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Computación

Un algoritmo para conservar el arte

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Un museo de arte medieval crea un modelo de la climatización del edificio usando sensores inalámbricos para poder conservar mejor su colección.

  • por Jessica Leber | traducido por Lía Moya (Opinno)
  • 25 Abril, 2012

Paolo Dionisi Vici dedica su vida a conservar obras de arte antiguas hechas de madera. Se le empañan los ojos al encontrarse con valiosos artefactos de su pueblo natal de la Toscana. Se parece muchísimo a Frank Zappa.

En otras palabras, Dionisi Vici no parece el tipo de persona que se emociona por unos sensores inalámbricos de los que se usan para vigilar la temperatura de los ordenadores que no paran de funcionar dentro de servidores de datos de IBM.

Pero eso mismo era lo que le tenía emocionado el 6 de abril en las bulliciosas salas de The Cloisters, la rama que el Museo Metropolitano de Arte tiene en Upper Manhattan (EE.UU.) y que contiene unas 3.000 obras de arte medievales.

Con ayuda técnica de IBM y desde junio del año pasado, Dionisi Vici, investigador adjunto del Metropolitan, ha instalado 120 sensores de baja potencia que miden la temperatura y la humedad en su búsqueda por determinar las condiciones ambientales idóneas para las obras de madera.

Este proyecto podría dar lugar a mejores modelos para los conservadores, quienes históricamente han confiado en observaciones intuitivas y medidas más generales y más lentas para prevenir el cuarteado, la deformación y el moho. Algún día podría dar lugar a un modelo para conservar la Mona Lisa, que tiene una famosa raja de 11 centímetros en el panel de madera de álamo sobre el que está pintado. Dionisi Vici está entre las pocas personas a las que se ha permitido examinar la pintura para determinar su estado.

En la actualidad, la mayor parte de las obras expuestas en The Cloisters se mantiene a una temperatura de 21 grados centígrados y un 50 por ciento de humedad, pero el objetivo de Dionisi Vici es conseguir fórmulas más detalladas dependiendo de la reacción de cada pieza ante distintas condiciones.

Ahora mismo está en el laboratorio examinando viejas maderas de desecho. Su plan a largo plazo es usar los datos en tiempo real de los sensores en combinación con datos sobre la respuesta de las obras a la climatización, por ejemplo si la madera se hincha en determinadas condiciones, para mejorar la conservación de arte. Después de todo, con tantos visitantes entrando y saliendo de los patios abiertos del edificio, el control de la climatización no siempre resulta fácil.

“La idea es estudiar cómo de bueno es el ambiente para un objeto concreto. Mi sueño sería tener un sistema en el que los parámetros que adoptamos se basen en la sensibilidad real de los objetos”, afirma Dionisi Vici.

Esos descubrimientos podrían, con el tiempo, programar un sistema de calefacción y aire acondicionado autocontrolado que responda a las fluctuación en las condiciones medidas por los sensores, explica.

Su búsqueda de la climatización perfecta es posible gracias a sensores baratos repartidos entre las salas de altos techos de The Cloisters.

Los sensores recogen datos sobre humedad y temperatura una vez por minuto y usan radiofrecuencias para transmitirlos a un router que envía la información a los servidores en nube de IBM. El resultado es un mapa detallado, en 3D, de la temperatura y humedad al que tanto Dionisi Vici como los ingenieros de mantenimiento del museo pueden acceder desde sus despachos. El micirocontrolador de baja potencia tiene una batería que dura cinco años.

Que pinturas medievales estén proporcionando datos a un investigador de la madera es un ejemplo de cómo los chips de ordenador miniaturizados de bajo coste y la tecnología inalámbrica permiten que objetos físicos se comuniquen con otros ordenadores y aparatos a través de internet. Es lo que se ha venido a denominar “el Internet de las cosas”.

IBM empezó usando estos sensores para reducir el consumo energético en infraestructuras de tecnología de la información y telecomunicaciones. David Bartlett, vicepresidente de soluciones industriales en el programa de IBM Edificios Inteligentes, afirma que la empresa se encuentra instalando sus sensores remotos de baja potencia en entornos menos evidentes, entre ellos museos, hospitales y campus universitarios. En otros casos los ingenieros usan sensores avanzados para llevar a cabo la vigilancia de puentes y autopistas que se están degradando.

The Cloisters aún no ha conectado los sensores con el sistema de climatización del edificio, lo que, según Dionisi Vici, representaría mejor el concepto de IBM de edificios inteligentes, en los que el software puede usarse para automatizar las operaciones necesarias para manejar un edificio.

Hacerlo también podría ayudar a The Cloisters a ahorrar energía. El edificio principal del Metropolitan Museum of Art, por ejemplo es un gran consumidor de energía en la ciudad de Nueva York porque necesita mantener una temperatura constante a pesar del flujo continuo de visitantes. El proyecto piloto puede acabar expandiéndose a las instalaciones de la Quinta avenida. 

Sin embargo, Dionisi Vici cree que ahorrar energía nunca será una prioridad cuando se trata de conservar obras de arte con siglos de antigüedad. Por ahora, sostiene, los datos recogidos en The Clister demuestran que el personal del museo hace un buen trabajo manteniendo el edificio con la climatización deseada y que el sistema de sensores ayudará.

Lo que Dionisi Vici busca en última instancia, el sueño de cualquier conservador de museo, es que el arte dure para siempre. “Cuando hablamos de objetos de arte, tienen una historia tan dilatada. Son una especie de memoria mecánica. Aún nos queda mucho por aprender”, afirma.

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