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Nick Hagen

Tecnología y Sociedad

Apostar por lo local: la única receta contra el mal de la economía global

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La desregulación financiera, el antisindicalismo, el valor accionista como mayor objetivo de los negocios y la globalización de las cadenas de suministro han dejado atrás a pequeñas ciudades que fueron prósperos centros de fabricación, con igualdad y empleos de calidad. Alguien tiene que arreglarlo

  • por Brian Alexander | traducido por Ana Milutinovic
  • 19 Enero, 2022

Valerie Moreno se echó a reír cuando le pregunté si su familia acudía regularmente a sus chequeos médicos. Ella respondió: "¡Oh, dios mío, no! Tendríamos que estar a punto de morir para ir a un médico". La razón no era un misterio. Sacó su talonario de cheques, hojeó las cuentas y dijo: "Tengo 65 dólares (53,5 euros) en mi cuenta".

Hablé con ella por primera vez a principios del invierno de 2018 en el sótano de la Primera Iglesia Luterana (First Lutheran Church) de la pequeña ciudad de Bryan, en Ohio (EE. UU.). Los bancos de la iglesia antes estaban llenos de fieles, pero ahora ya no había tanta gente. Algunos habían dejado de ir a la iglesia y otros se habían pasado a alguno de los grupos evangélicos más nuevos y modernos. La sala, sellada herméticamente para el invierno, tenía manchas de humedad por todas partes.

Valerie Moreno

Foto: Valerie Moreno, de 48 años, prepara una tarta para el primer cumpleaños de su nieta. Creció cerca de un pequeño pueblo al este de Bryan y ha vivido en esa área durante toda su vida. Créditos: Nick Hagen

Más tarde esa noche, Valerie se fue a su trabajo, el tercer turno en la fábrica de mobiliario institucional de Sauder, done ganaba 11,5 euros la hora. Después, al del día siguiente, tenía que conducir hasta su segundo trabajo de supervisora de autobuses escolares de Bryan. Luego se iba a casa para dormir unas horas antes de levantarse para acudir a su tercer trabajo, como asistente doméstica de un pastor jubilado de la iglesia luterana. Su esposo trabajaba la jornada completa en una fábrica de chapas de metal y ella decía que dormía cuatro horas al día. Calculó que, en total, después de pagar el seguro médico, pero antes de los impuestos, ambos ganaban alrededor de 45.000 dólares (37.000 euros) al año. Todavía tenían a una hija adolescente en casa. Su vida no era nada fácil. 

Valerie tenía 46 años. Llevaba toda su vida trabajando. La historia de su desarrollo laboral es también la de su localidad Bryan. Como la gran parte de Estados Unidos, su ciudad no levanta cabeza. Así que, comprender qué cambió en Bryan es crucial para intentar solucionar la situación.

Durante décadas, líderes políticos y empresariales de Estados Unidos actuaron como si los lugares similares a Bryan no importaran. Palo Alto y Greenwich (EE. UU.) funcionaban bien. Estos centros de alta tecnología y de servicios financieros generaban una gran riqueza en la llamada economía de la innovación del país. Pero se permitió que cientos de lugares como Bryan, tanto urbanos como rurales, se erosionaran económica y socialmente. La economía de la innovación los dejó atrás

No todo es sombrío, por supuesto. La ciudad muestra algunas bonitas casas antiguas, parques y una plaza que aloja el hermoso palacio de justicia del condado. No se notan los escaparates vacíos ni el aumento del nivel de pobreza, del estrés mental y de la mala salud que ha llevado a la desesperación a puerta cerrada. 

Algunas personas piensan que cuando una ciudad atraviesa tiempos difíciles, lo mejor es hacer las maletas y mudarse a algún lugar mejor.  El economista laboral del W. E. Upjohn Institute for Employment Research en Kalamazoo, Michigan (EE. UU.), Tim Bartik, no está de acuerdo. Y afirma: "Animar a la gente a mudarse no ayuda a los que se quedan atrás. La gente se ha ido de Flint (EE. UU.), pero eso no ayudó a Flint. Flint todavía sigue allí". En cambio, Bartik y otros abogan por un nuevo regionalismo, con la esperanza de recuperar la vitalidad de este tipo de ciudades a través de iniciativas de inversión y educación centradas en lo local. 

Desarrollar una política de desarrollo regional convincente es uno de los desafíos más importantes de la política pública a los que se enfrenta Occidente. El presidente de EE. UU., Joe Biden, dedicó parte de su campaña a la promesa de crear "centros tecnológicos" en 50 ciudades olvidadas. Pero el destino tan diferente de los lugares como Bryan y Palo Alto claramente genera una pérdida de la fe política. "Da miedo por la democracia", afirma la demógrafa y socióloga rural que es directora del Centro Lerner de Promoción de la Salud Pública de la Universidad de Syracuse (EE. UU.), Shannon Monnat, quien advierte: "Eso provoca el deterioro de la democracia y de todas las instituciones que la sustentan. Y me preocupa que esté empeorando".

Naufragio a cámara lenta

Durante décadas tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Bryan fue una próspera ciudad de fabricantes, rodeada de granjas y pequeñas aldeas que se extendían por el resto del condado de Williams. Su rival, Montpelier, era un pequeño centro ferroviario (los equipos deportivos de la escuela de Montpelier siguen con el nombre de Locomotora) con algunas fábricas propias.

A mitad del siglo XX, algunos pequeños fabricantes de estampado de metal y de plásticos moldeados por inyección se establecieron allí para suministrar piezas a la industria automotriz, ya que Detroit (EE. UU.) está a dos horas en coche. ARO Equipment fue el mayor empleador de Bryan y con diferencia. Creada al final de la Gran Depresión, esta empresa primero fabricaba bombas neumáticas para las pistolas a presión de las gasolineras. A finales de la década de 1970 se diversificó y hasta la NASA usó sus bombas en el espacio. Aviones corporativos salían del aeropuerto del condado; los ejecutivos pasaban el fin de semana jugando al golf en el club de campo local.

Todo era diferente cuando Valerie comenzó a trabajar en la década de 1990. Muchos cambios afectaron duramente a Bryan: la desregulación financiera y el antisindicalismo de la época de Reagan, la creencia del valor accionista como el mayor objetivo de los negocios y la globalización de las cadenas de suministro. El golpe más duro llegó en la década de 1980, marcada por las fusiones, cuando la empresa en crisis Todd Shipyards compró ARO. Todd quería adquirir el fondo de pensiones de ARO para evitar la quiebra.

Todd quebró de todos modos, y en 1989 ARO terminó en manos de Ingersoll Rand, el gran fabricante de compresores industriales, herramientas eléctricas y dispositivos de elevación. Ingersoll cerró la fábrica en Bryan y trasladó su producción a Carolina del Norte (EE. UU.), donde las protecciones sindicales eran más suaves, y a las instalaciones en la India y China.  

Tres de las primeras empresas de Bryan siguen activas: Spangler Candy, la fábrica de las piruletas Dum Dum; el fabricante de equipos de calefacción y refrigeración Bard; y Ohio Art, la empresa cuyo juguete Etch A Sketch estuvo en manos de millones de niños en la década de 1960. Las tres llevan funcionando más de un siglo. Pero se han reducido. Bard crecía, pero en vez de expandirse en Bryan, donde sigue teniendo su sede, construyó nuevas fábricas en Georgia (EE. UU.), otro estado con leyes laborales más débiles, y en México. Spangler también incrementó su producción, pero actualmente fabrica muchos de sus caramelos en México (aunque también expandió sus operaciones en Bryan después de adquirir las marcas Necco Wafer, Sweethearts y Bit-O-Honey). Ohio Art vendió sus juguetes, redujo drásticamente su personal y se centró en la litografía sobre metal.

Valerie trabajó en Bryan Metal Systems, haciendo sistemas de amortiguación para Chrysler, donde ganaba un buen sueldo. Pero en 2005 fue adquirida por Global Automotive Systems. En 2010, Global cerró la fábrica en Bryan y trasladó sus operaciones a Michigan como parte de su "estrategia de optimización global". Valerie viajó a Michigan para ayudar a formar a sus sustitutos. Después de eso, fue cambiando de empleos, a veces con trabajos temporales en fábricas, hasta que llegó a la empresa de muebles de Sauder.

En 2019, el desempleo estaba por debajo del 4 % en el condado de Williams, pero los empleos con salarios más altos habían sido sustituidos los de sueldos bajos y un estatus "temporal" que los empleadores mantenían, solo en papel, para evitar el pago de beneficios.  El gran minorista de mejoras del hogar Menards se convirtió en el mayor empleador del condado. Menards consiguió un importante paquete de incentivos fiscales e infraestructura del Gobierno local y estatal a cambio de instalar un centro de distribución a unos 15 minutos al noreste de Bryan. A finales de 2019, los trabajadores cobraban alrededor de 11,5 euros la hora. En los últimos 20 años, la media del ingreso familiar en el condado de Williams (en dólares constantes) ha pasado de 62.000 a 49.500 dólares (50.959 a 40.685 euros). Los planes de pensiones de beneficios definidos han dado paso a las menos generosas cuentas de ahorro para la jubilación. Los precios de los seguros médicos se han incrementado, igual que las carencias.

A medida que el panorama laboral cambiaba, lo mismo pasaba con la demografía. Los jóvenes, especialmente los licenciados universitarios, se marchaban y no volvían. Le pregunté al presidente de la Junta de Servicios de Salud Mental, Abuso de Drogas y Alcohol de Four County y nativo del área, Les McCaslin, cómo pensaba convencerles para que regresaran. Él recordó una reciente reunión sobre desarrollo económico: "Estábamos hablando sobre nuestra ciudad. Y yo solo pregunté: '¿Por qué alguien vendría aquí? ¿Por qué iba a traer a sus dos hijos? Y hubo silencio en la sala. Había muchos responsables, pero no pudieron encontrar ni una sola razón".

El efecto Menards

El hospital de Bryan, Community Hospitals and Wellness Centers (CHWC), acabó afectado por estos cambios. Como ocurrió en muchas de esas comunidades, se convirtió en el empleador más grande de la ciudad. Pero tuvo dificultades para mantenerse abierto e independiente. A medida que la población del condado se volvía más pobre y envejecida, muchos pacientes entraron en el programa de cobertura de seguridad social Medicaid o Medicare, que pagan tasas de reembolso más bajas que los seguros privados. (Los dos programas gubernamentales representan dos tercios de los ingresos del CHWC). Entonces, aunque, por ejemplo, una máquina de resonancia magnética cuesta al centro lo mismo que a otro hospital en un área más rica, el CHWC recibe una tarifa más baja cuando lo usa.

El antiguo CEO del hospital, Phil Ennen, lo define como "el efecto Menards", y recuerda: "Fue un verdadero problema para nosotros. El 75 % de los seguros [de los empleados] de Menards con nosotros son de Medicaid, caridad o algún tipo de pago por cuenta propia. Desde la perspectiva del cuidado de la salud, se trata de un empleador horrible".

Mucha gente era como Valerie: simplemente no iba al médico. En la primavera después de estar sentados en el sótano de la iglesia, Valerie estaba allí de nuevo, esta vez contando el dinero de la venta de las galletas Girl Scout con su hija y una amiga. Seguía manteniendo sus tres trabajos. Le dolía la espalda por una vieja lesión durante sus días en Bryan Metal Systems. Y tosía por un virus que creía que le había contagiado un compañero de trabajo. Terminó con bronquitis, una infección del oído interno y sinusitis, pero no faltó al trabajo porque no tenía cubierta la baja por enfermedad. "¡No! Iba a trabajar todos los días", afirmó riéndose, lo que le provocó una breve tos.

Foto: Monica Kolovich, de 63 años, pasea por un parque cerca del Hospital en Bryan. Se mudó a Bryan hace 34 años cuando su esposo consiguió un trabajo en el grupo médico del hospital. Créditos: Nick Hagen

"La posibilidad de tener que pagar una colonoscopia es un gasto enorme. Un único problema médico o factura médica podría destruir el presupuesto de todo el mes, tal vez de todo el año", me dijo el cirujano Mike Liu que ejercía en Bryan. Esto significaba que algunos cánceres tratables no se detectaban hasta llegar a un estado avanzado.

Pero no se trataba solo de que las personas no tuvieran suficiente dinero y que la atención médica costara demasiado. El declive económico y la pobreza provocan estrés y traumas que a su vez conducen a problemas de salud. La nueva economía estadounidense ha estado matando a la gente.

Entre 1960 a 1980, la esperanza de vida en Estados Unidos creció de manera constante por muchas razones: las vacunas contra varias enfermedades infantiles, la reformada infraestructura comunitaria, mejores antibióticos y tratamientos más avanzados para las enfermedades como el cáncer. No fue una coincidencia que la desigualdad económica disminuyera durante este período. 

Pero la situación empezó a cambiar en 1981, cuando Ronald Reagan se convirtió en presidente y marcó el inicio de una era de destrucción de sindicatos, de desregulación financiera, de adquisiciones apalancadas y de estancamiento de la financiación de la economía estadounidense. Durante un tiempo, la esperanza de vida siguió creciendo, pero cada vez más lentamente, hasta que finalmente, en 2014, comenzó a disminuir. Ese descenso se ha concentrado entre la gente pobre y la clase trabajadora. 

De niña, Valerie vivía cerca de un pequeño pueblo al este de Bryan, su familia compraba en una tienda de propiedad local que vendía frutas y verduras frescas y carne. Actualmente la estructura de esa tienda se hunde sobre un aparcamiento en ruinas. Unos metros más adelante, una tienda de Dollar General da la bienvenida a los compradores. Estas tiendas se han vuelto omnipresentes en los paisajes rurales y en las ciudades deprimidas desde que los inversores de Wall Street han utilizado su poder económico para construir miles de ellas en todo el país, lo que ha provocado la quiebra de los pequeños comercios independientes. Pero esas nuevas tiendas no venden muchos alimentos saludables. Como resultado, casi la mitad de los habitantes del condado de Williams viven en distritos donde no hay ningún lugar donde poder comprar alimentos nutritivos. 

"No sabemos qué hacer"

La alcaldesa de Bryan, Carrie Schlade, creció cerca. En sus 41 años de vida en esa área, ha visto cambios preocupantes. Bryan no tiene un problema relacionado con la droga tan grave como otras partes de Ohio, pero lo tiene, principalmente con la metanfetamina, heroína y fentanilo. El número de niños en hogares de acogida porque sus padres consumían drogas ha crecido "exponencialmente" desde la recesión, según Schlade.

La alcaldesa cree que algo va mal con la cultura del lugar. La gente está enfadada o triste y enojada o resignada. O algo. Le preocupa la salud mental y que demasiadas personas no puedan hacer frente a las cosas más simples, como levantarse e ir a trabajar, y también el estado de las viviendas de Bryan, muchas de las cuales son viejas y están en malas condiciones.

No es que Schlade, la primera mujer alcaldesa de la ciudad, vaya a rendirse. Ella y los líderes de la ciudad han logrado que todo el lado este sea designado como área en la que los posibles empleadores podrían obtener exenciones fiscales por abrir alguna instalación allí. La alcaldesa ha intentado apoyar a las iglesias locales que hacían un buen trabajo repartiendo comida y enseñando a la gente cómo administrar el dinero. Siempre busca subvenciones estatales o federales para mejorar la comunidad. 

Pero, a veces, se desespera. Una vez me dijo: "Simplemente no sabemos qué más hacer. Es como, 'Está bien, hemos dormido lo suficiente. Es hora de despertar. Es nuestro trabajo como comunidad hacer que nuestra comunidad sea buena o mala. Depende de nosotros'".

Sin embargo, en realidad no depende de ellos, como tampoco en el caso del cierre de ARO. Las fuerzas externas minaron esas comunidades en busca de activos, empujándolas a la decadencia, así que hacen falta otras fuerzas externas para ayudarlas a levantarse.

Planear el camino de vuelta

A principios de 2020, el director del Departamento de Sanidad del condado de Williams, Jim Watkins, empezó un proyecto con la Universidad Estatal de Bowling Green y el Banco de la Reserva Federal de Cleveland (EE. UU.) para ver qué se podría hacer para mejorar las condiciones de vivienda y la vida del condado. El plan, que acababa de dar sus primeros pasos cuando la pandemia de coronavirus (COVID-19) lo paralizó, tenía como objetivo desarrollar políticas y financiación para que las personas pudieran mantener sus hogares, la comunidad desarrollara mejores códigos de construcción y cumplirlos, para eliminar la desgracia de los distritos comerciales, y crear o mejorar algunas características de la comunidad para atraer a la gente.

Bartik es escéptico sobre los incentivos fiscales como los que se le dieron a Menards. Cree que el coste por trabajo es demasiado alto y saca de los gobiernos el dinero necesario para financiar la educación y otros bienes públicos. Por eso ha ideado una serie de planes que él denomina "políticas laborales basadas en lo local". 

Jim WatkinsFoto: El responsable de sanidad del condado de William, Jim Watkins, de 61 años, trabaja en su oficina. Watkins ha tenido dificultades para luchar contra las conspiraciones en contra de las mascarillas provenientes de Trump. "El megáfono de alguien com poder supera cualquier mensaje que queramos difundir". El condado de Williams pasó de tener un total de 11 muertes por la COVID-19 de enero a diciembre de 2020 a 56 muertes solo en el último mes. "Ha sido un mes horrible". Créditos: Nick Hagen

En noviembre del año pasado, Bartik propuso un paquete de ayuda federal de 18.800 millones de dólares (15.440 millones de euros) que cubriría al 30 % de la población estadounidense en mercados laborales en crisis y cerca de ella. El plan financiaría subvenciones en bloque para que las áreas locales pudieran adaptar los programas. En vez de intentar sobornar a las empresas con incentivos fiscales, Bartik propone programas más específicos. Por ejemplo, los subsidios salariales permitirían a los empleadores asumir el riesgo de contratar aprendices, una práctica que solía ser común, pero que cada vez es menos habitual en Estados Unidos. Los servicios de colocación y formación laboral basados en cada distrito ayudarían a las personas que viven en áreas deprimidas. Los préstamos a bajo o cero interés para comprar o reparar coches ayudarían a las personas a ir a trabajar. El cuidado infantil subsidiado reduciría las bajas y aliviaría la carga mental de los trabajadores.

Los sueldos tienen que subir más. El salario mínimo de Ohio es de solo 7,23 euros la hora. El salario mínimo nacional es de solo 5,95 euros/hora y no ha aumentado desde 2009. Biden ha propuesto incrementarlo a 12,32 euros la hora, lo que sería mejor, aunque sigue siendo bajo. 

Aproximadamente el 10 % de los estadounidenses vive en áreas sin acceso a internet de banda ancha. Muchos de los que tienen acceso no pueden permitirse pagarlo. Ampliar el acceso y la asequibilidad de la conectividad podría animar a los empresarios a pensar en establecer sus negocios en los sitios como Bryan gracias a su bajo coste de vida. 

Foto: Pro-Trump y anti-gobierno. Señales sobre el gobernador de Ohio Mike DeWine en un descampado en Bryan. Créditos: Nick Hagen

Este tipo de desarrollo regional podría ofrecer a las ciudades como Bryan un atractivo que de otra manera no tendrían. Bartik usa como ejemplo el mayor proyecto de desarrollo regional en la historia de Estados Unidos, del Valle de Tennessee. El investigador de la Universidad de Carolina del Norte Brian Dabson cree que, si ese tipo de ayuda fuera efectiva, los jóvenes se trasladarían a lugares como Bryan. Y añade: "Cuando hablamos con los jóvenes, sorprende la cantidad que asegura: 'Volveríamos si hubiera algo que pudiéramos hacer aquí'".

Ninguna iniciativa, ningún programa, ninguna ayuda al desarrollo resolverá por sí sola el problema más profundo de todos: la desconfianza en las instituciones. Reagan mostró a los estadounidenses que el Gobierno no era la solución, sino el problema. Desde entonces, esa noción se ha convertido en una religión para muchas personas en lugares como Bryan, una fe impulsada por los fracasos que ven a su alrededor.

La capacidad de internet para difundir desconfianza, odio, división y desinformación ha ayudado a desacreditar no solo al Gobierno, sino también a la ciencia y la academia. Mientras tanto, las fuerzas capaces de combatir la desinformación (literatura, arte, lógica, pensamiento crítico, civismo e historia) han perdido su importancia en la educación a favor del "desarrollo de la fuerza laboral". En febrero de 2020, el supervisor de las escuelas del estado de Ohio, Paolo DeMaria, cambió los requisitos para la graduación de la escuela secundaria: los alumnos ya no tendrían que conseguir una nota alta en matemáticas o lengua. Estableció esa norma después de consultar con la industria.

La pandemia solo ha empeorado la desconfianza que acumuló durante años. Algunas personas en el condado de Williams negaron la gravedad de la COVID-19. Un alcalde local insistía en que las mascarillas propagaban la enfermedad. Watkins, el responsable de la salud pública, tuvo que luchar contra los escépticos de la COVID-19. La directora de sanidad estatal de Ohio, Amy Acton, dejó su cargo en 2020 por amenazas. Los responsables de sanidad de los condados de todo el estado han necesitado protección policial. El 24 de enero de 2021, alguien disparó hacia la casa de un funcionario estatal de sanidad.

Foto: La alcaldesa Schlade ha creado incentivos para atraer empresas al lado este de Bryan. Créditos: Nick Hagen

La desconfianza y la negación de la verdad y del sentido común solo dificultan que las empresas basadas en la ciencia y la tecnología quieran instalarse en lugares como Bryan. A menos que haya una inversión suficientemente profunda y duradera en educación para renovar la fe en la posibilidad de un progreso racional, esas áreas seguirán enfrentándose a un futuro de trabajos inseguros y mal pagados en los almacenes y centros de distribución, junto con un puñado de viejos fabricantes. 

Eso significa que la situación seguirá siendo dura para las personas como Valerie Moreno, quien recientemente acabó en el paro, de nuevo. Había dejado sus dos trabajos de media jornada y por fin consiguió dormir un poco más, pero luego, dos días antes de Navidad, Sauder la despidió. Rápidamente encontró un nuevo trabajo a tiempo parcial con una agencia de atención médica a domicilio mientras pasaba la mayor parte del mes luchando contra el sistema de desempleo de Ohio. Ahora le cuesta mantener su propia fe. Valerie concluye: "Vivo al día. No planeo nada con mucha antelación. Doy las gracias por lo que tengo todos los días".

*Algunas partes de este reportaje son adaptaciones extraídas del libro del autor, 'The Hospital: Life, Death, and Dollars in a Small American Town'.

Tecnología y Sociedad

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