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Tecnología y Sociedad

Business Impact: Nathan Myhrvold: los ricos deberían financiar la innovación

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El antiguo director de tecnología de Microsoft explica por qué respalda TerraPower, una 'start-up' de energía nuclear.

  • por Nathan Myhrvold | traducido por Lía Moya (Opinno)
  • 14 Septiembre, 2012

Para algunos tecnólogos es suficiente con crear algo que les dé un éxito financiero. Se jubilan contentos. Otros se quedan muchos años en la empresa que fundaron, emocionados con la plataforma que les proporciona. Como ejemplo se puede pensar en lo distinto que era el trabajo de Steve Jobs en Apple en 2010 en comparación con el viaje innovador que emprendió en la década de 1970.

Otra posibilidad más es empezar algo nuevo. Cuando has triunfado, embarcarte en un nuevo emprendimiento tiene algunas desventajas. Lo que hagas será más pequeño que tu empresa anterior y más frustrante. Las start-ups exigen un grado de compromiso para el que no todo el mundo está preparado después de haber saboreado las mieles del éxito. Por otra parte, no existe un momento mejor para ser emprendedor. No estás apostando todo el futuro de tu familia a ver qué pasa. Por eso hay muchos tecnólogos de éxito en las trincheras, dirigiendo y arrancando start-ups en áreas sin explorar.

Jeff Bezos posee Blue Origin, una empresa que se dedica a fabricar naves espaciales. Elon Musk posee Tesla, una empresa fabricante de coches eléctricos, y SpaceX, otra de naves espaciales. Bill Gates se ha enfrentado a los grandes retos del mundo en vías de desarrollo: combatir la malaria, el VIH y la pobreza. Gates también financia nuevas empresas innovadoras que están a la vanguardia de la tecnología. Yo estoy involucrado en alguna de ellas, entre las que está TerraPower, que formamos para comercializar un nuevo y prometedor tipo de reactor nuclear.

Existen pocas tecnologías que arredren más a los inventores (e inversores) que la energía nuclear. Además de la logística, investigación e ingeniería, tienes que enfrentarte a la legislación y la política. En la década de 1970 gran parte del mundo empezó a temer la energía nuclear y lo sucedido en Fukushima el año pasado no ha sido precisamente tranquilizador.

Entonces, ¿qué aliciente tendría un grupo de personas racionales para formar una empresa de energía nuclear? En parte tiene que ver con que Bill y yo estamos preparados para pensar a largo plazo. Tenemos la experiencia y los recursos para buscar ideas transformadoras y la confianza para actuar cuando creemos que hemos encontrado una. Otros tecnólogos que financian proyectos ambiciosos tienen motivaciones parecidas. Elon Musk y Jeff Bezos buscan la fama porque creen que la NASA y sus proveedores tradicionales no serán capaces de innovar al mismo ritmo que ellos.  

Durante las próximas décadas vamos a necesitar más líderes tecnológicos dispuestos a lograr grandes avances. Si 20 de nosotros nos dedicamos a resolver los problemas energéticos –mediante la captura y almacenamiento de dióxido de carbono por ejemplo, o cualquier otra locura que se nos ocurra- quizá uno o dos de nosotros tendrá éxito. Si nadie lo intenta, es evidente que todos fracasaremos.

Creo que el mundo tendrá que depender de la energía nuclear. Una inminente crisis energética nos obligará a repasar los fundamentos de nuestra economía energética. Esto es algo que ya sucedió en el siglo XIX, cuando nos pasamos al gas y al petróleo a una escala sin precedentes en la historia. El siglo XX no obligó a un gran cambio, pero si miramos hacia el siglo XXI, está claro que tenemos un reto mucho mayor por delante.

Ahora que China, India, Brasil y otros países del mundo en desarrollo mejoran su nivel de bienestar, querrán un estilo de vida –y por lo tanto un nivel de consumo energético- acorde y será equiparable al que tenemos en Estados Unidos. Mientras, nuestro propio consumo energético aumenta. Para hacer frente a esta demanda, la capacidad de generación de energía del mundo tendrá que multiplicarse por lo menos por cinco en este siglo, posiblemente por más.

¿Qué pasa con las energías renovables? Desafortunadamente, ninguna de estas tecnologías puede reemplazar a los combustibles fósiles que proporcionan la base energética día y noche, independientemente de que sople el viento o brille el sol. No existe una fuente de energía base que no emita dióxido de carbono excepto la energía nuclear.

Hablemos claro: la energía nuclear convencional tiene inconvenientes, el principal, que depende del uranio enriquecido. Y eso es algo que representa un problema por varios motivos. Para empezar, no existe tanto uranio: si quisieras aumentar la escala de la energía nuclear convencional para cubrir las necesidades energéticas mundiales, te quedarías sin él. Y además el proceso de enriquecimiento del uranio natural que se usa en la actualidad en los reactores de agua ligera es complicado, caro y produce muchos desechos. Solo en Estados Unidos se encuentran almacenadas más de 700.000 toneladas métricas de uranio empobrecido, un derivado del enriquecimiento.

La tecnología de TerraPower está diseñada para usar ese uranio empobrecido como combustible, convirtiendo el producto barato derivado de los reactores actuales en electricidad suficiente para proporcionar energía a todos los hogares de Estados Unidos durante mil años. La tecnología también eliminaría virtualmente la necesidad de instalaciones para el enriquecimiento del uranio, un dato importante porque el uranio enriquecido supone un riesgo de proliferación nuclear. Al igual que el plutonio, otro de los derivados de los ciclos de los combustibles nucleares que se usan en la actualidad, este uranio se puede usar para fabricar bombas.

TerraPower ofrece un camino hacia una fuente de energía con cero emisiones de dióxido de carbono y no proclive a la proliferación. Sí, existen numerosos retos: científicos, de ingeniería y, sobre todo, políticos. El proceso para desarrollar un reactor nuclear y conseguir los permisos para que arranque es tan dantesco en términos de tiempo, que sería una locura para un emprendedor común.

Pero no lo estamos haciendo solos, ni partimos de una hoja en blanco. TerraPower está construyendo sobre la base de décadas de investigación llevadas a cabo en los laboratorios nacionales de Estados Unidos, y ahora algunos de esos mismos laboratorios están haciendo un importante trabajo para ayudarnos a perfeccionar los diseños. También estamos trabajando con la Comisión Reguladora de la Energía Atómica de Estados Unidos y las agencias equivalentes en otros países para lograr que los Gobiernos entiendan los detalles de los nuevos tipos de reactores y que puedan legislar al respecto cuando la tecnología esté lista para su distribución comercial.

Aunque creemos que TerraPower puede hacer mucho bien al mundo, es una empresa con ánimo de lucro. Tiene que serlo: competir comercialmente es la única forma de que una opción energética sea sostenible. Dicho esto, los inversores en TerraPower, entre los que se incluyen Khosla Ventures y Charles River Ventures, comparten la visión a largo plazo de sus fundadores. Reconocen que los beneficios más grandes provienen de los mayores avances y que eso lleva tiempo. Esa visión a largo plazo hace posible invertir en innovación que podría ser revolucionaria para nuestra infraestructura energética.

Igual que Jeff Bezos y Elon Musk, yo también fui un niño que jugaba con cohetes de juguete y quería aprender física nuclear. Entonces, la idea de la ciencia como algo dinámico capaz de cambiar la vida de la gente resultaba algo cautivador. Sigue siéndolo. Nuestro reto ahora, especialmente en el caso de quienes hemos tenido un mayor éxito financiero, es pensar a lo grande.

Nathan Myhrvold es fundador y viceconsejero de TerraPower, fundador y director ejecutivo de Intellectual Ventures y antiguo director de tecnología en Microsoft.

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