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Tecnología y Sociedad

El coronavirus en la era de las redes sociales: de epidemia a 'infodemia'

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A pesar de los esfuerzos de la OMS y de las propias plataformas por controlar la información falsa y el odio, la avalancha de contenido ha sido imparable. No obstante, las redes sociales también han viralizado datos veraces y se han convertido en un espacio para el duelo colectivo y la solidaridad

  • por Karen Hao | traducido por Ana Milutinovic
  • 17 Febrero, 2020

El 19 de enero, una semana antes del Año Nuevo Lunar, Tommy Tang salió de Shenzhen con su novia para visitar a su familia en Wuhan (ambas en China) durante las vacaciones. Habían oído hablar del nuevo coronavirus (ahora conocido oficialmente como COVID-19), pero creían que el virus solo se había manifestado en un área muy pequeña. El Gobierno local había asegurado a los ciudadanos que solo podrían verse afectados aquellos que habían visitado un mercado de alimentos específico y que el virus solo se podía contraer de un animal salvaje.

Pero la noche siguiente, el médico que hizo público el alcance del SARS en 2003, el doctor Zhong Nanshan, apareció en la televisión nacional para corregir la información. El experto afirmó que el coronavirus podría propagarse de una persona a otra. Cundió el pánico. Durante la noche, todos los habitantes de la ciudad empezaron a usar mascarillas. Tang y su novia se dieron cuenta de que no era seguro quedarse. Cancelaron sus planes y abandonaron la ciudad en tren al día siguiente. Menos de 48 horas después, la ciudad entró en cuarentena.

De vuelta en Shenzhen, ellos mismos se pusieron en cuarentena durante 14 días. Solo salían de su apartamento una vez al día, con mascarillas, para sacar la basura. Tang, cuyos familiares también viven en Shenzhen, no pudo juntarse con ellos para celebrar las fiestas. Le deseó a su madre feliz año nuevo a través de la mirilla de la puerta de su apartamento. Y para abastecerse de alimentos y productos de primera necesidad, empezaron a usar aplicaciones de envío a domicilio como Meituan Waimai y Dada-JD Daojia. Pero el tercer día de cuarentena, Tang entró en pánico cuando abrió las aplicaciones y vio que todos los productos estaban agotados. Recuerda: "No había nada, no había verduras. Pero en comparación con Wuhan, nosotros lo teníamos todo mucho más fácil".

La mayor fuente de ansiedad en la epidemia del coronavirus ha sido el tortuoso proceso de ver noticias en las redes sociales que reflejaban y aumentaban sus miedos a niveles que nunca antes había experimentado. Su novia y él empezaron a tener insomnio y sufrieron varios ataques de pánico. Estaban aterrorizados por la posibilidad de contraer el virus y por el bienestar de su familia. Tang añade: "Sinceramente, es muy difícil describir lo que pasó durante estos 14 días. No podíamos hacer nada más que leer las noticias que empeoraban cada día. Esa es la parte más difícil para la gente de afuera".

El 2 de febrero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) denominó al nuevo coronavirus como una "infodemia" masiva, en referencia a "la sobrecarga de información (tanto cierta como falsa) que dificultaba que las personas encontrasen fuentes fidedignas y consejos fiables cuando los necesitaban". Esta distinción diferencia al coronavirus de los anteriores brotes virales. Aunque el SARS, el MERS y el Zika causaron el pánico a nivel global, los temores sobre el coronavirus se han intensificado especialmente en las redes sociales, que han permitido que la desinformación se propague y florezca a una velocidad sin precedentes, creando un ambiente de mayor incertidumbre y provocando la ansiedad y el racismo de forma directa y online.

Por su parte, la OMS ha intentado abordar el problema en colaboración con Twitter, Facebook, Tencent y TikTok para reprimir la información errónea. Recientemente lanzó una alerta de Google SOS para llevar la información de la OMS al inicio de los resultados de búsqueda en cuanto las consultas relacionadas con el coronavirus. También ha estado trabajando con Facebook para dirigirse a las poblaciones y grupos demográficos específicos con anuncios que proporcionan información importante sobre la salud. Incluso ha querido acercarse a las personas más influyentes (influencers) de Asia para intentar controlar la desinformación.

Las redes sociales y las organizaciones de salud también han hecho sus propios esfuerzos. TikTok ha intentado eliminar vídeos deliberadamente engañosos, destacando en un comunicado que "no permitiría desinformación que pudiera causar daño a la comunidad o a la sociedad en general". Facebook también ha decidido eliminar las publicaciones con dudosos consejos de salud, y Tencent, el propietario de WeChat ha utilizado su plataforma de verificación de hechos para examinar los rumores de coronavirus que circulan online.

Pero todos estos esfuerzos para eliminar el ruido han acabado desbordados por la enorme avalancha de contenido. A su vez, se ha creado un caldo de cultivo para contenidos xenófobos. Memes racistas y difamaciones han proliferado en TikTok y Facebook. Algunos adolescentes incluso han simulado un diagnóstico de coronavirus para ganar influencia en las redes sociales. Esta toxicidad online también se ha traducido en interacciones similares en el mundo real. Los asiáticos se han enfrentado abiertamente el racismo y el acoso, y los barrios chinos y los restaurantes chinos han experimentado una caída en sus negocios.

Y parece ser que (enlace en chino) los habitantes de Wuhan han sufrido niveles similares de discriminación de sus propios compatriotas. En algunos casos, quienes quedaron desamparados porque el brote la cuarentena les pilló de viaje, fueron incapaces de encontrar hoteles porque estos les rechazaban al mostrar documentación en la que figuraba su lugar de origen.

Pero por mucho que las redes sociales hayan perpetuado la desinformación, también han sido una fuente importante de información verificada. Periodistas de todo el mundo han utilizado las redes sociales chinas para entender mejor la situación y han recopilado y publicado (enlace en chino) informes verificados. El volumen de testimonios personales e informaciones que circulan todos los días sobre la verdad fundamental en China también ha presionado al Gobierno a divulgar información más detallada sobre la crisis.

En los primeros días, por ejemplo, varios médicos recurrieron a las redes sociales para alertar sobre la gravedad de la situación. Aunque el Gobierno los reprendió rápidamente y empezó a controlar el flujo de información, sus advertencias se volvieron virales, lo que probablemente presionó a las autoridades para que aumentaran la transparencia sobre la situación real. Más tarde, cuando el médico Li Wenliang murió a causa de la enfermedad, las plataformas chinas se inundaron de un torrente de angustia y rabia en el que se cuestionaba la gestión y la autoridad del Gobierno. El descontento fue tan generalizado y masivo que no pudo ser controlado por los censores. 

Las publicaciones en redes sociales sobre el coronavirus también podrían ser útiles en el futuro para detectar y rastrear brotes de otras enfermedades. Varios servicios ya utilizan estas técnicas para ayudar a los responsables de la salud pública a monitorizar la evolución del coronavirus. La experta en bioseguridad de la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia) Raina MacIntyre publicó un artículo en enero en la revista Epidemiology en el que afirma que los puntos con la mayor cantidad de tuits podrían ser buenos indicadores de cómo se propagaba una enfermedad. "Especialmente cuando hay censura o falta de recursos para informar sobre las enfermedades", sostiene. Esto podría ayudar a las organizaciones a reaccionar con mayor rapidez durante un brote viral, parándolo antes de que se convierta en una emergencia global de salud.

De una extraña manera, las redes sociales también se han convertido en un espacio para el duelo colectivo. En Weibo y WeChat, abundan las historias de desesperación y de empatía. Junto a las expresiones de miedo de las personas en cuarentena y de los pacientes que no pueden recibir tratamiento, aparecen testimonios de las personas que donan (enlace en chino), que se ofrecen como voluntarias y que se ayudan mutuamente de manera inesperada y generosa.

"Esas historias personales no se ven mucho en la cobertura internacional del brote", destaca la periodista con sede en Boston (EE. UU.) Shen Lu, que ha seguido de cerca la actividad de las redes sociales chinas en torno al coronavirus. Pero se han convertido en una forma importante para que las personas sigan la crisis tanto dentro como fuera de China, como una especie de catarsis que, en medio del pánico y la toxicidad, ofrece a la gente un pequeño rayo de esperanza.

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