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Tecnología y Sociedad

Mi fin de semana con Bitcoin

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Pasar 48 horas sin usar otra cosa que la criptomoneda para mis transacciones es complicado incluso en Arnhem, conocida como la ciudad Bitcoin

  • por Russ Juskalian | traducido por Francisco Reyes
  • 02 Febrero, 2015

A mi lado en un sofá rojo en mi habitación del hotel boutique Modez de Arnhem (Países Bajos) en la pantalla del iPad tengo abierto el sitio de intercambio de bitcoins Bitstamp.net, y veo cómo el valor de la criptomoneda va cayendo por momentos. Durante el desayuno una bitcoin valía más de 400 dólares (353 euros), pero en los últimos 30 minutos el valor ha ido bajando y ahora está en 383 dólares (339 euros). Sé que estoy perdiendo dinero.

Cuando el precio baja otros 10 dólares (8,8 euros), decido que no quiero correr el riesgo de posibles nuevas pérdidas. Con un nudo en el estómago, voy a la recepción para pagar la factura. Más tarde veo que el tipo de cambio resultó ser casi el más bajo del día, y me siento como un tonto.

Para la gran mayoría de propietarios de bitcoins, y los miles de millones de personas que nunca han oído hablar de la moneda digital, estas fluctuaciones pueden no parecer un gran problema. Pero para mí, sentado en el Hotel Modez, fue algo muy real: me había comprometido a pagar una habitación, con un precio fijado en euros, usando bitcoins. Mientras esperaba, y el intercambio cambiaba a mi contra, mi factura se hizo innecesariamente más cara.

 

Así es como están las cosas en el volátil mundo de las criptomonedas, donde la regulación es un concepto lejano y las grandes oscilaciones de mercado son habituales. Como es tan difícil de rastrear, las bitcoins se han convertido en una moneda común para los criminales, pero la lista de empresas legítimas que la aceptan como pago o planean hacerlo está creciendo e incluye a tiendas como Overstock y Newegg, además del popular sitio de viajes Expedia, entre otros. Bitcoin se ha usado para comprar casas, y la moneda depende gran medida de la criptografía y un sistema de contabilidad pública llamado blockchain (cadena de bloques).

Cada vez más personas reportan transacciones en Bitcoin o anticipan hacerlas, y sus defensores creen que la moneda tiene un gran potencial para reducir el coste de transacción de los pagos y al mismo tiempo aumentar la seguridad. Sin embargo, para que Bitcoin sobreviva como moneda funcional, tiene que ser ampliamente aceptada y útil del mismo modo en que lo son el efectivo y las tarjetas de crédito hoy día. Los minoristas necesitan una razón para aceptarla (quizá la reducción de costes) y los consumidores tendrán que convencerse de que no es más molesto que pagar con medios convencionales. ¿Puede Bitcoin pasar la prueba?

Para saberlo fui a Arnhem, un lugar con una de las mayores concentraciones mundiales de comerciantes que aceptan Bitcoin. Este era mi experimento: ¿Podría un periodista planear una escapada de fin de semana pagado sólo con Bitcoins? No sólo eso, ¿podría no sólo sobrevivir sino incluso pasárselo bien?

Bitcoin se ha convertido en moneda común para los criminales, pero la lista de compañías legítimas que la aceptan como pago es cada vez mayor.

El interés de Arnhem por Bitcoin tiene mucho que ver con Patrick van der Meijde, de 36 años y residente de esta ciudad de 150.000 habitantes situada a orillas del Rin. Van der Meijde supo de Bitcoin por primera vez hace unos años. El concepto le pareció intelectualmente interesante, y pensando que al sistema bancario tradicional le vendría bien cierta competencia, decidió comprar algunas monedas. A medida que creció su caché, se dio cuenta que no era tan útil si no podía usarla para comprar cosas. Así que junto a dos socios, estableció un sistema de pago que podían utilizar los vendedores locales, en sus teléfonos o cualquier otro dispositivo conectado, como un ordenador portátil o tableta, y que permitía a los propietarios aceptar Bitcoin pero recibir el pago en euros. Van der Meijde ya ha convencido a 45 empresas para que acepten Bitcoin, entre ellas un hotel y una franquicia de un gran supermercado.

Paso uno: Comprar el billete de avión
Aunque estaba familiarizado con Bitcoin, su génesis, sus fundamentos técnicos y sus controversias, no poseía ninguna cantidad de dinero. Así que ocho días antes de salir para Arnhem abrí una cuenta con una start-up de Boston (EEUU) llamada Circle que me permitiera comprar bitcoins con una tarjeta de crédito.

Después fui a CheapAir.com, una de las pocas empresas que te deja reservar vuelos utilizando Bitcoin, y compré un billete de KLM a Ámsterdam desde Munich (Alemania). En la página de pago elegí la opción de mostrar una dirección Bitcoin, una serie de entre 25 y 34 letras y números a la que podía enviar mi pago. Luego entré en Circle otra vez para comprar suficientes bitcoins para cubrir el billete, pero la transacción fue denegada inmediatamente. Después de llamar a mi banco para explicarles que el cobro no era fraudulento, lo intenté de nuevo. Esta vez compré 450 dólares (398 euros) en bitcoins, quedando dentro del límite de seguridad semanal de 500 dólares (442 euros) para tarjetas de crédito de Circle. La transacción se hizo de inmediato.

Orgulloso de ser parte del futuro, me fui a la página de pagos de Circle, puse la dirección Bitcoin de CheapAir y tecleé los 450 dólares que costaban el billete. Casi al instante la página web de CheapAir se actualizó para decirme que había enviado la cantidad equivocada. ¿Qué?

¿Era una estafa? Había tomado capturas de pantalla durante ciertas fases del pago, así que hice un rápido análisis post mortem y me di cuenta de que había cometido un error de principiante: el precio de CheapAir se mostraba en dólares junto al equivalente en Bitcoin, así que también introduje el pago de Circle en dólares. Hacerlo había sido algo intuitivo, pero fue un error. Ya sea debido a la volatilidad de Bitcoin o al hecho de que haya múltiples intercambios para ponerle precio y que rara vez coincidan, al pago que había enviado le faltaban aproximadamente 1,6 dólares (1,4 euros).

Empecé a hacer llamadas. Charlie en Circle, perplejo, sugirió empezar de nuevo. Gemma en CheapAir estaba segura de que podíamos resolver el problema, pero insistió: "Sólo nuestro director general tiene acceso a las cosas de Bitcoin".

Me dijo que esperara a que llegara a la oficina el director general, Jeff Klee, y que se encargaría de mi caso.

Sobre una hora más tarde, recibí un correo electrónico confirmando el vuelo. "¿Te debo cinco dólares o algo así?", le pregunté a Gemma cuando la llamé de nuevo. "No te preocupes", me dijo. "Ha sido más fácil simplemente emitir el billete".

Usar Bitcoin para las compras diarias empezaba a ser más difícil que pagar con una tarjeta de crédito.

Paso dos: ¿Bitqué?
De algún modo me esperaba que Arnhem, a una hora de Amsterdam en tren, se pareciera a un centro de alta tecnología. Pero en vez de eso se parecía a cualquier ciudad europea típica. Tenía unas cuantas iglesias, una zona peatonal en el centro llena de tiendas, y varios antiguos molinos de viento holandeses. Después de registrarme en el Hotel Modez, donde el alegre dueño me dijo que sería el primer cliente en pagar con Bitcoin (algo que escucharía varias veces durante el fin de semana: en la tienda de bicicletas CycleNation un desconcertado empleado tomó una foto junto a la caja registradora y la publicó en Twitter), me encontré con Van der Meijde en un bar llamado Stout para conversar con una cerveza.

"¿Con Bitcoin?", preguntó el camarero de pelo gris cuando llegó la hora de pagar. Conocía a Van der Meijde, al igual que otros en la ciudad: se refieren a él indistintamente como "el tipo al que le interesa tanto Bitcoin" o, más simplemente, "el tipo de Bitcoin".

En el Hotel Modez fui el primer cliente en pagar con Bitcoin. En la tienda de bicicletas CycleNation un desconcertado empleado tomó una foto en la caja registradora y la publicó en Twitter.

El pago en sí se hizo sin problemas: el camarero puso un código QR en su teléfono, Van der Meijde lo escaneó utilizando una aplicación de billetera Bitcoin llamada Mycelium, y el pago se registró al instante. Más tarde repetimos el proceso cuando transferí bitcoins directamente a Van der Meijde para pagar mis bebidas.

Un chico en el bar, de edad universitaria y un poco confundido, quiso saber lo que estábamos haciendo. "¿Quieres decir que puedo comprar bebidas con esto?" preguntó el chico. "Sí, por supuesto", dijo van der Meijde. En su rol constante como evangelista, ayudó al chico a descargarse una billetera Bitcoin y luego le transfirió monedas por valor de cinco euros. El amigo del chico observaba la escena con una mirada de asombro. "¿El Café 'T Huys acepta este tipo de pago?", preguntó el chico. Cuando Van der Meijde le dijo que sí, el chico corrió hacia la puerta con el teléfono, cargado con unos pocos millibits, aferrado en la mano.

Paso tres: Se aceptan criptopagos (casi siempre)
Durante los siguientes dos días, guiado por un mapa alojado en el sitio web de Van der Meijde, sólo usé bitcoins para hacer compras, con menos contratiempos de los que primeros usuarios de Apple Pay estaban comunicando a la prensa más o menos en aquel momento. Durante la cena me comí un montón enorme de costillas y aprendí que las propinas con Bitcoin funcionan como las de las tarjetas de crédito: a los camareros se les paga en la caja registradora. Otro día, en un restaurante llamado Mo Lón, pedí un sándwich de guiso de cerdo y escaneé un código QR que el propietario, un entusiasta de Bitcoin, cargó en un enorme televisor con pantalla LCD en la pared. En Mimint, una tienda de alimentos naturales, compré chocolate y pasta de dientes.

Sólo tuve problemas en unos pocos lugares. En una tienda de recuerdos tuve que esperar varios minutos para que el propietario llegara, ya que él era el único que sabía cómo aceptar Bitcoin. Y en otra tienda tuve algunos problemas de wifi momentáneos. Sólo me rechazaron una vez, en un pequeño restaurante donde la joven que trabaja ese día no había oído hablar de Bitcoin. El cocinero, que estaba sentado en una mesa a la espera de clientes, dijo: "He oído hablar de Bitcoin, pero creo que no la aceptamos. ¿A lo mejor los dueños anteriores sí?" (Los dos se sorprendieron cuando les enseñé la pegatina Bitcoin colocada junto a las de MasterCard y Visa en la ventana del restaurante).

Una noche, a sugerencia Van der Meijde, pasé por sorpresa por una start-up web y espacio de cotrabajo llamada Four Digits, donde una vez a la semana alrededor de una docena de personas interesadas en tecnología en Arnhem se reúnen informalmente para comer, beber y compartir momentos geeks. Algunos de los allí presentes veían la idea de las criptomonedas con dosis similares de emoción y escepticismo. Dos de ellos hablaban sobre posibilidades teóricas de abuso, aunque muy poco probables, pero que les permitirían estafar la aplicación de punto de venta que van der Meijde había ayudado a diseñar. El pedido de comida india que se estaban comiendo había sido pagado con bitcoins, y a medida que se repartían la cuenta, algunos pagaron a la persona que lo compró también con bitcoins.

"¿Cuánto ha costado la cena?",  pregunté.

"Como media bitcoin", dijo alguien.

Paso cuatro: Ex post cripto
Aunque en general disfruté el fin de semana, la escapada a Arnhem a veces se hizo un poco pesada. Me tuve que saltar algunos sitios culturales recomendados por un amigo de Amsterdam. Por desgracia, el Parque Nacional Hoge Veluwe y su museo con obras de Van Gogh, Rodin y Dubuffet no aceptan bitcoins.

Después de casi agotar la mayor parte de opciones de entretenimiento disponible en la ciudad que acepta Bitcoin, pasé las últimas horas de mi visita, un domingo lluvioso, caminando por la orilla y por un parque. Suspiraba por ir a un museo, o una bolera, o por ver una película en cine con calefacción.  Gastar bitcoins había sido fácil y, en última instancia, a pesar de la metedura de pata al pagar el hotel, no tan caro. Pero las opciones se agotaron rápidamente.

Y hubo una cosa sumamente importante que no pude hacer: salir de la ciudad. La única forma de viajar entre Arnhem y el aeropuerto utilizando bitcoins era alquilando un coche o contratando un taxi, algo que hubiera costado varios cientos de euros. Por el contrario, un billete de tren al mismo lugar, que no se podía pagar con bitcoins, sólo cuesta 17,10 euros. Es poco probable que incluso los más entusiastas de Bitcoin paguen ese tipo de tarifa.

Como lo sabía, había llegado a la ciudad con 18 euros en el bolsillo. Me sentí como si estuviera traicionando a algo o alguien, quizás al misterioso inventor de Bitcoin, Satoshi Nakamoto, cuando inserté las monedas verdaderas de euro una tras otra en la máquina expendedora de billetes de color amarillo de los ferrocarriles holandeses, propiedad del Gobierno. Cuando el ferrocarril acepte bitcoins, pensé, sabremos que la hora de las criptomonedas realmente ha llegado.

Este artículo pertenece a nuestro Informe Especial: El dinero del mañana sin monedas ni billetes

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