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Cambio Climático

Razones para investigar la geoingeniería solar, aunque a nadie le guste

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Más de 60 científicos de alto nivel recomiendan un acuerdo global para no financiar el campo, dados sus peligros e incertidumbres. Pero es una mala idea se mire por donde se mire. Necesitamos conocer sus riesgos y su potencial, y no dejar su evolución en gente a la que le da igual la opinión pública

  • por Holly Jean Buck | traducido por Ana Milutinovic
  • 27 Enero, 2022

El mes pasado, asistí a la reunión de la Unión Geofísica Estadounidense (AGU, por sus siglas en inglés), donde 26.000 geocientíficos hablaron presencial y virtualmente sobre lo último en la ciencia climática de la Tierra. Aproximadamente un centenar de ellos estaban allí para tratar el tema de la investigación de la geoingeniería solar, la idea de reflejar una fracción de la luz solar que llega a la Tierra para enfriarla.

Al contrario de lo que podría parecer, la investigación sobre este tema es débil y ha estado más o menos estancada durante varios años. Vi a varias madres ojerosas haciendo presentaciones por Zoom en salas de conferencias casi vacías. Los científicos del Centro Nacional para la Investigación Atmosférica (NCAR, por sus siglas en inglés) se conectaron para compartir los escenarios de modelos actualizados. Unas semanas más tarde, NCAR registró vientos de 145 kilómetros por hora en una tormenta de fuego en Colorado (EE. UU.) que arrasó varios barrios.

En la ponencia principal, vi a la misma mujer que cinco años antes había asistido a una reunión de la AGU, intentando poder contarle a alguien su idea de preservar el hielo del Ártico con microesferas de vidrio huecas y reflectantes. Mientras tanto y a pesar de la pandemia, la gente se apiñaba en la zona dedicada a la criosfera para saber más sobre el colapso de los glaciares "apocalípticos".

Todas estas situaciones están relacionadas con el Acuerdo Internacional de No Uso de la Geoingeniería Solar, propuesto la semana pasada por un grupo de más de 60 investigadores de alto nivel.

De primeras, la idea suena genial. Deberíamos tener una moratoria sobre el uso de la geoingeniería solar, ya que el concepto es muy reciente y teórico. La ciencia no está lista para comprender qué efecto tendría la luz solar reflejada en los ecosistemas, en el clima o en los sistemas humanos. No se trata de una idea nueva: otros investigadores reconocidos propusieron tal moratoria hace casi 10 años en la revista Science. También debería existir una prohibición de patentar las tecnologías, como se sugiere el nuevo Acuerdo.

El problema de esta propuesta es que no distingue adecuadamente la investigación del desarrollo o de la implementación. Es un intento casi encubierto (o tal vez nada encubierto) de acabar con cualquier investigación sobre el tema. El año pasado, los autores escribieron una carta a la revista Nature, como respuesta a su otro artículo titulado Hay que darle una oportunidad a la investigación sobre la geoingeniería solar. Su postura es la siguiente: "Hacemos un llamamiento a nuestros gobiernos y agencias de financiación para que detengan la normalización de la investigación en las tecnologías de geoingeniería solar planetaria".

El Acuerdo de No Uso no prohíbe estrictamente la "investigación climática legítima". Más bien, exige un compromiso para inhabilitar los experimentos al aire libre y prohibir que las agencias de financiación nacionales "apoyen el desarrollo" de tecnologías de la geoingeniería solar, tanto a nivel nacional como a través de instituciones internacionales. La propuesta además resalta que los países deberían "oponerse a la futura institucionalización de la geoingeniería solar planetaria como opción política en las instituciones internacionales, incluidas las evaluaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)". Por lo tanto, no podríamos saber cómo el principal órgano de científicos internacionales evalúa este trabajo científico.

¿Cuál es el verdadero objetivo de la propuesta? Está claro que no es construir conocimiento ni fomentar el debate, sino hacer que la investigación se vuelva inaccesible. El principal argumento de sus autores se centra en que las fundaciones filantrópicas expresan su apoyo a la no utilización y declaran públicamente que no financian el desarrollo de tecnologías de geoingeniería solar. Y proyectan que las universidades, las asociaciones científicas, las organizaciones de la sociedad civil, los parlamentos y otros también apoyarían públicamente el Acuerdo Internacional de No Uso. ¿El resultado? "Todo esto haría que tales tecnologías fueran cada vez menos atractivas para que cualquier grupo de investigación serio invirtiera en ellas, ni siquiera en los países que podrían no firmar de inmediato este Acuerdo Internacional de No Uso".

En otras palabras, la idea consiste en crear una presión social tan intensa que ningún grupo de investigación serio quiera dedicar su tiempo a la geoingeniería solar por temor a las críticas. Las agencias filantrópicas y gubernamentales dudarían en financiar tal investigación por la misma razón.

Eso sería un problema, porque la geoingeniería solar en realidad podría tener beneficios significativos y podría compensar sustancialmente el aumento de la temperatura global y potencialmente compensar los graves impactos secundarios, como la reducción del rendimiento de los cultivos y el aumento de la frecuencia e intensidad de los huracanes y tifones. No sabemos todo lo que podría lograr. Pero hay un fuerte argumento humanitario para aprender más sobre ella, incluso aunque eso sirva para demostrar que sus desventajas superan a los beneficios.

La intensa presión social para detener la investigación en la geoingeniería solar no significa que toda la investigación vaya a detenerse, sino que los investigadores preocupados por la transparencia podrían frenar sus actividades, y los que continúan podrían responder menos a las preocupaciones de la sociedad. Tendrían el apoyo financiero de quienes no se interesan mucho por la opinión pública, quizás organismos privados y militares, y probablemente no nos enteraríamos de sus hallazgos.

Los regímenes autocráticos podrían tomar la iniciativa; puede que tengamos que confiar en su experiencia en el futuro si no tenemos éxito en la eliminación gradual de los combustibles fósiles. Y los científicos de países en desarrollo, que ya están en desventaja en cuanto su participación en esta investigación, serían aún menos capaces de hacerlo si las instituciones internacionales y las organizaciones filantrópicas no proporcionan fondos.

La investigación de la geoingeniería solar necesita financiación pública a través de agencias científicas nacionales. Esto ayuda a garantizar varias cosas importantes. Puede mantener la supervisión pública de la investigación y permitir el diseño de programas de investigación en los que se integrarían desde el principio a científicos sociales y otros expertos, generando el tipo de investigación interdisciplinaria que este tema necesita.

Además, la financiación pública se puede diseñar para fomentar la cooperación científica internacional. Por ejemplo, un estudio presentado en AGU que analizó los impactos de la geoingeniería solar en el rendimiento de los cultivos incluyó investigadores de Noruega, EE. UU., Corea del Sur y China. Queremos continuar con este tipo de cooperación, no sofocarla.

Quizás lo más importante sea que las agencias nacionales de financiación podrían estructurar programas de investigación para examinar los posibles riesgos y beneficios de manera integral, asegurándose de prestar total atención a todo lo que podría salir mal. Sin este enfoque sistemático, solo se publicaría un goteo de estudios que únicamente mostrarían los resultados más estelares, lo que haría parecer que la geoingeniería solar es mejor de lo que es.

¿Es bueno ese estudio sobre el rendimiento de los cultivos? ¿Qué le falta? Para encontrar respuestas, necesitamos más estudios, no menos, y nos hacen falta organismos como el IPCC para evaluarlos todos juntos.

Ningún científico está contento con la perspectiva de la geoingeniería solar. Pero vamos a necesitar una línea de personas reflexivas y experimentadas que entiendan tanto la ciencia como los problemas de gobernanza. Si desincentivamos a las personas para que no desarrollen esa experiencia, es posible que no nos gusten los resultados.

La buena ciencia tarda años en desarrollarse. Si posponemos la investigación hasta la década de 2030, podríamos encontrarnos en un mundo que ha logrado un progreso desigual en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero no lo suficiente, con temperaturas que aún se acerquen a los 3 °C de calentamiento sobre niveles preindustriales.

Entonces, no podremos producir un trabajo científico riguroso que nos ayude a comprender repentinamente si la geoingeniería solar es aconsejable. Para empezar, EE. UU. debería seguir las bien pensadas recomendaciones del Comité de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina que recientemente lidió con esto, y financiar ya un programa de investigación modesto y cuidadoso.

*Holly Jean Buck es profesora nta de medio ambiente y sostenibilidad en la Universidad de Búfalo y autora de 'Ending Fossil Fuels: Why Net Zero Is Not Enough'. 

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