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Nick Little

Espacio

El espacio, el nuevo gran campo de guerra de la humanidad

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Los satélites cada vez son más estratégicos y necesarios para la vida en la Tierra. Por eso, la nueva carrera espacial se centra en crear armas para comprometerlos o destruirlos, como láseres y ciberataques, así como sistemas para protegerlos de las potencias enemigas

  • por Niall Firth | traducido por Ana Milutinovic
  • 17 Julio, 2019

En marzo pasado, la India se convirtió en el cuarto país del mundo en destruir con éxito un satélite en órbita, después de Rusia, EE. UU. y China. La Misión Shakti, como se la bautizó, fue una demostración por parte del país de un arma anti-satélite (ASAT, por sus siglas en inglés) de ascenso directo o, en lenguaje sencillo, un misil lanzado desde tierra. En general, este tipo de ASAT se compone de un "vehículo de ataque", que básicamente es una pieza de metal con su propio sistema de guía, instalado sobre el misil balístico. Poco después de que el misil abandonara la atmósfera, el vehículo de ataque se separa de él y realiza pequeñas correcciones en su rumbo rumbo mientras se acerca al objetivo. No hacen falta explosivos; a velocidades orbitales, la energía cinética causa el daño necesario para destruir un satélite.

La idea de derribar satélites nació junto a los propios satélites. La primera prueba de una ASAT (fallida), fue llevada a cabo por EE. UU. en 1958, menos de un año después del lanzamiento del Sputnik. Durante la Guerra Fría, EE. UU. y la URSS desarrollaron sofisticados sistemas anti-satélites. EE. UU. tenía misiles que podían lanzarse desde aviones de combate (probados con éxito en 1985), así como misiles de punta nuclear capaces de destruir los satélites de sus enemigos. La primera prueba exitosa de una ASAT fue obra de China en 2007.

<strong> Ataques cibernéticos: </strong> los satélites son computadoras que están en el espacio, por lo que son vulnerables a los ataques que los inhabilitan o los secuestran, al igual que sus compañeros terrestres.

Foto: Ciberataques: los satélites son ordenadores ubicados en el espacio, así que son vulnerables a los ataques que los desactivan o los piratean, al igual que sus homólogos terrestres.

A pesar de eso, ninguna nación ha destruido todavía un satélite de otro país, principalmente porque la mayoría de los que serían capaces de hacerlo también son potencias nucleares. Pero a medida que los satélites ganan peso en la vida civil y las operaciones militares, aumentan las posibilidades de que alguien, en algún lugar, decida que vale la pena correr el riesgo de atacar un satélite. Posiblemente, una acción como esa podría desencadenar la primera guerra espacial del mundo.

Las superpotencias del mundo llevan librando una guerra espacial casi desde los días del Sputnik, utilizando satélites para espiar los movimientos de sus enemigos y coordinar sus propias fuerzas. Durante la Guerra Fría, EE. UU. y la URSS utilizaron el espacio para vigilar los posibles ataques nucleares y organizar sus armas nucleares. Era una época en la que el primer movimiento en el espacio podía ser el preludio de un ataque nuclear.

Hoy en día, cada vez más infraestructura civil se basa en el GPS y en la comunicación por satélite, así que los ataques dirigidos a ellos podrían producir un caos. Los militares también dependen cada vez más de los satélites: los datos y las transmisiones de vídeo de vehículos armados aéreos no tripulados (UAV, por sus siglas en inglés), como los drones Reaper que el ejército de EE. UU. tiene sobrevolando Afganistán e Irak, se envían por satélite hasta sus operadores humanos. Los satélites también recogen datos de inteligencia e imágenes que se transmiten a centros de operaciones de todo el mundo. De acuerdo a una estimación china, la inteligencia militar de EE. UU. depende del espacio hasta en un 90 %. "Cuando la gente piensa en una guerra espacial, cree que sucederá en el futuro y que será algo catastrófico. Pero está sucediendo ya", asegura la directora de la oficina en Washington (EE. UU.) de la Fundación Secure World, Victoria Samson.

El espacio está tan interrelacionado con la estrategia sobre terreno de las fuerzas militares modernas que un ataque a un satélite supondría, de forma definitiva. el inicio de un apocalipsis nuclear. Por eso, "la disuasión espacial es menos segura de lo que lo fue durante la Guerra Fría", afirma el director del Proyecto de Seguridad Aeroespacial del grupo de expertos CSIS, Todd Harrison. Los actores privados, así como otras potencias menores como Corea del Norte e Irán, también están empezando a acceder a armas que podrían causar daño en el espacio a países mucho más grandes.

<strong> Suplantación de identidad: </strong> La suplantación de los satélites de los adversarios suele ser más complicada que una señal, pero es más fácil que controlar los satélites, con efectos similares.

Foto: 'Spoofing': La práctica conocida como 'spoofing' de los satélites de los adversarios suele ser más complicada que la interferencia de señales, pero resulta más fácil que apoderarse de los satélites, y sus efectos con similares.

Pero estos ataques no implican necesariamente la destrucción de un satélite enemigo. Los métodos menos agresivos suelen llevarse a cabo mediante ciberataques que interfieren en los flujos de datos entre los satélites y las estaciones terrestres. Se cree que algunos hackers ya han llevado a cabo alguno de este tipo.

Por ejemplo, en 2008, un ciberataque en una estación terrestre en Noruega permitió que alguien causara 12 minutos de interferencia en los satélites Landsat de la NASA. Más tarde ese mismo año, un grupo hacker logró acceder al satélite de observación Terra Earth de la NASA e hizo de todo salvo dar órdenes. No se sabe si podían haberlas dado, pero optaron por no hacerlo. Tampoco está claro quién estaba detrás del ataque, aunque algunos expertos señalaron a China. Otros advierten de que los hackers podrían apagar las comunicaciones de un satélite, reconfigurándolo. O podrían dañarlo permanentemente quemando todo su carburante o dirigiendo su sensor de imágenes hacia el Sol para quemarlo.

Otro ataque común consiste en bloquear o falsificar las señales de un satélite. Se trata de un proceso bastante rudimentario: resulta más fácil que hackearlo, y el material necesario para hacerlo está disponible en el mercado. Por ejemplo, los inhibidores de frecuencia (que suelen incorporarse en la parte de atrás de los camiones) operan a la misma frecuencia que el GPS u otros sistemas de comunicación por satélite, lo que permite bloquear sus señales. "Básicamente, se crea una burbuja alrededor de la emisión de interferencias donde las señales de satélites no funcionan", explica el experto en política espacial también de la Fundación Secure World Brian Weeden. El bloqueo puede interferir en la orden que va desde la estación base al satélite, o puede alterar la señal antes de que llegue al destinatario final.

<strong> Jammers: </strong> muchos satélites fueron construidos sin una preocupación especial por el bloqueo, por lo que sus señales pueden ser fácilmente superadas por transmisiones maliciosas.

Foto: Inhibidores de frecuencia: muchos satélites fueron construidos sin tener en cuenta el bloqueo de señales, así que se pueden bloquear fácilmente mediante transmisiones maliciosas.

Existen fuertes sospechas de que Rusia ha estado bloqueando señales de GPS durante los ejercicios de la OTAN en Noruega y Finlandia, y de que ha usado tácticas similares en otros conflictos. "No hay dudas de que Rusia está atacando los sistemas espaciales mediante inhibidores de frecuencia en Ucrania", opina Weeden. Es difícil distinguir la acción de los inhibidores de frecuencia de las interferencias no intencionadas, lo que dificulta la atribución de responsabilidades (el ejército de EE. UU. bloquea regularmente sus propios satélites de comunicaciones de forma accidental). Un reciente informe de la Agencia de Inteligencia de la Defensa de Estados Unidos (DIA, por sus siglas en inglés) afirma que China está desarrollando inhibidores de frecuencia que pueden atacar una amplia gama de frecuencias, incluidas las de la comunicación militar. También se cree que Corea del Norte compró inhibidores de frecuencia de Rusia, y se sabe que grupos insurgentes en Irak y Afganistán también los usan.

Mientras tanto, la práctica conocida como spoofing consiste en emitir una señal falsa que engaña al GPS u otros receptores terrestres de satélite. De nuevo, se trata de una técnica sorprendentemente fácil. En de 2013, unos estudiantes de la Universidad de Texas (EE. UU.) usaron un dispositivo del tamaño de un maletín para simular una señal de GPS y provocar que un yate privado de 70 millones de euros se desviara cientos de metros de su curso en el Mediterráneo. Su ataque no fue detectado (más tarde lo comunicaron ellos mismos). Rusia también parece usar esta práctica para proteger sus infraestructuras críticas, o tal vez incluso al mismo presidente, Vladimir Putin, cuando está en movimiento. La técnica permite ocultar su ubicación, lo que le mantiene a salvo de posibles asesinatos mediante drones.

Además de dificultar la posibilidad de atrapar a alguien, los inhibidores de frecuencia y el spoofing pueden hacer que un enemigo dude sobre la veracidad de sus propios equipos. Estos procesos también se pueden desactivar en cualquier momento, lo que dificulta aún más la atribución de responsabilidades.

Pero es posible que alguien quiera paralizar un satélite en algún momento. Ahí es cuando aparecen los láseres. Ningún país es capaz de enviar láseres al espacio para derribar satélites, de momento. Esto se debe a la dificultad para generar suficiente energía para ese tipo de láseres, ya sea mediante electricidad o productos químicos.

<strong> Láseres: </strong> Soplar un satélite con un láser es difícil, pero cegar temporalmente sus sensores es mucho más fácil. Esto ya puede estar sucediendo.

Foto: Láseres: Hacer estallar un satélite mediante un láser es difícil, pero desactivar temporalmente sus sensores es mucho más fácil. Es posible que esto ya esté sucediendo.

Pero, en teoría, los láseres de alta potencia podrían ser lanzados desde estaciones terrestres o desde aviones. Todas las grandes potencias espaciales han invertido fondos de investigación en tales armas. Aunque no hay pruebas de que alguien haya usado láseres para destruir objetivos en el espacio, ya se han probado láseres aeronáuticos contra misiles dentro de la atmósfera. El informe de la DIA sugiere que a partir del próximo año China tendrá un láser terrestre capaz de destruir los sensores ópticos de un satélite ubicado en la órbita baja de la Tierra (y que, a mediados de la década de 2020, podrá dañar la estructura de un satélite). En general, la intención de los láseres no es hacer estallar un satélite, sino desactivar su sensor de imágenes para que no pueda fotografiar lugares sensibles. El daño puede ser temporal, a menos que el láser sea lo suficientemente poderoso para hacerlo permanente.

Los láseres se deben apuntar con mucha precisión, y para funcionar bien requieren una óptica compleja y adaptable para compensar las perturbaciones atmosféricas, como la que tienen algunos grandes telescopios terrestres. Sin embargo, hay algunas pruebas de que ya se están utilizando, aunque todas están sin confirmar y se podrían desmentir. En 2006, las autoridades estadounidenses afirmaron que China estaba apuntando láseres a sus satélites de imágenes que sobrepasaban el territorio chino.

Harrison detalla: "A nivel bajo, es algo que está sucediendo todo el tiempo. Es una zona gris de ataques. Algunos países están sobrepasando los límites del comportamiento aceptable y desafiando las normas. Pero se mantienen por debajo del umbral del conflicto".

En noviembre de 2016, el Centro de Vuelos Espaciales Comerciales de la empresa aeroespacial AGI observó algo extraño. Poco después de su lanzamiento, un satélite chino, supuestamente diseñado para probar paneles solares de alto rendimiento y nuevos carburantes, empezó a acercarse a otros satélites chinos de comunicación y, antes de continuar. Llegó a colocarse a solo unos kilómetros de uno de ellos, una distancia peligrosa en términos espaciales. Y en 2017 y 2018, el dispositivo visitó a otros satélites. Por su parte, otro satélite chino lanzado en pasado diciembre, liberó un segundo objeto que parecía tener un control independiente cuando alcanzó la órbita geoestacionaria.

Se sospecha que China está llevando a cabo una técnica conocida como ataque coorbital, que consiste en enviar un objeto cerca de un satélite objetivo. Este objeto solo debe hacer unas maniobras para llegar a la posición deseada y quedarse ahí a la espera de órdenes. Tales ejercicios podrían tener propósitos poco agresivos, como inspeccionar otros satélites o, tal vez, repararlos o eliminarlos. Pero esta también se pueden usar para interferir o espiar datos de satélites enemigos, o incluso para atacarlos físicamente.

Rusia también ha estado jugando en la órbita geoestacionaria. Uno de sus satélites, el Olymp-K, empezó a moverse con regularidad, y en un momento dado se interpuso entre dos satélites comerciales Intelsat. En otra ocasión, se acercó tanto a un satélite militar franco-italiano que el Gobierno francés lo consideró como un acto de "espionaje". Por su parte, EE. UU. ha probado varios satélites pequeños capaces de maniobrar en el espacio.

Como fuerza dominante en el espacio durante décadas, EE. UU. ahora es el país que más podría perder. El informe de la DIA señala que tanto China como Rusia reorganizaron sus fuerzas armadas para dar a mucho más peso a la batalla espacial. Además, algunos militares de Estados Unidos tienen miedo de que el país haya perdido su ventaja. Harrison destaca: "Rusia y China están avanzando más deprisa en el desarrollo de sistemas contraespaciales que nosotros en la protección de nuestros satélites, lo que nos hace cada vez más vulnerables a los ataques en el espacio".

Por eso, el ejército de EE. UU. ha empezado a pensar en formas para que los satélites sean más difíciles de encontrar y atacar. Por ejemplo, el NTS-3, un nuevo satélite experimental de GPS programado para lanzarse en 2022, tendrá antenas programables y dirigibles que podrán emitir a mayor potencia para evitar las interferencias. Está diseñado para mantener su precisión aunque pierda su conexión con los controladores terrestres, y para detectar intentos de interferencia en su señal.

Otra solución consiste en no limitarse a que los satélites individuales sean más resistentes, sino en usar constelaciones en las que un satélite concreto no tenga tanta importancia. Esa es la idea de Blackjack, un nuevo programa de DARPA para crear una red barata de satélites de comunicación militar en la órbita baja de la Tierra.

<strong> Ataque co-orbital: </strong> reabastecer de combustible y reparar los satélites parecen buenas ideas. Pero si puedes merodear cerca de un satélite, puedes amenazarlo con un ataque sorpresa.

Foto: Ataque coorbital: Repostar y reparar satélites parecen buenas ideas. Pero si uno se mantiene cerca de un satélite, puede convertirse en una amenaza de ataque sorpresa.

En el Simposio Nacional sobre el Espacio celebrado el pasado abril, el jefe del Comando Estratégico de Estados Unidos, el general John Hyten, subrayó que tales constelaciones también podrían usarse para controlar armas nucleares. En vez de depender de enlaces de comunicaciones reforzados, el comando y control nuclear debe tener "un número casi infinito de vías que atraviesen cada elemento del espacio: el espacio militar reforzado, el espacio comercial, diferentes tipos de enlaces... para que el adversario nunca pudeda averiguar cómo se transmite el mensaje".

El Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre de 1967 prohíbe las armas de destrucción masiva en el espacio y en los "cuerpos celestes" como la Luna. También prohíbe "bases militares, instalaciones y fortificaciones" en los cuerpos celestes, aunque no en la órbita terrestre. Los grandes países con capacidad espacial ratificaron el tratado hace mucho tiempo, pero las intenciones del tratado de acordar usos pacíficos para el espacio parecen cada vez más lejanas, a medida que la retórica y las acciones militares se hacen más habituales.

La ONU lleva décadas intentando que los países acuerden no "militarizar" el espacio. Los representantes de más de 25 países se reunieron en un encuentro a puerta cerrada en Ginebra (Suiza) el pasado marzo para hablar de un nuevo tratado. "El gran obstáculo para salir del punto muerto reside en la continua desconfianza entre las grandes potencias", afirma el abogado espacial de la Universidad de Exeter en Reino Unido Hitoshi Nasu, que junto con sus colegas está elaborando una guía sobre cómo se aplica el derecho internacional al espacio.

Pero como pasó en los días de la Guerra Fría, la única manera de parar un conflicto en el espacio consiste en señalar claramente que un país tiene la disposición y la capacidad de llevarlo a cabo. Harrison concluye: "Actualmente, no estamos preparados para un conflicto así y nuestra falta de preparación socava la disuasión y hace que los conflictos en el espacio sean más probables".

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