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Tecnología y Sociedad

BR: ¿Dónde está el dinero para las 'start-ups' energéticas?

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Las empresas energéticas de fase temprana que quieren fabricar hardware o producir combustibles aún se enfrentan a la llamada valle de la muerte que pocos han averiguado cómo cruzar

  • por Mike Orcutt | traducido por Teresa Woods
  • 26 Noviembre, 2015

Foto: Un técnico trabaja en un laboratorio de las instalaciones de demostración de la 'start-up' 1366 Technologies en Bedford, Massachusetts.

Para las tecnológicas start-ups energéticas radicadas en Estados Unidos, mucho ha cambiado a lo largo de los últimos cinco años. Entre 2008 y 2011, los inversores de capital riesgo realizaron unas inversiones récord en empresas que desarrollaban nuevas tecnologías, y el gobierno concedió préstamos con entusiasmo para ayudarlas a comercializar sus productos. Hoy, varios fracasos de empresas de perfil alto después, ese apoyo se ha evaporado en gran parte. En 2014, las inversiones de capital riesgo en las empresas de energías limpias fueron menos de la mitad de lo que fueron en 2011. La búsqueda de financiación resulta especialmente desoladora para las start-ups que busquen fabricar células solares, baterías o biocombustibles, justo los tipos de tecnologías que probablemente necesitaremos para transformar los sistemas energéticas basadas en combustibles fósiles de todo el mundo.

Es posible que el entusiasmo por la energía de finales de la década de 2000 fuera sólo una burbuja de Silicon Valley, sugiere David Berry, un socio principal de Flagship Ventures, una agencia radicada en Cambridge, Massachusetts (EEUU), que lideró inversiones en LS9 (una empresa de biocombustibles adquirida el año pasado por el Renewable Energy Grou) y Joule Unlimited, que está trabajando en la comercialización de un proceso que convierte el dióxido de carbono en combustible. Al igual que otras burbujas de inversión, explica Berry, "había personas que se metían en una industria de la que no sabían nada". En ese momento, el precio del petróleo estaba alto, el gobierno quería estimular el desarrollo de tecnologías bajas en carbono, y existía una preocupación pública al alza sobre las consecuencias medioambientales del uso de los combustibles fósiles. Cuando cayeron los precios de la energía convencional y ese impulso se disipó, muchas empresas que habían estado montadas en la cresta de la ola se quedaron encalladas.

La búsqueda de financiación resulta especialmente desoladora para las 'start-ups' que busquen fabricar células solares, baterías o biocombustibles, justo los tipos de tecnologías que probablemente necesitaremos para transformar los sistemas energéticas basadas en combustibles fósiles de todo el mundo.

Muchas de estas start-ups no tenían modo alguno de recaudar los fondos que requieren los proyectos de fabricación a escala comercial demasiado caros con creces para la mayoría de los inversores de capital riesgo. En la jerga de los inversores de capital riesgo, las empresas se enfrentaban a la mismísima valle impredecible de la muerte – la difícil transición de un avance prometedor hasta un producto comercial a escala masiva. De hecho, aunque Berry cita a Joule como un caso de éxito, su otra empresa energética, LS9, luchó por encontrar el dinero que necesitaba para llegar a la escala comercial y fue adquirida por otra empresa pública y más grande por una cantidad menor de la que había recaudado de sus inversores. La construcción incluso de pequeñas plantas piloto obliga a un gran gasto de capital mucho antes de que se pueda confirmar si el producto resultará viable. El temprano desarrollo de tecnologías, y la construcción de plantas de demostración a escala comercial, pueden llevar muchos años y cientos de millones de dólares.

Foto: Este gráfico muestra el gasto público en labores de I+D como un porcentaje del PIB del año 2013, salvo *en 2011, *en 2012 y ***en 2008.

Las empresas que necesitan desarrollar hardware nuevo o un nuevo tipo de combustible a menudo no consiguen progresar hasta el punto donde generen beneficios a tiempo para satisfacer a los fondos de capital riesgo, de los que generalmente se espera un retorno de inversión dentro de un plazo de siete u ocho años. Incluso si logran escalarse, compiten en industrias con unos márgenes extremadamente pequeños, lo cual desanima aún más a los inversores.

Así que, ¿quién proporciona el capital requerido para construir unas arriesgadas instalaciones de producción o fabricación a gran escala? Otros tipos de inversores pueden resultar más flexibles, como las fundaciones y las familias ricas interesadas en las energías limpias. Un ejemplo de una empresa que ha conseguido una importante inversión por parte de un grupo de inversiones respaldado por una familia adinerada es Ambri, que está desarrollando una novedosa batería de metal líquido para el almacenamiento energético a escala de red.

Los fondos de inversión corporativos que se especializan en energía pueden representar una conexión útil cuando una start-up llegue al punto de escalar su fabricación. Empresas como General Electric (GE), que ahora invierte en más de 30 start-ups energéticas, entienden que competir en mercados energéticos requiere la fabricación de productos a gran escala.

Foto: Este gráfico muestra la evolución de las inversiones energéticas e industriales realizadas en Estados Unidos durante los últimos ocho años.

Los socios industriales han proporcionado unos fondos cruciales para la start-up solar 1366 Technologies y sirven como una valiosa "llamada a la realidad", afirma el fundador y CEO Frank van Mierlo. La empresa, que está desarrollando una manera más barata de fabricar obleas de silicio para las células solares, fue fundada durante la exuberancia de finales de la década de 2000. Ha sobrevivido gracias en parte a la financiación de GE Ventures, y recientemente ha firmado un acuerdo estratégico a largo plazo con Hanwha Q-Cells de Corea del Sur, un importante fabricante de placas solares. La empresa también ha recaudado fondos fuera de Estados Unidos; una ronda de financiación realizada en abril fue liderada por una empresa china de capital riesgo.

Throop Wilder, el CEO de la start-up de baterías de iones de litio de fase temprana 24M, dice que él y sus compañeros han entendido desde un inicio que "no pueden construir grandes plantas". En lugar de ello, 24M, que afirma poder reducir significativamente el coste de fabricar las baterías, está empleando un enfoque modular que permitirá a la empresa construir pequeñas fábricas por decenas de millones de dólares en lugar de cientos de millones.

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