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Tecnología y Sociedad

"Convertimos el futuro en un fetiche y no hablamos sobre cosas igual de importantes"

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La futuróloga Amy Webb pretende democratizar el análisis de los avances tecnológicos para que frenar lo que define como una sorpresa-conmoción continua

  • por Brian Bergstein | traducido por Carmen Rus
  • 03 Enero, 2017

Foto: La consultora tecnológica Amy Webb. Crédito: Shoden | Wikimedia.

La futuróloga y consultora de negocios Amy Webb asegura que, con las preguntas apropiadas, cualquiera puede hacer lo que ella hace: distinguir entre el bombo publicitario y una tendencia real, discernir el camino que tomará la tecnología. En su último libro, The Signals Are Talking: Why Today’s Fringe is Tomorrow’s Mainstream, Webb comparte algunos de sus métodos para analizar el impacto de la innovación. La experta habló con el editor ejecutivo de MIT Technology Review, Brian Bergstein. Parte de esa conversación ha sido resumida y editada a continuación.

¿Por qué escribió este libro? Usted y su empresa cobran por, en cierto modo, predecir el futuro. ¿No está revelando alguno de los secretos de su trabajo?

Mi objetivo es democratizar las habilidades de una futuróloga para que cada vez haya más gente que pueda ver el futuro. Creo que es algo esencial. Estoy preocupada por la dirección en la que estamos avanzando.

No estoy preocupada en el sentido clásico; no soy una de esas personas que cree que los robots con inteligencia artificial van a quedarse con todo el trabajo y destruir la humanidad. Lo que me preocupa es que la tecnología se vuelve cada vez más fantástica y más politizada. Mientras tanto, convertimos el futuro en un fetiche en vez de hablar sobre cosas que son igual de importantes, pero más aburridas.

¿A qué se refiere con convertir el futuro en un fetiche?

Me he detenido a estudiar picos de innovación en el pasado. Hay un ciclo que empieza cada vez que culmina uno de estos picos. Si piensas en el momento en que se inventó la bombilla, te das cuenta de que en un principio irrumpe la novedad en los periódicos y todo el mundo se emociona. A partir de ahí, la historia evoluciona de forma un poco extraña. Ahí nace la ciencia ficción moderna. De repente, existe un gran interés por lo fantástico frente a lo realista. Eso ha pasado con la aparición de la luz [eléctrica], los coches e internet. Ahora, asomados al precipicio de la inteligencia artificial, vuelve a suceder lo mismo. Veo la palabra "futurólogo" escrita en muchas más biografías de Twitter que nunca. Estamos todos muy emocionados, pero no veo a casi nadie trabajar de forma diligente y metódica para dilucidar las implicaciones que conllevarán los avances.

Hablemos de cómo hace para descifrar los efectos de las nuevas tecnologías. En el libro escribe que observa las tendencias en ámbitos aparentemente independientes, pero susceptibles de converger.

Acabo de volver del Centro T.J. Watson de IBM,  donde están todos sus científicos e investigadores, y les he hablado de inteligencia artificial. Ellos viven, respiran, comen y duermen pensando en inteligencia artificial. Uno de los retos de trabajar en un campo tan específico es que en algún momento, si quieres hacer bien tu trabajo, tienes que cerrarte a las distracciones y el ruido procedentes de otros ámbitos. En cierto modo te acostumbras a no prestar atención a cómo se aplica el resultado de tu trabajo en otros sectores. Simplemente buscas que la siguiente fase de tu experimento o investigación salga adelante. No quieres perder el tiempo pensando en cómo una línea de código va a afectar a la salud o a la geopolítica o cualquiera que sea el campo en que se aplique.

[Pero] esa es la forma de pensar que es totalmente ineludible, porque si no lo haces provocas una situación como la que vivimos en marzo cuando Microsoft cogió un proyecto de investigación que tenía en China, un bot conversacional, y lo introdujo tal cual en Estados Unidos. En 24 horas lo tenía divagando y amenazado por Twitter en términos racistas, homófobos y antisemitas. Se trataba de Tay.AI.

Tampoco se puede decir que no se viera venir.

Sí. Deberían haberlo visto venir.

Para encontrar tendencias que pueden converger, dice que se fija en las señales de lo último de lo último, no en los temas que cubre la prensa tecnológica. De acuerdo, pero ¿cómo podemos analizar el resto la vanguardia?

No es que exista una fuente única a la que puedas ir a buscar esos sospechosos desconocidos de la innovación. Se trata más bien de recurrir a una serie de preguntas-guía. Escoge un tema y pregúntate a ti mismo: Vale, ¿a quién conozco que haya estado trabajando de forma directa o indirecta en este nicho? ¿Quién financia el proyecto? ¿Quién apoya el experimento?. A mí siempre me resulta fascinante entrar en la página de la Actividad de Proyectos de Investigación Avanzados de Inteligencia de Estados Unidos (IARPA por sus siglas en inglés). Ellos comparten públicamente sus solicitudes de propuestas. Eso te da una idea del tipo de cosas que tienen en mente. ¿Quién va a verse afectado si esta tecnología triunfa de una manera o de otra? ¿Para quién podría ser un incentivo luchar contra cualquier tipo de cambio en ese ámbito? Como puede que obtengan algo, puede que pierdan algo, ¿quién podría interpretar esta tecnología como un mero punto de partida para algo mayor?  Empieza a hacerte estas preguntas.

Uno de los capítulos del libro trata sobre los biohackers. Estas comunidades de biohackers están por todas partes, y llevan a cabo todo tipo de experimentos, ya sea inyectar etiquetas de identificación por radiofrecuencia bajo la piel o cualquier otra cosa. Mucha gente se reirá de estas personas o pensará que hacen el ridículo, pero una vez más estaría mirándolas a través del filtro de nuestra realidad actual sin pararse a pensar "¿qué es lo que nos espera?"

¿Cuáles son sus predicciones o tendencias favoritas ahora?

Creo que algunas de mis cosas favoritas en el horizonte son interesantes, prometedoras y también terroríficas. Una de ellas es el polvo inteligente. De hecho, vosotros lo habéis tratado en Tech Review. El polvo inteligente es el nombre que reciben esos ordenadores diminutos, más pequeños que una mota de sal o de polvo. En teoría, podrías tener en la palma de la mano, en cualquier momento, 5.000 sensores. Digamos que tienes en la palma de la mano este puñado de polvo y lo lanzas al aire. Pronto nos encontraremos en la era en la que va a ser difícil descubrir si una persona ha sufrido algún tipo de ataque por parte de un pirata informático, algo que resulta descorazonador pero también fascinante.

Leyendo su libro, me acordé de Future Shock de Alvin y Heidi Toffler, publicado en 1970. El libro defendía la idea de que el mundo moderno agobia y desorienta a la gente al crear más cambios de los que puede sortear en un breve espacio de tiempo. ¿Es esto correcto? 

Desafortunadamente, creo que en el año 2016 esa afirmación sigue totalmente vigente. Mi objetivo con este libro y mi objetivo en general es romper ese ciclo de sorpresa y conmoción continua.

Si existe una manera de hacer que el futuro sea algo menos emocionante y un poco más aburrido, nos beneficiaremos todos, porque eso implica que no nos pillen por sorpresa todas las nuevas ideas, que no subestimemos a quienes ya están en la vanguardia. 

Tecnología y Sociedad

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