.

Computación

Más vale prevenir

1

El gobierno federal está a punto de hacer una gran inversión en soluciones de IT dentro del sector de la salud. Desafortunadamente, la industria médica tiene un interés personal por la falta de eficiencia.

  • por Andy Kessler | traducido por Francisco Reyes (Opinno)
  • 08 Julio, 2009

La tecnología, una vez más, se anuncia como remedio para curar todos los males, y en este caso nos referimos a la industria americana de la salud. El plan de estímulo de 787 mil millones de dólares de la administración de Obama incluye 19 mil millones destinados al desarrollo de soluciones de IT en el campo de la salud, y ofrece incentivos a los doctores y hospitales que instalen sistemas de historiales de salud electrónicos. A partir de 2011, los fondos del plan de estímulo proveerán reembolsos adicionales dentro de Medicare y Medicaid para aquellos trabajadores de la salud que utilicen dichos sistemas.

Estos programas de fondos federales parten de la base de que el problema principal para expandir el uso de los historiales médicos electrónicos es su elevado coste. De hecho, el año pasado se publicó un estudio en Journal of the American Medical Association incluyendo una encuesta realizada en varios hospitales, y todos señalaron que el coste era la mayor barrera a superar. Sin embargo, al compararla con otros tipos de negocios, la industria de la salud ha permanecido impasible ante el hecho lógico de bajando los costes se logra incrementar los beneficios. Lo cierto es que la industria al completo se podía haber digitalizado hace muchos años. La tecnología ha estado a su alcance desde hace mucho tiempo: Wall Street empezó a eliminar los certificados de acciones físicos hace unos 35 años. Incluso la precaria industria de la aviación ha dejado de imprimir billetes, con lo que ha logrado reducir mano de obra y costes. Estas industrias comenzaron a utilizar billetes electrónicos porque creían que les ayudaría a ahorrar dinero. La industria de la salud, simple y llanamente, no ha hecho lo mismo.

El motivo no está relacionado con los costes o con un tipo de tecnología inadecuada. En vez de ello, la falta de motivación de la industria de la salud para digitalizar sus historiales tiene que ver con el deseo de hacer que la medicina siga siendo un modelo de negocio lucrativo y oculto. Ofrecer 19 mil millones de dólares a una industria por valor de 2,4 billones de dólares no es suficiente como para hacer que revelen los secretos financieros que los historiales médicos electrónicos probablemente desenmascaren—y de los que dependen sus enormes beneficios. En esos historiales médicos se encuentra la verdad más desagradable acerca del negocio de la medicina: la enfermedad genera beneficios. Cuantos más tratamientos, procedimientos, y estancias en el hospital, mayor es el beneficio. Existen pocos incentivos para que los hospitales y los doctores identifiquen o reduzcan la cantidad de dinero malgastado en la medicina.

La cantidad de gastos innecesarios es inmensa. Durante un proyecto encargado de analizar 4.000 hospitales, el Instituto de Políticas de Salud y Práctica Clínica del Dartmouth College estimó que si se eliminase el 30 por ciento del gasto actual en Medicaid no se verían modificados ni el acceso a los servicios médicos ni la calidad de dichos servicios. La Oficina de Presupueso del Congreso sugirió que 700 mil millones de los aproximadamente 2,3 billones que se gastaron en cuidados médicos en 2008 se destinaron a tratamientos que no mejoraron la salud de los pacientes. Este exceso en el gasto ha hecho que, durante décadas, la industria de la salud haya crecido más rápidamente que la población, e incluso que la inflación.

Aunque los historiales médicos electrónicos suponen un gran gasto inicial, también tienen el potencial como para ahorrar mucho dinero, en parte debido a que unificarían los costes administrativos. Según un artículo de 2003 escrito por el doctor Steffie Woolhandler en el New England Journal of Medicine, los gastos administrativos suponen un 31 por ciento del gasto total dentro de la industria de la salud en EE.UU., o lo que es lo mismo, 500 mil millones de dólares al año. (Para hacerse una mejor idea, Google ha gastado bastante menos del 10 por ciento de esa cantidad en todas sus iniciativas de I+D.) En 2005, Richard Hillestad, desde Rand Corporation, publicó en Health Affaire que la tecnología de la información de la salud podría ahorrar a los despachos de los médicos y a los hospitales más de 500 mil millones a lo largo de los próximos 15 años, gracias a las mejoras en la seguridad y la eficiencia.

Los historiales médicos electrónicos ayudarían a hacer un seguimiento de los gastos innecesarios. Según estimaciones, sólo un 4 por ciento de los hospitales de EE.UU. utilizan sistemas de registro electrónicos completos: la mayoría de ellos dependen del registro en papel. Como resultado, para analizar la efectividad de un tratamiento específico—por ejemplo, una cirugía de fusión espinal frente al uso de terapia física para tratar un dolor de espalda provocado por un disco herniado—hay que dedicarle tiempo y efectuar un gasto innecesario.  Los médicos se ven obligados a reunir los datos de un gran número de pacientes y sus tratamientos, así como a comparar dicha información con los resultados del paciente.

Si se utilizan los historiales médicos electrónicos, en combinación con técnicas de data mining y tecnologías de búsqueda, este análisis sería mucho más sencillo. Por ejemplo, los pacientes que cumpliesen con una serie de criterios podrían ser identificados y analizados automáticamente. Los investigadores tendrían la posibilidad de analizar un gran número de pacientes y una variedad de tratamientos más amplia. Gracias a la facilidad de acceso a este tipo de información, los gastos innecesarios se podrían identificar más fácilmente, permitiendo a los pagadores, ya sea Medicare o las compañías de seguros privadas, que dejaran de rembolsar los gastos ocasionados por todas las pruebas innecesarias  y de alto coste.

Una amenaza aún mayor que sobrevuela sobre el modelo de negocio de esta industria, basado en la enfermedad, vendría dada por la posibilidad de hacer un seguimiento automático de los pacientes a lo largo del tiempo. Los historiales médicos electrónicos ayudarían a detectar las enfermedades a tiempo, y favorecerían el uso de la medicina preventiva. Actualmente, toda la industria está organizada alrededor de la cura de enfermedades, en vez de dedicar los esfuerzos a, en primer lugar, hacer que el paciente permanezca en buen estado de salud. Tres cuartos del gasto médico están destinados a las enfermedades crónicas, aunque el Instituto Nacional del Cáncer y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades sólo destinan un 12 por ciento de sus presupuestos a la investigación y a la detección anticipada. Es más, el sistema de pagos está estructurado alrededor de los rembolsos por los tratamientos, en vez de enfocarse en la prevención.

Gracias al uso general de los historiales médicos electrónicos, sería más fácil expandir el uso de la medicina preventiva, no sólo mediante la educación de los pacientes acerca de los cambios en su estilo de vida que deben llevar cabo, sino mediante el uso masivo de análisis y pruebas preventivas. Un estudio reciente de la Asociación Americana contra el Cáncer llegó a la conclusión de que la prevención, la detección anticipada, y las mejoras en los tratamientos lograron disminuir las muertes por cáncer entre 1990 y 2005 en un 19 por ciento de los hombres y un 11 por ciento de las mujeres. Me gustaría ver que se dedican fondos a aquellas tecnologías que nos sirviesen para mejorar la detección anticipada. En la actualidad, los TACs pueden evaluar el corazón de un paciente de forma inmediata. Estos tests cuestan unos 1.000 dólares hoy día, pero de aquí a cinco años, y gracias a las mejoras previstas en la capacidad informática, deberíamos ser capaces de realizar este test por 200 dólares, y así poder detectar las enfermedades del corazón antes de sufrir un ataque.

La capacidad para detectar el cáncer con la suficiente antelación y a un coste lo suficientemente reducido, para así asignar un tratamiento apropiado, resultaría mucho más efectivo a nivel de costes que los métodos utilizados en la actualidad, que suponen un gasto de cientos de miles de dólares para alargar la vida de los pacientes con cáncer durante unos meses—y, generalmente, con una calidad de vida bastante baja.

Los historiales médicos electrónicos servirían para unificar costes, aunque su mayor contribución a la medicina vendría dada por la implantación de la detección anticipada. Esperemos que la adopción de esta tecnología de análisis médico no se vea pospuesta tanto como se han visto aplazados los historiales médicos electrónicos, debido a los deseos de la industria por que nada cambie y así proteger sus lucrativos beneficios. Como con todas las buenas tecnologías, probablemente tendremos que empezar desde la base. Seguramente acabemos viendo este tipo de tests en el Walgreens de la esquina antes que en el despacho del doctor.

Andy Kessler es analista de Wall Street convertido en autor. Su trabajo más reciente es The End of Medicine.

Computación

Las máquinas cada vez más potentes están acelerando los avances científicos, los negocios y la vida.

  1. La 'start-up' de EE UU que se enfrenta al gigante japonés de materiales para chips

    La financiación federal está impulsando a empresas estadounidenses como Thintronics a incursionar en la fabricación de semiconductores. El éxito está lejos de estar garantizado.

    Placas de circuitos electrónicos apiladas en una cadena de montaje.
  2. ASML, la empresa que revolucionó la fabricación de chips y quiere seguir haciéndolo

    ‘MIT Technology Review’ se reunió con el CTO saliente, Martin van den Brink, para hablar del ascenso de la empresa a la hegemonía y de la vida y muerte de la Ley de Moore  

    Dos trabajadores de ASML pasan por delante de la máquina UVE de alta apertura numérica en Veldhoven
  3. ‘Chiplets’: el arma de China en su batalla tecnológica contra EE UU

    Al conectar varios chips menos avanzados en uno, las empresas chinas podrían eludir las sanciones impuestas por el gobierno estadounidense.