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Tecnología y Sociedad

Las regiones buscan la masa crítica, a la caza de la innovación

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¿Cuál es el secreto para convertirse en el próximo centro de atención tecnológico?

  • por Antonio Regalado | traducido por Francisco Reyes (Opinno)
  • 04 Julio, 2013

Hay un lugar justo al lado del campus del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, en Estados Unidos) en Cambridge, que bien podría ser el punto de mayor concentración mundial de start-ups. Allí, cerca del borde de Kendall Square, los fundadores de más de 450 start-ups se agolpan en nueve plantas. Algunos ocupan salas comunes y siguen la regla del "agarra cualquier asiento que puedas".

Allí la innovación está en constante ebullición, y el lugar está iluminado por un color rojo brillante. Comparten ascensores con empresas de capital de riesgo que gestionan colectivamente fondos por un total de 8.700 millones de dólares (6.712 millones de euros). Hace quince años, la escena tecnológica local estaba anémica y había pocos inversores. En la actualidad, Kendall atrae cada vez a más empresas de tecnología. Amazon ha trasladado un equipo de desarrollo móvil a la zona, Google se ha expandido rápidamente en los nuevos edificios y las compañías farmacéuticas empiezan a multiplicarse.

Kendall se ha convertido en lo que los economistas denominan como cluster, una concentración de empresas interconectadas que compiten y colaboran. Ello genera un valor económico, tal y como atestigua el precio del espacio de oficinas: los alquileres se han duplicado en una década y llegan a 70 dólares (54 euros) por metro cuadrado, un precio similar a lo que se paga en el centro de Manhattan. "Los alquileres no mienten", asegura Tim Rowe, director del Centro de Innovación de Cambridge, el espacio de oficina compartido donde se encuentran la mayoría de las start-ups.

También hay valor en la región. Las ciudades solían tratar de generar puestos de trabajo atrayendo a las grandes industrias. Pero según reflejan diversas investigaciones, las grandes empresas existentes tienden a eliminar empleos. Al menos en EE.UU., el crecimiento neto del empleo proviene de las start-ups, en especial de aquellas que pasan de unos pocos empleados a varios miles. En el campo de la tecnología, dichos ganadores logran producir más ganadores. El proceso llega a una masa crítica dentro de la red de empresas, recursos, ventajas, ideas, talento, oportunidad y casualidad entrelazados que define un cluster tecnológico.

Está claro que lo esencial es la proximidad al talento humano y las nuevas ideas. Jean-François Formela, capitalista de riesgo en Atlas Venture y dedicado a invertir en start-ups de biotecnología en fase inicial, señala que visita el área de laboratorios académicos en Boston varias veces a la semana, con la intención de encontrar la siguiente invención de la que pueda obtener una licencia y convertir en una empresa. Y puesto que hay tantas personas con doctorados y doctorados en medicina en la zona, puede iniciar una empresa y construir un equipo de forma notablemente rápida. "La gente ni siquiera tienen que cambiarse de edificio", afirma. "Solo se cambian de planta".

Las grandes cuestiones que MIT Technology Review plantea en la sección Business Report de este mes son por qué surgen los clusters tecnológicos y cuáles son los ingredientes para crear uno. Por desgracia para las regiones que se han gastado miles de millones tratando de convertirse en el próximo Silicon Valley, las respuestas a estas preguntas todavía siguen debatiéndose. "Los clusters existen, eso está empíricamente demostrado", afirma Yasuyuki Motoyama, académico sénior en la Fundación Kauffman. "Pero no significa que los Gobiernos puedan crear uno".

Lo cierto es que lo están intentando. La mayor iniciativa de este tipo que conocemos es el complejo Skolkovo a las afueras de Moscú, donde se están invirtiendo 2.500 millones de dólares (1.929 millones de euros) en una universidad, un parque tecnológico y una fundación. Otra, en Waterloo, Ontario (Canadá), tiene como objetivo conseguir ventaja en una tecnología avanzada particular, la computación cuántica. El precio: 650 millones de dólares (501 millones de euros) hasta ahora.

El problema para los Gobiernos es que a menudo tratan de definir dónde y cuándo tendrá lugar la innovación. Algunos intentan seleccionar y financiar a empresas ganadoras. Tales esfuerzos rara vez han funcionado bien, señala Josh Lerner, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard. Los Gobiernos pueden desempeñar cierto papel, señala, pero deben limitarse principalmente a 'poner la mesa': crear leyes que no penalicen a los empresarios que fracasen, reducir los impuestos y gastar mucho en I+D. Después, se tienen que mantener al margen.

Sin embargo, no existe una receta que garantice el éxito. Una de las razones es que cierto ingrediente difícil de copiar, una casualidad de la historia o la cultura, a menudo ayuda a explicar la vitalidad de un centro tecnológico. Tomemos como ejemplo a Israel, donde la inversión per cápita de capital de riesgo es la más alta de cualquier país. La mayoría de jóvenes pasan por el servicio militar obligatorio, donde son expuestos a tecnología avanzada y aprenden a trabajar en equipo. Al presidente de Google, Eric Schmidt, después de visitar el país el pasado verano, le impresionó la actitud sin igual de Israel de "vivir al día" a la hora de tomar riesgos empresariales.

A pesar de ello, actualmente un grupo más amplio de ciudades y regiones aspiran a convertirse en centros tecnológicos. Una de las razones es que Internet se ha extendido tanto en la ideología de la cultura de las start-ups (tú también puedes ser Mark Zuckerberg) y el los medios para participar a través de aplicaciones y software de web. Hoy día todo el mundo, desde Chile a Islandia, pasando por Adelaide en Australia, parece haber creado un programa de start-ups para intentar poner en marcha su propia escena tecnológica sin caros laboratorios o incluso una universidad de nivel superior.

Un defensor de esta idea es Brad Feld, socio de Foundry Group y creador de la aceleradora de compañías de tecnología TechStars, que desarrolló lo que denomina como "Tesis Boulder", basado en sus experiencias en Colorado (EE.UU.). Se trata de un plan de cuatro puntos para saber cómo los empresarios, y no los Gobiernos o universidades, pueden organizarse y crear lo que él define como "comunidades empresariales" en cualquier ciudad. Feld asegura que el movimiento de start-ups es hoy día una "enorme comunidad mundial con decenas de miles, cientos de miles de personas en todo el mundo".

Pero, ¿pueden tener éxito los empresarios en la creación de clusters cuando los Gobiernos han tenido tantas dificultades? "El conflicto actual es entre dos lógicas sobre cómo crear un ecosistema", afirma Fiona Murray, profesora de la Escuela Sloan del MIT, y una especie consultora y terapeuta de clusters, entre ellos la TechCity de Londres. Una de ellas es "una lógica del Gobierno que afirma que el asunto es demasiado importante para dejarlo en manos de los empresarios, y que se necesitan puntos de entrada especializados, como un parque tecnológico". La otra está "puramente centrada en las personas y sus redes".

Murray cree que la respuesta se encuentra en algún punto intermedio. Los Gobiernos son buenos en cuanto a organización, pero no tan buenos a la hora de ser líderes. Un enfoque popular hoy día consiste en emparejar programas de emprendimiento con proyectos de revitalización urbana. En esta edición, visitamos al director general de Zappos, Tony Hsieh, que está tratando de transformar el deprimido sur de Las Vegas en una escenario donde crezcan las start-ups. Está tratando de convertirlo en un lugar interesante, y puesto que Las Vegas está tan extendida, ha reservado 100 automóviles eléctricos Tesla para transportar a los empresarios por la ciudad. De esta manera, según afirma, quiere aumentar las probabilidades de que ocurran casualidades favorables.

El riesgo de todos estos planes es que los economistas aún no se ponen de acuerdo sobre lo que hay que hacer exactamente para crear un cluster de tecnología. Aunque sí están de acuerdo en un hallazgo. Los centros de innovación cambian de ubicación, a veces rápidamente, y tienden a ir allá donde se hayan originado la última tendencia. Boston cedió su liderazgo en computación a Silicon Valley durante la década de los 80, después de desarrollar el ordenador personal. Pero, ¿quién sabe? Alguna de las 450 start-ups en Kendall podría dar con algo grande. Por ese motivo, cualquier ubicación puede mantener la esperanza, con varias décadas de esfuerzo y mucha suerte, y convertirse también en otro Silicon Valley.

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