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Cambio Climático

Cinco años después de Fukushima, la paranoia es peor que la propia radiación

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Mientras que cientos murieron durante la evacuación, nadie ha fallecido a causa de la exposición a la radiación. Los cánceres de tiroides han aumentado, pero por la epidemia de diagnósticos

  • por Richard Martin | traducido por Teresa Woods
  • 11 Marzo, 2016

El accidente de la planta nuclear Fukushima I (Japón) comenzó el 11 de marzo de 2011, desarraigó a miles de japoneses, retrasó la industria de energía nuclear mundial más de una década y provocó un aluvión de compras de yoduro de potasio (del cual se dice ayuda a prevenir el cáncer de tiroides). 

Esas son las conclusiones del Informe sobre el Accidente de Fukushima Daiichi de seis volúmenes publicado en agosto de 2015 por el Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés). Unas 1.600 personas murieron durante la evacuación de los alrededores, muchas de ellas pacientes de hospital y residentes de tercera edad y enfermos. Eso parece sugerir que la respuesta al accidente resultó más mortal que el propio accidente.

Un informe de Greenpeace publicado esta semana, Cicatrices nucleares: Las herencias longevas de Chernóbil y Fukushima, adopta una perspectiva más dura al afirmar que "las consecuencias sanitarias de las catástrofes de Chernóbil y Fukushima son extensas". Pero el informe se centra sobre todo en Chernóbil, y señala que los efectos principales de Fukushima fueron "trastornos mentales como la depresión, ansiedad y el síndrome de estrés postraumático". Dicho de otra manera: el miedo y el pánico generados por el accidente (más la pérdida de hogares y medios de sustento) fueron más peligrosos que la radiación.

Foto: Unos trabajadores de TEPCO inspeccionan el reactor 3 de Fukushima Daiichi en 2011. Crédito:  Giovanni Verlini (IAEA).

Sin ninguna duda, los diagnósticos de cáncer de tiroides han aumentado entre los niños expuestos a la radiación de Fukushima; pero con casi total seguridad se debe al aumento de los cribados practicados, como detalla este análisis de Wired. El mayor número de cribados dio paso a un mayor índice de detección, que resultó en "una epidemia de diagnósticos", según H. Gilbert Welch, un profesor de medicina del Instituto Dartmouth para las Políticas Sanitarias y Prácticas Clínicas.

Un efecto del accidente a largo plazo ha sido el giro potencialmente catastrófico de la política energética de Japón. Todos los reactores nucleares japoneses fueron clausurados a raíz de Fukushima, y aunque el Gobierno del primer ministro, Shinzo Abe, propone reabrir determinadas plantas, existe una oposición pública generalizada. El resultado: Japón ahora tiene planes de construir hasta 47 nuevas plantas de carbón durante los próximos años, lo que eliminaría cualquier posibilidad de cumplir con las reducciones de emisiones objetivas del país plasmados en el acuerdo climático de París.

De llegar a construirse, los efectos sanitarios y medioambientales de esas plantas superarán con creces los daños del propio accidente nuclear.

(Lean más: Wired, Japan Times, New York Times, “Going Nuclear: The Global Power Picture”)

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