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BETH HOECKEL

Biotecnología

Así ha envejecido la búsqueda de la eterna juventud

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Se cumplen 20 años de la iniciativa SENS que prometía la inmortalidad. Así ha envejecido su impulsor

  • por Jonathan Weiner | traducido por Ana Milutinovic
  • 28 Noviembre, 2022

Han pasado 20 años desde que conocí a Aubrey de Grey, el hombre con la barba de Matusalén. Entonces ya era un verdadero creyente en la búsqueda de la inmortalidad. Sin embargo, Aubrey de Grey aún no era ni famoso ni notorio; aún no era Aubrey, a secas, como pronto se convertiría para sus seguidores en la comunidad antienvejecimiento. Y todavía no era un hombre caído en desgracia.

En esos tiempos, Aubrey de Grey trabajaba como programador informático en el Departamento de Genética de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra. Por otro lado, intentaba entrar en el campo del envejecimiento, que aún era pequeño. La mayoría de los científicos que trabajaban en ese campo (gerontólogos) deseaban que Aubrey de Grey se marchara de ahí. Querían darle a la gente unos pocos años más de buena salud. Lo último que necesitaban era alguien que se pareciera a Rasputín o Matusalén en sus conferencias, un forastero que hablaba rápido, bebía cerveza desde la mañana hasta la noche y afirmaba que podíamos vivir más de mil años. La ciencia de la longevidad ya tenía suficientes problemas de credibilidad.

Estoy hojeando las páginas de mi último libro, Long for This World, para encontrar la parte donde nos conocimos. Era una mañana soleada de marzo de 2002. Recogí a Aubrey en el aeropuerto de Filadelfia y lo llevé a la ciudad de Pensilvania (ambos en EE UU) donde yo vivía en esa época. Durante los siguientes días de entrevistas en mi estudio, mientras él trataba de convencerme de que la ciencia podría y debería terminar con el envejecimiento, a menudo bajábamos las escaleras hasta la cocina para que el invitado pudiera fortalecerse con otra cerveza. Cuando mis dos hijos se encontraron con nosotros junto a la nevera, Aubrey expuso su argumento principal y les aseguró que tenían una buena posibilidad de vivir durante siglos o milenios, o tal vez más, si tenían suerte. Los chicos eran adolescentes entonces, tenían 14 y 17 años. Ya se sentían inmortales. Les gustó conocer a un adulto que sabía que eso era cierto.

Bueno, ahora esos dos muchachos tienen 30 y pocos años, y yo me estoy acercando rápidamente a mi 70 cumpleaños.

Solo hojear estas páginas (son de hace 12 años y ya muestran su edad, definitivamente no era papel libre de ácido) me está poniendo de mal humor. Incluso rozarlas me hace sentir como un horrible cascarrabias. Yo no era un converso por entonces. Tampoco lo soy ahora. Pero un Verdadero Creyente como Aubrey siempre está convencido de que nos conquistará si le da a su discurso una oportunidad más; y aquí está él, escena tras escena, intentándolo de nuevo. Además de todos los arrepentimientos habituales de los escritores, volver a la ciencia de la eterna juventud me hace sentir viejo.

Si la alta inteligencia es la capacidad de mantener dos ideas opuestas en nuestras cabezas al mismo tiempo, entonces la mayoría de nosotros somos genios cuando se trata del envejecimiento. Creemos que nunca vendrá a por nosotros. Creemos que podría llegar, pero se detendrá antes de llegar a nosotros. Creemos que se acerca y no hay absolutamente nada que podamos hacer al respecto.

Fue el gran biólogo molecular Seymour Benzer quien hizo que me interesara por la idea de que el envejecimiento podría ser maleable. Benzer era un ave nocturna. Yo estaba escribiendo un libro sobre él y, a finales de la década de 1990, él me hablaba sobre el envejecimiento en su Fly Room en el Instituto de Tecnología de California (Caltech, EE UU) con una voz susurrante y conspiradora, a pesar de que a las tres de la mañana solo estábamos nosotros dos y mil frascos de moscas. Nunca olvidaré lo sorprendente que fue escuchar a un científico serio decir: Quizás podamos hacer algo al respecto.

No fue el único en decirlo. En la Universidad de California en San Francisco (UCSF, EE UU), Cynthia Kenyon estudiaba el envejecimiento del gusano C. elegans. En 1993, anunció el descubrimiento de un mutante que vivía aproximadamente el doble de tiempo que el C. elegans promedio y parecía joven e impecable casi hasta el final. En el MIT, Lenny Guarente investigaba la genética del envejecimiento en la levadura, y parecía que llegaba a alguna parte también. En 1998, cuando Benzer tenía 77 años, anunció el descubrimiento de una mosca de la fruta mutante a la que llamó MatusalénPodía vivir 100 días. La mosca promedio en sus frascos moría alrededor de los 60 días.

Nunca olvidaré lo sorprendente que fue escuchar a un científico serio decir: "Tal vez podamos hacer algo al respecto".

Algunas versiones de la mayoría de esos mismos genes de moscas, gusanos y levaduras se encuentran en todos los animales bajo el sol, incluidos nosotros.  Al comenzar con los primeros genes de la longevidad y rastreando sus conexiones, los biólogos moleculares podrían estudiar el mecanismo del reloj, por así decirlo.  Esperaban reducir su velocidad algún día.

Con esa esperanza, o hipótesis (que todavía hoy solo es una hipótesis), el campo del envejecimiento explotó. En 1999, un año después del Matusalén de Benzer, Guarente y Kenyon cofundaron Elixir Pharmaceuticals. Planearon explorar y explotar sirtuinas, proteínas que están involucradas en el proceso de envejecimiento, entre otras cosas. En 2004, el ex alumno de Guarente, David Sinclair, cofundó Sirtris Pharmaceuticals para competir con Elixir. En 2013, Google creó la empresa de investigación y desarrolló Calico, con un presupuesto que se rumoreaba que era de cientos de millones de euros. Kenyon es la vicepresidenta de investigación sobre el envejecimiento de Calico.

Nuevos talentos inteligentes entraron en el campo, incluida la prodigiosa Laura Deming, quien quedófascinada por la biología del envejecimiento a la edad de ocho años, como una niña educada en su casa en Nueva Zelanda. Su abuela vino de visita y Laura estaba triste al ver cuánto sufría a causa de la artritis de sus articulaciones. Con 12 años, se unió al laboratorio de Kenyon en la UCSF y con 14 fue aceptada en el MIT. Unos años más tarde, abandonó la universidad para iniciar su carrera como capitalista de riesgo. Fundó Longevity Fund y, según su sitio web, las empresas del Longevity Fund han recaudado más de 1.000 millones de dólares.

Hoy en día, hay demasiadas start-ups y fundaciones antienvejecimiento como para contarlas. Cada una intenta aprovechar algunas de las últimas herramientas en biomedicina -CRISPR, inteligencia artificial (IA), factores de Yamanaka, epigenética, proteómica, metabolómica- y retrasar las manecillas de ese reloj. El diciembre pasado fue NewLimit, con más de 100 millones de dólares en fondos del multimillonario de Coinbase, Brian Armstrong. Enenero pasado fue Altos Labs, con 3.000 millones de dólares en financiación y se rumorea que uno de sus inversores es Jeff Bezos. La Fundación Hevolution, creada por la familia real de Arabia Saudita, tiene planes de gastar mil millones de dólares al año en la búsqueda de formas de retrasar el envejecimiento.

Mientras tanto, Aubrey de Grey siguió apoyando públicamente la causa. Muy poco después de nuestra primera reunión en 2002, se convirtió en un gurú secular, un profeta de la inmortalidad, para gran molestia de la mayoría de científicos en el campo del envejecimiento. Fue cofundador de la Fundación Matusalén (Methuselah Foundation) y de la Fundación de Investigación SENS para patrocinar investigaciones, formación y conferencias y ayudar a acelerar las cosas. SENS se refiere a su propio plan para terminar con el envejecimiento: “Diseño de estrategias para una senescencia inapreciable”. Este es el plan que me había explicado Aubrey de Grey hace 20 años en mi antiguo estudio. Si simplemente arreglamos las Siete Cosas Capitales o Seven Deadly Things, nuestros cuerpos sobrevivirán lo suficiente para que los avances en la ciencia médica lleguen de manera oportuna y nos mantengan vivos para siempre. Esas Siete Cosas Capitales incluyen, por ejemplo, el cáncer. Solo hay que curar el cáncer.

Cuando la comunidad de criptomonedas se interesó en la ciencia antienvejecimiento hace un par de años, a muchos de ellos les gustó cómo sonaba SENS. En el verano de 2021, un nuevo cripto-sistema denominado PulseChain recaudó en dos semanas 25 millones de dólares en criptomonedas para la Fundación de Investigación SENS. La Fundación siempre había sido pequeña y un poco marginal, dando tumbos, así que esta fue, con diferencia, la mayor ganancia inesperada de su historia.

Aproximadamente al mismo tiempo que llegó el regalo de PulseChain, la junta de SENS despidió a Aubrey. La joven fundadora y directora ejecutiva de la empresa de biotecnología que espera alargar la vida de los perros Loyal, Celine Halioua, lo acusó de ser un depredador sexual. Lo mismo había hecho la fundadora del Longevity Fund, Laura Deming. Deming publicó lo siguiente en un blog:

He decidido no trabajar con Aubrey de Grey o SENS de ninguna manera en el futuro.

Tuve una mala experiencia con él cuando tenía 17 años: me dijo por escrito que él tenía una 'vida amorosa aventurera' y que 'siempre se había sentido bastante molesto' por no dejar que las conversaciones conmigo se desviaran en esa dirección dado que '[él] podría tratarme [a mí] como un igual en todos los demás niveles'.

Me envió esto desde el correo electrónico de su trabajo, y lo conozco desde que tenía 14 años...

He oído que es un comportamiento continuado que él ha tenido con las mujeres con las que está en una posición de poder...

Casi dejo el sector varias veces cuando era adolescente debido a que sucedían cosas como esta.

Deming no ha respondido a mis correos electrónicos solicitando una entrevista. He hablado con Halioua, quien está encantada de hablar sobre sus esperanzas para Loyal, pero preferiría no comentar nada sobre Aubrey. En su sitio web, Halioua escribe: "Durante años, él ha usado su posición de poder en el campo del envejecimiento para atraer a sus víctimas. Estas víctimas me incluyen a mí, a Laura Deming y a muchas otras mujeres anónimas". También menciona el acoso por parte de otro directivo de SENS y señala que "cada dólar que va a Aubrey frena el sector".

Aubrey negó las acusaciones y afirmó que pelearía con la junta de SENS por su despido. En aquel tiempo era tan conocido, y la búsqueda de la Fuente de la Eterna Juventud resultaba tan intensa, que el escándalo llegó a los titulares de la prensa científica.

Cuando la ciencia del envejecimiento todavía estaba poco desarrollada, pensé que era una buena idea explorar el sector, con todas sus ambigüedades y contradicciones, hablando con escepticismo con un inmortalista como De Grey. Ahora, dos décadas después y yo mismo dos décadas mayor, con tanto revuelo y dinero volando por ahí, prefiero quedarme con los realistas.

Últimamente, he estado llamando a algunos gerontólogos. Solo al saludarnos, podemos sentir cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que hablamos. Incluso nuestras voces han envejecido. Y qué momento es este para ser un mortal envejecido. Un sorprendente número de científicos no podía hablar en absoluto, porque estaban lidiando con emergencias médicas familiares.

Llamé a uno de los directores del estudio masivo Dog Aging Project, Daniel Promislow, que pronto podría estar enseñando nuevos trucos en las clínicas veterinarias y humanas. Llamé al gerontólogo Steve Austad, quien cree que también podemos aprender lecciones sobre la duración de la vida y la vida saludable de las aves. Parece que muchas especies de aves se mantienen en forma e incluso fértiles hasta muy cerca del final de su vida. Los veterinarios tienen un dicho, según me contó Austad: “El pájaro está bien, el pájaro está bien, el pájaro está bien, el pájaro está muerto”.

Llamé al médico de la Clínica Mayo, James Kirkland, quien está realizando una serie de ensayos clínicos en etapa inicial de senolíticos, nuevos medicamentos experimentales que atacan y matan las células senescentes, estas parecen ser fundamentales para el proceso de envejecimiento. Son los primeros días para los senolíticos, enfatizó Kirkland. Estos medicamentos pueden resultar seguros, o no; si son seguros, pueden funcionar, o no; incluso si funcionan, no harán que nadie viva hasta los 120 años. Eso, de todos modos, no es lo que buscan sus pacientes, resaltó el médico. Solo quieren ayuda con su osteoartritis, su enfermedad renal crónica, su degeneración macular.

La mayoría de estos ensayos van a fallar, aseguró Kirkland. La mayoría de los ensayos fracasan. "La gente debería tratar de ser desapasionada, aunque todo el mundo tiene mucho interés en este proceso. Quiero decir, todas las personas vivas lo tienen".

Llamé al biólogo Martin Raff, que se jubiló del University College London (Reino Unido) hace 20 años, cuando aún no había cumplido los 65. Entre otras cosas, Raff había trabajado en la senescencia celular. Me confesó que después de una vida larga y afortunada, se sentía listo para partir.

El campo que Benzer previó en el siglo pasado en su Fly Room se está tomando en serio hoy día no solo en Wall Street, Silicon Valley y Riyadh, sino también en los Institutos Nacionales de Salud. Ha empezado a parecerse más a una rama normal de la medicina de investigación, a un programa razonable a seguir.

La idea es claramente añadir años buenos a nuestras vidas sin prolongar la cantidad de años malos al final.

El estudio del reloj puede enseñarnos algunas formas de frenar parte del deterioro fundamental que llamamos envejecimiento para tratar lo que sea que hace que nuestros cuerpos se vuelvan cada vez más vulnerables a las enfermedades crónicas a medida que envejecemos como, por ejemplo, las células senescentes. Si logramos hacer eso, según lo que se conoce como la hipótesis de la gerociencia, podremos combatir todas esas enfermedades crónicas a la vez: artritis, aterosclerosis, cáncer, sordera, demencia, diabetes, osteoporosis, derrame cerebral.

La idea, por supuesto, es añadir años de calidad a nuestras vidas sin prolongar la cantidad de años malos al final. Esto se llama la compresión de la morbilidad. Nadie sabe si eso se puede conseguir, por lo que la compresión de la morbilidad es una hipótesis sobre otra hipótesis. Aun así, eso es lo que la mayoría de los centenarios logran. Se mantienen con buena salud dos o tres décadas más que el resto de nosotros, y muchos de ellos se sienten bastante bien a la edad de 100 años. "El pájaro está bien, el pájaro está bien, el pájaro está bien, el pájaro está muerto".

Pero todos seguimos siendo mortales, y los de nuestra especie lo serán durante mucho, mucho tiempo.

Hablé por Zoom con un escritor e investigador académico canadiense que conozco, Andy Stark, autor de The Consolations of Mortality. Tal vez sean solo pensamientos amargos, me dijo Andy, pero su opinión es que en realidad estamos mejor como mortales. Su libro explora muchos de los inconvenientes de la vida eterna, incluido el terrible problema del aburrimiento. ¿Cuántas veces te gustaría subir a la montaña rusa? En Long for This World analizo también otros problemas, incluida la sexta extinción, la catástrofe planetaria que se desarrolla a nuestro alrededor, infligida por el cumplimiento de tantos deseos humanos. ¿Cuánto de ese desastre realmente querríamos ver?

Hace unos años, Andy Stark dio una charla en un simposio sobre la ciencia de la longevidad. Aubrey de Grey estaba en el público. Cuando Andy terminó, Aubrey subió al escenario y lo desafió. “Si te ofreciera 30 años más de buena salud”, dijo Aubrey, “los aceptarías, ¿no? Y después de eso, ¿no tomarías otros 30 años y otros 30? ¿Y así?”

Andy se mantuvo firme, y tenía razón. Hay una diferencia infinita entre unos cuantos años más de vida sana y la vida eterna.

También llamé a Aubrey. Actualmente vive en las afueras de Silicon Valley. Sonaba más optimista que nunca. Estaba planeando una especie de conferencia de regreso en Dublín (Irlanda), un buen lugar para tomar cerveza. Ha acuñado una nueva palabra, la matusalaridad (por Matusalén). Se trata del momento en el que la medicina estará tan avanzada que podremos dejar de envejecer, más o menos. Su postura actual es que hay un 50% de posibilidades de que la matusalaridad ocurra dentro de 15 años. "Eso es bastante bueno", afirmó. "Antes decía que faltaban 25 años".

P: “¿Cómo te sientes acerca de la mortalidad personalmente, después de todos estos años?”

R: “Bueno, parece que estoy bien. No muestro ningún signo de envejecimiento...”

Como hablábamos por Zoom, pude ver que eso no era más cierto para Aubrey que para mí.

"Pero siempre he hecho esto por razones humanitarias", insistió, tal y como solía decir hace 20 años. Al fin y al cabo, el envejecimiento acaba con decenas de millones de vidas cada año. Si la matusalaridad llega lo suficientemente pronto para salvar al propio Aubrey es irrelevante.

"¿Tú qué tal?", preguntó.

"Bueno, Aubrey, soy diez años mayor que tú. Me estoy reconciliando con el hecho de ser mortal. Estoy buscando los consuelos de la mortalidad".

Mostró un gesto de desaprobación con su cara.

Habíamos tenido esta discusión tantas veces antes que dejé de escribirla...

Me dijo: “Tomarías una pastilla que te daría 10 años más de buena salud, si te la ofreciera ahora...”

(Mi hijo mayor todavía está en el campo de la inmortalidad. Le duele y le enfada que yo rechazara un proyecto que podría traernos recompensas casi infinitas. Para él, parece que estoy renunciando a la vida misma).

A Seymour Benzer no le hubiera gustado cómo se ha vuelto de grande el campo del envejecimiento. Se sintió atraído por él en parte porque era pequeño. Una vez establecida una nueva ciencia, con montones de investigaciones, diarios a los que seguir, conferencias a las que asistir, le pareció que ya no tenía espacio para pensar. Pasó a otra cosa.

Durante más de 60 años de larga carrera, esa estrategia le funcionó bien para evitar el aburrimiento. Era uno de esos mortales que mostraban lo rica que puede ser una vida finita. Cuando Benzer tenía 20 años, su trabajo en física contribuyó a la invención del transistor. Cuando tenía entre 30 y 40 años, su trabajo sobre la estructura fina del gen ayudó a lanzar la biología molecular. Luego fue la neurogenética. Después, la ciencia moderna del envejecimiento, junto con muchas cosas más. Incluso en su vejez, Benzer irradiaba curiosidad: siempre el próximo campo de conocimiento, un nuevo experimento. Yo tomaría una pastilla para eso.

Benzer murió de un derrame cerebral en noviembre de 2007, en el Hospital Huntington en Pasadena, California, a la edad de 86 años. Escuché de su familia y amigos que trabajó alegremente en su laboratorio hasta el final. En el hospital, justo antes de entrar en coma, todavía estaba lo suficientemente atento para mirar a los médicos y decir: "Tengo dos preguntas...".

Y eso fue todo.

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