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Computación

La conciencia artificial se propone superar el reto de la mente humana

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Los últimos avances no se centran tanto en aumentar la inteligencia de las máquinas, sino en conseguir que estas sean mucho más naturales, dúctiles y empáticas.

  • por Isabel Díaz | traducido por
  • 08 Febrero, 2012

El gran desafío sigue siendo la mente humana. Crear sistemas conscientes que apliquen la lógica, aprendan del entorno y demuestren sentimientos es el gran reto que se dibuja en el horizonte. 

Hasta la fecha, la tecnología ha logrado superar el desafío del cuerpo humano construyendo robots a su imagen y semejanza. Un ejemplo de ello lo tenemos en  los robots 'gemelos' -o 'geminoides'- del profesor Hiroshi Ishiguro, investigador en la Universidad de Osaka (Japón), presentados el año pasado. 

El ritmo al que evolucionan la robótica y la inteligencia artificial hace imposible predecir cuándo podremos hablar de una mente artificial consciente y autónoma. Cada vez con más frecuencia, universidades y empresas buscan la manera de conciliar la conciencia artificial con actividades humanas. Un ejemplo de ello es Comaware, empresa vinculada a la Universidad Carlos III de Madrid (España) y premiada en varias ocasiones como mejor idea empresarial de base tecnológica, fundada por Raúl Arrabales y Jorge Muñoz. Ambos han desarrollado una tecnología con la que pretenden, entre otras cosas, aplicar la conciencia artificial al entorno de los videojuegos. 

Tal y como explican los expertos de Comaware, inteligencia y conciencia artificial son dos materias muy relacionadas, pero diferentes. “No debemos confundirlas”, explica Arrabales. “La conciencia artificial es una rama muy específica de la inteligencia artificial”, afirma. “Con la conciencia artificial -continúa- pretendemos imitar los mecanismos por los cuales los humanos tenemos conciencia y percibimos nuestro propio mundo interior, y simularlos en una máquina o agente virtual”. Para  lograrlo, han basado su tecnología en la arquitectura CERA CRANIUM: un modelo computacional que genera comportamiento típicamente humano en personajes artificiales o máquinas. 

En un principio, Arrabales y Muñoz encaminaron sus pasos a los videojuegos en red. Tal y como explica Muñoz, “nos gusta jugar con otros humanos porque esa interacción nos ofrece un reto y diversión al mismo tiempo”. “Aplicando nuestra tecnología, los personajes virtuales sopesan sus posibilidades, aprenden del entorno y reaccionan de manera imprevisible”, añade Arrabales.

Estas características son aplicables a otros ámbitos que los fundadores de Comaware supieron valorar. “Observamos que había otro sector muy interesante para nosotros en los juegos serios”, explica Muñoz. “Nos referimos -continúa- a aquellos en los que el propósito se centra más en la formación, simulación y el aprendizaje”. 

El modelo computacional propuesto por Comaware para este tipo de entornos más ‘serios’ ofrece un amplio campo de posibilidades para empresas y sectores educativos, ya que facilita que los objetivos se adapten a cada individuo, respondiendo de manera distinta en cada situación. “Nuestro modelo no sigue un guión”, cuenta Muñoz. “El usuario o jugador interactúa con un personaje inteligente, que incluso puede manifestar reacciones diferentes ante la misma situación”, añade. 

Para Antonio Chella, profesor de robótica en la Universidad de Palermo (Italia) y director de la publicación International Journal of Machine Conciousness, Comaware presenta una arquitectura realmente interesante. El profesor, que conoce de primera mano el proyecto, cree que “se trata de uno de los pocos sistemas, a nivel de conciencia artificial, que ha demostrado que realmente funciona”. 

Desde Comaware defienden la posibilidad de que las máquinas sean capaces de tomar cualquier tipo de decisiones, algo completamente humano. “Nuestra idea es evitar en todo lo posible la parte preprogramada del agente para que pueda aprender y desarrollarse en un entorno dado”, afirma Arrabales. 

Toda esta corriente hacia la ’humanidad’ de las máquinas acarrea importantes debates morales. “Está claro que estos temas van muy ligados a aspectos éticos”, explica Chella. “Comunidad científica, políticos, filósofos… entre todos, tendremos que trabajar juntos para resolver los nuevos interrogantes que se empiezan a plantear ahora”, añade.

Más allá del sector del entretenimiento y la formación, y dejando atrás los escollos morales, la conciencia artificial puede aportar grandes beneficios a otros campos. Uno de estos sectores es la rehabilitación, especialmente en el caso de personas que presentan un estado de conciencia alterado. “Un sistema de conciencia artificial -explica Chella- puede entender mejor la situación del enfermo y ayudarlo en su recuperación”. 

Una vía similar contempla la aplicación de estas técnicas a personas con desórdenes psicológicos. “Hay ciertos tipos de autismo en los que se ha demostrado que los niños se relacionan mejor con robots que con seres humanos”, cuenta Chella. De hecho, en Comaware, ya se han planteado utilizar su tecnología para estos fines. “En concreto -detalla Muñoz- pensamos en tratamientos psicológicos sociales, en los que la interacción con otras personas repercute en la mejora del paciente”.

En Comaware también barajan la posibilidad de implantar su sistema en el área de la teleasistencia en casos de personas mayores, o de pacientes con dolencias como el alzhéimer o la demencia. Tal y como explica Arrabales, “gracias a la conciencia artificial se podría modelar el comportamiento de una persona y prever sus movimientos o reaccionar ante posibles imprevistos”. Por ejemplo, si esa persona ha ido al baño, y los sensores detectan que no ha habido ninguna actividad, dan un aviso porque interpretan que ha podido caerse al suelo. “

Otro aspecto positivo en este sentido es que, según Muñoz, “con estas técnicas se reducirían mucho los costes de teleasistencia, ya que estos mecanismos automatizados permiten que un solo operador revise muchísimos hogares, basándose en la información que recibe del sistema”.

En opinión del profesor Chella, la mejor aportación de la conciencia artificial es que “nos ayuda a entender la mente humana”. “Creo que implementar robots conscientes nos ayuda a entendernos mejor a nosotros mismos”, afirma.

A pesar de que la robótica avanza a un ritmo imparable, para Comaware este sector tiene que desarrollarse aún más. “La robótica doméstica o autónoma, que es donde tendría sentido aplicar nuestra tecnología, no está todavía en un punto en el que nuestro sistema pudiese suponer un factor añadido”, explica Arrabales. Además, “los robots humanoides tienen muchas limitaciones en cuanto a procesamiento y movilidad”, añade Muñoz. 

Donde sí detectan una posibilidad de implantar su sistema, a largo plazo, es en la robótica espacial. De hecho, recientemente, ingenieros de la NASA emplearon un sistema elaborado por Comaware para medir la conciencia artificial. ConsScale, una escala que presenta 11 niveles de conciencia (desde ‘descontrolado’, a ‘súper consciente’) se utilizó para evaluar ciertos prototipos de robots de exploración espacial. 

“Cuando tienes un robot a millones de kilómetros de distancia, no lo puedes controlar en tiempo real, por eso es necesario que la máquina tenga autonomía”, argumenta Muñoz. “Aunque se perdiese la predictibilidad exacta de cuál sería su comportamiento –apunta Arrabales- el robot se adaptaría mejor a las circunstancias del entorno y podría anticiparse a lo que va a pasar  sin necesitar de un humano que le diese órdenes”. 

Precisamente, aspectos como la autonomía, la creatividad y la empatía son los pilares sobre los que se trabaja para mejorar la interacción entre humanos y máquinas. “El camino hacia la creación de un agente plenamente consciente con habilidades humanas, como la composición musical, se está acortando cada día un poco más”, asegura Chella. “Personalmente, no creo que pasen más de 50 años para que nos sentemos frente a frente con un cerebro artificial muy similar al humano”, vaticina el profesor. 

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