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Los riesgos irreversibles de que Rusia se aísle en su propio internet

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Si Rusia se desconecta del internet global, o acaba expulsada del mismo, puede que la red nunca vuelva a ser la misma para nadie

  • por James Ball | traducido por Ana Milutinovic
  • 22 Marzo, 2022

La desconexión rusa de los servicios online occidentales ha sido tan abrupta y extensa como su desvinculación de las rutas comerciales globales.

Las autoridades rusas han bloqueado Facebook, mientras que Twitter está casi desactivado del todo. Por otro lado, muchas empresas como Apple, Microsoft, TikTok o Netflix se han retirado del mercado ruso voluntariamente. Rusia cada vez está más cerca de la situación que tiene Irán como un estado paria digital.

La Unión Europea, a su vez, ha intentado eliminar ciertos medios rusos de internet. No sólo sugiere el bloqueo de las webs como ha hecho con RT (anteriormente Russia Today) y Sputnik; si no que también recomienda la eliminación en motores de búsqueda y redes sociales de cualquier publicación que repita el contenido de dichos sitios.

Pero todos estos casos son servicios que utilizan internet, y no tecnologías o acuerdos que lo impulsan. El bloqueo de Facebook en un país no es diferente a que Facebook se vaya del país, o que simplemente quiebre o cierre.

Pero se avecinan divisiones más profundas, provocadas por la acción en ambas partes. Rusia ha declarado que Meta (propietaria de Facebook, Instagram y WhatsApp) es una "organización extremista" y se está retirando de organismos internacionales como el Consejo de Europa. Asimismo, Rusia ha sido suspendida de la Unión Europea de Radiodifusión. Si estas acciones se replicaran en la estructura de Internet, los resultados podrían ser catastróficos.

De hecho, todo esto ha generado miedo a un "Internet dividido" (o balcanizado), donde en lugar de una única red de internet global como la que tenemos hoy en día, habría una serie de redes nacionales o regionales que no se comunicarían entre sí y tal vez incluso operarían utilizando tecnologías incompatibles.

Eso significaría el fin de internet como una única tecnología de comunicación global, y quizás no solo temporalmente. China e Irán aún utilizan la misma tecnología de internet que EE UU y Europa, aunque solo tienen acceso a algunos de sus servicios. Si esos países establecieran órganos de gobierno rivales y otra red paralela, solo el acuerdo mutuo de todas las naciones más importantes del mundo podría reconstruirlo. La era de un mundo conectado habría terminado.

Ya se han dado algunos pasos hacia este fin. El mes pasado, el Gobierno ucraniano pidió a la ICANN (Internet Corporation for Assigned Names and Numbers) que supervisa el sistema de nombres de dominio de internet, que suspendiera el acceso de Rusia al sistema, eliminando en efecto los sitios ".ru" de internet.

La ICANN, que antes había sido una rama del Departamento de Comercio estadounidense pero que actualmente opera como organización no gubernamental, rechazó rotundamente la propuesta.

"Internet es un sistema descentralizado. Ningún actor tiene la capacidad de controlarlo o apagarlo", escribió el CEO Gorän Marby en su respuesta a la propuesta. "Esencialmente, la ICANN se creó para garantizar que internet funcione, no para que su capacidad coordinadora se utilice precisamente para lo contrario".

La precaución de Marby está justificada. ICANN no tiene ningún poder legal o de estatuto sobre el sistema de nombres de dominio; sus decisiones son aceptadas voluntariamente por todos los operadores de internet. Eso hace que la toma de decisiones sea muy lenta (todo se debe acordar por consenso), pero es eficaz de cara a mantener internet unificado.

Los otros órganos rectores de internet funcionan de manera muy similar: son organismos internacionales independientes que operan según acuerdos, no por la fuerza. Casi todo el mundo coincide en que esta es una forma extraña y torpe de gestionar una parte de la infraestructura global vital, pero no se ponen de acuerdo sobre una alternativa mejor.

Para acordar una nueva gobernanza de internet se requeriría el pacto de todas las naciones, algo tan excepcional que casi nunca se consigue hoy en día. Eso explica que internet se esté manteniendo unido por poco más que un acuerdo voluntario mutuo.

Entonces, ¿cómo sería un Internet dividido en la práctica? ¿Estamos cerca de su creación?

Según el profesor de la Escuela de Políticas Públicas del Instituto de Tecnología de Georgia (EE UU) Milton Mueller, en lugar de que cada país utilizase su propia plataforma partiendo de una tecnología común, la fragmentación real de internet podría adoptar alguna de las dos formas siguientes.

"Una división importante de internet implicaría un protocolo técnicamente incompatible utilizado por una masa crítica de la población mundial", explica Mueller.

Este primer tipo de separación no sería tan catastrófico. "Los tecnólogos probablemente encontrarían una manera de unir los dos protocolos en poco tiempo", considera Mueller.

La segunda forma de fragmentación consistiría en seguir usando protocolos técnicamente compatibles, pero con órganos de gobierno diferentes para gestionar esos servicios. Esto podría resultar más difícil de revocar.

Si Rusia, China u otros países crearan rivales de los organismos que gestionan direcciones IP y sistemas de dominio (DNS, en inglés) y los establecieran, podría ser incluso más difícil volver a unir internet que si se construyeran protocolos tecnológicos diferentes. Se formarían distintas preferencias entre una u otra alternativa, y la política de reconexión se volvería casi imposible.

El problema de volver a conectar estas redes distintas en un internet global sería, por lo tanto, político, no técnico, pero normalmente son los problemas políticos los más difíciles de resolver.

También hay medidas que, sin llegar a la fragmentación total de Internet, podrían tener un efecto significativo en obstaculizar el flujo global de información, o en mantener el buen funcionamiento de Internet en un estado paria.

Debido a la naturaleza de internet para crear monopolios, algunos servicios tienen un estatus de casi infraestructura. Amazon Web Services, por ejemplo, gestiona gran parte del back-end de internet así que prohibirle el acceso a un territorio concreto supondría consecuencias desastrosas. Del mismo modo, cortar el acceso a los repositorios de GitHub paralizaría muchos servicios, al menos temporalmente.

Rusia ha intentado mitigar este riesgo pidiéndoles a sus webs oficiales y públicas que repatrien sus datos, usen dominios .ru y minimicen el uso de proveedores de servicios en el extranjero. Durante la semana pasada, hubo pánico porque se malinterpretó que estas instrucciones iban dirigidas a todos los sitios web rusos. Además, se llegaron a publicar artículos alarmistas (hasta ahora sin pruebas) que sugerían que Rusia planeaba desconectarse por completo de internet.

Otros países y grupos han buscado mitigar la naturaleza global de internet, y no solo las autocracias. La UE, por ejemplo, intentó exigir que todos los datos sobre sus ciudadanos se procesen dentro de sus fronteras, algo a lo que los gigantes tecnológicos de EE UU se han resistido ferozmente.

Mientras tanto, Irán ha ido generando conexiones nacionales entre sus principales instituciones online, lo que le permite operar en una especie de red de internet funcional exclusiva para Irán que podría usar en caso de que necesite aislarse de la red global o si un adversario lo expulsase de la misma.

Pero China es quizá la que tiene la relación más compleja con internet. Si bien las empresas de tecnología nacidas en China a menudo prosperan en Occidente, como TikTok, casi todos los servicios online utilizados por personas dentro de China son de empresas chinas. Este país también tiene un enorme sistema de censura online conocido como el 'Gran Cortafuegos de China'.

Charlie Smith (un seudónimo debido a que trabaja revisando las políticas de censura en China) de GreatFire, asegura que la relación del internet chino con la red global ha cambiado con el tiempo.

"Al principio, el bloqueo estaba impulsado por puras necesidades de censura. Por la necesidad de ocultar alguna información sobre Xi Jinping, o encubrir algún gran desastre que se podría atribuir directamente al Gobierno", señala. "Pero a medida que se bloqueaban esos sitios web extranjeros, los empresarios chinos se dieron cuenta de que había vacíos en el mercado que se podían llenar".

"No solo llenaron esos vacíos, sino que apoyaron en la creación de empresas digitales chinas que son tan valiosas como sus equivalentes occidentales, aunque estas empresas no estén bien consolidadas fuera del país asiático".

Gracias a estas instituciones independiente con trayectoria, Smith argumenta que China podría manejar bien la situación de estar desconectada de internet, pero no le conviene hacerlo.

"Creo que China podría aislarse del internet principal y probablemente lo haría si hubiera una crisis local suficientemente importante… Pero también considero que China seguirá dependiendo de este internet global. La diáspora china está en todo el mundo. Nadie quiere que se corten las conexiones con su familia y las empresas seguirán dependiendo de la venta de sus productos en el extranjero".

Sin embargo, China está ocupando puestos de responsabilidad en diversos órganos de gobierno de internet -como corresponde a un país con más de mil millones de usuarios- e intenta, por ahora, cambiar poco a poco los estándares, las reglas y los protocolos para adaptarlos a sus necesidades.

Es muy posible que se produzca una ruptura de Internet impulsada por la política más que por la tecnología, pero por ahora todos parecen dispuestos mantener el frágil status quo a su favor, sobre todo porque parece que, si se permite que internet se rompa, sería muy difícil de reparar.

Por James Ball, periodista, editor global del 'Bureau of Investigative Journalism' y autor de varios libros.

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