La narrativa de que los alumnos hacen trampas con ChatGPT no cuenta la historia completa. Conoce a los profesores que consideran que la IA generativa podría mejorar el aprendizaje
La respuesta de las colegios y universidades fue rápida y decisiva.
A finales de noviembre de 2022, pocos días después de que OpenAI lanzase ChatGPT, el chatbot fue criticado como una herramienta gratuita para escribir redacciones ya que hacía que copiar o hacer trampas en los exámenes o las tareas fuera ridículamente fácil.
Los Angeles Unified, el segundo distrito escolar más grande de EE UU, bloqueó inmediatamente el acceso a la web de OpenAI desde la red de sus escuelas. Pronto se sumaron otras instituciones. En enero de 2023, varios distritos escolares de todo el mundo anglosajón ya habían prohibido el software, desde Washington, Nueva York, Alabama y Virginia en EE UU, hasta Queensland y Nueva Gales del Sur en Australia.
Varias de las universidades principales del Reino Unido, como el Imperial College de Londres y la Universidad de Cambridge, emitieron comunicados en los que advertían a los estudiantes contra el uso de ChatGPT para hacer trampas.
"Aunque la herramienta puede proporcionar respuestas rápidas y sencillas a las preguntas, no fomenta el pensamiento crítico ni la capacidad de resolver problemas, que son esenciales para el éxito académico y vital", declaró Jenna Lyle, portavoz del Departamento de Educación de la ciudad de Nueva York (NYCDOE, por sus siglas en inglés), al Washington Post en enero.
El pánico inicial del sector educativo era comprensible. ChatGPT, disponible al público a través de una app web, puede responder a preguntas y generar bloques de texto bien estructurados de miles de palabras sobre casi cualquier tema que se le pregunte, desde la teoría de cuerdas hasta Shakespeare. Y cada ensayo que produce es único, incluso cuando se repite la misma pregunta, y su autoría es (prácticamente) imposible de detectar. Parecía que ChatGPT iba a socavar la forma en que evaluamos lo que los estudiantes han aprendido, piedra angular de la educación.
Sin embargo, tres meses después, el panorama es menos sombrío. He hablado con varios profesores y otros educadores que ahora están reevaluando lo que chatbots, como ChatGPT, significan para la forma en que enseñamos a nuestros jóvenes. Lejos de ser una máquina de sueños para tramposos, ahora muchos profesores creen que ChatGPT podría contribuir a mejorar la educación.
Los chatbots avanzados podrían utilizarse como ayuda potencial en las aulas para hacer las clases más interactivas, enseñar a los alumnos alfabetización mediática, generar planes de estudio personalizados, ahorrar tiempo a los profesores en tareas administrativas y mucho más.
Empresas de tecnología educativa como Duolingo y Quizlet, que fabrica fichas digitales y evaluaciones prácticas utilizadas por la mitad de los estudiantes de secundaria en EE UU, ya han integrado ChatGPT en sus aplicaciones. Además, OpenAI ha trabajado con educadores para elaborar una hoja informativa sobre el impacto potencial de ChatGPT en las escuelas. La empresa afirma que también consultó a los educadores cuando desarrolló una herramienta gratuita para detectar texto escrito por un chatbot, aunque su precisión es limitada.
"Creemos que los expertos en políticas educativas deben decidir qué es lo mejor para sus distritos y colegios donde se refiere al uso de nuevas tecnologías. Nos comprometemos con educadores de todo el país para informarles de las capacidades de ChatGPT. Esta conversación es importante para que sean conscientes de los beneficios potenciales y del mal uso de la IA, y para que entiendan cómo podrían aplicarla en sus aulas", afirma Niko Felix, portavoz de OpenAI.
No obstante, a los educadores les llevará tiempo y recursos innovar de esta manera. Muchos están sobrecargados de trabajo, carecen de recursos suficientes y están sujetos a estrictas métricas de rendimiento como para aprovechar las oportunidades que puedan ofrecer los chatbots.
Es demasiado pronto para saber cuál será el impacto de ChatGPT a largo plazo, pues no lleva funcionando ni siquiera un semestre. Pero lo cierto es que los chatbots de redacción han llegado para quedarse. Y cada vez serán mejores a la hora de sustituir a un estudiante en sus entregas, siendo más precisos y difíciles de detectar. Prohibirlos es inútil, e incluso contraproducente. "Debemos preguntarnos qué tenemos que hacer para preparar a los jóvenes, los estudiantes, para un futuro que no está tan lejos", dice Richard Culatta, CEO de la Sociedad Internacional para la Tecnología en la Educación (ISTE, por sus siglas en inglés), organización sin ánimo de lucro que aboga por el uso de la tecnología en la enseñanza.
En el pasado, se ha exagerado la capacidad de la tecnología para revolucionar las escuelas, y es fácil dejarse llevar por el entusiasmo en torno al potencial transformador de ChatGPT. Pero esto parece más grande, ya que la IA llegará a las aulas de un modo u otro. Y es vital que lo hagamos mejor.
De ABC a GPT
Gran parte de la expectación que suscitó ChatGPT se basó en su capacidad para realizar exámenes. De hecho, este fue un punto clave que OpenAI promocionó cuando en marzo presentó GPT-4, la última versión del gran modelo lingüístico que impulsa el chatbot. Ete es capaz de aprobar el examen de abogacía, de hecho, sacó una calificación de 1410 en el SAT (Scholastic Aptitude Test, en inglés; lo que en España sería la actual Evaluación de Acceso a la Universidad). También ha superado los exámenes AP (Ubicación Avanzada, un programa de EE UU y Canadá para el alumnado de instituto) en materias como biología, historia del arte, ciencias medioambientales, macroeconomía, psicología, historia, etc. ¡Uf!
No es de extrañar que algunos distritos escolares se asustaran.
Sin embargo, en retrospectiva, los llamamientos inmediatos a prohibir ChatGPT en las escuelas fueron una reacción tonta ante un software inteligente. "La gente entró en pánico. Tuvimos conversaciones equivocadas en lugar de pensar: 'Vale, ya está aquí. ¿Cómo podemos utilizarlo?", cuenta Jessica Stansbury, directora de Excelencia en la Enseñanza y el Aprendizaje de la Universidad de Baltimore (EE UU).
"Se hizo una montaña de un grano de arena", afirma David Smith, profesor de Biociencias en la Universidad de Sheffield Hallam (Reino Unido). Lejos de utilizar el chatbot para hacer trampas, dice Smith, muchos de sus alumnos aún no habían oído hablar de la tecnología hasta que él lo mencionó: "Cuando empecé a preguntar a mis alumnos, decían: 'Perdona, ¿qué?".
Aun así, los profesores tienen razón al considerar que esta tecnología va a cambiar las reglas del juego. Los grandes modelos lingüísticos como ChatGPT de OpenAI, y su sucesor GPT-4, así como Bard de Google y Bing Chat de Microsoft, tendrán un enorme impacto en el mundo. Esta tecnología ya se está extendiendo para el software empresarial y de consumo. Aunque solo sea por esto, ahora muchos profesores reconocen que tienen la obligación de enseñar a sus alumnos cómo funciona esta nueva tecnología y las posibilidades que ofrece. "No quieren que se la demonice. Quieren que se les enseñe a utilizarla", asegura Smith.
El cambio puede ser difícil. "Todavía hay algo de miedo. Pero hacemos un flaco favor a nuestros alumnos si nos quedamos anclados en ese miedo", afirma Stansbury.
La directora ha ayudado en la organización de talleres en la Universidad de Baltimore para que los profesores y demás personal docente puedan compartir sus experiencias y expresar sus preocupaciones. Stansbury afirma que algunos de sus colegas acudieron preocupados por hacer trampas, otros por perder su trabajo, pero hablarlo les ayudó. "Creo que parte del miedo que tenía el profesorado se debía a los medios de comunicación, no a los estudiantes".
De hecho, una encuesta encargada por la Walton Family Foundation en febrero, y realizada en EE UU a 1.002 profesores de primaria y 1.000 alumnos de entre 12 y 17 años, reveló que más de la mitad de los profesores habían utilizado ChatGPT. El 10% afirmó utilizarlo a diario, pero solo un tercio de los alumnos admitieron utilizarlo. La mayoría de quienes lo habían utilizado, el 88% de los profesores y el 79% de los alumnos, dijeron que había tenido un impacto positivo.
La mayoría de los profesores y alumnos encuestados también estuvieron de acuerdo con la siguiente afirmación: "ChatGPT solo es otro ejemplo de por qué no podemos seguir haciendo las cosas a la antigua para las escuelas del mundo moderno".
Helen Crompton, profesora asociada de Tecnología educativa en la Universidad Old Dominion de Norfolk (Virginia, EE UU), espera que estos chatbots como ChatGPT mejoren la escuela.
Muchos educadores consideran que las escuelas están estancadas en una rutina, asegura Crompton, que fue profesora de primaria y secundaria durante 16 años antes de convertirse en investigadora. Es un sistema demasiado centrado en la calificación y muy poco en el aprendizaje, ChatGPT está forzando un debate que debería haberse producido hace tiempo. "Llevamos mucho tiempo queriendo transformar la educación. Llevamos años hablando de ello", concluye Crompton.
Por ejemplo, en opinión de Crompton, si ChatGPT facilita el hacer trampas en una tarea, los profesores deberían eliminar la tarea en lugar de prohibir el chatbot.
Debemos cambiar la forma de evaluar el aprendizaje, asegura Culatta (CEO del ISTE): "¿ChatGPT mató a las evaluaciones? Probablemente ya estaban muertas y, durante mucho tiempo, han estado en modo zombie. ChatGPT solo llamó la atención sobre ello".
Pensamiento crítico
Emily Donahoe, tutora de escritura y desarrolladora educativa en la Universidad de Mississippi, ha notado un cambio de las discusiones en clase durante los meses transcurridos desde el lanzamiento de ChatGPT. Aunque al principio empezó a hablar con sus alumnos de licenciatura sobre la tecnología por sentido del deber, ahora piensa que ChatGPT podría ayudar a los profesores a dejar de centrarse en los resultados finales. Conseguir que una clase se involucre con la IA y piense críticamente sobre lo que esta genera podría hacer que la enseñanza fuera más humana, "en lugar de pedir a los alumnos que escriban y actúen como robots".
Esta idea no es nueva. Varias generaciones de profesores han suscrito un marco conocido como la Taxonomía de Bloom, desarrollada por el psicopedagogo Benjamin Bloom en la década de 1950. Esta jerarquía de objetivos educativos considera que el conocimiento básico de los hechos solo es el cimiento sobre el que se asientan otras formas de aprendizaje, como el análisis y la evaluación. Profesores como Donahoe y Crompton creen que los chatbots podrían ayudar a enseñar esas otras habilidades.
Antes, Donahoe asignaba a sus alumnos tareas de redacción donde tenían que argumentar a favor de algo, y los calificaba por el texto que entregaban. Este semestre, pidió a sus alumnos que utilizaran ChatGPT para generar un argumento, y luego les pidió que lo comentaran según la eficacia que consideraban que tenía el argumento para un público específico. A continuación, entregaron una nueva redacción basada en sus críticas.
Desglosar la tarea de esta manera también ayuda a los estudiantes a centrarse en habilidades específicas, sin desviarse del tema. Donahoe descubrió, por ejemplo, que utilizar ChatGPT para generar un primer borrador ayudaba a algunos estudiantes a superar el bloqueo de la página en blanco y centrarse en la fase crítica de la tarea. "Puede ayudar a superar determinados puntos de dificultad cuando éstos no forman parte de los objetivos de aprendizaje de la tarea", asegura Donahoe.
Smith, profesor de biociencia, también está experimentando con ChatGPT para las tareas. Las dudas que suscita le recuerdan a la angustia que sintieron muchos profesores hace un par de años, durante la pandemia. Ya que los alumnos estaban atrapados en sus casas, los profesores tuvieron que encontrar otras maneras de asignar tareas cuyas soluciones no fueran demasiado fáciles de buscar en Google. Pero descubrió que buscar en Google qué pedir y qué hacer con los resultados era en sí mismo una habilidad que debía enseñarse.
Smith cree que los chatbots podrían ser similares. Si sus estudiantes de licenciatura quieren utilizar ChatGPT en sus trabajos escritos, él evaluará el mensaje tanto o más que la propia redacción. "Es importante conocer las palabras que hay que utilizar en una pregunta, y entender el resultado que se obtiene. Tenemos que enseñar a hacerlo", afirma Smith.
La nueva educación
Estas actitudes cambiantes reflejan un cambio más amplio en el papel que desempeñan los profesores, afirma Stansbury. La información que antes se dispensaba en las aulas ahora está en todas partes: primero en Internet, luego en los chatbots. Ahora, los educadores deben mostrar a los alumnos no solo cómo encontrarla, sino qué información es fiable y cuál no, y cómo distinguir la diferencia. "Los profesores ya no son guardianes de la información, sino facilitadores".
De hecho, los profesores están encontrando oportunidades de enseñanza en la desinformación y los sesgos que suelen producir los grandes modelos lingüísticos. Estos defectos pueden dar pie a debates productivos, según Crompton: "El hecho de que no sea perfecto es estupendo".
Los profesores piden a los alumnos que utilicen ChatGPT para generar un texto sobre un tema para que luego señalen los fallos. En un ejemplo que una colega de Stansbury compartió en su taller, los alumnos utilizaron el bot para generar un ensayo sobre la historia de la imprenta. Cuando su respuesta se centró en EE UU y no incluía información sobre los orígenes de la imprenta en Europa o China, el profesor utilizó ese dato como punto de partida para una conversación sobre los prejuicios. "Es una forma estupenda de centrarse en la alfabetización mediática", afirma Stansbury.
Crompton trabaja en un estudio sobre cómo los chatbots pueden mejorar la enseñanza. Así ha enumerado una lista de posibles aplicaciones que le entusiasman, desde generar preguntas para exámenes hasta resumir información para alumnos con distintos niveles de comprensión lectora; o ayudar en tareas administrativas que consumen mucho tiempo, como redactar correos electrónicos para colegas, padres y madres.
Uno de sus usos favoritos de esta tecnología es introducir mayor interactividad en el aula. Los métodos de enseñanza que hacen que los alumnos sean creativos, interpreten papeles o piensen críticamente conducen a un aprendizaje más profundo que la memorización, asegura Stansbury. Por ejemplo, ChatGPT puede desempeñar el papel de un oponente en un debate y generar contraargumentos a las posturas de un alumno. Al exponer a los estudiantes a un sinfín de puntos de vista opuestos, los chatbots podrían ayudarles a buscar puntos débiles en su propio pensamiento.
Crompton también señala que, si el inglés no es la lengua materna de un estudiante, los chatbots pueden ser de gran ayuda para redactar textos o citar documentos existentes, lo que contribuye en gran medida a igualar las condiciones del alumnado. Los chatbots también sirven a los estudiantes con necesidades específicas de aprendizaje. Por ejemplo, puede pedirse a ChatGPT que explique las leyes del movimiento de Newton a un estudiante que aprende mejor con imágenes que con palabras, y generará una explicación que muestre esferas rodando sobre una mesa.
Aprendizaje a medida
Todos los alumnos pueden beneficiarse de materiales didácticos personalizados, asegura Culatta, porque cada uno tiene diferentes preferencias de aprendizaje. Los profesores podrían preparar unas cuantas versiones diferentes de sus materiales didácticos para cubrir una serie de necesidades de los alumnos. Culatta considera que los chatbots podrían generar material personalizado para 50 o 100 estudiantes, y normalizar la mentoría diseñada a medida: "Dentro de cinco años, la idea de una herramienta que nos dé información escrita para otra persona nos parecerá muy extraña".
De hecho, algunas empresas de tecnología educativa ya lo están haciendo. El pasado mes de marzo, Quizlet actualizó su aplicación con una función llamada Q-Chat, creada con ChatGPT y que adapta el material a las necesidades de cada usuario. La aplicación ajusta la dificultad de las preguntas en función de lo bien que los alumnos conocen la materia que están estudiando y cómo prefieren aprenderla. "Q-Chat ofrece a nuestros estudiantes una experiencia similar a la de un tutor personal", afirma Lex Bayer, CEO de Quizlet.
Es más, algunos educadores creen que los libros de texto del futuro podrían incluir chatbots entrenados en sus contenidos. Los estudiantes mantendrían una conversación con el bot sobre el contenido del libro, además de leerlo, o en lugar de hacerlo. El chatbot podría generar cuestionarios personalizados para orientar al estudiante sobre los temas más complejos de entender para él.
No todos estos enfoques tendrán éxito al instante, por supuesto. Donahoe y sus alumnos idearon pautas para utilizar ChatGPT, pero señala que se trata de un proceso: "Puede ser que lleguemos al final de la clase y piense que esto no funcionó. Sigue siendo un experimento en curso".
Además, ha descubierto que los estudiantes necesitan un apoyo considerable para asegurarse de que ChatGPT fomenta el aprendizaje en lugar de obstaculizarlo. A algunos estudiantes les cuesta ir más allá de los resultados de la herramienta y hacerlos suyos. "Tiene que ser un punto de partida, no una muleta", concluye Donahoe.
Otros estudiantes seguirán utilizando ChatGPT para hacer trampas ya que lo hace más fácil que nunca. Con una fecha de entrega a la vuelta de la esquina, ¿quién no se sentiría tentado a escribir una tarea con solo pulsar un botón? "Iguala las trampas para todos. No tienes que pagar. No tienes que piratear el ordenador del colegio", dice Crompton.
Algunas tareas también se verán más afectadas que otras. ChatGPT es muy bueno resumiendo información. Cuando ese es el objetivo de una tarea, hacer trampas es una preocupación legítima, dice Donahoe: "En ese contexto, sería prácticamente indistinguible de una respuesta de sobresaliente. Es algo que deberíamos tomarnos en serio".
Ninguno de los educadores con los que he hablado tiene una solución para esto, y el resto de temores no se disiparán fácilmente. Donahoe recuerda un taller reciente en su universidad donde se preguntó a los profesores qué pensaban hacer de forma diferente después de conocer ChatGPT. Un profesor respondió: "Creo que me jubilaré".
Sin embargo, los profesores no están tan preocupados como sugerían los informes iniciales. Hacer trampas no es un problema nuevo: los centros escolares han sobrevivido a las calculadoras, Google, Wikipedia, las webs de redacciones remuneradas y otros.
De momento, los profesores se han lanzado a un nuevo experimento radical, y necesitan apoyo para llevarlo a cabo. Tal vez incluso necesitan apoyo gubernamental, como financiación, formación y regulación. Pero no es el fin de la educación, es un nuevo comienzo.
"Tenemos que esperar y no dejarnos llevar por nuestro por una impresión precipitada. Ahora mismo, eso no es útil. Tenemos que sentirnos cómodos estudiando este asunto", concluye Culatta.