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Sean McFate

Tecnología y Sociedad

"Las mejores armas de hoy en día no disparan balas"

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En una nueva era donde las guerras se libran en las sombras, el exparacaidista y profesor Sean McFate opina que EE. UU. tiene un gran poder militar, pero no estratégico. A su juicio, el país no se está adaptando a las nuevas reglas bélicas: debería invertir menos en tecnología militar y reforzar las batallas políticas

  • por Janine Di Giovanni | traducido por Editores de MIT Technology Review en español
  • 02 Diciembre, 2019

El exparacaidista en la 82a División Aérea del Ejército de EE. UU. Sean McFate también trabajó como contratista militar privado en África Occidental. Actualmente es profesor en la Universidad de Defensa Nacional y en la Escuela de Servicio Exterior de Georgetown (ambas en EE. UU.).

Su libro The New Rules of War (Las nuevas reglas de la guerra), publicado a principios de este año, disecciona las formas en las que las guerras deben cambiar para que Estados Unidos tenga éxito. La reportera de guerra Janine di Giovanni charló con él sobre su visión del futuro de los conflictos.  

¿Qué es lo que reclama? ¿Cuál es su manifiesto?

Escribí este libro porque estaba enfadado. Perdí buenos amigos en Irak y Afganistán. Como contribuyentes, hemos tirado seis billones de dólares por el retrete. Y como veterano, me duele ver nuestra imagen nacional deteriorada. Sin embargo, tenemos las mejores fuerzas armadas del mundo, incluso nuestros adversarios lo saben. Entonces, ¿cuál es el problema?

No son los militares: tenemos un gran ejército. El problema es que nuestro coeficiente intelectual estratégico es bajo. La guerra se gana y se pierde a nivel estratégico, no a nivel táctico ni a nivel operativo. Así que, ¿a dónde se pueden mandar a las personas para entrenarlas a pensar estratégicamente para ganar? Nos falta eso. Las escuelas militares están moribundas, las universidades civiles generalmente no tocan ese tema.

Tenemos suerte, no inteligencia.  

¿Qué quiere decir?

¿Por qué seguimos comprando más portaaviones clase Ford o F35? Eso debería parar. Yo recortaría en las caras armas convencionales y reforzaría las cosas que resultan muy efectivas en la guerra moderna: las batallas políticas, la influencia estratégica, las leyes, el poder económico y los engaños. ¿Se quiere mitigar la invasión rusa en los países bálticos?

Olvidad las demostraciones de fuerza: la disuasión militar está obsoleta. En cambio, habría que provocar una "revolución de color" en su frontera. Moscú es paranoica y gastaría sus recursos para acabar con ella. ¿Queremos que China salga del mar Meridional de China? Dejad de lanzar grupos de portaaviones a esa región. En cambio, lo suyo sería apoyar secretamente la insurgencia de los uigures. La seguridad del régimen interno robará la atención de Pekín.

Los militares ya no pueden solucionar los problemas en la era de la información global y esto está llevando la guerra a las sombras. Hoy en día, la negación plausible resulta más potente que las fuerzas armadas: los ganadores y perdedores ya no se deciden en el campo de batalla, sino entre aquellos que son capaces de distinguir la verdad de las mentiras. Las mejores armas de hoy en día no disparan balas.

Créditos: Stephen Voss

Así que supongamos que usted fuera nombrado mañana asesor para la seguridad nacional. ¿Qué cambiaría?

Lo primero que haría sería presionar para recortar el presupuesto del Departamento de Defensa a la mitad. Y luego subiría el presupuesto del Departamento de Estado, que se ha deteriorado mucho. Pero el Departamento de Estado necesita una revolución cultural propia.

Tenemos que pensar qué es la guerra y qué es la contienda armada y después, ¿cómo logramos nuestros efectos estratégicos? ¿Por qué es Irán una amenaza para la seguridad nacional? La consideramos existencial y lo es si eres como Israel y Arabia Saudí, pero no Estados Unidos. Hemos olvidado lo que es una amenaza existencial.

Seguiría estrategias en todo el mundo que utilicen y aprovechen las nuevas reglas de guerra para nosotros. Todos lo hacen: Rusia, China, Irán... Todos luchan por esas cosas llamadas guerras en las sombras y son muy efectivos. Debemos volver a eso. Y solíamos hacerlo durante la Guerra Fría, pero hemos olvidado cómo.

¿Qué es una guerra en las sombras? ¿Cómo lo describiría?

Las guerras en las sombras son un cierto tipo de conflicto donde la negación plausible eclipsa las fuerzas armadas en términos de efectividad. Piense por ejemplo el caso de Rusia en Crimea. En las tácticas de guerra más antiguas, cuando se echaba un ojo a otro Estado, se enviaban tanques. Ahora, en 2019, no es así como se hace. Hay un respaldo militar, pero usan medios secretos y clandestinos como fuerzas especiales, mercenarios, representantes y propaganda que ofrecen una negación plausible. Ellos fabrican la niebla de la guerra y después la aprovechan para ganarla.

Entonces, ¿deberíamos volver, de cierta forma, a las tácticas de la Guerra Fría?

No quiero caer en la trampa de una nueva Guerra Fría... pero hemos hecho estas cosas en el pasado. Una de las inquietudes que subrayo en el libro, pero que no plantea una respuesta es la siguiente: como experto en temas bélicos y observador, estoy viendo que la guerra se está volviendo más furtiva. ¿De qué forma nosotros, como democracia, podríamos seguir una guerra en las sombras sin perder nuestra alma democrática? Aprendimos durante las audiencias de la Iglesia en 1975 y 1976 que los secretos y la democracia no son compatibles. ¿Deberíamos luchar contra eso? Esta no debería ser una operación de una sola rama.

Su idea de que habrá más "guerras en las sombras" o guerras de poder en el futuro, ¿ha sido aceptada o rechazada?

Está siendo apartada. Quiero decir, los verdaderos profetas de guerra son como Casandra en la mitología griega: tenía el don de la premonición, pero la maldición era que nadie podía creerla. Hay ejemplos de eso en mi libro: Billy Mitchell, JC Fuller. Hay un hombre llamado William Olson en la década de 1980, en el apogeo de la Guerra Fría. Vio la situación más allá de la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética y vio el mundo después del 11 de septiembre. ¡Y hay otros más!

Las historias que cuenta sobre estos hombres y mujeres son algunas de las partes más emocionantes de su libro. Eran visionarios, pero castigados por ello. Algunos ejemplos son inquietantes: el caso de Billy Mitchell, por ejemplo, quien predijo el poder aéreo y se burlaron de él, despreciándolo.

A: Sí y lo hicieron con prejuicios extremos. Pero mientras tanto ahí están las think tanks, las compañías multinacionales en [Washington] D.C. Están presionando por una visión de la guerra que les resulte cómoda y de la que francamente, en mi opinión, puedan beneficiarse. Y es extremadamente peligroso. Pero mi libro se está abriendo camino a través del Departamento de Defensa, por los despachos de la seguridad nacional. Lo sé porque me siguen invitando los generales de dos y tres estrellas para hablar sobre su gestión. Lo hacen porque están de acuerdo, pero no quieren ser pillados diciéndolo ellos mismos.

Entonces, ¿quién lo está entendiendo? ¿Quién está escuchando cuáles son las nuevas reglas de esa guerra? ¿Y quiénes son los enemigos?

A la CIA le gusta, a los comandos de las Operaciones Especiales les gusta, a las unidades de las Operaciones Especiales les encanta, a los veteranos les encanta, a los marines y a las fuerzas terrestres del Ejército generalmente les encanta. ¿A quién no le gusta? A las Fuerzas Aéreas y a la Marina, a los servicios de alta tecnología, a Lockheed Martin y, por supuesto, a las think tanks [laboratorio de ideas]. La mayoría de think tanks en nuestra capital reciben dinero de Raytheon y muchos otros. Gran parte de ellas aman y son fetiches de la tecnología. Pero una de las cosas que África me ha enseñado es que, al final, la guerra es política y no hay una solución tecnológica. No hay misiles que arreglen las circunstancias políticas en Siria o Taiwán. Pero así es como pensamos nosotros. Por eso luchamos.

Misia Lerska ha colaborado en la investigación de este artículo 
 

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