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Computación

Analizando los golpes fuertes en el campo de fútbol americano

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Unos nuevos datos sobre la frecuencia y la ubicación de los impactos en la cabeza podrían aportar información sobre las causas de las lesiones cerebrales.

  • por Brittany Sauser | traducido por Joan Minguet (Opinno)
  • 02 Octubre, 2010

Una nueva investigación sobre las lesiones en la cabeza en el fútbol americano--datos recopilados de un estudio con una gran cantidad de jugadores en activo--podría reforzar la creciente sospecha de que los traumas cerebrales no son causados exclusivamente por los golpes de knock-out que dejan aturdido al jugador, sino también por la acumulación de pequeños golpes. Los hallazgos podrían eventualmente apoyar la creación de algo parecido a los límites de lanzamiento en el béisbol juvenil: después de recibir un cierto número de golpes en la cabeza, el jugador sería retirado del juego.

La investigación proviene de un estudio financiado por el gobierno federal que fue diseñado para mejorar la comprensión de la biomecánica de las lesiones cerebrales en los atletas. Este estudio es especialmente oportuno teniendo en cuenta dos casos recientes que plantearon preguntas sobre si el fútbol americano causa un daño cerebral más extenso del que la mayoría de los aficionados y jugadores creen.

Owen Thomas, un jugador de fútbol americano de 21 años de la Universidad de Pensilvania que se suicidó, y Chris Henry, un receptor de  26 años de los Cincinnati Bengals que murió durante una disputa doméstica, sufrían ambos de encefalopatía traumática crónica. Se trata de una enfermedad degenerativa del cerebro causada por un traumatismo craneal. Se ha encontrado en más de 20 jugadores de la NFL fallecidos. No se puede diagnosticar en una persona viva porque los médicos necesitan realizar un examen microscópico del tejido cerebral para identificar las proteínas y las anomalías que caracterizan la enfermedad. En el nuevo estudio, financiado por el Instituto Nacional de Salud, los investigadores vistieron varios equipos de fútbol americano del Virginia Tech, la Universidad de Brown, y el Dartmouth College con unos cascos equipados con sensores que miden la magnitud, ubicación y dirección de un golpe y envían los datos a un ordenador. A continuación, los investigadores podían centrarse en la frecuencia y la ubicación de los golpes en la cabeza que cada jugador recibió durante los entrenamientos y los partidos.

Los investigadores descubrieron que algunos jugadores reciben entre 1.400 y 1.500 golpes a la cabeza (el estudio los llama "exposiciones a un impacto en la cabeza") en una temporada--en promedio, alrededor de seis por entrenamiento y 14 por partido, pero, por lo general, los defensores de línea y los apoyadores son los que más reciben; los corredores son golpeados con menos frecuencia, pero la magnitud de los impactos es en general más alta, señala  Rick Greenwald, presidente de Simbex, una empresa de investigación y desarrollo de productos con sede en Lebanon, New Hampshire. Greenwald es el investigador principal del equipo de investigación y presentó los datos del estudio el viernes pasado en la Conferencia Traumas en la Cabeza y el Atleta en Waltham, Massachusetts. El estudio completo se publicará en diciembre en la revista Journal of Athletic Training, y Greenwald espera que los datos sean utilizados por los fabricantes de cascos para diseñar un equipamiento mejor y por las organizaciones que establecen los estándares para las pruebas de cascos.

El estudio, actualmente en su cuarto año, aún tiene que dar el siguiente paso y correlacionar el número de golpes que recibió en la cabeza un determinado jugador con la condición de su cerebro. Aun así, varios especialistas en la materia afirman que estos datos ofrecen unas pistas importantes sobre el verdadero precio que se cobra el fútbol americano. "Los jugadores están recibiendo miles de impactos en una temporada", se exclama  Robert Cantu, profesor clínico del departamento de Neurocirugía y codirector del Centro para el Estudio de la Encefalopatía Traumática de la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston. "Multiplique esto por cada año durante varios años y obtendrá muchos miles de impactos en la cabeza."

Los sensores del casco determinan la fuerza del impacto midiendo la aceleración lineal y rotacional de la cabeza. La aceleración lineal resultante se expresa en fuerza-g, donde 1 g es representa una fuerza igual a la de la gravedad. La investigación de la NFL ha determinado que 98 g representa un umbral para las conmociones cerebrales. Sin embargo, Chris Nowinski, presidente del Instituto de la Herencia de los Deportes, una organización sin ánimo de lucro con sede en Waltham que estudia el daño cerebral en los atletas, afirma que los datos del estudio indican que los jugadores de fútbol están soportando numerosos golpes que están por debajo del umbral de la conmoción cerebral, pero que no dejan de ser graves.

"El noventa por ciento de las conmociones cerebrales en el campo de fútbol no son diagnosticadas debido a que el impacto fue relativamente menor y el jugador fue capaz de jugar con ella", señala Nowinski. "Cuando se redistribuyen estos datos—de forma que golpes de 30g y de 40g quedan junto a impactos de 120g--empiezas a ver el daño. Parece una locura que los jugadores de fútbol reciban golpes fuertes en la cabeza repetitivamente y esto se aplauda por hacerlos más resistentes."

Los datos del estudio provinieron de un sistema desarrollado originalmente por Simbex, que está especializada en sistemas de medición biomecánicos, y Joseph Crisco, profesor de ingeniería de Dartmouth. En 2004, Riddell, un fabricante de equipos deportivos con sede en Rosemont, Illinois, adquirió la tecnología y ha desarrollado un casco llamado Revolución IQ Hit. Cada casco individual tiene un precio de 1.000 dólares, mientras que el sistema que transmite los datos continuamente y de forma inalámbrica a un ordenador portátil se vende a los equipos por un precio aproximado de entre 60.000 y 70.000 dólares. (La empresa está desarrollando una versión más barata para las escuelas secundarias y las ligas juveniles.)

Las alertas del sistema de casco pueden ser personalizadas para que los médicos sean notificados cuando un jugador sobrepase un número determinado de golpes por entrenamiento o partido, o cuando su fuerza g acumulada sea demasiado alta. En pocos años, este sistema podría ser utilizado en colegios y escuelas secundarias para lo equivalente a un contador de lanzamientos para el fútbol americano, comenta Gunnar Brolinson, médico del equipo de fútbol americano del Virginia Tech y decano asociado de investigación clínica del Virginia College de Osteopatía Medicina. "En la actualidad, cuando un jugador sufre una gran aceleración de la cabeza y sigue jugando, se le vigilará atentamente desde la línea lateral. Si se le ve confuso y no juega apropiadamente, se le puede sacar del juego para una evaluación médica," explica Brolinson. Sin embargo, una vez que los investigadores entiendan mejor el efecto acumulativo de las aceleraciones de la cabeza, los jugadores podrán ser retirados una vez que hayan sufrido una cierta frecuencia o magnitud de colisiones, incluso si no se registra ningún golpe extremadamente fuerte.

El Virginia Tech, afirma él, ya ha modificado sus prácticas para reducir el número de impactos en la cabeza que sufren los jugadores y también ha enseñado a los jugadores nuevas formas de placar que no requieren el uso de sus cabezas como arietes.

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