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Tecnología y Sociedad

Entre la censura y la prudencia: cómo el conflicto entre Israel y Palestina condiciona a los científicos

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Las tensiones en torno a la guerra se disparan en las redes sociales, con ramificaciones en la vida real

  • por Antonio Regalado | traducido por
  • 02 Noviembre, 2023

En The Checkup, nuestro boletín semanal de biotecnología, no solemos hablar de guerra y política, pero esta semana es una excepción. La devastación humana del conflicto entre Israel y Gaza ha provocado tensiones y conflictos en la comunidad científica. Algunas de las carreras de los biólogos académicos que seguimos ya se han visto perjudicadas por las reacciones a sus declaraciones en internet. Las reacciones a la guerra también plantean cuestiones sobre la libertad de expresión y de pensamiento, cuestiones fundamentales para la ciencia.

El 7 de octubre, Hamás ―organización al mando de la Franja de Gaza y designada grupo terrorista por EE UU ― lanzó un ataque sorpresa contra Israel, en el que murieron más de 1.400 personas y se tomaron rehenes. Israel ha respondido con una campaña de ataques aéreos contra Gaza que está aumentando el número de víctimas rápidamente, con miles de personas fallecidas más, según se desprende de las noticias.

Para ser un país de menos de 10 millones de habitantes, Israel desempeña un papel de primer orden en la ciencia y la medicina. Es un país de las start-ups de biotecnología, el país donde se probaron las vacunas contra el covid-19 por primera vez a gran escala y el hogar de muchos biólogos destacados, entre ellos Jacob Hanna, un experto en células madre cuyo trabajo hemos cubierto y cuyas predicciones sobre la dirección de la ciencia de vanguardia valoro particularmente.

Hanna es ciudadano israelí y profesor en el Instituto Weizmann de Ciencias de Rehovot (Israel), financiado por el Estado. Sin embargo, también es un palestino de origen cristiano cuyo perfil en las redes sociales tiene una imagen con los mensajes "F*ck the Occupation" ("Que se joda la ocupación") y "Arab and Jews refuse to be enemies" ("Árabes y judíos se niegan a ser enemigos").

Un día después del ataque, Hanna publicó un comentario: "La barbarie tiene muchas formas. La ocupación y el asedio de 18 años también es una de ellas", en referencia al confinamiento de los palestinos en Gaza.

Después de este comentario, Hanna se vio inmediatamente sometido a un severo escrutinio de otros científicos, incluidos algunos de su universidad. ¿Por qué no condenaba ante todo a Hamás? Los investigadores se preguntaron si debía mantener su financiación, y Jonathan Kipnis, inmunólogo de la Universidad Washington de San Luis (EE UU), sugirió que Hanna debía abandonar Israel si no le gustaba.

"Quizá entonces debería mudarse a Gaza y ser el mejor científico de allí y apoyar a sus hermanos", escribió Kipnis en X, antes conocido como Twitter. (Kipnis me confesó más tarde: "Fue un tuit estúpido, que borré y por el que me disculpé").

Para Hanna, las respuestas fueron "racistas y condescendientes", y no ha cambiado de opinión. (Está en contra de toda violencia y califica a Hamás como una "terrible organización violenta y terrorista"). Pero tampoco quiere señalar solo a Hamás. Según él, hacerlo sería jugar a lo que llama "los juegos de la condena" con gente que no está dispuesta a denunciar las acciones pasadas de Israel contra los palestinos.

Sin embargo, la campaña de presión ha funcionado. Hanna borró su post sobre la barbarie y otros tuits. "He decidido que no quiero más política en mi feed, y no quiero peleas", comentó. "Los posts no pretendían provocar peleas. Estaba aireando mis pensamientos y mi frustración".

Hacerlo se ha vuelto arriesgado. Algunas universidades israelíes han afirmado que mostrarán "tolerancia cero" con cualquiera que exprese "apoyo al terrorismo", y hay informes de estudiantes árabes israelíes que han sido sancionados por publicaciones en las redes sociales.  

Mientras tanto, en EE UU, grandes donantes y ex presidentes de universidades insisten en que las instituciones académicas condenen el atentado de Hamás, y no se dediquen al "bipartidismo".

Quieren que estas organizaciones reconozcan la masacre de Hamás. Y no les falta razón. Esta semana, el ejército israelí proyectó imágenes no censuradas del ataque a periodistas, con escenas de personas arrastradas desde coches, asesinadas en sus casas o tiroteadas mientras se escondían debajo de mesas.

La campaña para condenar a Hamás ha sido eficaz, algo  que ha llevado a la Universidad de Pensilvania (EE UU) y a la Universidad de California en San Diego (EE UU), entre otras, a emitir declaraciones más contundentes. Y la campaña continúa. Unos 50 investigadores de la universidad en la que trabaja Hanna, por ejemplo, firmaron un borrador de carta dirigida a la Asociación Americana para la Investigación del Cáncer después de que ésta emitiera una vaga declaración sobre el conflicto. En la respuesta, que hemos podido ver, los investigadores israelíes se quejan de que la declaración "no reconoce las atrocidades ni a sus autores. Por ejemplo, las palabras "Hamás", "Yihad Islámica" o "atentado terrorista" ni siquiera se incluyen en la carta".

Esto no significa que los científicos nunca tomen partido en los conflictos políticos. En la reunión anual de la Sociedad Europea de Terapia Génica y Celular, que se celebró la semana pasada en Bruselas, este organismo no aceptaba asistentes cuya entrada estaba pagada por instituciones de Rusia o Bielorrusia, alegando la invasión rusa de Ucrania. "Sabemos que muchos académicos en Rusia se oponen a la guerra en Ucrania", afirma esta sociedad. "Pero no podemos aceptar su inscripción".

Josh Dubnau, genetista de la Universidad Stony Brook (EE UU), sostiene que cometía un error al comparar ambas situaciones. "Tomar partido en Ucrania significa denunciar una ocupación", afirma. "Los ucranianos que se defienden están luchando contra un ejército de una nación extranjera que ataca a civiles".

En Israel y Gaza, añade, no existe tal claridad moral, ya que ambos bandos están matando a civiles. Lo que le preocupa a Dubnau son los esfuerzos por "censurar el discurso" de los científicos que "critican las atrocidades israelíes".

"Es una especie de macartismo", señala, en referencia al miedo a los comunistas en los años 50 en EE UU, que llevó a la creación de listas negras en Hollywood y en las universidades.

De ser así, una de sus primeras víctimas podría ser el biólogo de la mosca de la fruta Michael Eisen, destacado y abierto defensor de la publicación "abierta" y, hasta esta semana, editor de la influyente revista eLife.

El 14 de octubre, Eisen publicó un artículo satírico de The Onion titulado Critican a gazatíes moribundos por no usar sus últimas palabras para condenar a Hamás. Añadió un resumen de sus propias opiniones en  en  X: "The Onion habla con más valentía, perspicacia y claridad moral que los líderes de todas las instituciones académicas juntas. Ojalá hubiera una universidad @TheOnion".

En respuesta, eLife, respaldado por el Instituto Médico Howard Hughes, le despidió días después. En un comunicado, señaló que Eisen ya había sido advertido sobre su estilo de comunicación (notoriamente descarado), y que una "nueva incidencia de este comportamiento" le llevó a tomar la decisión.

La situación en eLife, que depende de científicos universitarios como editores, ha provocado una oleada de dimisiones, tanto entre los partidarios de Eisen como entre quienes pensaban que sus comentarios equivalían a intimidar a los israelíes. 

Fede Pelisch, miembro de la junta directiva de eLife, también anunció que dimitiría porque no estaba de acuerdo con la decisión de despedir a Eisen. En su propia carta abierta, Pelisch explica: "He oído numerosas preocupaciones de personas que ahora no se sienten cómodas expresando su opinión si no se ajusta a la ortodoxia". Cree que "la gente se siente silenciada", lo que califica de "consecuencia muy perjudicial para una revista que pretende 'promover una cultura de la investigación que valore la apertura, la integridad y la equidad, la diversidad y la inclusión".

¿Cuáles son las consecuencias para la ciencia? De vuelta en Israel, Hanna afirma que su laboratorio está a medio gas mientras continúa el conflicto. Y él también sigue sufriendo: el hermano de uno de sus estudiantes murió en un ataque aéreo contra una iglesia en Gaza, cuenta. Cuando le pedí detalles sobre cómo podría verse afectada la investigación biológica en Israel, me escribió lo siguiente:

"A mis amigos y colegas judíos israelíes del mundo académico y de la biotecnología. Envidio que se os permita expresar sentimientos de dolor y solidaridad con su pueblo inocente que está siendo víctima, sin ser puestos bajo arresto domiciliario y ni amenazados con daños y cancelación. La amenaza de cancelación es relevante para las empresas, laboratorios, científicos individuales o todos los anteriores combinados a través de la financiación, la inversión, la contratación. A largo plazo, ¿cuál es la capacidad de dicho ecosistema para hacerse realmente internacional y diverso para atraer talento, o está enviando señales de fascismo y macartismo que podrían estallar ocasionalmente, lo que significa que muchos no quieran formar parte de dicho sistema?".

Lamentablemente, es probable que esta guerra esté aún en sus primeros días. La semana pasada se reveló que Israel había enviado tanques a la Franja de Gaza, y una invasión terrestre parece inminente. A medida que aumente la violencia, también lo harán las consecuencias.


De nuestros archivos

MIT Technology Review es una publicación editorialmente independiente del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Puede leer o escuchar la declaración de Sally Kornbluth, presidenta del MIT, sobre los acontecimientos de Oriente Medio del 10 de octubre aquí: "Nuestra comunidad y la violencia en Israel y Gaza".

Pequeño, de alta tecnología y comunitario: por eso Israel fue un actor tan importante en el covid-19 desde el principio. El país fue el primero en intentar vacunar a todos sus ciudadanos, y en 2021 informamos sobre cómo instituyó un sistema de "pase verde" para fomentar la reapertura.

Cuando no le mandan callar, Jacob Hanna convierte células madre en modelos superrealistas de embriones humanos. Incluso ha creado una empresa para cultivar estos embriones sintéticos durante varias semanas y luego recoger sus órganos primitivos para la medicina de trasplantes. El año pasado escribí sobre la start-up Renewal Bio, y sus controvertidos conceptos.

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