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Computación

Google Glass ha muerto, larga vida a las gafas inteligentes

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Aunque el ordenador portable de Google no va a ninguna parte, no hay dudas de que la tecnología para dispositivos similares sigue avanzando

  • por Rachel Metz | traducido por Lía Moya
  • 27 Noviembre, 2014

Dos años y medio después de que el cofundador de Google, Sergey Brin, desvelara Google Glass con un grupo de paracaidistas saltando desde un zepelín sobre la bahía de San Francisco (EEUU), el ordenador que se lleva puesto en la cara cae hacia la muerte. Aún no es un producto de consumo terminado. Ni siquiera está cerca de ser algo que la gente anhela, al menos no más allá de los Glass Explorers, que pagaron 1.500 dólares por cabeza (unos 1.200 euros) por ser los primeros en acceder a Glass.

Aunque Google afirma estar comprometido con Glass, ya hay varias empresas, entre ellas Twitter, que han dejado de trabajar en aplicaciones para el dispositivo. El creador de Glass, Babak Parviz, se marchó de Google en julio para ocupar el puesto de vicepresidente en Amazon, donde explora nuevas áreas de tecnología. Incluso algunos de los primeros en usar el aparato se están cansando de él. "He descubierto que no es demasiado útil y que hacía sentirse incómoda a la gente que me rodea", afirma el director de Estudios de Medios Emergentes en la Facultad de Comunicación del Boston University College (EEUU), James Katz.

Gran parte de esto es culpa de Google. En vez de pasarse años desarrollando Glass en secreto, Google lo sacó rápidamente al mercado como un producto "beta" ligeramente funcional pero caprichoso, y demasiado evidente. La empresa esperaba que los desarrolladores de software inventasen aplicaciones bomba y que quienes las probaran se convirtieran en predicadores del producto. Probablemente este sistema esto haya dado lugar a valiosísima información para la próxima generación (el foro en línea para Google Glass está repleto de preguntas y solicitudes de funciones de los primeros usuarios, pero también ha producido una reacción social negativa. Ver que llevas un ordenador en la cara irrita muchísimo a la gente, por distintas razones. A los "exploradores" se los conoce como "Glassholes" (juego de palabras en inglés que combina "glass" -cristal- con "asshole" -gilipollas-).

Sin embargo y a pesar de los pasos en falso de Google, este tipo de tecnología no va a desaparecer. La idea que representa Glass, que permite consumir información digital con una mirada, ha atraído durante décadas a entusiastas como el director técnico de Glass, Thad Starner, que fabrica y lleva este tipo de aparatos desde 1993. Los investigadores seguirán dedicándose a ello hasta que lleguemos a un punto en que la tecnología se combine con las propias gafas, en vez de estar colocada tan claramente encima de ellas.

Imagina que en algunos años alguien inventa unas gafas inteligentes que no llamen la atención. Tendrán una diminuta pantalla en las lentes; la electrónica y la batería quedarán limpiamente ocultas en la montura de las gafas, que se operarán fácilmente con unos cuantos gestos táctiles discretos, con el movimiento de los ojos y, cuando sea apropiado, mediante órdenes de voz. Entonces ya no será algo que irrite a quienes te rodean, será algo que compres como suplemento para tus gafas normales, y que te ofrece una pantalla siempre presente para navegar por las calles de la ciudad y traducir carteles mientras viajas. ¿Y quién sabe qué más podría hacer? Una versión no irritante de la tecnología sin duda inspiraría de nuevo a los desarrolladores de software para intentar crear interesantes y novedosas aplicaciones, apps que podrían darnos el estilo de vida con abundancia de información que Starner denomina “existencia genial”.

En la pantalla

No hay forma de ignorar la pantalla en forma de prisma que lleva la versión actual de Google Glass, sobresale de la montura y queda colocada justo por encima del ojo. Cuando la pantalla está encendida, los demás no pueden evitar ver una imagen en espejo diminuta y brillante de lo que estás viendo. Incluso cuando la pantalla está apagada y el prisma no es más que un bloque transparente delante del ojo derecho, es imposible olvidarse de ella.

Para que un dispositivo así funcione, tendrá que tener una pantalla mucho menos evidente. Una solución podría ser algo parecido a lo que están creando en Lumiode (ver "Un nuevo tipo de LED para pantallas como las de Google Glass"), una start-up que usa LED para crear micropantallas. Típicamente los LED sirven como fuente de luz en la parte de detrás de un dispositivo, y la luz pasa por filtros para formar los píxeles que, unidos, crean las imágenes. Lumiode prescinde de los filtros y usa cada LED como píxel añadiendo una capa de transistores sobre ellos para controlar cómo emiten la luz.

El director ejecutivo y fundador de Lumiode, Vincent Lee, afirma que la tecnología podría dar lugar a pantallas diminutas 10 veces más brillantes y más eficientes en términos de consumo que otras tecnologías de pantallas. Así sería más fácil integrar una pantalla en unas gafas normales y reducir el tamaño de las aparatosas baterías, además de conseguir que las gafas funcionen mejor al aire libre.

Ahora Lumiode se centra en perfeccionar el proceso de fabricar la capa de transistores que se coloca encima de los LED sin estropear las luces. Lee afirma que el hecho de que una pantalla de Lumiode incorporada en unas gafas inteligentes se vea más o menos dependerá de varios factores, entre ellos la óptica de las gafas. Y afirma que con el tiempo podría acabar encajando en la montura.

Un enfoque más radical para reducir el tamaño de las gafas inteligentes podría ser simplemente coger la lente necesaria para ampliar lo que hay en la pantalla, sacarla de las gafas y acercarla más al ojo. Una empresa llamada Innovega está haciendo esto en lentes de contacto con un diminuto bulto que sirve como microscopio para el contenido que pueden emitir unas gafas. Las lentes no hacen nada cuando miras el mundo que te rodea, pero cuando recibes información dirigida hacia tus ojos desde un proyector o una pantalla incorporados en unas gafas, pasa por el bulto de cada lentilla y queda encajado justo delante de tu ojo. Esto ofrece el beneficio añadido de mostrar el contenido a ambos ojos, y se mantiene enfocado mientras mueves los ojos.

Innovega presentó un primer prototipo de su tecnología reproduciendo contenido en alta definición en la Feria de Electrónica de Consumo de Las Vegas de 2014. Parecían unas gafas de sol normales (aunque un poco ridículas) y el director ejecutivo de la empresa, Steve Wiley, afirma que Innovega está desarrollando una lente de contacto para el mercado de consumo. Tiene intención de solicitar la aprobación de la Agencia Estadounidense del Medicamento en 2015.

Fuente de energía

Incluso aunque se puedan hacer pantallas prácticamente invisibles y mucho más eficientes en términos energéticos, las gafas inteligentes seguirán necesitando tener baterías que almacenen al menos un día de uso completo y eliminar las aparatosas baterías que se conectan actualmente a Google Glass.

Para que las gafas inteligentes funcionen todo el día sin una pesada batería, probablemente haga falta combinar distintas tecnologías. Hay que optimizar el software para que use la energía más frugalmente (el equipo de Google Glass ya ha hecho algunos progresos en este sentido). Las baterías impresas finas y flexibles como las basadas en cinc fabricadas por Imprint Energy se podrían contener en la montura, eliminando parte del volumen asociado con las baterías de ión-litio, que necesitan capas protectoras debido a su sensibilidad al oxígeno (ver "Nuevas baterías impresas flexibles permitirían la electrónica portable").

Además, algún sistema de captura de energía podría servir para recargar las baterías a lo largo del día. Una empresa llamada Perpetua Power está trabajando en una tecnología que usa el calor corporal para producir electricidad; en teoría tus gafas inteligentes podrían ampliar la duración de su batería gracias a diminutos generadores termoeléctricos en los puntos que entran en contacto con la piel, el caballete de la nariz y las sienes, por ejemplo. Sin embargo, por el momento el módulo de Perpetua es demasiado grande: uno por dos centímetros. Y cada uno de ellos solo genera una pequeña parte de la energía que necesitarías para ejecutar una pulsera de seguimiento del ejercicio. Los prototipos de Perpetua, en forma de pulsera, incluyen de 8 a 10 módulos de estos.

En qué punto estamos

Google ha hecho grandes esfuerzos por hacer que Glass sea más atractivo. Se asoció con el mayor fabricante mundial de gafas, Luxottica Group, que posee marcas como Ray-Ban y Oakley. Se unió a la diseñadora Diane von Furstenberg, quien creó una montura de estilo aviador para Glass que está disponible en colores como "laguna brillante" y "flash de oro dorado".

En una charla de pasillo durante la conferencia de diseño celebrada por Google en San Francisco en Noviembre, la diseñadora principal de Glass, Isabelle Olsson, afirmó que aunque Google intenta que Glass sea lo más atractivo posible, conseguir que la gente lleve una pantalla colocada en la cabeza se reduce a darles monturas y colores chulos entre los que escoger. Afirmó que la perspectiva de tener más opciones de moda "en cierto sentido suena banal", pero es aún más importante que miniaturizar la tecnología. "Si puedes escoger la montura que elegirías normalmente y con la que estás cómodo, se va a parecer más a ti", afirmó Olsson, que llevaba unas Glass en negro mate mientras hablábamos.

No es que estuviera esperando que Olsson hablase mal de Glass; después de todo trabaja para Google, y al igual que para muchas otras personas de la empresa, Glass es su hijo. Ha conseguido hacerlo avanzar muchísimo desde que empezó cuando ella llegó a Google en 2011. Me describió uno de los prototipos como una máscara de buceo con un teléfono enganchada a ella y cables que iban hasta una mochila. 

Pero se equivoca si cree que basta con monturas más estilosas para atraer a más usuarios. Mientras siga habiendo un ordenador claramente en medio de tu cara, distraerá a la gente y que, de entrada, la mayoría lo rechace. Unas monturas elegantes no arreglarán eso a menos que la tecnología se disuelva en ellas.

Sin embargo, sí que estoy de acuerdo con Olsson en un punto: es una cuestión de cifras. Cuanta más gente haya llevando estas cosas, razona, más normal nos parecerá. Después de todo, incluso las gafas normales, que han existido bajo distintas formas desde hace unos 700 años, no se pusieron de moda hasta el siglo pasado.

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