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Tecnología y Sociedad

Patente española soltera busca…

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… a alguien que la licencie, ya que se estima que sólo el 15% de las invenciones generadas por en el país en 2012 han sido finalmente adquiridas por la industria. Para fomentar el encuentro entre ciencia y empresa existen iniciativas que aumentan la visibilidad de las patentes entre los posibles mercados interesados

  • por E. Del P. / M. Del A. | traducido por
  • 22 Noviembre, 2013

Los avances científicos mejoran la calidad de vida de las personas y hacen evolucionar a la sociedad. Muchos de estos progresos provienen de la creación de patentes, basadas en una investigación que las genere y una industria que las adquiera. Sin embargo, en España, según estimaciones de la responsable de relaciones con la empresa de la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM), Mónica Castillo, de las 2.653 patentes que se concedieron en 2012, tan sólo se licitaron “alrededor del 15%” de ellas. Un ratio tan bajo ha disparado las alarmas entre administraciones y centros de investigación, que han puesto en marcha iniciativas para fomentar la relación entre la comunidad investigadora y la industria.

Las estimaciones de Castillo, suponen, por tanto, que unas 2.250 patentes españolas nacidas el año pasado están cogiendo polvo en un cajón. Para la experta, una de las causas de este fenómeno es que “las empresas no saben de la existencia de las invenciones”. Resulta evidente que no podrá generarse interés empresarial en una nueva idea si nadie la conoce.

Con este último propósito, el Gobierno Autonómico de Valencia (España), la Generalitat Valenciana, ha puesto en marcha el Banco de Patentes. El proyecto persigue la puesta en contacto de científicos e industria. Para ello, se sirve de una página web que recoge algunas de las patentes desarrolladas por sus organismos públicos de investigación y de otro tipo de acciones como los foros de transferencia tecnológica.

La plataforma ofrece a las empresas un lugar al que acudir en busca de nuevas ideas. Una vez hayan establecido el contacto, la labor del banco termina. Serán ellas las que, por su cuenta, decidirán si quieren licitar alguno de los inventos, o bien encargar una investigación específica para producir una tecnología nueva.

De las 300 patentes que fueron propuestas desde los centros de investigación para integrar el catálogo del Banco de Patentes, de momento, sólo 39 de ellas han superado la criba. El secretario autonómico de Economía y Empleo de la Generalitat, Fernando Díaz, reconoce que han decido publicitar sólo aquellas “que tienen mayor posibilidad de transferencia, por lo que todo el esfuerzo de marketing se centra en ellas”.

¿De quién es la culpa?

El anonimato atribuido a las invenciones españolas podría, según la experta de la OEPM, estar motivado porque “los científicos se ponen a investigar, muchas veces, sin escuchar antes al mercado”. Aunque esta idea supone que la investigación deba tener un enfoque comercial, Castillo considera “primordial educar al investigador para que entienda la importancia de transferir su creación a la sociedad”, así como “hacer llegar a las productores lo que se está haciendo en los centros de investigación”.

Frente su punto de vista, basado en el investigador como un emprendedor más, los esfuerzos para conectar ciencia e industria del mayor organismo de investigación científica de España, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), recaen sobre el propio centro. Su vicepresidenta de Transferencia e Internacionalización, Alicia Castro, considera que “el investigador no debe ser el que salga a la calle a vender lo que crea”.

Por ello, el organismo cuenta con un departamento específico que difunde las tecnologías. A la vista de los resultados, parece que no le va mal: en 2012, licitó 72 patentes de un total de 145. Castro reconoce con orgullo a MIT Technology Review que se trata “la cifra más alta del país”.

Otras entidades, como el Instituto Tecnológico de Massachusetts (EEUU) y la Universidad de Oxford (Reino Unido) han ido un paso más allá. Ambas “han optado por una opción más agresiva en la que agentes comerciales buscan inversores para todas sus patentes por todo el mundo”, explica el director técnico de Cooperación Tecnológica de Andalucía, Gerardo Jiménez.

A un nivel físico y tangible, otro de los intentos para comunicar ciencia y mercado lo representan los parques tecnológicos, cuyo mayor abanderado es el vivero de empresas de Silicon Valley (EEUU), sede de compañías como Facebook y Yahoo! Jiménez opina que este tipo de infraestructuras “funcionan muy bien como elemento de una unión en la que las industrias se benefician de estar al tanto de las líneas y logros de la investigación, al mismo tiempo que la academia obtiene, no sólo una renta por el alquiler de instalaciones, sino también, financiación para becas, tesis y patentes”.

Carrera investigadora de obstáculos

Más allá de los esfuerzos de los organismos por comercializar y rentabilizar los avances que generan, Castillo vuelve a incidir en la parte que le toca a cada investigador. En este sentido, considera que una de las causas de la baja transferencia de conocimiento a la industria es la “falta de cultura de patentes que tienen los científicos españoles”.

La experta explica que “el actual sistema de investigación premia sólo la publicación de las investigaciones” en revistas especializadas y su reconocimiento en este mismo ámbito, independientemente de “si produce algún rendimiento económico”. Y, claro, la publicación de metodologías y sus resultados anula toda posibilidad de generar una patente.

“El caso en América Latina, es parecido”, señala el profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, Ramón Soto. El autor de publicaciones que analizan la vinculación universidad-empresa-gobierno añade que “todo el esfuerzo va encaminado a la publicación de artículos científicos en lugar de a generar propiedad industrial”, por lo que el número de patentes en todo el territorio es “muy reducido”.

Pero, ¿cómo se incentiva al científico para qué sea emprendedor? Castro cree que “es fundamental informarle de lo que está pasando en el mercado”, al mismo tiempo que se le forma para que entienda que “las patentes aportan un beneficio a la sociedad y recursos económicos al que la inventa”.

El propio secretario autonómico de Economía y Empleo de la Generalitat Valenciana reconoce que “ciertos sectores de la ciencia son contrarios” a su postura, basada en “adaptar la investigación a las necesidades de la empresa, porque consideran que el mercado no debe guiar la generación de conocimiento”. De hecho, este enfoque podría suponer la destrucción de la ciencia básica, dedicada al avance del saber, independientemente de su posible aplicación práctica. Sin embargo, Díaz insiste en que no toda la investigación puede ser básica: “Debe existir una parte aplicada relevante, por lo que hay que encontrar un buen mix entre ambas que haga el modelo más autofinanciable”.

Como en cualquier otra pareja, cada uno de los miembros de la relación ciencia-industria tiene una visión distinta para el mismo problema. Ya sea responsabilidad de uno u otro, el bajo nivel de adquisición de patentes españolas necesita mejoras. Y, al igual que en el resto de relaciones, la solución requiere que ambas partes den su brazo a torcer, puesto que de su simbiosis depende la evolución de la sociedad.

Con la colaboración de Generalitat Valenciana

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