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Tecnología y Sociedad

Cómo una broma de arte se convirtió en producto contra el coronavirus

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Danielle Baskin se dio cuenta de que cuando la gente lleva mascarilla no puede desbloquear su teléfono con FaceID, y creó unas mascarillas personalizadas con rostros imaginarios. Aunque se trataba de un proyecto artístico irónico, ya ha recibido solicitudes de compra de más de 2.000 personas

  • por Angela Chen | traducido por Ana Milutinovic
  • 06 Marzo, 2020

A mediados de febrero, la artista de San Francisco (EE. UU.) Danielle Baskin tuvo una idea para un proyecto de arte cómico-irónico que la ha convertido en un fenómeno en China. 

Mientras hablaba con amigos sobre el brote del coronavirus (SARS-CoV-2), Baskin se dio cuenta de que las personas que usan mascarillas para protegerse de la infección tendrían problemas para desbloquear sus teléfonos mediante reconocimiento facial (sí, realmente ha sido un problema). Así que no dudó en crear un prototipo de máscara con una cara impresa, pero en lugar de usar "su" cara, utilizó rostros de personas imaginarias generadas mediante inteligencia artificial, y publicó su proyecto en Twitter: "Proteger a la gente de las epidemias virales sin que dejen de poder desbloquear su teléfono".

La demanda fue inmediata. Los principales interesados eran pacientes con cáncer que querían personalizar sus máscaras, médicos que trabajaban en hospitales infantiles y no querían asustar a los niños, y ciudadanos chinos. Su invento fue recogido por los medios de comunicación chinos, y su lista de espera ya incluye a más de 2.000 personas, muchas de ellas con cuentas de correo electrónico chinas. Y los pedidos que recibe no son para solo una o dos máscaras: un potencial cliente pidió 10.000 ejemplares. Ocho personas preguntaron si podían distribuir su producto. Baskin no podrá cumplir estos pedidos durante un tiempo debido a la escasez global de mascarillas actual, pero sus modelos personalizados funcionan, siempre y cuando se configure FaceID para que las reconozca.

El investigador especializado en biometría para asistencia sanitaria Robert Furberg, opina: "Creo que son geniales como objeto social y artístico. Representan la fusión de algo amenazante y protector al mismo tiempo, y eso me parece muy atractivo". El propio experto también ha solicitado mascarillas personalizadas de Baskin; su esposa es enfermera y se ha quejado de los inconvenientes de usar FaceID con una mascarilla en la cara. Para él, la demanda en sí misma es una forma del comentario social: "Es tan 2020". 

Pero aunque la mayoría de los interesados simplemente quieren por poder usar sus teléfonos con una máscara puesta, podrían descubrir otra ventaja sorprendente. Baskin afirma que ha incorporado un elemento anti- vigilancia:"[La máscara] parece funcionar con reconocimiento facial, pero en realidad nunca será la verdadera cara real". Esto demuestra que su producto es capaz de engañar a la tecnología y proteger nuestra información biométrica: "La imagen es algo con lo que nuestros amigos podrían identificarnos pero el aprendizaje automático sería incapaz de hacerlo, y demuestra que el reconocimiento facial tiene errores". 

Mascarilla para desbloquear el teléfono.

Foto: Mascarilla que desbloquea el teléfono.

El arte contra la vigilancia

Los proyectos artísticos en forma de dispositivos y técnicas contra la vigilancia se han vuelto más populares en los últimos años, desde la pintura para el rostro que impide el reconocimiento facial hasta la "capa de invisibilidad" capaz de bloquear los detectores de objetos; desde la línea de ropa Adversarial Fashion que confunde a los lectores automáticos de matrículas hasta las simples máscaras faciales que los manifestantes en Hong Kong y la India han utilizado para ocultar su rostro de las cámaras. Los medios informan sin parar sobre cada avance, pero en su mayor parte, los enfoques consisten más una especie de comentario político que tácticas reales útiles para una persona normal. Esos proyectos, de hecho, podrían ser menos útiles si se generalizaran, porque su adopción generalizada podría conducir a una carrera que permita que la tecnología invasiva sobrepase cualquier tipo de defensa.

Incluso cuando una idea es considerada simplemente como una performance en lugar de una posible solución, también puede tener un inconveniente. El investigador de la vigilancia de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU.) Torin Monahan cree que tales proyectos corren el riesgo de hacer que la gente crea que la vigilancia es inevitable y que las personas deben intentar resolver el problema por su cuenta. El experto detalla: "Este tipo de intervenciones tienden a presentar la vigilancia como una amenaza universal a la cual las personas pueden responder y tal vez deberían hacerlo, pero no muestra cómo los ricos y los blancos se posicionan con mucha más ventaja que aquellos marginados y sujetos a la vigilancia por parte de la policía o del estado de forma regular. Me preocupa que la comercialización y estilización de la vigilancia impida un debate sobre las vulnerabilidades de la desigualdad".

Aun así, Monahan destaca que este tipo de trabajos también pueden llamar la atención sobre la realidad de la vigilancia, que se ha convertido en una creciente preocupación. Un informe reciente de Pew Research revela que la mayoría de los estadounidenses sienten que están siendo seguidos constantemente y que no pueden hacer nada al respecto. Esto coincide con la opinión de la fundadora de la línea de ropa Adversarial Fashion, Kate Rose. 

Cuando estrenó su línea de ropa, "la demanda era enorme", recuerda, y desde entonces se ha mantenido constante. "La gente no solo quería participar en el debate sobre la vigilancia, tenía ganas de expresar su opinión al respecto y su interés en invertir en el futuro", añade. Usar cierto tipo de ropa o maquillaje es una manifestación obvia de ese sentimiento de impotencia, y también se puede usar para estimular a otros. Puede que la protesta individual no pueda sustituir a la acción colectiva, explica, pero cuando no se toma ninguna medida colectiva, estas prendas luchan contra la idea de que "los gobiernos lo deciden todo y yo soy impotente".

Y las batallas legales llevan este debate cada vez más al ojo público. En 2018, la Nueva Alianza de Libertades Civiles (NCLA, por sus siglas en inglés), un bufete de abogados pro bono con sede en Washington (EE. UU.), presentó una demanda contra la pequeña ciudad de Coral Gables, Florida (EE. UU.) por el uso de lectores automáticos de matrículas. "Esta es una de esas situaciones en las que la tecnología se mueve más rápido que la ley y que la interpretación de los derechos constitucionales", sostiene el abogado de la NCLA Caleb Kruckenberg. "Obviamente, desde mi punto de vista, espero que los tribunales intervengan", subraya. Pero si no lo hacen, añade, este tipo de contramedidas son una forma de seguir forzando el sistema. 

El arte y la vida

Monahan destaca que sus ejemplos favoritos de arte interpretativo antivigilancia no son necesariamente ponibles. En la instalación Jaywalking del artista belga Dries Depoorter ubicada en un museo, por ejemplo, los visitantes observan en directo las cámaras de vigilancia para atrapar a los que cruzan mal las calles y tienen la opción de denunciarlos a la policía. El experto señala:  "Ese tipo de acciones son buenas para mostrar a las personas su complicidad con estos grandes sistemas de vigilancia. Son buenas porque molestan, no nos hacen sentirnos cómodos y alegres".

Por su parte, ese era el mismo objetivo que Baskin tenía para sus máscaras de FaceID. Y afirma que empezó el proyecto "como un tipo de broma distópica". La atención recibida vía internet la ha convencido de que realmente es posible: que una broma puede tener usos reales e incluso útiles, hasta siendo provocadora. A Baskin no le interesa que todo el mundo salga a la calle con una de sus máscaras, pero dada la poca transparencia que existe sobre quién utiliza la vigilancia y cómo, la artista concluye: "cualquier cosa que haga que la gente tenga un poco más de miedo es buena".

Tecnología y Sociedad

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