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Emily Haasch

Tecnología y Sociedad

El lado oscuro del uso de dispositivos tecnológicos en las aulas

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Aunque la mayoría de educadores apoya su uso en EE. UU., varios estudios demuestran un impacto negativo en los resultados de los estudiantes. De hecho, las tabletas pueden disminuir su motivación o eliminar el aspecto colaborativo del aprendizaje. Y los alumnos con menos recursos son los más perjudicados

  • por Natalie Wexler | traducido por Ana Milutinovic
  • 21 Enero, 2020

En una clase de primer grado que visité hace unos años, la mayoría de niños de seis años usaban iPad y ordenadores. Estaban resolviendo de forma independiente problemas matemáticos supuestamente adaptados a sus habilidades, mientras el maestro trabajaba de forma separada con un pequeño grupo. Vi cómo un niño, a quien llamaré Kevin, miraba una pantalla de iPad que le pedía "sumar 8 y 3." El pequeño lector, con dificultades (como casi todos sus compañeros de clase), presionó el botón "Escuchar". Pero aun así no intentó dar una respuesta.

"¿Sabes lo que significa sumar?", le pregunté. Al descubrir que no lo sabía, le expliqué que eso significaba "añadir". Satisfecho de haber mostrado a Kevin el camino hacia el éxito, pasé a observar a otros alumnos y descubrí que sus iPad mostraban frases como: 'Redondea 119 a la decena más próxima' y 'Calcula el área del siguiente triángulo en unidades cuadradas'Si Kevin no entendía lo que significaba sumar, ¿los otros niños entendían palabras como "redondear" y "área", sin mencionar las "unidades cuadradas"? 

Después, vi a un niño mirando fijamente la pantalla de su ordenador, que mostraba la pregunta "¿Qué número va a antes que el 84?" El niño escuchó las instrucciones e intentó con el 85, luego con el 86 y después con el 87 mientras recibía mensajes de error. Pensé que el problema era que se trataba de números muy grandes y le pregunté qué número era anterior al cuatro. "¿Cinco?", estimó. Me di cuenta de que no entendía lo que significaba la palabra "antes"Cuando se lo expliqué, inmediatamente hizo clic en el número 83.

Regresé donde estaba Kevin para comprobar si había podido sumar 8 y 3. Pero descubrí que estaba dibujando con el dedo unas líneas rosas brillantes en su iPad, una de las numerosas distracciones del artilugio.

"¿Puedes responder a la pregunta?"

"No quiero", suspiró. "¿Puedo jugar a un juego?"

El colegio de Kevin y de sus compañeros de clase, ubicado en un barrio pobre de Washington D.C. (EE. UU.), se enorgullece de su política educativa "one-to-one"(individual): la práctica cada vez más popular de dar a cada niño un dispositivo digital, en este caso un iPad. "Como la tecnología continúa transformando y mejorando nuestro mundo, creemos que los alumnos de bajos ingresos no deben quedarse atrás", explica el colegio en su página web.

La brecha que acentúan las tabletas

Las escuelas de todo EE. UU. se han subido al tren de la tecnología educativa en los últimos años, con el apoyo de filántropos tecnófilos como Bill Gates y Mark Zuckerberg. Como las estrategias de reforma educativa más antiguas no han dado sus frutos, por ejemplo, la elección de la escuela y los intentos de mejorar la calidad de los docentes, los educadores han depositado sus esperanzas en la idea de que el software pedagógico y los tutoriales y juegos online podrían ayudar a reducir la enorme brecha en la calificación de los exámenes entre los alumnos en la parte superior de la escala socioeconómica y los del nivel más bajo. El reciente informe Gallup descubrió que el 89 % de los alumnos en Estados Unidos (del tercer al duodécimo grado) afirman que usan herramientas de aprendizaje digital en la escuela unos días a la semana.

El informe Gallup también constató un entusiasmo casi universal por la tecnología por parte de los educadores. Entre los administradores y directores, el 96 % apoya total o parcialmente "el mayor uso de herramientas de aprendizaje digital en su escuela", con casi el mismo apoyo (85 %) de los docentes. Pero no está claro que este fervor se base en las pruebas. Cuando se les preguntó si "había mucha información disponible sobre la eficacia" de las herramientas digitales que usaban, solo el 18 % de los administradores respondió que sí, junto con aproximadamente una cuarta parte de los profesores y directores. Otra cuarta parte de los profesores afirmó que tenían poca o ninguna información sobre ello.

De hecho, las pruebas son ambiguas en el mejor de los casos. Algunos estudios han descubierto efectos positivos, al menos cuando se trata del uso moderado del ordenador, especialmente en matemáticas. Pero gran parte de los datos muestran un impacto negativo en varios niveles. Un estudio de millones de alumnos de secundaria en los 36 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) concluyó que aquellos que usaban ordenadores en gran medida en la escuela "tenían bastante peores resultados en la mayoría de los niveles de aprendizaje, incluso después de considerar su ámbito social y la demografía de los alumnos". Según otros estudios, los estudiantes universitarios en EE. UU. que usaban ordenadores portátiles o dispositivos digitales en sus clases tenían peores resultados en los exámenes. Los alumnos de octavo grado que dieron Álgebra I online tuvieron peores resultados que los que asistieron en persona a clases de esa asignatura. Los alumnos de cuarto grado que usaron tabletas en todas o casi todas sus clases tuvieron, de media, 14 puntos menos de lectura que aquellos que nunca las usaron, una diferencia equivalente a un nivel de grado completo. En algunos estados, la brecha fue significativamente mayor.

Un informe de 2019 del Centro Nacional de Políticas Educativas de la Universidad de Colorado (EE. UU.) sobre el aprendizaje personalizado, un término poco definido que es en gran parte sinónimo de la tecnología educativa, mostró una condena contundente. Descubrió "suposiciones educativas cuestionables incorporadas en programas influyentes, intereses propios de la industria tecnológica, serias amenazas a la privacidad de los alumnos y falta de apoyo a la investigación".

A juzgar por las pruebas, los alumnos más vulnerables pueden ser los más perjudicados por una gran dosis de tecnología o, en el mejor de los casos, simplemente no les ayuda. El estudio de la OCDE determinó que "la tecnología es de poca ayuda para reducir la diferencia de las habilidades entre los alumnos aventajados y los desfavorecidos". En EE. UU., la brecha en la puntuación de las pruebas entre los alumnos que usan tecnología con frecuencia y aquellos que no la usan es mayor en el caso de las familias de bajos ingresos. 

Se ha descubierto un efecto similar para los cursos flipped (invertidos), en los que los alumnos reciben lecciones en casa a través de la tecnología y usan el tiempo de clase presencial para el debate y la resolución de problemas. Una clase de matemática invertida en la universidad resultó mejor a corto plazo para los estudiantes blancos, varones y aquellos que ya eran buenos en matemáticas. Otros no vieron tantos beneficios y como resultado las brechas de rendimiento se ampliaron.

Los estudiantes universitarios que usaban ordenadores portátiles o dispositivos digitales en sus clases tenían peores resultados en los exámenes. Los alumnos de octavo grado que dieron Álgebra I 'online' tuvieron peores resultados que los que asistieron en persona a clases de esa asignatura

Aún más preocupante resulta el hecho de que existen pruebas de que los alumnos vulnerables pasan más tiempo con los dispositivos digitales que sus compañeros más privilegiados. Los alumnos de instituto en los cuestionables cursos de "recuperación de crédito" online tienen desproporcionadamente más habilidades de ser pobres o miembros de grupos minoritarios (o ambos). Las "virtuales" escuelas charter, que ofrecen clases online y generalmente provocan pésimos resultados, suelen matricular a estudiantes que tienen dificultades. Una red nacional de escuelas charter llamada Rocketship Public Schools, dirigida a las comunidades de bajos ingresos, ese basa en gran medida en tecnología e incluso los niños en guardería pasan de 80 a 100 minutos al día frente a las pantallas. Un estudio descubrió que en las escuelas que atienden poblaciones relativamente ricas, el 44 % de los alumnos de cuarto grado nunca usaron ordenadores, en comparación con el 34 % de ellos en las áreas más pobres.

Los peligros de depender de la tecnología también son especialmente pronunciados en la alfabetización y en los primeros cursos. Desafortunadamente, a juzgar por mis observaciones en las aulas de las escuelas con un alto nivel de pobreza como la de Kevin, ahí es donde se usan los dispositivos digitales habitualmente. La mayor parte del día de la escuela primaria, tres horas o más en algunas escuelas, se dedican a la lectura y el resto a matemáticas. 

Las asignaturas como estudios sociales y ciencias han desaparecido en gran medida del plan de estudios, especialmente en las escuelas donde la puntuación estandarizada de la lectura y matemáticas es baja. Y el formato de clase estándar consiste en que los alumnos roten a través de los "centros", trabajando cada uno por su cuenta las habilidades de lectura y matemáticas mientras que el maestro se dedica a un grupo pequeño. En las aulas en las que he estado, al menos uno de los centros siempre implica trabajar en un dispositivo digital.

El problema de la distracción

¿Por qué son estos dispositivos tan inútiles para el aprendizaje? Hay varias explicaciones. Cuando los estudiantes leen un texto en una pantalla, se ha demostrado que retienen menos información que cuando lo leen en papel. Otro obstáculo que se menciona con frecuencia es la distracción que provocan los dispositivos, ya sea porque un estudiante universitario revisa su Instagram o un alumno de primer grado como Kevin dibuja líneas rosas brillantes con su dedo. Pero hay razones aun más profundas.

Una es la motivación. Si un maestro le hubiera pedido a Kevin que sumara 8 más 3, en lugar de que lo hiciera un iPad, hay una mayor probabilidad de que le hubiera interesado intentar hacerlo. "Es diferente aprender de una persona cuando existe una relación con ella", afirmó el psicólogo cognitivo Daniel Willingham. "Eso provoca que nos preocupemos un poco más por su opinión y estemos algo más dispuestos a esforzarnos".

Al menos un emprendedor en el campo de la educación está de acuerdo.  El CEO de Amplify, Larry Berger, cuya compañía desarrolla currículos mejorados digitalmente en matemáticas, ciencias y alfabetización desde la guardería hasta octavo grado, considera que, aunque la tecnología es capaz de realizar un trabajo plausible cuando se trata de impartir información, no es tan buena para demostrar la "utilidad social" del conocimiento. "Para eso", explica, "es necesario obtener ese conocimiento en un contexto social con otros niños y con un profesor, e idealmente un profesor que sea un ejemplo de lo que queremos ser algún día".

Eso puede ser un problema en las escuelas que usan relativamente poca tecnología, pero podría ser una dificultad aún mayor en las escuelas como las de la red Rocketship, donde uno o dos monitores mínimamente capacitados supervisan hasta 90 alumnos durante el tiempo del "laboratorio de aprendizaje". Esas escuelas han logrado resultados impresionantes en las pruebas, especialmente en matemáticas, pero una investigación realizada por NPR en 2016 descubrió un ambiente represivo en muchas escuelas de Rocketship. Según algunos padres y profesores, se usó una disciplina severa para mantener a los alumnos centrados en la tarea.

Además de reducir la motivación, la tecnología puede eliminar del aula el aspecto comunitario del aprendizaje. La visión de algunos defensores de la tecnología en la educación consiste en que cada niño debe sentarse frente a una pantalla que ofrece lecciones adaptadas a su nivel de conocimiento e intereses individuales, a menudo sobre temas elegidos por los propios alumnos. Pero una parte vital de la educación es que diferentes niños intercambian sus ideas. Lo percibí a menudo en otra clase de primaria, en gran parte sin tecnología, a la que seguí la pista durante un año escolar. Bajo la guía de su maestro, los alumnos de segundo grado, todos provenientes de familias de bajos ingresos e incluidos muchos que no hablaban inglés en casa, participaban a menudo en los debates sobre temas como si la "naturaleza ambiciosa" de Alejandro Magno era "una inspiración o un defecto".

Permitir que los alumnos elijan los temas de los que aprenderán también puede generar serias lagunas en el conocimiento para los niños que no saben mucho sobre el mundo o incluso para aquellos que sí lo saben. Una escéptica del aprendizaje personalizado destacó: "Si me hubieran permitido elegir mi propio contenido en la escuela primaria, me habría convertido en una experta en princesas y perros".

Por otro lado, existe la dificultad de usar la tecnología para conocer a los alumnos individuales a su nivel real, como demuestra la incapacidad de Kevin de entender la palabra "sumar" y la dificultad de su compañero de clase con "anterior". Se supone que los niños deben realizar "pruebas previas" diseñadas para guiarles hacia un programa que les proporcione el nivel adecuado de desafío. Pero los niños a veces se olvidan de hacerlas. Incluso si las llevan a cabo, el programa puede hacer suposiciones erróneas sobre lo que son capaces de entender. 

En un aula de primer grado en otra escuela, observé a un grupo de alumnos usando un programa de comprensión lectora. La pantalla de una niña mostraba un conjunto aparentemente aleatorio de datos sobre los plátanos, como "la mayoría de los plátanos provienen de la India". Después, apareció una respuesta de opción múltiple. Incapaz de leer la palabra "India", la niña le preguntó a un compañero de clase de dónde provenían los plátanos. "De los árboles", respondió el compañero de clase. Pero esa no era una de las posibles respuestas.

Es más, incluso si la tecnología pudiera ajustarse para coincidir realmente con el nivel de conocimiento de los alumnos o para fomentar el aprendizaje comunitario, existe otro problema fundamental. La tecnología se utiliza principalmente como un sistema de suministro. A lo mejor, en algunas circunstancias, puede proporcionar una enseñanza mejor que un ser humano. Pero si el material que se suministra es defectuoso, inadecuado o se presenta en un orden ilógico, no proporcionará muchos beneficios.

Berger explica que, para la mayoría de lo que se pretende que aprendan los niños, no tenemos un "mapa" que se pueda usar para crear un programa. Con eso quiere decir, según me detalló, que solo en unas pocas áreas hay un conjunto de conceptos claramente definidos y una secuencia determinada a nivel cognitivo de lo que deben aprender. En matemáticas, asegura, "existe una etapa de desarrollo en la que los cerebros están listos para pensar en las partes/en la totalidad, y si intentamos enseñar fracciones antes de que eso suceda, no funcionará". Los conocimientos básicos de la lectura son similares: primero los niños deben aprender a asociar las letras con los sonidos y después pueden aprender a combinar esos sonidos para pronunciar una palabra. Pero, según Berger, en realidad no sabemos qué se debe enseñar o en qué orden sobre casi todo lo demás. 

La tecnología se suele usar, especialmente en las escuelas primarias, en la práctica de las habilidades de comprensión lectora. Incluso en las aulas desprovistas de tecnología, los niños pasan horas cada semana supuestamente aprendiendo cómo "encontrar la idea principal" o "hacer deducciones". El contenido es aleatorio (nubes un día, cebras el siguiente) y se considera relativamente poco importante. Los profesores eligen los libros para leer en voz alta en función de lo que convendría para demostrar los conocimientos aprendidos en esa semana y los alumnos después practican con libros suficientemente fáciles para que los puedan leer de forma independiente. Cuando se usan los ordenadores y tabletas, los programas adoptan el mismo enfoque agnóstico sobre el contenido, centrado en los conocimientos. En un aula, vi a un alumno de primer grado frente a una pantalla que mostraba una variedad de temas que incluían Diwali, comida rápida, lápices de colores y Barack Obama (parece ser que los alumnos no habían realizado la prueba previa y no pudieron leer ninguno de los textos).

Créditos: Para todos los gráficos: a principios de 2019 se realizó una encuesta representativa a 3.210 maestros de escuelas públicas estadounidenses y a 2.696 alumnos. El error de la encuesta es superior al 2 %. Las herramientas de aprendizaje digital se definen como "páginas web, aplicaciones, tutoriales online, juegos online y vídeos o programas utilizados para enseñar y apoyar el aprendizaje y el trabajo escolar de los alumnos".

Pero tal y como como los científicos cognitivos saben desde hace tiempo, el factor más importante en la comprensión de lectura no es generalmente la habilidad aplicable, sino el nivel de conocimiento y el vocabulario que tiene el lector en relación con el tema. En un estudio realizado a finales de la década de 1980, los investigadores dividieron a los alumnos de séptimo y octavo grado en dos grupos, dependiendo de su puntuación en la prueba estandarizada de comprensión de lectura y de lo que sabían sobre béisbol. Luego les dieron a todos un texto sobre béisbol. Cuando los investigadores evaluaron la comprensión de los niños, descubrieron que aquellos que sabían mucho sobre béisbol la hacían bien, independientemente de su puntuación en la prueba de lectura, y los "lectores no tan buenos" que sabían mucho sobre béisbol obtuvieron resultados significativamente mejores que los "buenos lectores" que no sabían tanto sobre este deporte. Ese estudio, que se ha replicado en varios contextos, ofrece pruebas convincentes de que el conocimiento del tema es más importante para la comprensión que las "habilidades".

Eso significa que la forma de desarrollar la comprensión lectora es mediante un plan de estudios con el que los niños pasen al menos un par de semanas con un tema concreto para desarrollar el conocimiento y el vocabulario que lo acompaña. Eso resulta especialmente importante para los niños de familias menos educadas, como Kevin y sus compañeros de clase, donde es poco probable que los niños adquieran mucho conocimiento sofisticado en su hogar, y pueden carecer de vocabulario básico como en el caso de la palabra"anterior".

¿Podría la tecnología ayudar a construir conocimiento? Quizás. Se ha demostrado que el software diseñado sobre los principios de la ciencia cognitiva aumenta la retención e incluso el pensamiento crítico cuando se utiliza en un conjunto concreto de información. A diferencia de la mayoría de compañías de tecnología educativa, Amplify publica currículos variados en contenido tanto para lectura como para ciencia. Pero Berger muestra preocupación por el uso de la tecnología como lo que él llama un "soporte de práctica / memorización / automaticidad".

"El temor que tengo en ese caso", subraya, "es si el aprendizaje se reduce a eso". De nuevo, podemos enfrentarnos de nuevo al problema de la motivación.  

Entonces, ¿qué papel, según Berger, tiene la tecnología educativa? En lugar de preguntarse "¿cuáles son las partes de la educación que un ordenador puede realizar en lugar de un humano?", él piensa que la pregunta debería ser: "¿Qué intentan hacer los profesores y cómo ayudarles a conseguirlo?" Eso significa darles una mejor comprensión de lo que pasa en el aula, para ahorrarles tiempo y permitirles "llegar a más niños directamente con más frecuencia".

El ejemplo que él propone es un aula donde hay una amplia gama de habilidades, algo que no es poco común. En lugar del enfoque habitual de dar a los distintos alumnos material de diferente nivel de complejidad, Berger cree que es mejor dar a todos los niños el mismo contenido. Eso permitiría a todos los alumnos trabajar con la misma información. Sin embargo, sugiere que después se les asignen diferentes tareas dependiendo de sus habilidades. 

Todos los alumnos podrían leer la Declaración de Independencia de EE. UU., por ejemplo, pero a aquellos que sean mejores en expresión escrita se les puede pedir que redacten un ensayo, mientras que a otros se les puede solicitar que escriban una o más frases sobre un aspecto clave del documento. Para muchos profesores, ese tipo de "diferenciación", como se le denomina, resulta muy difícil. Berger afirma que la tecnología facilita agrupar a los alumnos por habilidades, asignarles tareas apropiadas y evaluar su desempeño. Además, según explica, "todo esto es invisible a nivel de los alumnos". Con los ordenadores, los niños no saben quién está en cada grupo.

Esta es una función mucho más modesta, posiblemente demasiado, que la defendida por la mayor parte del sector para la tecnología educativa. Los vídeos y las grabaciones de audio pueden ayudar a dar vida a los temas o dar a los niños acceso a textos que les costaría leer por sí solos. Los libros de texto online se pueden actualizar fácilmente. El software matemático se podría usar para facilitar el debate entre los alumnos que llegan a diferentes respuestas al mismo problema. La tecnología también puede permitir que los alumnos motivados y dotados que se aburren en clase vayan por delante de sus compañeros o reciban lecciones online que no se imparten en su escuela.

No obstante, parece que aumenta el reconocimiento de que la tecnología podría ser contraproducente. El suburbio del condado de Baltimore (EE. UU.) empezó a eliminar los libros de texto y el papel hace cinco años con el objetivo de lograr que todos los alumnos tuvieran un dispositivo. Pero la puntuación en los exámenes ha bajado y los padres se muestran escépticos sobre que el cambio a las pantallas ayude a los niños a aprender. En parte como respuesta a las quejas, el distrito decidió usar menos ordenadores en los primeros grados de primaria, con una ratio de uno a cinco. Los padres de bajos ingresos también tienen dudas: Rocketship tuvo que abandonar su plan de abrir una tercera escuela en Washington después de que solo 22 estudiantes se matricularan.

Los educadores y reformistas que buscan avanzar en la equidad educativa también deben considerar las crecientes pruebas de los defectos de la tecnología. Se ha prestado mucha atención a la denominada brecha digital, es decir, la relativa falta de acceso que los estadounidenses de bajos ingresos tienen a la tecnología y a internet. Eso está justificado: Kevin y los alumnos como él deben aprender a utilizar los ordenadores para acceder a la información online y, en general, para moverse por el mundo moderno. Pero no hay que crear una brecha digital del tipo opuesto al externalizar la educación a dispositivos que pretenden desarrollar las habilidades, mientras que otros alumnos en barrios más ricos disfrutan de los beneficios de que les enseñen personas humanas.

Natalie Wexler es la autora de The Knowledge Gap: The Hidden Cause of America’s Broken Education System—And How to Fix It.

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