.

Nico Ortega

Biotecnología

La vacuna contra el coronavirus, una nueva arma geopolítica

1

La carrera por desarrollar la vacuna contra la COVID-19 puede provocar que los gobiernos la distribuyan de forma prematura y crezca la rivalidad entre ellos para suministrarla primero a sus propios ciudadanos. ¿Se convertirá en una nueva moneda de poder como el petróleo o las armas nucleares?

  • por Antonio Regalado | traducido por Ana Milutinovic
  • 20 Agosto, 2020

La empresa china Sinovac Biotech desarrolló la vacuna experimental contra el SARS en 2004. Esa enfermedad desapareció después de quitar la vida solo a 800 personas y el proyecto de la vacuna se desestimó. Por eso, cuando el nuevo coronavirus, SARS-CoV-2, explotó en China en enero pasado, esta empresa tenía una hoja de ruta sobre qué tenía que hacer. Cuatro meses más tarde, publicó pruebas de que podría proteger a los monos contra esta enfermedad usando una simple vacuna creada con virus muertos.

Pero entonces, por otro lado, China tenía un problema diferente: no había suficientes casos de COVID-19. Sus draconianas medidas de confinamiento habían aniquilado el virus con tanta eficacia que los médicos no pudieron encontrar pacientes para probar completamente su vacuna. Estados Unidos tuvo mucho contagio, pero las tensiones entre los dos países significaron que ninguna vacuna china para la COVID-19 se probaría en suelo estadounidense. 

Por eso, en junio, Sinovac llegó a un acuerdo con un centro de vacunas brasileño, el Instituto Butantan en São Paulo (Brasil), para realizar un gran ensayo con unos 9.000 sanitarios allí. Para Brasil, muy afectado por la COVID-19, el estudio era un claro quid pro quo. Butantan pagaría el ensayo y reclutaría a los voluntarios. A cambio, Sinovac se ha comprometido a suministrar a Brasil 60 millones de dosis de vacunas y a dejar que fabrique también más suministros. 

Brasil puede llevarlo a cabo porque, desde la década de 1980, ha protegido cuidadosamente su capacidad para estudiar, fabricar y envasar vacunas en Butantan y en un segundo centro cerca de Río de Janeiro (Brasil). "El programa nacional de inmunización de Brasil tiene como meta la autosuficiencia", afirma el médico de enfermedades infecciosas de Butantan que dirige el estudio, Ricardo Palacios. 

La gente de todos los países del mundo pronto estará reclamando las vacunas contra la COVID-19. Estados Unidos ya ha gastado más de 5.000 millones de dólares (4.222 millones de euros) para que los fabricantes de medicamentos produzcan vacunas en su territorio, a través de la iniciativa gubernamental llamada Operation Warp Speed. China tiene una lista de candidatos propios y ha aumentado la inversión en la biofabricación. Pero otros países, especialmente en Europa, a lo largo de los años han vendido o cerrado los centros estatales de fabricación, han dejado que se fueran los expertos nacionales, han perdido interés o dependen de los vecinos para la fabricación y envasado de las vacunas.

Un amplio suministro de una vacuna contra la COVID-19 podría convertirse en la moneda de poder geopolítico, como lo son actualmente el petróleo y las armas nucleares. Los gobiernos contarán con eso para poder reactivar las economías y asegurar la estabilidad política. Las alianzas ya están cambiando, impulsadas por los países que pueden crear las vacunas, probarlas, fabricar muchas cantidades de sus ingredientes y realizar el "llenado y acabado" de las dosis. El resto del mundo observa con inquietud y miedo de quedar indefenso ante la mortal pandemia.  

Comienza el regateo

La carrera hacia las vacunas contra la COVID se ha acelerado a una velocidad sin precedentes. En julio, se demostró que varios candidatos, incluido el de Sinovac, protegían a los monos y resultaron seguros en las pruebas iniciales en personas; la siguiente fase de ensayos clínicos mostrará si funcionan para crear la inmunidad. Los expertos creen que necesitaremos varias vacunas, no solo una, y es probable que los suministros estén muy limitados al principio. Es por eso que ya existe una rivalidad nunca antes vista entre los países para asegurar las dosis. 

Detrás del escenario, ya ha comenzado el regateo por el acceso a las vacunas y todo está sobre la mesa, destaca el consultor de biotecnología Pierre Morgon, que ha estado trabajando con CanSino, otro fabricante chino de vacunas contra la COVID-19. "Uno se adentra al oscuro mundo del comercio de caballos", admite. Durante la pandemia de gripe H1N1 en 2009, cuando estaba en la empresa farmacéutica francesa Sanofi, Morgon recuerda que los diplomáticos en París (Francia) eligieron qué países deberían recibir los suministros prioritarios. La lista incluía los países que suministraban los productos básicos de los que Francia dependía: gas, petróleo y uranio. "Ni siquiera se intentó disimular un poco", asegura Morgon.

No solo los estados compiten por el acceso, sino también las empresas, los individuos e incluso las bandas criminales que están listas para secuestrar un camión frigorífico. Durante el brote de H1N1, Francia colocó a los miembros de su gendarmería en las puertas de la fábrica de Sanofi. "Cuando hay algo que escasea con una gran demanda, tiene un valor comercial", explica Morgon. "Basta con ver el ejemplo de las mascarillas, con personas que las revenden de varias formas". Los servicios de inteligencia occidentales alegan que Rusia ya ha usado un equipo de hackers conocido como Cozy Bear para sacar los secretos sobre las vacunas de los servidores de Reino Unido y Estados Unidos.

En Estados Unidos, la administración Trump tiene como objetivo conseguir para enero 300 millones de dosis de una vacuna segura y eficaz, algo que ha querido garantizar mediante acuerdos de precompra. Cuando anunció el pago de 1.600 millones de dólares (1.350 millones de euros) a la empresa de biotecnología Novavax que no tiene vacunas en el mercado (el dinero es para fabricar una), el Departamento de Sanidad y Seguridad Social especificó que "el Gobierno federal tendrá 100 millones de dosis de vacuna en investigación" que se espera que sean los resultados de los contratos. Las implicaciones: será para los estadounidenses primero.

Un acuerdo igualmente arriesgado de compra anticipada de Estados Unidos con Sanofi de París (arriesgado porque no se garantiza que ninguna vacuna funcione) creó una brecha diplomática con Francia. El CEO de Sanofi, Paul Hudson, afirmó que EE. UU. "tenía derecho al mayor pedido por adelantado porque ha invertido en asumir el riesgo". Las autoridades francesas calificaron esa explicación de "inaceptable" y destacaron que una vacuna debería ser "un bien público mundial" y que "el acceso igualitario a la vacuna para todos no es negociable". De manera similar, en junio Médicos sin Fronteras, la ONG internacional, emitió una enérgica declaración contra las "medidas de almacenamiento nacionalistas", subrayando que "la solidaridad mundial debería ser primordial". 

La alianza de vacunas Gavi, una organización sin ánimo de lucro, que tiene su sede en Ginebra (Suiza) y compra las vacunas para los países pobres, está recaudando 2.000 millones de dólares (1.688 millones de euros) para hacer sus propios acuerdos de compra anticipada de vacunas contra la COVID-19 para que todos reciban suministros al mismo tiempo. "Hemos notado el peligro de que las vacunas fueran adquiridas por los países ricos y que no habría suficientes para el resto del mundo", afirma el director ejecutivo de Gavi, Seth Berkley. 

Gráfico: Las vacunas genéticas incluyen algunas de las vacunas contra la COVID-19 en desarrollo

"Entiendo que los gobiernos tratan de proteger a sus ciudadanos, pero lo que pasa es que nadie estará seguro a menos que todos estén a salvo", resalta. "Si las epidemias siguen arrasando en el resto del mundo, no se puede volver a la normalidad, no se podrá viajar, hacer turismo, no se va a tener un respiro de la crisis económica". 

Mejor que intentar inmunizar a todos en algunos países primero, según Berkley, sería distribuir las dosis iniciales para vacunar a una parte de la población de cada país. Si hay 2.000 millones de dosis disponibles en 2021, como prevé, todos los países podrían vacunar al 20 % de su población, incluidos los sanitarios, los que están en mayor riesgo y los posibles "superpropagadores" como los reclusos, personas en campos de refugiados y trabajadores en las instalaciones de envasado de carne.  

La realidad podría ser un poco diferente, opina el abogado de Bass, Berry & Sims, especialista en ensayos de vacunas, Clint Hermes. "Puede que no sea justo que algunos países compren antes que otros, pero eso es lo que probablemente suceda", sostiene Hermes. "No creo que nadie espere que Estados Unidos envíe la vacuna a Angola antes de que llegue a Arkansas (EE. UU.). El verdadero reto con el acceso equitativo es cómo hacer que funcione. Los especialistas en ética pueden sentarse en una sala y decidir quién obtiene qué y en qué orden, pero nada de eso importa a menos que haya un mecanismo de financiación".

La gran apuesta

Por ahora, no hay pruebas de que ninguna vacuna funcione, por lo que todas las apuestas implican riesgos. Al inicio de la pandemia, Estados Unidos y las organizaciones sin ánimo de lucro respaldaron en gran medida las tecnologías avanzadas que generaron candidatos rápidamente, pero que nunca habían dado lugar a una vacuna aprobada ni se han producido a escala. Estos esfuerzos incluyen la vacuna de ARN que está desarrollando Moderna Pharmaceuticals y la inyección de ADN de Inovio Pharmaceuticals; ambos intentan transmitir directamente la información genética sobre el virus a las células de una persona. Desde entonces, Estados Unidos también ha financiado a Johnson & Johnson, que utiliza un enfoque más convencional. 

Morgon lo compara con una carrera en la que hay "un avestruz, un caballo y un perro" en la puerta de salida. "Habrá que apostar por cada tipo de animal", subraya.

En Brasil, el presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro, a veces llamado el "Trump Tropical", se burló de que el virus era un simple resfriado, cesó a su ministro de Sanidad y afirmó que el medicamento contra la malaria, la cloroquina, lo curó cuando contrajo la COVID-19 en julio. En vez de pasar por el Gobierno federal, el ensayo en Brasil de la vacuna china está siendo financiado por el gobernador del estado más rico del país, São Paulo, João Doria, y rival de Bolsonaro, que tiene los ojos puestos en el palacio presidencial.

La vacuna de Sinovac utiliza un enfoque probado y verificado — virus que se inactiva químicamente o se mata — y Palacios asegura que Brasil estará equipado para fabricarla localmente cuando se remodele una línea de producción. Berkley, por eso, ve una situación de "tortuga y liebre" en la que los enfoques convencionales podrían llegar primeros al mercado o generalizarse antes.

A pesar del intenso foco en una vacuna, a algunos les preocupa que esa sea una prioridad equivocada. El antiguo investigador del VIH y empresario de la biotecnología, William Haseltine, cree que se deberían dedicar más esfuerzos a los medicamentos antivirales, a la estrategia que finalmente logró controlar el sida. Eso, según él, daría tiempo para crear una vacuna cuya seguridad esté comprobada completamente antes de intentar vacunar a miles de millones de personas. 

"No estamos en una situación habitual para el desarrollo de vacunas, porque existe mucha presión política y económica para encontrar una solución al problema", opina Haseltine. "Si lanzamos una vacuna cuya seguridad no está completamente comprobada y tiene efectos secundarios desagradables, habrá que pagar por esas vacunas durante años, lo que costaría cientos de millones de vidas".

Ciencia a prueba

Este verano y otoño, las empresas y los investigadores deberían empezar a obtener datos sobre si las vacunas en desarrollo realmente protegen a las personas contra la infección por el coronavirus, o al menos contra sus peores efectos. 

Estados Unidos ha redirigido una red financiada con fondos federales con sede en el Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson en Seattle (EE. UU.), que había estado probando las vacunas contra el VIH, para, en cambio, reunir pruebas sobre cinco vacunas contra la COVID-19 en grandes ensayos de 30.000 personas cada una. Las empresas chinas, sin suficientes casos domésticos, están realizando sus estudios en Canadá, Brasil y en otros lugares.

vacunas internacionales

Crédito: Nicolás Ortega

El virólogo de Fred Hutchinson que en julio fue elegido por la operación Warp Speed para dirigir los ensayos en EE. UU., Lawrence Corey, explica que la búsqueda de vacunas se está moviendo rápidamente porque los científicos han estado "planeando el éxito". En vez de esperar la prueba final de la efectividad de una vacuna, por ejemplo, las empresas están utilizando los fondos del Gobierno de EE. UU. para ampliar ahora la fabricación. "El aumento de la escala de los estudios es extremadamente rápido, mucho más que en cualquier ensayo en el que haya participado antes", destaca el médico de la Universidad de Harvard (EE. UU.) Boris Juelg que se encuentra entre los que han cambiado sus esfuerzos a los ensayos contra la COVID-19. 

Un peligro actual es que los gobiernos presionarán para lanzar una vacuna prematuramente. En EE. UU., por ejemplo, la Administración de Alimentos y Medicamentos había aprobado la cloroquina para tratar la COVID-19, pero unas semanas más tarde dio marcha atrás, después de que se había hecho evidente que el medicamento no funcionaba. Para entonces, India había bloqueado las exportaciones de sus materias primas, Estados Unidos había gastado millones en provisiones inútiles y el presidente de Brasil había ordenado al ejército que fabricara grandes suministros del medicamento. "Espero que las vacunas sean menos caóticas y mucho más implacables", destaca Hermes, el abogado de vacunas.

Un peligro actual es que los gobiernos presionarán para lanzar una vacuna de forma prematura

Otra preocupación consiste en que la evidencia a favor o en contra de una vacuna podría torcerse. Una porción considerable de la población ya sospecha que las vacunas son parte de un complot. Las encuestas de EE. UU. realizadas este verano muestran que aproximadamente una cuarta parte de los encuestados aseguran que rechazarían una vacuna contra el coronavirus.

Los esfuerzos también corren el riesgo de quedarse atrapados por la política. En julio, el presidente Trump comunicó que Estados Unidos saldría de la Organización Mundial de la Salud, el organismo que tiene un papel importantísimo en establecer estándares comunes, como en qué tipo de ratón probar las vacunas. La Casa Blanca también ha atacado a su propio virólogo principal, Anthony Fauci, cuyo instituto financia las pruebas de vacunas.

Desde el comienzo de la pandemia, el rápido intercambio de información ha sido un arma clave contra el virus. Fue la publicación de la secuencia genética del germen en enero por los científicos chinos lo que dio inicio a la carrera por las vacunas. Después de eso, los médicos europeos inundaron las revistas académicas con descripciones de casos y trucos que habían aprendido para gestionar esta enfermedad grave. En el caso de las vacunas, ya sea que se originen en China, Estados Unidos o Reino Unido, compartir datos será crucial para que los investigadores puedan comparar sus observaciones. 

Podrían, por ejemplo, aprender a descubrir si alguien ha desarrollado inmunidad al virus midiendo el nivel de anticuerpos o de ciertas células inmunes en la sangre. Si lo logran, la tercera o cuarta vacuna que llegue al mercado podría obtener aprobación basándose únicamente en los biomarcadores. No será necesario esperar un año, como para un ensayo típico de una vacuna, para saber qué proporción de personas que habían recibido la vacuna se enfermaron posteriormente. 

Para Corey, de Fred Hutchinson, resulta probable que la participación de grandes multinacionales como AstraZeneca y Merck sirva como un baluarte contra la politización de la investigación y del suministro de vacunas. Durante la crisis del ébola, la vacuna ganadora fue creada en Canadá, vendida a Merck, financiada por EE. UU. y probada en Guinea, bajo la coordinación de la Organización Mundial de la Salud. Ahora se fabrica en Alemania. Berkley destaca: "Eso no se puede definir de forma nacionalista, ¿cómo lo definirías?"

 

 

Biotecnología

Nuevas tecnologías y conocimientos biológicos empiezan a ofrecer opciones sin precedentes para mejorar nuestra salud.

  1. Alabama marca el camino para restringir la fecundación 'in vitro' y su investigación: "Los embriones son niños"

    Un tribunal supremo estatal ha conmocionado a las clínicas de fertilidad con una sentencia que se fundamenta en la existencia de futuros úteros artificiales

  2. Este robot se convierte en cirujano gracias a la IA

    El robot fue capaz de coser seis puntos por sí solo y de su funcionamiento se extraen lecciones para la robótica en su conjunto

  3. Los virus, aliados inesperados en la lucha contra las superbacterias

    Los virus llamados fagos son muy prometedores para combatir las infecciones, pero no se espera verlos pronto en la clínica