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Biotecnología

En busca de signos biológicos del trastorno por estrés postraumático

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Un equipo estadounidense trabajará para encontrar biomarcadores que puedan mejorar el diagnóstico y tratamiento.

  • por Susan Young | traducido por Francisco Reyes (Opinno)
  • 16 Agosto, 2012

Un consorcio de psiquiatras, neurobiólogos, científicos de datos y otros expertos estadounidenses van a unir esfuerzos para encontrar una forma mejor de diagnosticar y tratar el trastorno por estrés postraumático (TEPT), una afección que puede conducir a desarrollar ansiedad y depresión debilitantes y enfermedades cardiovasculares.

Casi ocho millones de adultos en Estados Unidos sufren trastorno de estrés postraumático. Los veteranos de guerra se ven afectados en mayor proporción que el resto de la población, pero los civiles víctimas de asaltos, los que sobreviven a un accidente grave, o aquellos que pierden repentinamente a un ser querido también están en riesgo. Aunque existen tratamientos, los médicos tienen que usar métodos de prueba y error para determinar qué va a funcionar mejor: medicación, terapia psicológica o una combinación de ambas. En algunos casos ninguna de estas estrategias son eficaces.

El consorcio planea estudiar tanto a civiles como a militares que hayan estado recientemente en accidentes automovilísticos (casi el 9 por ciento de los supervivientes de accidentes en EE.UU. desarrollan trastorno por estrés postraumático, según el Centro Nacional de TEPT). La idea es inscribir a las personas antes de que los síntomas comiencen a aparecer, para que los investigadores puedan estudiar cómo y en quién se desarrolla el trastorno. El consorcio tomará datos genéticos, imágenes del cerebro, mediciones fisiológicas y otra información para tratar de identificar patrones que se puedan utilizar para diagnosticar la enfermedad y, potencialmente, mejorar el tratamiento.

"La tasa de respuesta global es solo de alrededor del 50 por ciento y suele haber recaídas", afirma Roger Pitman, experto en trastorno por estrés postraumático en el Hospital General de Massachusetts, en EE.UU., que encabeza el brazo clínico del consorcio. "Puede que seamos capaces de desarrollar patrones de anomalías biológicas que ayuden a predecir qué tratamiento puede ser más beneficioso para una persona".

El trastorno por estrés postraumático se diagnostica actualmente solo en base a entrevistas clínicas y los pacientes a veces no saben interpretar sus sentimientos, a menudo porque tratan de evitar los recuerdos y emociones asociadas con el trauma. Según algunas estimaciones casi la mitad de los pacientes con TEPT no son identificados.

"Cada caso de TEPT es único, y la forma en que una persona responde a un trauma depende de las experiencias anteriores del individuo, los mecanismos de afrontamiento del estrés y el apoyo social, así como de su genética y sus hormonas", explica un miembro del consorcio, David Diamond, neurocientífico de la Universidad del Sur de Florida y del Hospital de Asuntos de Veteranos en Tampa. "Ahora sabemos que todos estos factores interactúan con la experiencia traumática para dejar su huella en el cerebro", explica. Aunque la investigación ha demostrado que ciertos fenómenos físicos -como la respuesta del cerebro a los estímulos estresantes- pueden ser diferentes en pacientes con trastorno de estrés postraumático y en sujetos sanos, el consorcio quiere ir más allá.

"El objetivo es el desarrollo de marcadores biológicos cuantitativos, como por ejemplo un análisis de sangre, de orina o un IRMf (imagen por resonancia magnética funcional), que se puedan utilizar para determinar objetivamente si alguien tiene trastorno de estrés postraumático", señala Len Polizzotto, vicepresidente de Draper a cargo del programa. Los marcadores también podrían ayudar a revelar si el tratamiento está funcionando, según añade Polizzotto.

Jennifer Vasterling, miembro del consorcio, además de investigadora clínica y jefa de psicología en el Sistema de Salud para Asuntos de Veteranos en Boston (EE.UU.), asegura que el estudio a largo plazo podría algún día ayudar a los médicos a prevenir el desarrollo de los síntomas. "Si logramos observar características biológicas, psicológicas, sociales y ver lo que diferencia a los que desarrollan los síntomas de los que no, podría darnos una cierta idea sobre hacia dónde ir con las intervenciones de prevención", señala.

Además de estudiar a los participantes humanos, el consorcio también llevará a cabo estudios en animales para aprender más acerca de los cambios moleculares y celulares asociados con la enfermedad. "Tenemos buenas razones para creer que el estrés en la vida cambia el ADN, lo que dificulta la producción de proteínas que alimenten el cerebro", señala Diamond, cuyo trabajo con ratas dará al consorcio una idea de en qué momento de la vida el estrés afecta al desarrollo del TEPT en el futuro.

Los Laboratorios Draper, una organización de investigación y desarrollo sin fines de lucro de Cambridge, Massachusetts, que presta servicios en campos que van desde los sistemas espaciales a la medicina, integrará y analizará los diversos datos para desentrañar información útil.

"La Iniciativa Draper nos da la oportunidad de poner todo lo que sabemos en conjunto -en pacientes individuales y más tarde en grupos grandes- para que podamos hacer una ingeniería inversa de la contribución de las vulnerabilidades biológicas en combinación con otras vulnerabilidades biológicas o factores de protección y predecir el riesgo de trastorno de estrés postraumático o la capacidad para recuperarse", afirma Ann Rasmusson, psiquiatra y neuroendocrinóloga en VA Boston (un grupo de hospitales administrados por el Departamento de Asuntos de Veteranos en el área de Boston) y la Escuela de Medicina de esta región. "¿Por qué continuar haciendo estudios pequeños en poblaciones pequeñas y no poner todas las piezas juntas?", se pregunta la experta.

Biotecnología

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