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Bob O'Connor

Tecnología y Sociedad

Confesiones de la ingeniera que destruyó puestos de trabajo sin querer

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En mis prácticas de verano debía agilizar un proceso de fabricación. Y lo conseguí, pero mi éxito le costó el empleo a un trabajador que llevaba 34 años en la empresa. El mejor consejo que puedo dar a quien se dedique a automatizar tareas es hablar con la gente que quedará obsoleta

  • por Erin Winick | traducido por Mariana Díaz
  • 29 Junio, 2018

Cuando empecé mis prácticas de ingeniería en verano, esperaba poder hacer cosas como actualizar viejos modelos en 3D, diseñar nuevas piezas y aprender los pormenores de cómo funciona una empresa. Lo que no esperaba es que mi trabajo me enseñara a hacer cosas que destruirían los empleos de mis compañeros.

Hice las prácticas el verano posterior a mi segundo año de universidad, en una compañía al sur de California (EE. UU.). Cuando empecé, mi responsable me pidió que utilizara la impresión 3D para agilizar un complicado proceso de fabricación de moldes. La impresión 3D me ha obsesionado durante mucho, así que estaba encantada de poder introducirla en el negocio.

Primero tuve que analizar el proceso de fabricación de moldes que usaba la compañía. Después busqué al hombre que lo diseñó (acordamos no usar su nombre real, así que lo llamaré Gary). Él era el único que sabía los costes, las dimensiones y por qué estos moldes se fabricaban de esa forma. El proyecto no funcionaría sin él.

Mientras describía el proceso y su papel en él, me di cuenta de que hacer moldes era responsabilidad exclusiva de Gary. Pasó más de 30 años perfeccionando las herramientas y las piezas. Si mi proyecto tenía éxito, el trabajo de Gary quedaría obsoleto.

Al principio fue muy amable conmigo y estaba ansioso por compartir la información. Pero cuando le expliqué los objetivos de mi proyecto, su tono cambió. Aunque después de quejarse un poco de nuestros jefes y la compañía, Gary seguía dispuesto a hablar conmigo.

Durante mis prácticas, construimos una especie de relación. Yo hacía preguntas, él respondía. Durante la mayor parte de las conversaciones, yo sonreía y asentía, actuaba como una caja de resonancia. Tenía la sensación de que yo era una de las pocas personas a las que les importaba lo que él tenía que decir. Como ambos sabíamos que mi proyecto podía costarle el trabajo, sentí que al menos le debía esa atención.

"En la historia de una sociedad en guerra entre robots y humanos, probablemente estoy en el bando de los malos".

Cada vez que hablábamos, me acercaba un poco más a completar un producto que funcionara, lo que aumentaba mi ansiedad sobre decirle cómo iban las cosas. Sentía que al hacerlo, le estaba dejando saber lo cerca que estaba de perder su trabajo. Algunas veces sugerí que se formara de nuevo para aprender a operar la impresora 3D. Pero a él no le convencía la idea, no creía que la empresa estuviera dispuesta a invertir en un trabajador de su edad.

A finales del verano, construí un prototipo viable. Organicé una demostración para mis jefes e invité a Gary. Los superiores elogiaron mi creación y hablaron abiertamente del dinero que posiblemente ahorrarían. Pero parecía siniestro alardear de mi trabajo frente al hombre cuyo empleo amenazaba. Estaba orgullosa de lo que había hecho, pero sabía cuáles serían las consecuencias si decidían usarlo.

Mis prácticas terminaron y nunca supe qué pasó después. En ese momento, estaba feliz de aceptar la ignorancia. Dejé los dilemas morales sobre las consecuencias de la innovación tecnológica para los ejecutivos.

Pero seguía preguntándome qué le había pasado a Gary. Así que a principios de este año, me puse en contacto con él para descubrirlo.

La compañía había usado mi proyecto. Lo mejoraron hasta que estuvo listo para llegar a la fábrica. Cuando lo hizo, Gary fue asignado a una nueva área. Sin embargo, no estaba contento con su nuevo papel y con el negocio en general. Después de trabajar 34 años en la compañía, dejó su empleo. Aunque no le despidieron, mi proyecto provocó que perdiera su trabajo.

En la historia de una sociedad en guerra entre robots y humanos, probablemente estoy en el bando de los malos. Pero la dualidad humano versus robot no siempre equivale a bueno versus malo. La automatización crea nuevos roles. Los humanos serán los que instalen y fabriquen a nuestros nuevos compañeros de trabajo robóticos. Según la Federación Internacional de Robótica, la proporción mundial de robots frente a empleados humanos es de 74 para cada 10.000, y este número va en aumento. La fuerza laboral robótica creció un 9 % en Asia en 2017, con 631 robots por cada 10.000 empleados en Corea del Sur. Sin embargo, para 2030, según las predicciones de McKinsey, la inversión en tecnología creará de 20 a 50 millones nuevos puestos de trabajo, algunos de los cuales se dedicarán a introducir tecnología y herramientas como esos robots en los lugares de trabajo.

Si usted también se dedica a automatizar tareas (o algún día lo hace), este es mi consejo: hable con las personas cuyos trabajos está automatizando. Va a ser incómodo, pero probablemente quieran contarle su punto de vista. Ignorarles puede reforzar la idea de nosotros contra ellos y fomentar la mala comunicación. Cuando hablé con Gary para escribir este artículo, me dijo que, después de que me fuera, la compañía había adoptado "una postura muy agresiva contra [él] y otros empleados en puestos similares". El veterano me contó: "Asumí, erróneamente, que tendría la oportunidad de seguir la evolución del proceso".

Aunque es cierto que destruí el empleo de Gary, mi impresora 3D también creó nuevas oportunidades en la empresa para los trabajadores que sí sabían cómo manejar las nuevas máquinas. Gary dijo que esta fue una de sus mayores conclusiones: "Aprendí que uno no puede permitirse ponerse cómodo. Debe mantenerse al día con los nuevos procesos y tecnologías, incluso si eso significa hacerlo en su propio tiempo y con sus propios gastos".

Volver a hablar con él fue una experiencia catártica pero extraña. Gary dijo que estaba sorprendido (positivamente) de saber de mí. Se mudó de estado y ahora está trabajando en atención al cliente. Le pregunté cuál fue su reacción inicial cuando lo contacté por el proyecto que hice hace años. Respondió: "Estaba emocionado de encontrar a alguien dispuesto a discutir lo que estaba sucediendo. La 'posición oficial' de la compañía fue que no hubo ningún intento de cambiar cómo se estaban haciendo las cosas".

Esta conversación probablemente fue incómoda para ambos, pero también necesaria. Las personas son una parte crucial del proceso de automatización. Los robots no tomarán el control sin nosotros.

Tecnología y Sociedad

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