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Tecnología y Sociedad

Historias de desradicalización: la ardua tarea de reconvertir a terroristas

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Existen multitud de enfoques para reconvertir a los extremistas: desde programas de prevención hasta terapias sanitarias. A pesar de algunos éxitos, no queda claro si alguno de ellos funciona y todos presentan carencias, ya sea a la hora de prevenirlo o de mantener a los reconvertidos

  • por Obi Anyadike | traducido por Ana Milutinovic
  • 13 Noviembre, 2019

Malam Aminu es un hombre delgado, con gafas, una arreglada perilla y un desconcertante párpado caído que, por momentos, le da un aspecto algo siniestro y un tanto extraño. Cuando lo conocí, en 2015, estaba recluso en la prisión Kuje de Nigeria, y era uno de los miembros más antiguos de Boko Haram bajo custodia. También era uno de los 41 sujetos de un nuevo experimento realizado por el Gobierno del país.

Nigeria, que libraba una difícil guerra contra los insurgentes en el remoto noreste, había decidido llevar a cabo una nueva estrategia para combatir el extremismo: una mezcla de amnistía, desmovilización y reprogramación para reducir el número de los reclutas yihadistas. La idea era debilitar a Boko Haram sin derramar sangre, en lugar de limitarse a vencerle en el campo de batalla.

El programa fue diseñado y dirigido por la psicóloga de voz suave formada en Reino Unido y Estados Unidos Fatima Akilu. Su estrategia se basó en proyectos de los centros penitenciarios que se llevaban a cabo en Arabia Saudita, Singapur y Australia, adaptados a Nigeria. El nuevo enfoque implicó cambios en una variedad de áreas: cambiar el plan de estudios para promover el "pensamiento crítico", reformar el esclerótico sistema de justicia y trabajar con los servicios de salud para ampliar la atención psicosocial.

"Las soluciones al radicalismo son tan complejas como las razones que lo provocan", me explicó Akilu. Sin embargo, la parte más visible de su estrategia tuvo lugar en Kuje. Dirigida a prisioneros condenados o presuntos terroristas, no solo aspiraba a que los detenidos renunciaran a la violencia. Su meta era una profunda desradicalización: eliminar totalmente las creencias, los valores y el comportamiento extremistas.

El plan supuso un inmenso cambio cultural para Nigeria. Sus cárceles son famosas por la negligencia y el abuso de los reclusos, pero en el ala "de-rad" (para desradicalización) de Kuje, construida con fondos otorgados a Nigeria por la Unión Europea, el enfoque fue diferente. La idea era construir una conexión humana entre los presuntos extremistas, conocidos como "clientes" en lugar de reclusos, y los guardias, que fueron preparados especialmente y denominados "equipo de tratamiento". Su trabajo consistía en evaluar las necesidades de los militantes bajo su cuidado e identificar las formas más efectivas de desprogramarlos.

"Hacemos todo lo posible para ayudarles. Les decimos que no somos policía ni seguridad, sino médicos. Por eso se llama tratamiento".

Cuando conocí a Aminu, llevaba puesto un dashiki blanco y limpio y estaba sentado en un aula con aire acondicionado en un ala nueva separada del resto de la cárcel saturada e insalubre. Allí, en la parte de-rad, los clientes recibían un tratamiento diferente. Podían usar su propia ropa y acceder a una mezquita, a una zona deportiva y programas de formación profesional bien equipados. No era de sorprender que los cientos de sufridos internos regulares los odiaban.

El director del programa Kuje, Wahaab Akorede, detalla: "Hacemos todo lo posible para ayudarles. Les decimos que no somos policía ni seguridad, sino médicos. Por eso se llama tratamiento".

Proteger y prevenir

En los últimos 20 años, a medida que las detenciones de terroristas han ido aumentando en todo el mundo, en casi todos los países importantes ha surgido una serie abrumadora de programas de-rad como el de Kuje. Las autoridades de Nigeria y otros lugares tienen miedo de que liberar a los terroristas a la sociedad cuando hayan cumplido sus condenas no sea más que una simple puerta giratoria. Por otra parte, las detenciones indefinidas, como las de la Bahía de Guantánamo (Cuba), tampoco eran una forma muy popular ni legal de abordar ese problema. Así comenzó el desarrollo de los programas de desradicalización posteriores al crimen.

Las iniciativas en los centros penitenciarios varían. Hay algunas se centran en conversaciones informales controladas con un imán local (la técnica preferida en Victoria, Australia), mientras que otras son modelos estructurados como los del Gobierno de Arabia Saudita. Su enfoque incluye una fase de asesoramiento en prisión, una terapia de rehabilitación y "cuidados posteriores" después de la liberación, todo junto considerado como un estándar de oro.

Riad afirma que la reincidencia es extremadamente baja, pero los investigadores independientes son escépticos ante las cifras oficiales: se han dado, al menos 11, casos de participantes de perfil alto que han regresado al terrorismo. Los métodos sauditas también han sido cuestionados. Para empezar, los participantes suelen pertenecer al nivel más bajo de las organizaciones peligrosas en lugar de militantes muy radicales. El programa también se centra en prevenir los ataques terroristas a nivel nacional. Por lo tanto, puede hacer la vista gorda ante la exportación del yihadismo al extranjero, lo que significa que la desradicalización "no se está logrando de verdad", escribió el investigador de la Universidad de Warwick (Reino Unido) Tom Pettinger, en un artículo de 2017.

Otros modelos, muchos de ellos europeos, se centran en prevenir la radicalización de las personas desde el principio. El programa británico Prevent, por ejemplo, intenta educar a la sociedad sobre los peligros de la radicalización y organizar intervenciones. Los trabajadores sociales en escuelas, universidades y ayuntamientos deben informar sobre cualquier persona que muestre tendencias radicales, un sistema que, según el Gobierno, ha desviado del extremismo a más de 1.200 personas.

No obstante, los esfuerzos de prevención se centran cada vez más en internet. La web se considera un atajo peligroso a la radicalización, pues ofrece "una forma barata y efectiva de comunicarse, establecer vínculos y contactos con miembros del movimiento con ideas afines", destaca el director fundador del Instituto Alemán de Estudios sobre Radicalización y Desradicalización, Daniel Koehler.

Tras un análisis a antiguos extremistas alemanes de derecha, Koehler descubrió que la idea del anonimato de internet a tener posturas más extremas. Ser parte de una cámara de eco radical online "crea una especie de bomba a punto de explotar: cada vez menos alternativas y opciones frente a cada vez más llamamientos ideológicos a la acción", explica.

El argumento consiste en que la velocidad y la saturación de la comunicación online pueden acelerar fácilmente la radicalización. Las personas influenciables, atrapadas dentro de una burbuja de información, están expuestas a puntos de vista cada vez más extremos hasta que, finalmente, sus actividades pasan al siguiente y terrible nivel.

Twitter, Facebook y YouTube han sido partes visibles de esta maquinaria, impulsada en gran parte por el Dáesh, que potencia mucho sus operaciones en las redes sociales (ver La lucha contra ISIS será a través de las redes sociales o no será). En el apogeo del "califato" en 2014, había equipos dedicados a crear y subir propaganda del Estado Islámico (EI) desde Afganistán a África Occidental en un ciclo de noticias de 24 horas. En 2014, se estimaba que había entre 46.000 y 90.000 cuentas activas que apoyaban al EI en todo el mundo, tanto oficiales como no oficiales, en una variedad de idiomas (ver Los grupos asociados al terrorismo en Facebook se disparan antes de un ataque).

La mayoría de los intentos de acabar con el radicalismo online se han centrado en cerrar las cuentas que predican la violencia: Twitter afirmó haber suspendido más de 1,8 millones de cuentas entre 2015 y 2018. La medida generó impacto cuando se hizo de manera rápida y consistente. De hecho, la presencia del Dáesh en Twitter ha disminuido en cantidad y visibilidad.

Pero eliminar las cuentas de las redes sociales no va más allá, y hay muchas plataformas donde los extremistas se pueden alojar. Twitter es simplemente "un nodo dentro de la enorme ecología yihadista online", señaló un estudio realizado el año pasado por los investigadores británicos e irlandeses sobre la retirada de material terrorista por parte de las plataformas. Los usuarios a favor del Estado Islámico también utilizan servicios como Google Drive, Sendvid y especialmente Telegram, donde los "propietarios" del grupo tienen un control mucho mayor sobre los miembros y el acceso.

La obsesión 'online'

Los intentos de controlar o prohibir a los extremistas online resultan más represivos que preventivos, pero los críticos aseguran que también terminan mostrando los prejuicios de los propietarios de las plataformas y de los medios en lugar de centrarse en la mayor amenaza. El Estado Islámico ha recibido una atención desproporcionada en comparación con otros grupos yihadistas, por ejemplo. No fue hasta hace poco, y a raíz de las atrocidades como los tiroteos en la mezquita de Christchurch en Nueva Zelanda, cuando el terrorismo de extrema derecha ha empezado a atraer más atención, a pesar de tantos años de creciente actividad online del movimiento de supremacía de la raza blanca.

También se ha dedicado mucha más atención y financiación para combatir la actividad online en comparación con otras vías de radicalización. Una razón es la "relativa facilidad de crear y cuantificar los conjuntos de datos de redes sociales frente a otras formas de trabajo de campo", escribió el escritor y analista sobre extremismo J. M. Berger, en un artículo del verano pasado. Sin embargo, todavía no se han establecido vínculos causales entre el extremismo online y la violencia offline. En 2017, un informe de la Unesco concluyó que "las redes sociales constituyen un entorno propicio para la radicalización violenta o la perpetración de violencia, pero no una fuerza impulsora". Y un análisis de 227 terroristas condenados de Reino Unido revela que la gran mayoría de los extremistas online no se convierten en terroristas. No obstante, aquellos que cometen actos terroristas "participan regularmente en actividades en ambos ámbitos [tanto online como offline]", señaló la experta del Kings College de Londres (Reino Unido) Elizabeth Pearson, en un artículo de 2017.

"No hay una fórmula mágica para la desradicalización, no es como si pudiéramos desinstalar un software peligroso".

Finalmente, por supuesto, falta consenso a la hora de definir la línea entre el extremismo y lo que es simplemente ofensivo para algunas personas o que amenaza a cierto grupo en el poder. Eso ayuda que los gobiernos repriman el discurso político en nombre de la represión del extremismo: así es como China justifica la detención de más de un millón de musulmanes uigures, por ejemplo.

Aprender del pasado

Ya se centren en la tecnología o en la ideología, muchos programas de desradicalización y disrupción se han topado con problemas a largo plazo. Nigeria cayó en desgracia con el cambio de Gobierno; ahora está bajo el control de los militares, con un formato mucho menos estratégico. En Francia, uno de los primeros proyectos se canceló en medio de las protestas de los ciudadanos, y otras dos propuestas tuvieron problemas similares. El año pasado, el primer ministro, Édouard Philippe, anunció un nuevo proyecto de desradicalización pero admitió que el enfoque tecnocrático había sido optimista. El responsable afirmó: "No hay una fórmula mágica para la desradicalización, no es como si pudiéramos desinstalar un software peligroso".

Esto ha provocado que algunos gobiernos hayan decidido apoyarse en tácticas más antiguas y fiables. La programación de radio y televisión son formas establecidas desde hace mucho tiempo para animar el cambio de comportamiento. Desde Bosnia hasta Malí, se ha demostrado que las historias basadas en investigaciones cambian lentamente los valores y los comportamientos de la sociedad. En el noreste de Nigeria, Radio Dandal Kura ("lugar de encuentro") transmite las llamadas telefónicas, programas educativos y mensajes de paz en toda la región. Ha tenido éxito, sobre todo por ponerse en la piel de Boko Haram: el líder del movimiento, Abubakar Shekau, publicó un vídeo en el que amenazaba a sus presentadoras y las llamaba "prostitutas".

La última vez que vi a Malam Aminu fue en 2018. Vivía tranquilamente en una aldea en el centro de Nigeria, después de haber sido liberado de Kuje, junto con otros 14 exyihadistas, poco después de que nos conociéramos. Recordó que antiguamente creía que, "si estuviera dispuesto a usar la violencia, podía lograr sus objetivos". Internet no lo radicalizó, fue la experiencia y la indignación. Antes había sido un alto comandante en Boko Haram y miembro de su shura, o consejo asesor. Pero ahora, había aprendido el significado de la tolerancia y sabía escuchar los puntos de vista de los demás. Atribuyó gran parte de su cambio a Akilu, la psicóloga de Kuje. También destacó que, con el tiempo, los imanes del equipo de tratamiento lograron que reconsiderara su punto de vista.

Sin embargo, se mantenía firme en sus creencias fundamentales. Explicó que la pobreza del norte de Nigeria y la indiferencia de los ricos lo habían impulsado a la acción, y todavía pensaba que la solución era la estricta sharia, la ley islámica. Pero ya no estaba de acuerdo con la extrema violencia de Boko Haram. Ha roto con Shekau y cuestiona sus conocimientos religiosos, estrategia y tácticas.

Pero cuando volvió a vivir fuera de la prisión, se sintió abandonado por el Gobierno nigeriano. Akilu había pagado de su bolsillo para que él pudiera volver a la escuela, pero no había un plan de reintegración del Gobierno, ni siquiera un oficial de la libertad condicional. Un día estaba en la cárcel y al día siguiente tuvo que valerse por sí mismo.

Seis de los hombres que fueron liberados de Kuje junto él eran "sus chicos", y se mantenían en contacto con ellos. Desde entonces, tres de ellos se han vuelto a unir a Boko. Según su punto de vista, no era algo necesariamente ideológico: uno de ellos, al que me habían presentado en Kuje como "el Comandante", había sido rechazado por su familia y dormía en la calle. Sus antiguos camaradas lo encontraron y lo persuadieron para que se volviera a unir a ellos.

Aminu aseguró que no volvería a la violencia. Pero sus creencias aún se considerarían radicales por la mayoría. Lo último que me dijo fue: "Basta con el hecho de haberme arrepentido. Esa es la razón por la que no regreso ahí". Sin embargo, no pude evitar preguntarme si en realidad no fue Boko Haram quien le abandonó a él.

*Obi Anyadike es periodista e investigador con sede en Kenia y editor en general de 'The New Humanitarian'.

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