias se ven influenciadas por la historia, la política y la economía, por no hablar del poder y los prejuicios. La gente no tiene libertad completa a la hora de elegir sus grupos de compañeros. Sus opciones está limitadas por el lugar donde viven, de dónde vienen, cuánto dinero tienen y su aspecto. Un modelo estadístico de la sociedad que no tenga en cuenta las cuestiones de clase, que tome los patrones de influencia como algo determinado en lugar de como contingencias históricas, tendrá una tendencia a perpetuar las estructuras y dinámicas sociales existentes. Nos animará a optimizar el status quo en lugar de oponernos a él.

La política es desorganizada porque la sociedad es desorganizada, y no al revés. Pentland hace un trabajo encomiable a la hora de describir cómo mejorar la planificación social usando mejores datos. Pero al igual que otros aspirantes a ingenieros sociales, se extralimita. Se deja llevar por el entusiasmo, y empieza a tomar la metáfora de la "física social" de forma literal, a pesar de reconocer que los modelos matemáticos serán siempre reductivos. "Dado que no intenta captar los procesos cognitivos internos", escribe en un momento dado, "la física social es intrínsecamente probabilística, con un núcleo irreductible de incertidumbre ya que evita la naturaleza generativa del pensamiento humano consciente". Lo que los grandes volúmenes de datos no pueden explicar es lo más impredecible, y lo más interesante, sobre nosotros.

Nicholas Carr escribe sobre tecnología y cultura. Su nuevo libro, The Glass Cage: Automation and Us, será publicado en septiembre.

Otros

  1. Conozca a los buzos que intentan averiguar la profundidad a la que puede llegar el ser humano

    Averiguar cómo puede soportar el cuerpo humano la presión bajo el agua es un problema desde hace más de un siglo, pero un grupo de buceadores está experimentando con hidrógeno para averiguarlo

  2. La era del helio barato ha terminado y eso ya está causando problemas

    El helio es crucial para todo tipo de tecnologías, incluidos los escáneres de resonancia magnética y los semiconductores. Pero se produce en muy pocos lugares

  3. Del telégrafo a Starlink: así ha roto la tecnología inalámbrica el aislamiento de la Antártida

    El séptimo continente siempre ha sido un lugar sombrío y desconectado. El Internet por satélite de Elon Musk lo está cambiando, y la gente quiere ver cómo es la vida allí