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Cambio Climático

El miedo a otro Chernóbil impide el apoyo nuclear contra el cambio climático

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30 años después del accidente, el aumento de la seguridad y los controles aumenta el precio de estas plantas, y las nuevas tecnologías que las harían seguras siguen siendo vistas con recelo

  • por Richard Martin | traducido por Teresa Woods
  • 28 Abril, 2016

Esta semana se cumplen 30 años de la explosión que sacudió la planta nuclear de Chernóbil (Ucrania), dando paso al desastre nuclear más grave de la historia. Ayer, varios residentes han vuelto a la "zona de exclusión" que fue evacuada tras el accidente, y la ciudad de Prípiat y los alrededores se han convertido tanto en una reserva natural como en un destino turístico. Pero los efectos del accidente perduran, y están obstaculizando los esfuerzos por limitar el cambio climático.

La mortalidad real causada por el desastre de Chernóbil sigue siendo motivo de disputa. El estudio más respetado, publicado por Naciones Unidas en 2001, confirmó que 28 trabajadores de la planta y de emergencias (que trabajaron en el emplazamiento durante las horas y los días inmediatamente posteriores al accidente con poco o ningún equipamiento de protección) murieron como resultado directo de la exposición a la radiación. Se cree que han aumentado los casos de cáncer de tiroides infantil entre los niños de la zona, y 15 de ellos fallecieron durante los años después del accidente. Más allá, "no existen pruebas de ningún impacto importante sobre la salud pública relacionado con la radiación ionizante 14 años después del accidente de Chernóbil", concluyó el estudio.

Foto: Los residentes y turistas han empezado a volver a Chernóbil, pero los efectos del accidente aún limitan las previsiones para la energía nuclear. Crédito: Sean Gallup (Getty Images).

Pero el legado negativo de Chernóbil sigue vigente por otras vías. Dicho sencillamente, la industria de la energía nuclear no se ha recuperado nunca del desastre. El largamente anunciado renacimiento nuclear fue aplazado de nuevo después del accidente nuclear de Fukushima (Japón) en 2011,  que causó dos muertes por radiación (ver Cinco años después de Fukushima, la paranoia es peor que la propia radiación). El principal factor es el coste: según la Administración de Información Energética de Estados Unidos, construir una nueva planta nuclear cuesta 5.366 dólares (unos 4.745 euros) por kilovatio de capacidad. Un nuevo parque eólico cuesta tan sólo 1.980 dólares (unos 1.750 euros) por kilovatio, un parque solar cuesta 3.873 dólares (unos 3.423 euros), mientras las plantas de gas natural pueden construirse por tan sólo 912 dólares (unos 806 euros) por kilovatio. La energía nuclear simplemente no puede competir con esos precios.

No todo ese exceso de costes puede ser atribuido a las preocupaciones por los riesgos de un nuevo Chernóbil, pero una proporción importante sí. Las plantas nucleares convencionales requieren gigantes edificios de acero y hormigón, y después del accidente de 1979 de la planta Three Mile Island en Pensilvania (EEUU) y Chernóbil, se reforzaron las medidas de prevención de incendios y las inspecciones, aumentando el coste de las operaciones. Obtener la licencia para una nueva planta nuclear en Estados Unidos es un proceso caro y largo. Los inversores las contemplan con miedo al riesgo, lo que aumenta el coste del capital de las plantas nucleares, y así sucesivamente. (Para un examen profundo de los costes de la energía nuclear, lean este análisis de febrero de Brad Plumer de Vox).

Nuevos diseños de reactores avanzados podrían hacer que los accidentes nucleares sean físicamente imposibles y reducir estos costes hasta quedarse por debajo de la energía solar y cerca del gas natural (ver La industria nuclear de EEUU sufre una guerra entre reguladores y empresas). Pero el fantasma de Chernóbil hace que ganar la aprobación necesaria para estas tecnologías, no sólo por parte de los reguladores sino también de grupos medioambientales y del público general, resulte muy difícil. Muchos científicos y políticos han concluido que lograr las reducciones de emisiones objetivas del acuerdo climático de París (Francia) será imposible sin un dramático aumento de la energía nuclear. Tres décadas después, Chernóbil aún obstaculiza esos esfuerzos. 

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