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Saeed Khan/APF/Getty Images

Cambio Climático

El plan de Australia para protegerse de los incendios del cambio climático

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El calentamiento global está alterando e intensificando los incendios forestales, un problema en el que el país tiene mucha experiencia. Sus nuevas normativas de materiales de construcción y urbanismo pueden servir de ejemplo para el resto del mundo, donde la amenaza se replica

  • por Bianca Nogrady | traducido por Ana Milutinovic
  • 21 Mayo, 2019

Las Montañas Azules se están quemando. Desde la puerta de nuestra casa miro a mi alrededor: alfombras hechas a mano, un montón de obras de arte, estantes repletos de libros y juguetes por todas partes. La casa es un polvorín: los muros, las puertas, el balcón y los marcos de las ventanas son de madera, y todo eso forma parte de la ladera de un bosque frondoso.

Lo imagino todo ardiendo. "Por favor, no te quemes", susurro, como si eso fuera a cambiar la situación. Cierro la puerta me meto en el coche junto a mi esposo y mis dos hijos, y los pocos artículos de valor que hemos podido meter.

Es el 21 de octubre de 2013, y hay tres incendios forestales rugiendo en los bosques de eucaliptos. Las hojas de los árboles de caucho (Hevea brasiliensis) infundidas con aceite son las que dan a las Montañas Azules su color característico, pero también las hacen particularmente inflamables. Las autoridades emitieron una advertencia escalofriante a 80.000 personas en 27 aldeas de la montaña: nadie, ni siquiera el servicio de bomberos, puede garantizar su seguridad, así que lo mejor era salir de ahí.

Así lo hicimos. Al final, nuestra ciudad se salvó. Y aunque las llamas finalmente llegaron a más de 200 casas alrededor de la franja del monte, afortunadamente, no se llevaron ninguna vida.

En 2013, tres incendios forestales atravesaron los bosques de eucaliptos de las Montañas Azules, lo que obligó a evacuar a 80,000 personas, entre ellas la autora y su familia.

Foto: En 2013, tres incendios forestales atravesaron los bosques de eucaliptos de las Montañas Azules, obligando la evacuación de 80.000 personas. Entre ellas, la autora y su familia. Créditos: Harold David

La historia colonial de Australia está llena de incendios tan enormes que tienen nombres propios: Black Sunday (Domingo Negro, en 1926), Black Friday (Viernes Negro, en 1939), Black Tuesday (Martes Negro, en 1967) y Ash Wednesday (Miércoles de Cenizas, en 1983). El peor de todos, Black Saturday (Sábado Negro), ocurrió en el estado de Victoria el 7 de febrero de 2009. Quince incendios diferentes arrasaron la región en solo dos días, provocados ​​por una ola de calor de récord, vientos fuertes y entorno demasiado seco. Las llamas arrasaron pueblos enteros y mataron a 173 personas. En comparación con todo esto, mi experiencia en las Montañas Azules apenas resulta anecdótica.

"Sin duda, Australia es uno de los continentes más inflamables", afirma el profesor asociado de Ciencia de Incendios Forestales en la Universidad Nacional de Australia Geoff Cary. Y aunque es cierto, el país no es el único que se enfrenta a terribles incendios. En los últimos años, California (EE.UU.), Chile y Columbia Británica (Canadá) han sido devastados por incendios que batían los récords. Incluso los países donde los incendios forestales no son habituales, como Suecia y Reino Unido, han tenido fuegos sin precedentes, atribuidos a las extrañas olas de calor y sequías

De hecho, aunque Australia es famosa por esas espectaculares llamas, en realidad se encuentra por debajo de Estados Unidos, Indonesia, Canadá, Portugal y España cuando se trata del daño económico causado por los incendios forestales en el último siglo. Pero hay una diferencia importante. Mientras que otros países siguen debatiendo la mejor manera de abordar el problema, los horrores del Sábado Negro hicieron que a Australia cambiara drásticamente su estrategia.

En su informe final, la Comisión Real del Sábado Negro, que entrevistó a más de 400 testigos, concluyó que sería un error tratar esa tragedia como un acontecimiento aislado. "Con el aumento de la población en los puntos de contacto entre los entornos rurales y urbanos y con el impacto del cambio climático, es probable que los riesgos asociados con los incendios forestales aumenten", afirmó. Desde entonces, se han producido cambios importantes, que incluyen nuevos métodos para el diseño y construcción de viviendas, y cambios en la planificación urbana, en la política de evacuación y en los sistemas de alerta de emergencia.

Y uno de los mayores cambios fue también de los más básicos: revisar los mecanismos de evaluación de riesgo de incendio

Más allá de lo extremo

El índice de riesgo de incendio de Australia fue desarrollado por el investigador local de incendios Alan McArthur y se ha usado desde 1967. Calcula la humedad, la temperatura, la velocidad del viento y los efectos de sequía a largo y corto plazo para medir el riesgo y la gravedad de un posible incendio. Originalmente, el nivel más alto de advertencia era "Extremo". Pero en 2009, las autoridades agregaron un nuevo nivel: "Catastrófico / Código Rojo".

Hoy en día, las condiciones climáticas parecidas a las del Sábado Negro ocurren una vez en 20 años. "En cualquier época del año, hay aproximadamente un 5 % de posibilidades de tener un día de ese tipo", explica el principal investigador de incendios forestales en entornos urbanos en la agencia científica del Gobierno de Australia (CSIRO) Justin Leonard. Pero para 2050 se estima que esa probabilidad aumentará a un 15 %. Y para el 2100, será alrededor del 30 %.

Por eso se introdujo el Código Rojo, otro nivel para reflejar el hecho de que los incendios forestales son cada vez peores y requieren nuevas respuestas. El CEO del Centro de Investigación Cooperativa de Incendios Forestales y Riesgos Naturales, Richard Thornton, recuerda: "El Sábado Negro nos enseñó que algunos incendios son más grandes que otros, y que no son algo a lo que nos podemos enfrentar en esos días intentando defender nuestra casa".

Código Rojo es un reconocimiento de que hay algunos incendios que ni Protección Civil y ni los bomberos pueden afrontar, y que la gran mayoría de los hogares no están diseñados para resistirlos. Indica que la mejor opción para sobrevivir consiste en abandonar su propiedad mucho antes de que se acerque el fuego es; dos tercios de las víctimas del Sábado Negro perecieron en una casa o cerca de ella. Código rojo significa: Hay que salir a tiempo.

Leonard sostiene: "En la región de Victoria, es casi absolutamente inevitable que se produzca un gran incendio; la única pregunta es dónde aparecerá. En cierto sentido, estamos abandonando y resignándonos a lo inevitable: cuando suceda perderemos miles de casas y, con suerte, solo una o dos personas".

No obstante, aceptar esa triste realidad no significa que los australianos estén dispuestos a perder edificios por completo.

Políticas de edificación y reconstrucción

La enorme chimenea de metal que sobresale del complejo de edificios blancos bajos en la frondosa costa norte de Sídney (Australia) es la primera señal de que la instalación de pruebas de incendios de CSIRO es algo fuera de lo común. Aquí es donde los expertos prueban y miden una nueva generación de materiales de construcción para ver si son lo suficientemente fuertes para sobrevivir el futuro Código Rojo

La instalación de pruebas de incendio de CSIRO incluye un horno de gas para probar la resistencia de los nuevos materiales de construcción.

Foto: La instalación de pruebas de incendio de CSIRO incluye un horno de gas para probar la resistencia de los nuevos materiales de construcción. Crédito: Cortesía de CSIRO.

La pieza central de este sitio es un horno de gas de tres metros cuadrados. Su interior está manchado con gotas de lo que descubro que es hormigón fundido. (No, tampoco sabía que el hormigón se podía derretir). Aquí es donde se prueban ventanas, puertas y otros componentes de las viviendas para ver si pueden resistir el poder destructivo de un incendio forestal de máximo nivel: las temperaturas alcanzan los 1.300 °C y calor radiante llega a más de 100 kilovatios por metro cuadrado. A modo de comparación, solo bastan dos kilovatios por metro cuadrado para causar quemaduras de segundo grado en la piel.

Probar una ventana para determinar su resistencia a incendios forestales implica primero construirla con un marco de ladrillo y luego colocarla a una distancia del horno cuidadosamente calibrada. Una lámina de acero inoxidable de cuatro milímetros de espesor se coloca entre la ventana y el horno para asegurar que el calor sea uniforme.

La temperatura aumenta, pero la prueba no consiste solo en aguantar el golpe inicial de calor. Una ventana o contraventana que pasa por este proceso debe mantenerse íntegra durante al menos 30 minutos después de que el calor haya desaparecido. Cualquier grieta, deformación o llama durante ese período de enfriamiento da como resultado un fallo automático.

Es un proceso caro: una sola prueba puede costar más de 10.000 euros, independientemente del resultado. La lámina de acero debe reemplazarse después de unas pocas pruebas, y las facturas de gas son enormes. Con una sonrisa en la cara, el director del laboratorio de CSIRO, Brett Roddy, cuenta: "Este lugar es bastante duro para todo. Tenemos que reemplazar bastante: luces, personas y materiales".

Mi propia casa, la que abandoné brevemente en 2013, no tendría ni la menor posibilidad de pasar ninguna de estas pruebas, con sus marcos de ventanas de madera, tarimas, revestimientos y puertas. Pero desde 2009, existen reglas mucho más estrictas para cualquier casa construida a 100 metros de vegetación propensa a incendios. Yo misma descubrí el cambio de normativa en 2015, cuando construimos una nueva casa en un terreno en otra parte de nuestra pequeña ciudad.

Se introdujeron estrictos códigos de construcción después del Sábado Negro que regulan las casas en áreas propensas a incendios. La nueva casa de Blue Mountains de la autora Bianca Nogrady, por ejemplo, requería un techo y un exterior revestidos de acero, y puertas, ventanas y tragaluces a prueba de incendios.

Foto: Tras el Sábado Negro se aprobaron normas más estrictas para regular las casas en áreas propensas a incendios. La nueva casa de la autora Bianca Nogrady en las Montañas Azules, por ejemplo, requería el revestimiento de acero de la parte exterior y del techo, y  puertas, ventanas y tragaluces a prueba de incendios. Crédito: Harold David

Hay seis niveles de exposición a incendios forestales, desde el nivel bajo hasta la zona de llamas. Gracias al denso bosque de eucaliptos inclinado a solo 30 metros de distancia, nuestro nuevo hogar se encuentra en la segunda categoría más alta, conocida como Nivel de Ataque contra Incendios 40, o BAL-40. Para obtener el permiso de construcción tuvimos que cumplir con los nuevos requisitos: la parte exterior y el techo revestidos de acero, un área de subsuelo completamente cerrado y ventanas, puertas y tragaluces a prueba de incendios.

La arquitecta de las Montañas Azules, Ingrid Donald, que diseñó nuestro nuevo hogar, explica: "Acabo de presupuestar una casa en la zona de llamas, y solo las ventanas superaban los 190.000 euros".

Las regulaciones no se refieren a hacer una casa "a prueba de incendio", sino a garantizar que aguante lo suficiente para proteger a sus ocupantes cuando pase el fuego, en caso de que se encuentren refugiados ahí. Las innovaciones más recientes son materiales de construcción que aguantan mejor frente a un incendio terrible, como las contraventanas de acero y los tableros compuestos de cemento reforzado con fibra y con bajo contenido de carbono.

Pero, algunas personas son más ambiciosas. El socio de Baldwin O'Bryan Architects Sean O'Bryan sugiere que la respuesta está en un tipo más radical de casa protegida por la tierra. El experto sostiene: "Estamos bastante seguros de que podemos diseñar edificios a prueba de incendios por completo". Las casas de su empresa están cubiertas con un mínimo de 500 milímetros de tierra. "Simplemente se obtiene toda esa masa de aislamiento del calor de un incendio forestal", explica O'Bryan. Los únicos elementos que miran hacia el exterior son las ventanas: "Obviamente, las ventanas tienen que protegerse de diferentes maneras... pero podemos llevarlas a un punto en el que solo colocamos contraventanas en la parte frontal", añade.

Baldwin O'Bryan Architects diseña casas que están cubiertas de tierra y cuentan con ventanas que dan al exterior y que pueden cerrarse.

Foto: Baldwin O'Bryan Architects diseña casas cubiertas de tierra y con ventanas que se pueden cerrar con contraventanas. Crédito: Cortesía de Baldwin O'Bryan Architects.

El problema del factor humano

Pero existe un punto débil que resulta fundamental en el sistema de construcción contra incendios forestales de Australia: las personas.

El CEO de Bushfire and Natural Hazards CRC, Richard Thornton, explica: "La gente cree que el problema es de otros, que les sucederá a los demás, no a ellos, que sus casas están mucho mejor preparadas que las que les rodean. Una constante que encontramos en todos estos incendios es que aunque las personas son conscientes de que viven en una zona propensa a los incendios forestales, como son las Montañas Azules, no lo consideran un problema".

Un estudio realizado en 2018 entre las comunidades afectadas por los incendios forestales en el estado de Nueva Gales del Sur (Australia) reveló que alrededor de la mitad de las explotaciones agrícolas tenía un seguro insuficiente, en parte por el precio. Los estudios de los incendios del Sábado Negro en Victoria sugieren que el 80 % de los afectados no tenía un seguro adecuado y el 13 % no estaba asegurado en absoluto. La industria de seguros culpa al "peligro de caridad", la idea de que la gente asume que el Gobierno intervendrá y ayudará.

La gente tampoco aplica bien las medidas de seguridad contra incendios. El Consejo de Expertos destaca que es importante mantener la "zona de protección de activos" de una casa, es decir, asegurarse de que el área alrededor de la vivienda tenga la menor cantidad de material inflamable posible. Cuanto mayor es la amenaza de incendio forestal, más grande debe ser esa área. Otros países tienen un enfoque similar: la "Zona de incendio para casas" de la Asociación Nacional de Protección contra Incendios de EE. UU. es de 30 metros alrededor de las casas y se aconseja a sus residentes mantener la vegetación al mínimo y eliminar los materiales inflamables como la leña en esas zonas.

Pero mantenerla requiere tiempo y esfuerzo. "Si alguien cree que su probabilidad de verse afectado por un incendio forestal es de una vez en 50 años, ¿por qué pasaría uno de sus fines de semana cada año haciendo algo al respecto cuando tiene que ocuparse de tantas otras cosas relacionadas con sus hijos, con el trabajo y todo lo demás?" explica Thornton.

La investigadora Rachel Westcott ha intentado promover la idea de la "aptitud para el fuego", una visión más práctica de la preparación que presenta los incendios como una parte más importante del panorama actual. La investigadora detalla: "La aptitud para el fuego significa estar preparado y listo, pero siendo parte de la vida cotidiana. Significa tener la aptitud para enfrentarse a ese peligro y hacerlo de manera segura tomando las correctas decisiones de respuesta para acabar más o menos intacto". Westcott, que recientemente terminó su doctorado en el Centro de Investigación Cooperativa de Incendios Forestales y Riesgos Naturales y la Universidad de Western Sídney, señala que se están invirtiendo recursos públicos para ayudar a la gente a prepararse para los incendios, pero el nivel de conciencia y de preparación no está aumentando tan rápido como las inversiones.

Su investigación encontró que las campañas de seguridad basadas en el miedo no funcionan para todos. Y si lo hacen, su efecto es puntual y desaparece con el tiempo. Según ella, la aptitud física contra incendios consiste en crear incentivos: por ejemplo, permisos para faltar al trabajo para que los empleados preparen sus propiedades, y descuentos en seguros o exenciones fiscales para las propiedades y personas bien preparadas.

Como los australianos continúan construyendo cada vez más en las zonas propensas a incendios, la aptitud para el fuego resulta cada vez más importante. En las Montañas Azules, nuevos terrenos salen constantemente a la venta. Son baratos, están llenos de vegetación y muchos están en la zona de las llamas

La falta de voluntad de los australianos para separarse de la vegetación resulta evidente, a pesar de la amenaza, incluso entre las personas que ya están traumatizadas por el fuego. Pocos quieren mudarse a un territorio más seguro. Después del Sábado Negro, el Gobierno del Estado de Victoria inició un plan de recompra de terrenos para las personas que perdieron sus hogares en los incendios. Un informe mostró que, aunque 550 viviendas tenían derecho a ello, solo 27 propietarios aceptaron la oferta. Un fenómeno similar se vio en otros lugares afectados por incendios, como en California y Grecia, donde los supervivientes se apresuran a reconstruir sus casas quemadas y sus comunidades. Un informe sobre 11 incendios importantes en California entre 1970 y 2009 encontró que el 94 % de los edificios dañados fueron reconstruidos, ya sea por los propietarios originales o por otros. En Grecia, las leyes de desarrollo tienen lagunas que permiten construir en áreas muy propensas a incendios, a menudo sin tener en cuenta las normativas de construcción.

Pocos quieren mudarse a un territorio más seguro. Después del Sábado Negro, el Gobierno del Estado de Victoria inició un plan de recompra de terrenos para las personas que perdieron sus hogares en los incendios. Un informe mostró que, aunque 550 viviendas tenían derecho a ello, solo 27 propietarios aceptaron la oferta.

La diputada federal del Parlamento para las Montañas Azules, Susan Templeman, es una de las personas que lo perdió casi todo por el fuego y a pesar de ello sigue dispuesta a volver a arriesgarse para poder permanecer en su comunidad. Su hogar fue destruido en los mismos incendios de los que mi familia huyó, pero ella y su esposo lo han reconstruido en el mismo lugar. A diferencia de muchas personas, ella pudo pagar los crecientes costes de construir una casa que respeta el código de las zonas de fuego. Pero la familia tardó más de cuatro años en diseñar y construir la casa lo más resistente posible a los incendios forestales. Templeman afirma: "Creemos que nuestra casa va a ser bastante resistente al calor y las brasas". Entonces, ¿confiarían su vida si, o mejor dicho cuando, el fuego regresa a su área? La política responde: "Aunque sería interesante probarlo, no creo que nos quedemos".

Hacer las cosas bien

En un caluroso día de enero de este año, fui en coche hasta el cercano Monte Victoria, el pequeño pueblo donde comenzó uno de los tres incendios de las Montañas Azules. Está claro dónde se había producido el incendio: pasé por delante de un bloque de terrenos en venta que aún conserva los restos de una casa que se quemó. Probablemente alguien comprará esa parcela pronto. La mayoría de las otras casas en la misma calle son brillantes y nuevas, prueba de la voluntad de los residentes de desafiar las probabilidades.

En febrero, los australianos conmemoraron el décimo aniversario del Sábado Negro. Pero, incluso mientras el país se lamentaba en recuerdos, grandes áreas de los montes de Tasmania ardían después de dos semanas de incendios incontrolables. Apenas ha habido una semana este verano sin que a alguien, en algún lugar del país, se viera obligado a coger lo que pudiera y salir corriendo.

Entonces, ¿tienen algún efecto los cambios en las políticas, regulaciones y códigos de construcción? ¿Están los australianos aprendiendo las lecciones del Sábado Negro suficientemente rápido?

Thornton cree que la relación de Australia con el fuego siempre ha sido diferente a la de otros países. "Los europeos llevan mucho tiempo tratando y viviendo con el fuego agrícola, pero no tanto con los incendios forestales", asegura. Y mientras que los estados de Florida y Louisiana (ambos en EE. UU.) han realizado quemas controladas durante décadas, Thornton sostiene que otras regiones tienen la actitud de "extinguir a toda costa", y eso significa que cuando ocurren incendios, se vuelven enormes. El problema se agrava con las plagas del escarabajo del pino de montaña en Estados Unidos y Canadá, que dejan enormes áreas de árboles muertos como combustible para los incendios forestales.

Justin Leonard, de CSIRO, sostiene que Australia tiene algunos de los mejores ejemplos de cómo hacer construcciones resistentes a los incendios forestales, particularmente al compararlas con las ligeras casas de madera de pino con techo de betún revestidas con cloruro de polivinilo típicas de Estados Unidos.

Pero también cree que muchos de esos esfuerzos pueden considerarse un "fracaso épico". En su opinión, el estricto código de construcción contra los incendios forestales es solo el mínimo que deberían cumplir los propietarios de viviendas que no son realmente conscientes o están preparados para la verdadera amenaza a la que se enfrentan.

E incluso aunque se cumpla ese mínimo, sigue siendo insuficiente. El experto afirma: "La red de seguridad tiene que ser lo suficientemente resistente para que pueda funcionar bien en ausencia de un experto o un usuario informado, en caso contrario, debemos encontrar la manera de cambiar las actitudes demográficas de la sociedad."

Pero quizás las actitudes estén empezando a cambiar en la dirección adecuada, particularmente cuando se trata de elegir la evacuación temprana en vez de quedarse y defender el hogar. Thornton señala que muy pocas personas han muerto en grandes incendios desde el Sábado Negro.

El experto concluye: "Quedarse es siempre algo extraordinario. Todavía no estamos seguros si se trata de una buena planificación y, por lo tanto, todo lo que hemos cambiado desde el Sábado Negro ha funcionado, o de si simplemente hemos tenido mucha suerte".

 

 

 

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