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Tecnología y Sociedad

¿Qué opinan los rockeros sobre la música gratuita en internet?

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Dos músicos encuentran fallos -y esperanza- en un libro que sugiere cómo pueden ganarse la vida los artistas en la era de Spotify

  • por Aimee Mann And Ted Leo | traducido por Lía Moya
  • 25 Marzo, 2015

Aimee Mann

Aimee Mann: Ted, a ambos nos tocan íntimamente los temas que se debaten en el libro de Cory Doctorow Information Doesn’t Want to Be Free (La información no quiere ser libre, sin traducción al español). Pero tenía muchas dudas a la hora abordarlo. Pensé: "Si voy a leer un montón de sugerencias sobre cómo escribir tuits para conseguir sofás en los que dormir después de los conciertos, me voy a deprimir".  Y de hecho al principio del libro hay un montón de lenguaje que nos suena y que se resume en: "Esos artistas a los que les iba bien con el antiguo sistema ahora tienen problemas, ¡qué pena! ¡Lo siento, faroleros! ¡Qué pena que no hayáis podido seguir en la carrera, miopes!

Ted Leo: A mí me parece frustrante que los artistas no puedan adoptar una postura con distintos matices. Parece que se nos encasilla en el campo de los que están "completamente a favor de la cultura gratuita" o de los que son "completamente antitecnología". Cuando las discográficas o las editoriales se reúnen para firmar acuerdos con los intermediarios (ya sean proveedores de internet, servicios de streaming o tiendas digitales), rara vez, por no decir nunca, se nos invita a la mesa de reuniones y no nos queda más opción que reaccionar ante lo que ya se ha decidido. Como alguien que ama internet pero que espera soluciones más creativas al enfrentamiento "gratis / pagando" que los extremos binarios entre los que parece que nos obligan a elegir, estoy un poco cansado de ese lenguaje. Desanima que un libro que se supone que está escrito con la mejor de las intenciones hacia los artistas empiece con ese lenguaje tan polémico.

Mann: Sí, y yo no me opongo a las soluciones habituales que dicen algo parecido a: "Haz más giras y vende más camisetas", porque es lo que llevamos décadas haciendo. Tampoco estoy en contra de la idea de que los músicos se financien a través del crowdfunding. Me gusta toda la energía creativa que se puede poner en los productos premium, los vídeos, etcétera. Tienes que encontrar la forma de venderte creativamente. Pero la necesidad de subir el volumen constantemente, de crear espectáculo, de pedir atención a gritos en línea, a veces llega a los niveles de los trucos publicitarios de los viejos tiempos, a que todo tenga que ser cada vez más espectacular, algo que no vale para determinados tipos de arte o de artistas.

Leo: Sin duda. Y además no está garantizado que sea eficaz. A mí me conmueve ver a artistas crear intercambios mutuamente beneficiosos con sus seguidores a través del crowdsourcing. Pero también hay que tener en cuenta que en ese modelo en concreto, el interés de los seguidores por la persona y la personalidad del artista impulsa su fidelidad casi tanto como la música. Es alucinante verlo, pero no estoy seguro de que un mercado basado en ese modelo pudiera mantener más de un puñado de éxitos. Así que hay que tener cuidado con decir que eso es el futuro, que es el único camino hacia la sostenibilidad.

Ted Leo

Mann: No existe una solución única para todos. Identificar los problemas de los artistas como universales es un error.  Las circunstancias cambian y los artistas normalmente son las personas más adaptables del mundo.

Leo: El hecho de que ambos nos pusiéramos a la defensiva con el tono del libro desde el principio, es un fallo. Porque cuando Doctorow ahonda después en la historia de las leyes de derechos de autor y los candados digitales, me sentí enganchado y bastante cercano a su valoración de cómo esos candados nos afectan negativamente en términos generales, en términos culturales y sociales.

Mann: ¡Cómo odia los candados digitales! ¡Ni se os ocurra acercar un candado digital a Cory Doctorow!

Leo: Y yo estoy de acuerdo con él. Yo odié la gestión de los derechos digitales de Apple desde el principio. Recuerdo que hice de DJ en la boda de mi hermana y quise reproducir algunas cosas de mi biblioteca desde el iTunes de otra persona y tuve que desautorizar y reautorizar ordenadores y gestionar iPods y discos  duros. Quizá sean problemas del primer mundo, pero no dejan de ser impedimentos frustrantes a la hora de disfrutar de la música. Y lo que probablemente sea más importante, Doctorow me ha abierto los ojos a algunas de las formas más secretas y perversas en que operan los candados digitales.

Mann: Sí. Una de las cosas más aterradoras que me ha enseñado es cómo están incorporados estos candados en nuestras máquinas. Estamos cediendo control y capacidad de elección y permitiendo a nuestros ordenadores que hagan cosas que ni siquiera sabemos.

Quiero retomar lo que decías sobre que el tono inicial del libro es un problema, es que se parece un poco a las notas de un conferenciante o de alguien hablando en una charla TED. Es más una colección de ensayos con un montón de notas al pie, pero cuesta distinguir la línea central.

Leo: Hay pasajes que, si los imagino leídos en voz alta ante un público, suenan mejor que escritos en la página.

Mann: Lo que me hace preguntarme si la dinámica en el mundo de la edición de libros es similar a la del mundo de la música en el sentido de que te dicen: "Haz más giras" y que los autores se encuentran en la posición de tener un modelo de negocio mejor (o al menos complementario) en las tarifas por conferencias que en la venta de ejemplares.

Adelantándome a lo que yo llamaría la tercera sección, en la que finalmente plantea su idea para conseguir que la gente reciba una remuneración por el contenido que crea, me interesó y me sorprendió agradablemente lo a favor que está de los artistas.

Leo: Estoy de acuerdo. Para quienes no lo sepan, en términos generales las asociaciones de derechos de autor (en Estados Unidos ASCAP, BMI, SESAC), gestionan los derechos de una vasta colección de obras musicales y licencian el uso de estos catálogos.

Mann: La licencia coge un porcentaje de los ingresos brutos de una emisora de radio, por ejemplo, y de esa suma reparte royalties a los compositores.

Leo: Y en principio las cosas funcionan de forma parecida con los servicios de streaming, pero es mucho más complicado. Pandora, por ejemplo, opera bajo licencias que pagan tanto a los intérpretes como a los compositores, aunque en una proporción que, al contrario que las licencias de radio, deja a los compositores con la sensación de cobrar de menos. Para complicar las cosas aún más, Pandora también firma acuerdos directos con quienes poseen los derechos de autor (normalmente las discográficas, pero en teoría también con los compositores). Sin embargo, Spotify y YouTube tienen sus propias tarifas que han negociado directamente con las tres grandes discográficas (que además son inversores en Spotify), dejando muchas veces a los artistas y discográficas independientes en una situación de "o lo tomas o lo dejas" que afecta mucho más a sus ingresos. Al mismo tiempo establece un estándar de entrada en el mercado del streaming que es tan alto que muchos innovadores no se lo pueden permitir.

La idea de Doctorow consiste básicamente en que el tipo de licencias que se usan en la radio podrían encajar en el streaming o las descargas por internet, y que se garantice de verdad a los artistas un porcentaje (bastante alto) del reparto. La innovación sería más fácil y los servicios -sobre todo las start-ups- podrían centrarse en ofrecer experiencias mejores en vez de tener que gastar cantidades ingentes de tiempo y dinero negociando con las grandes discográficas y editoriales.

No ha llamado demasiado la atención, pero esta idea lleva tiempo circulando. Jaron Lanier ha escrito sobre su visión de enviar nanopagos a cada creador de contenido que se referencia o usa en cualquier sitio. La versión de Doctorow parece un poco en lo que se quedaría el plan de Lanier una vez pasado por las grandes discográficas, editoriales e intermediarios.

Mann: ¡Ja! Y de hecho este mismo invierno la Oficina de Derechos de Autor de Estados Unidos emitió nuevas recomendaciones justamente sobre esto, sobre cómo actualizar el sistema de licencias de la música para reflejar mejor las nuevas realidades de cómo creamos y vivimos la música. Me gusta como solución creativa que podría promover el arte y la innovación tanto para los recién llegados como para quienes lleven décadas de carrera.

Leo: Sí. Mira, por tonto que suene, sigo siendo un viejo rockero y admirador del futurismo y a mí sigue emocionándome el mantra de Silicon Valley de "Primero rómpelo y luego discúlpate". Entiendo las frustraciones con "el sistema", concretamente los líos legales y los candados digitales, y el espíritu creativo que hace que la gente quiera "romperlos", pero en última instancia es porque somos creadores. Valoro el punto en el que acaba Doctorow en este libro y creo que hay algo bueno en la esperanza de poder centrarse más en "hacer cosas" cuando ya no necesitamos "romper cosas".

Aimee Mann y Ted Leo tocan en un dúo llamado The Both.

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