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Cambio Climático

El acuerdo de París depende de tecnologías que puede que nunca funcionen

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Los objetivos climáticos pactados requieren mejoras en reactores nucleares, almacenamiento energético en red y captura de carbono que no se sabe si llegarán

  • por Richard Martin | traducido por Teresa Woods
  • 16 Diciembre, 2015

Los delegados de la Cumbre del Clima de París (Francia) llegaron a un acuerdo histórico durante el fin de semana. Por primera vez, compromete a las naciones a unas reducciones específicas de emisiones de gases de efecto invernadero. También pide la limitación del calentamiento global a un valor "bastante por debajo" de los 2 °C y promete apoyo financiero para los países en desarrollo que sufrirán los efectos más dramáticos del cambio climático.

El acuerdo, detallado en un documento de 31 páginas que se publicará en árabe, chino, inglés, francés, ruso y español, pide que los países signatarios evalúen sus progresos hacia los objetivos de reducción de emisiones cada cinco años. Además, se les demanda que ajusten sus esfuerzos en consecuencia, mientras implora una inversión mayor en labores de investigación y desarrollo de tecnologías de energías limpias además de un fondo internacional de 100.000 millones de dólares (unos 91.400 millones de euros) para ayudar a que sobrevivan y adapten los países más afectados. En caso de llegar a implantarse el acuerdo de París, el mundo alcanzaría la meta de cero emisiones netas de carbono antes de finales de este siglo.

Desafortunadamente, también depende de tecnologías emergentes que apenas se han demostrado, aún no se han comercializado con éxito, o que son simplemente ilusorias. Limitar la subida de la temperatura global media a los 2 °C o menos probablemente requerirá unos avances dramáticos en tres tecnologías críticas: el almacenaje energético, los reactores nucleares avanzados y la captura y el almacenaje de carbono. Las primeras dos son viables dada la inversión masiva realizada tanto en ciencias básicas como en la comercialización. La última tecnología en cambio, probablemente no lo sea tanto.

El almacenamiento energético a escala de red es crítico para la transición desde las plantas energéticas de combustibles fósiles a una red eléctrica alimentada por fuentes intermitentes como la energía eólica y la solar. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha calculado que para que el sector energético se descarbonice completamente, se tendrán que desplegar 310 gigavatios adicionales de almacenaje energético conectado a la red en Estados Unidos, China y la India. En 2014, según GTM Research, Estados Unidos desplegó menos de 100 megavatios de almacenaje energética a escala de red. Los despliegues totales en la región asiático-pacífico – los mercados energéticos de más rápida expansión del mundo – sólo llegarán a los 37 gigavatios a lo largo de los próximos 10 años, según Navigant Research.

Este año han tenido lugar importantes avances en la fabricación de baterías de iones de litio de alta capacidad y bajo coste y unos progresos hacia nuevas sustancias químicas que ofrecen un rendimiento aún mayor a costes más bajos (ver "Innovar con materiales no es como crear 'apps', requiere una gran cantidad de capital"). Pero el almacenaje energético eficaz a escala de red sigue resultando demasiado caro a plazo corto.

Como declaró un grupo de científicos liderado por James Hansen, el antiguo empleado de la NASA, en un comunicado publicado antes del comienzo de la cumbre de París, "no existe ningún camino creíble hacia la estabilización climática que no incluya un papel importante para la energía nuclear".

Según la AIE, la capacidad nuclear mundial ha de aumentarse en más de un 200% para el año 2050 para lograr el objetivo de los 2°C. Y en muchos sentidos, las perspectivas de comercializar una avanzada tecnología nuclear, como los compactos reactores de neutrones rápidos y los reactores de sal fundida, nunca han sido más brillantes; el año 2015 trajo la consecución de varios hitos para los desarrolladores de nuevos reactores, incluido una cumbre en octubre en la Casa Blanca en la que el presidente Obama prometió nuevos apoyos para la I+D nuclear y un camino optimizado hacia la obtención de licencias para innovadores diseños de reactor por parte de la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos (ver EEUU estimula el acceso de pequeñas empresas a la investigación nuclear, Empiezan las pruebas del que podría ser el reactor nuclear del futuro y El reactor avanzado, más cerca de hacerse realidad).

Ahora hay casi 50 empresas en Norte América que se dedican al desarrollo de tecnologías de reactor nuclear avanzado, respaldadas por más de 1.300 millones de dólares (unos 1.190 millones de euros) en capital privado, según Third Way, una organización de investigación sin ánimo de lucro radicada en Washington, D.C. (EEUU).

Pero nuevas plantas nucleares siguen resultando más caras que las nuevas plantas de gas natural o incluso los parques solares. Y mientras que hay unos importantes programas de construcción de reactores en curso en China, India y otros países necesitados de capacidad energética, el anunciado renacimiento nuclear se ha visto pospuesto en Estados Unidos por la reticencia de los inversores a financiar nuevos reactores dados los altos costes, pobres retornos, temores públicos y el problema no resuelto de la eliminación de los desechos. Los países del Oeste de Europa están abandonando la energía nuclear, no construyendo nuevos reactores.

Ambas tecnologías representan apuestas seguras en comparación de la captura de carbono. Según la hoja de ruta de la AIE de la captura y el almacenaje de carbono, debemos eliminar y almacenar más de 2.000 millones de toneladas métricas de carbono de las chimeneas de las plantas para el año 2030 para evitar un calentamiento catastrófico, y 7.000 millones de toneladas para el año 2050. Salvo en caso de producirse un importante avance tecnológico actualmente imprevisible, esos objetivos no son alcanzables.

Según el Instituto Global CCS, existen 22 proyectos importantes de captura de carbono en curso en todo el mundo, con la capacidad de secuestrar un total de 40 millones de toneladas métricas al año. Varios proyectos, incluido el proyecto FutureGen de 1.650 millones de dólares (unos 1.510 millones de euros) en Estados Unidos y un proyecto de captura de carbono de 1.000 millones de libras (unos 1.377 millones de euros) del Gobierno de Reino Unido, han sido abandonados. Sencillamente, la tecnología para separar el dióxido de carbono de las emisiones de las plantas energéticas – por no mencionar la infraestructura de transporte y almacenaje subterráneo – resulta demasiada cara y torpe para desplegarla comercialmente. Mientras que se están produciendo algunas investigaciones intrigantes, no existen perspectivas en el horizonte próximo de conseguir que sea rentable.

Igualmente fantásticas son las visiones de "reforestación" – la plantación de extensos bosques para eliminar gases de efecto invernadero de la atmósfera. El científico climático australiano y autor Tim Flannery ha calculado que requeriría un bosque cuatro veces el tamaño del continente de Australia para conseguir hacer incluso una pequeña mella en el nivel atmosférico de carbono. En su informe de emisiones de 2014, el Panel de Naciones Unidas para el Medio Ambiente llegó a una conclusión similar: "En teoría, la absorción de carbono o las negativas emisiones netas podrían lograrse mediante una reforestación extensiva y el crecimiento de los bosques, o por planes que combinen el uso de bioenergías con la captura y el almacenaje de carbono. Pero la viabilidad de tales planes a gran escala sigue siendo incierta".

Eso significa que cualquier acuerdo climático internacional basado en estas tecnologías resultará incierto cuanto mejor. Es totalmente razonable esperar que se produzcan unos rápidos avances en el almacenamiento energético y la energía nuclear durante las próximas décadas. Pero si dependemos de la captura de carbono de plantas energéticas y eliminarlo de la atmósfera para lograr nuestros objetivos climáticos, esas esperanzas probablemente se verán defraudadas.

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