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Tecnología y Sociedad

Cómo cambiar el sistema educativo para hacer la tecnología más diversa

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Centrarse en las vías de contratación o en las trayectorias profesionales no resolverá por sí solo los problemas de la diversidad e inclusión en el sector. Pero hay gestos que sí lo podrían conseguir: diseñar entornos igualitarios desde la educación primaria podría resolver las infrarrepresentaciones sociales de la industria

  • por Fay Cobb Payton | traducido por Ana Milutinovic
  • 05 Noviembre, 2021

El año pasado, en respuesta a Black Lives Matter, muchas organizaciones estadounidenses publicaron declaraciones sobre la diversidad e hicieron afirmaciones audaces acerca de impulsar el cambio social. Siendo académicos negros que nos dedicamos a la computación, estas declaraciones y promesas nos parecían reaccionarias y en gran medida ineficaces.

Corporate America prometió 50.000 millones de dólares (43.102 millones de euros) para atender la justicia racial, pero asignó solo una fracción de esos fondos a las subvenciones directas, la mejor manera de lograr un cambio sistémico. Mientras tanto, al menos 230 instituciones de educación superior emitieron sus declaraciones en las dos semanas posteriores al asesinato de George Floyd. Muchas mencionaron la solidaridad, la igualdad y una mayor inclusión, pero solo una de cada 10 incluyó elementos concretos de acción para abordar los problemas raciales.

El historial de estas instituciones no genera confianza en que cumplirán esas promesas. Existe poca rendición de cuentas y no hay forma de evaluar si estos compromisos han mejorado realmente las vidas y los medios de subsistencia de las personas negras.

La diversidad y la inclusión (especialmente de las personas negras) pueden mejorar el desarrollo de productos, estimular la innovación y despertar la creatividad y el espíritu empresarial, todo lo cual impulsa la economía de la nación. Los trabajos de investigación muestran que los equipos más diversos son más innovadores y generan más ingresos.

A menudo escuchamos que el camino hacia una carrera tecnológica se describe como una cadena (pipeline en inglés). La mayoría de los esfuerzos sobre la diversidad en nuestro campo se han centrado en conseguir que más personas de diversos orígenes se incorporen a este proceso. Sin embargo, la representación sigue persistentemente baja. Entre 2014 y 2020, la proporción de los profesionales tecnológicos negros e hispanos en Facebook aumentó en menos de dos puntos porcentuales.

¿Por qué? La metáfora de esa cadena ignora las realidades del racismo, del clasismo y del sexismo con las que se enfrentan aquellos históricamente excluidos de las carreras tecnológicas. Las personas que se filtran a menudo se consideran deficientes. Este tipo de pensamiento pide a gritos: "Arreglen a la gente y no el sistema".

Presentamos el modelo del camino (pathway en inglés), una alternativa a la metáfora de la cadena. Los defensores de pathway intentan crear varios puntos de entrada que puedan llevar a alguien a la carrera tecnológica. La idea es que la gente acceda de otros campos, como la ingeniería, las artes, las matemáticas e incluso las humanidades. Una forma de promover este acceso es que las escuelas de dos y cuatro años faciliten que las personas comiencen en un programa y terminen en otro diferente.

Incluso cuando los caminos brindan más puntos de entrada, superarlos sigue siendo un desafío, especialmente para las minorías en Estados Unidos. Para el éxito académico y la preparación profesional todavía se necesita estar familiarizado con las oportunidades y ser consciente de las barreras que pueden interponerse en el camino, que varían entre escuelas e incluso entre departamentos dentro de la misma escuela. Y los estudiantes también tendrían que ser capaces de aplicar ese conocimiento para navegar bien por los procesos anticuados y las complejas estructuras de poder.

La pregunta es: ¿qué sería mejor? Abogamos por un enfoque de ecosistema en el que muchas organizaciones trabajen juntas para abordar la falta de representación en el sector tecnológico. El ecosistema tecnológico debe involucrar a la escuela primaria y secundaria, las instituciones de educación superior, las empresas, las organizaciones sin ánimo de lucro, las agencias gubernamentales y los capitalistas de riesgo. Las asociaciones público-privadas podrían ayudar a diseñar entornos que serían inclusivos desde el momento en el que las personas inicien su educación hasta el día en el que terminan sus carreras.

Esto podría requerir que reconstruyamos los sistemas como los cursos de matemáticas de entrada (clases como álgebra avanzada que los alumnos deben aprobar para continuar con su programa de estudio) y las retenciones de inscripción (que impiden que un estudiante se inscriba en las clases hasta que la matrícula y las cuotas estén completamente pagadas). Estos sistemas ralentizan el progreso de los estudiantes y perpetúan resultados dispares.

Las universidades y las empresas de tecnología podrían brindar oportunidades de desarrollo profesional para los estudiantes de los grupos subrepresentados. Pero estas organizaciones primero tendrían que cambiar sus propias culturas para ser más inclusivas. Eso significa replantear las prácticas de reclutamiento (que generalmente se basan en las redes profesionales y dan como resultado un grupo homogéneo de solicitantes) y abordar las fuentes de sesgo algorítmico, como los filtros automatizados de currículum que seleccionan los candidatos de algunas escuelas particulares y evitan aquellos con nombres que suenan de otra etnia.

Las organizaciones y los campos de estudio que adopten este enfoque fomentarán la excelencia, la innovación y la creatividad. La Universidad Estatal de Georgia (EE. UU.) es un buen modelo. Ha eliminado las brechas en el rendimiento al introducir metaespecializaciones que los estudiantes eligen al matricularse. Un estudiante de biología que elige una metaespecialización como STEM (acrónimo en inglés de science, technology, engineering y mathematics, que sirve para designar las disciplinas académicas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) asiste a clases junto con otros estudiantes que estudian en otros campos de STEM, como medicina o matemáticas. En la actualidad, los estudiantes afroamericanos e hispanos del estado de Georgia se gradúan al mismo ritmo que los blancos.

Los ecosistemas dependen tanto de las universidades como de las empresas para ir más allá de las declaraciones sobre la diversidad. Lo que necesitamos es un cambio intencional y sostenible. Donar dinero a esa causa puede ayudar, pero debe ir acompañado de políticas que hagan que la tecnología sea más equitativa.

Lo más importante es que debemos responsabilizar a los líderes actuales mediante la implementación de políticas y procedimientos que enfaticen la transparencia, el cumplimiento y la realización. La mejor manera de arreglar los sistemas que benefician a algunos y excluyen a otros es examinar las estructuras subyacentes, no solo a las personas.

Fay Cobb Payton es profesora de la University Faculty Scholar en la Universidad Estatal de Carolina del Norte. Lynette Yarger es profesora asociada y vicedecana de la Universidad Estatal de Pensilvania. Victor Mbarika es Stallings Distinguished Scholar en la Universidad de Carolina del Este.

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