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Cambio Climático

China sigue inmersa en su propia crisis del carbón

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El país ha completado la primera fase de limpieza de fábricas, pero ahora le toca la segunda, la más complicada

  • por Richard Martin | traducido por Teresa Woods
  • 28 Mayo, 2015

William Latta visitó China por primera vez con la intención de adquirir empresas para el gigante de la industria energética francesa Alstom. En lugar de eso, acabó creando empresas nuevas. "Sabía que se iba a crear un mercado medioambiental", dice Latta. "Creía que podríamos abordar el problema de contaminación ambiental en China, y crear un negocio rentable al mismo tiempo".

La empresa fundada por Latta, LP Amina, utiliza derivados del amoníaco llamados aminas para reducir la contaminación procedente de las chimeneas de las plantas de carbón, en especial el óxido de azufre y el óxido de nitrógeno. LP Amina se unió a un grupo de empresas que en la primera década de este siglo embarcaron en un programa crítico para el futuro de nuestro planeta: limpiar la industria del carbón, tan enorme y contaminante, en China.

Supone una tarea tan monumental como urgente. China es el mayor productor de carbón y también el país que más consume este recurso natural, quemando cada año la misma cantidad de carbón que el resto los países del mundo juntos. Según un estudio publicado recientemente por la revista médica The Lancet, en China mueren 1,2 millones de personas al año de forma prematura por culpa de la contaminación ambiental. Este fenómeno puede convertir a ciudades como Pekín y Shanghái en prácticamente inhabitables, y las gigantes minas de carbón del interior del país han arrasado con millones de kilómetros.

Foto: Un camion cargado de carbon circulaba por Pekín el año pasado.

Pero esto no es nuevo. Lo que no se suele comprender, al menos en occidente, es que empresas como LP Amina están teniendo éxito, y el impulso del Gobierno de controlar la contaminación ambiental proveniente de las plantas de carbón está haciendo progresos. Los niveles de contaminación de muchas de las principales ciudades de China cayeron entre el 2013 y el 2014, según Greenpeace, y se redujeron otro tercio durante el primer cuatrimestre del 2015. El índice de PM 2,5, las mortíferas partículas en suspensión que contribuyen al desarrollo de la enfisema y otras enfermedades respiratorias, se redujo en un 31% en la provincia de Hebei, que incluye el área metropolitano de Pekín, según cifras gubernamentales facilitados por el grupo medioambiental.

Los cielos de Pekín, Shanghái y Shénzen – megaciudades costeras que son las principales afectadas por la niebla tóxica – no se ven exactamente azules, pero se están volviendo menos grises. LP Amina y sus competidores se están convirtiendo en víctimas de su propio éxito. "Definitivamente nuestro negocio se ha ralentizado – el año que viene nuestro tamaño será la mitad de lo que fue el año pasado", dice Latta.

En gran parte, las mejoras se deben a la mano dura aplicada por el Gobierno para controlar el uso de carbón para calentar las casas y el cierre de pequeñas plantas contaminantes, ubicadas en las proximidades de ciudades principales, que funcionaban a carbón. También han contribuido el despliegue de depuradores industriales y otras tecnologías anti-contaminantes, cuyo uso en occidente es una práctica estándar desde hace mucho tiempo. Según algunas estimaciones, cerca del 90% de las plantas de carbón de China ya disponen de controles básicos de contaminación. "En lo que a gases de combustión se refiere, para el año 2020 China estará al mismo nivel de cumplimiento que EEUU y Europa", afirma Latta.

Esto supone un logro medioambiental importantísimo, uno que no ha recibido la atención que merece por parte de los medios occidentales. Pero deja tras de sí un reto más profundo: los gases de efecto invernadero, que no se pueden controlar mediante el uso de depuradoras y otras tecnologías disponibles para el control de contaminación. Si pensamos en todo lo que se ha hecho desde el 2013 como la primera fase de la gran limpieza china del carbón, entonces ahora nos encontramos en la fase 2: la conversión de carbón en gas natural sintético, llamado gas de síntesis. China tendrá que dar algunos pasos complicados para seguir reduciendo los niveles de contaminación, como la implantación de captura de carbón y reducir el uso de carbón significativamente.

"La gran pregunta ahora es: ¿qué pasa con el CO2?", pregunta Latta.

El auge de carbón-a-gas

La importancia de esta cuestión queda claro al visitar la industria del carbón en la provincia de Shanxi, al norte de China cerca de la frontera con Mongolia Interior, como hice yo en 2014 como parte de la investigación para mi libro Guerras de Carbón. Allí, junto a los vestigios de la Gran Muralla China, cientos de pequeñas y contaminantes minas de carbón aún abastecen a fábricas que expulsan millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera cada año. Poco ha hecho el programa gubernamental de cierre de plantas de carbón al este del país, cerca de la costa, acerca de las plantas que se encuentran en el interior. De hecho, la industria del carbón de las zonas al oeste y norte del país se preparan para una expansión dramática a lo largo de la próxima década, según el más reciente plan a cinco años.

Una imagen de satélite de la nieble tóxica sobre el norte de China en diciembre de 2013

De la limpieza del carbón en China, los años comprendidos entre principios de la década de 2000 hasta aproximadamente 2012 corresponden al período de desulfurización – para limitar la liberación de contaminantes convencionales y PM 2,5, la sustancia que mata a personas de forma directa. Ahora nos encontramos en la era de la gasificación.

Esto se refiere al proceso de convertir el carbón sólido en gas de síntesis, también llamado singas, que está compuesto de hidrógeno, monóxido de carbono y dióxido de carbono. El singas se puede quemar para generar energía o se puede convertir en productos petroquímicos. Lo realmente prometedor, desde el punto de vista medioambiental, es que el carbono se captura antes de procesar el gas, aunque no suponga una práctica común en las plantas existentes de singas.

La tecnología del singas no es nueva – durante la Segunda Guerra Mundial los Nazis, aislados de sus suministros de petróleo, fabricaron combustible en forma líquida del carbón mediante el singas para abastecer sus tanques y todoterrenos - pero la gasificación ahora se ve como el camino inmediato para la asediada industria china del carbón. El Gobierno chino ha anunciado planes para construir docenas de plantas por Mongolia Interior y las provincias de Shanxi y Sinkiang; se espera que suministren combustible líquido para vehículos y etileno para plantas petroquímicas, entre otros productos. Según la Administración Nacional de Energía, la producción alcanzará los 50.000 millones de metros cúbicos de singas para el año 2020. Esto equivale a 25 veces la producción total del 2014.

El apoyo del Gobierno, junto con la demanda creciente de los derivados del singas, impulsaron una especie de "fiebre de la tierra" a partir del 2005, liderada por grandes empresas de propiedad del Gobierno que iniciaron obras caras y diseñadas de forma apresurada para plantas de carbón-a-gas. Ese boom inicial fue "un fracaso épico", comenta el encargado de Marketing de Producto para la gasificación de GE Power & Water en China, Bobby Wang. Las primeras plantas eran muy contaminantes y producían singas para el cual no había prácticamente mercado, debido sobre todo a la falta de redes de suministro.

Ese frenesí inicial ha dado paso a un enfoque más comedido. Ahora las empresas energéticas chinas, incluidos los principales suministradores de carbón, han formado empresas conjuntas en alianza con GE y otras empresas estadounidenses como LP Amina, Synthesis Energy Solutions y Summit Power para construir plantas económicamente rentables con la intención de suministrar singas para la generación de energía, productos petroquímicas, calefacción para procesos industriales, y más.

Algún día los calentadores de agua empleados en estas plantas para la generación de energía utilizarán tecnologías de gasificación integrada en ciclo combinado (GICC), el método más eficiente de gasificar y quemar carbón. Una vez que estos gasificadores de última generación se emplean para "liberar hidrocarburos" del carbón, dice el CEO de Summit Power de Seattle, Jason Crew, "se podrán conseguir toda clase de cosas, incluida la limpieza del carbón".

Sin embargo, muchas de las plantas de carbón-a-gas que se distribuirán a lo largo de las provincias del norte y oeste quemarán lignito, el carbón de baja calidad y color marrón que abunda en China y el sudoeste de Asia – que para los ecologistas es precisamente el tipo de combustible contaminante y poco productivo en términos energéticos que deberíamos dejar enterrado. Y los beneficios medioambientales de la gasificación de carbón se cuestionan: según un informe de Greenpeace que examinó el ciclo de vida completo de la gasificación desde minería hasta su consumo uso final, el programa chino de carbón-a-gas podría añadir millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera durante la próxima década, lo que podría hacer de las metas de reducción de carbono detalladas en el acuerdo de noviembre de 2014 sobre el cambio climático entre Barack Obama y el presidente Xi Jinping algo casi inalcanzable.

No obstante una multitud de proyectos binacionales de I+D y demostración intentan conseguir que las plantas de carbón-a-gas emitan menos carbono.

Foto: El Gobierno chino está empleando mano dura para controlar el uso de carbón para la calefacción doméstica.

Uno de estos proyectos está diseñado no para Mongolia Interior, sino para los campos petrolíferos del oeste de Tejas (EEUU). Con el apoyo de una beca de 450 millones de dólares (unos 413 millones de euros) concedida por la Iniciativa por Energía Limpia de Carbón del Departamento de Energía de EEUU, el Projecto para la Energía Limpia en Tejas combinaría una planta GICC de 400 megavatios de potencia con una instalación que produzca urea para fertilizante, más un sistema de captura de carbono que capturaría el 90% del óxido de carbono generado (unos dos millones de toneladas al año) y lo utilizaría para la extracción de crudo de los pozos petrolíferos de la Cuenca Pérmica. Junto con Summit Power, colaboran empresas como Siemens, CH2M Hill y la unidad de ingeniería y construcción del gigante energético, propiedad del Gobierno, China National Petroleum Corporation. Con costes proyectados en más de 1.700 millones de dólares (unos 1.600 millones de euros), el proyecto de Tejas sería la planta de carbón más avanzada jamás construida.

"Lo novedoso de lo que estamos haciendo es el hecho de que la captura de carbono es un derivado del propio proceso – en esencia se consigue gratis", comenta Latta.

Es un escenario de color rosa, y probablemente aún faltan décadas para verlo realizado. De hecho la mayoría de los proyectos de captura de carbono en plantas de carbón se han atascado o incluso abandonado. GreenGen, un prototipo aclamado de GICC en Tianjín que se concibió como la primera planta de captura de carbono a gran escala, se ha visto plagado de demoras a lo largo de sus 10 años, y recientemente se recortó el alcance del proyecto. Aunque resulte exitoso el proyecto de Tejas, sólo supondrá un modelo viable en unas pocas localidades donde hay demanda de carbono capturado. Y como pronto el prototipo de la planta no se completará hasta el 2018. Finalmente, la manera más plausible de que China consiga seguir haciendo progresos hacia el control de la contaminación puede que sea, simplemente, quemar menos carbón.

Giro inesperado

En Estados Unidos, la parte de energía generada correspondiente al carbón ha caído por debajo del 40% y se espera que siga bajando debido a la abundancia de gas natural barata. La perspectiva de una reducción similar en China parecía, hasta hace poco, remota.

Sorprendentemente, gracias a una economía ralentizada, el cambio hacia industrias menos dependientes de la energía, y la mano dura aplicada a los que quemen carbón sin licencia, el consumo de carbón en China cayó casi un 2% en 2014 según el Instituto para la Economía Energética y Análisis Financiera, mientras la economía creció en un 7,4% - la primera caída de este tipo desde hace décadas. Un informe publicado por Greenpeace en mayo concluyó que el consumo de carbón bajo en un 8% durante los primeros cuatro meses del 2015 comparado con el mismo período del año anterior. Si esta tendencia se mantuviera a lo largo del año, representaría "la mayor reducción de consumo de carbón y CO2 interanual de cualquier país". Como demuestra la revolución en EEUU del gas de lutita, oscilaciones dramáticas en el consumo de energía pueden producirse de manera repentina e inesperada. Puede que destinar miles de millones en plantas de carbón caras, futuristas y limpias a los historiadores energéticos del futuro les parezca un despilfarro.

"El argumento que siempre utiliza la industria del carbón es dibujar una imagen donde el carbón es clave para el crecimiento económico", dice el director de la campaña Más Allá del Carbón de Sierra Club, Bruce Nilles. "Antes decían eso de Estados Unidos, y ahora las cosas van rápidamente en la otra dirección. Ahora su último recurso es intentar crear la percepción de que es inevitable que se siga consumiendo carbón en países en desarrollo como China. Pero se basa en premisas falsas".

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