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Cambio Climático

¿Cuán verde es realmente el gas natural?

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No es verde en absoluto, divulga un estudio que sugiere que el metano liberado por el fracturamiento hidráulico y la perforación hace que sea peor que el carbón.

  • por Tyler Hamilton | traducido por Joan Minguet (Opinno)
  • 19 Abril, 2011

Un equipo de investigadores de la Universidad Cornell están haciendo sonar la alarma por el aumento esperado del uso de gas natural procedente de depósitos de esquisto. Los investigadores argumentan que la sustitución del carbón y de la gasolina por alternativas de gas natural podría empeorar, en lugar de mejorar, el impacto de los gases de efecto invernadero. La huella de efecto invernadero del gas de esquisto durante un período de 20 años es por lo menos un 20 por ciento mayor que la del carbón y "tal vez más del doble de grande", afirma el grupo en un estudio publicado en línea en la revista Climatic Change. El culpable es el metano, el componente principal del gas natural, que se fuga.

Para extraer el gas natural del esquisto, unas perforadoras fracturan hidráulicamente la roca mediante la inyección a alta presión de un cóctel de agua y productos químicos en un pozo perforado horizontal. Robert Howarth, biogeoquímico y profesor de ciencias de la tierra en Cornell, sostiene que también se mezcla una cantidad significativa de gas con la mezcla de productos químicos y agua y que éste se escapa a la atmósfera cuando el fluido retorna a la superficie. La perforación de los pozos limitantes que separan las diferentes fases de fractura hidráulica también produce emisiones temporales, provocando que el gas de esquisto tenga una huella de efecto invernadero "significativamente mayor" que el gas natural convencional.

El hallazgo representa un duro golpe para los ecologistas, muchos de los cuales veían el gas natural como un combustible "puente" en el camino hacia fuentes de energía más limpias. La Administración de Información Energética de EE.UU. proyecta que la producción total de gas natural de EE.UU. se incrementará en un 20 por ciento en los próximos 25 años y que el gas de esquisto representará casi la mitad del total, frente al 23 por ciento que representó en 2010. Los grandes depósitos de esquisto de EE.UU. incluyen las formaciones de esquisto Marcellus en el noreste y las formaciones Barnett en Texas. China, Francia, Polonia, Chile, y más de una docena de otros países también cuentan con importantes depósitos extraíbles de gas de esquisto, según un estudio reciente de la Administración de Información Energética.

Cuando el gas natural es quemado para generar electricidad emite aproximadamente la mitad de dióxido de carbono por megavatio-hora que el carbón. Sin embargo, a lo largo de su ciclo vital, el gas natural podría resultar en emisiones de gases de efecto invernadero mucho mayores, ya sea por culpa de emisiones intencionales, de fugas en las infraestructuras, o de la fractura hidráulica. Además, las filtraciones serían de metano, que es un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono. La Agencia de Protección Medioambiental de EE.UU. reconoció en un informe de diciembre que había "subestimado significativamente" las emisiones de metano resultantes del desarrollo de fuentes de gas natural no convencionales, principalmente del gas de esquisto. En algunos casos, las emisiones de metano fueron casi 9.000 veces más altas de lo que se pensaba.

Los investigadores de Cornell reconocen que la información disponible es incompleta y las asociaciones del sector se apresuraron a contraatacar sus conclusiones. Energy in Depth, asociación que representa a los productores de petróleo independientes de EE.UU., acusó a Howarth de utilizar datos de baja calidad para inflar el potencial de calentamiento global del metano. La asociación también se cuestionó su decisión de centrarse en el impacto a 20 años. Howarth, sin embargo, argumenta que es probable que los eventos críticos en el cambio climático sucedan en las próximas dos décadas, lo que significa que el impacto a corto plazo del metano es un factor importante en la medición de las consecuencias para el clima a largo plazo.

Sobre la calidad de los datos, Howarth admite que no disponía de mejores datos con los que trabajar. "La razón es que todos los datos provienen de fuentes de la industria... y la industria no ha sido muy comunicativa", afirma Howarth, añadiendo que la EPA ha propuesto unas nuevas regulaciones que requieren una mejor divulgación de las fugas de metano. "Si la industria cumpliera, dispondríamos de más y mejores datos documentados y se podría mejorar sobre nuestro estudio."

Marcos Jaccard, profesor de energía e investigación de materiales en la Universidad Simon Fraser, afirma que no está sorprendido por las conclusiones del estudio de Cornell. Sin embargo, Jaccard sugiere que los resultados no son un argumento en contra del gas de esquisto. En cambio, el estudio debería ser una llamada oportuna para impulsar regulaciones más estrictas. "El gas de esquisto podría ser producido de forma que hubiera muy pocas emisiones", insiste Jaccard.

En efecto, el estudio de Cornell apunta a diversas formas en que las perforadoras y las operaciones en el oleoducto podrían reducir las emisiones de metano hasta en un 90 por ciento. Sin embargo, el estudio añade, "actualmente, estas tecnologías no son de uso generalizado."

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