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Cambio Climático

Una nueva forma de extraer biocombustible de las algas

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OriginOil afirma que su tecnología es capaz de extraer combustible de las algas de forma económica y eficiente.

  • por Monica Heger | traducido por Francisco Reyes (Opinno)
  • 01 Mayo, 2009

OriginOil, una compañía de biocombustible a partir de algas con sede en Los Angeles, ha desarrollado una forma más simple y eficiente de extraer combustible de las algas. El proceso combina técnicas de ultrasonido y pulso electromagnético para así lograr romper las paredes de las células de las algas. Después, esta solución de algas es alimentada a la fuerza con dióxido de carbono, lo que hace que baje su pH, separando la biomasa del combustible.

“No requiere mucha energía, no se necesita mucha maquinaria, y el proceso es sencillo,” explica el director de la compañía, Riggs Eckelberry. Las algas y el combustible se pueden separar en cuestión de minutos, añade.

Una serie de compañías están intentando sacar partido al hecho de que las algas producen combustible de forma natural. Sin embargo, cultivar algas y extraer el combustible de forma eficiente resulta difícil, requiere tiempo y es costoso. Mientras que algunas compañías se centran en mejorar los métodos de cultivo, otras como OriginOil están más interesadas en encontrar nuevas formas de llegar hasta el combustible.

Cada célula de las algas está protegida por una pared celular robusta, lo que dificulta el acceso al combustible. Las algas también tienen que ser separadas del agua en la que crecen, y deben ser secadas antes de que el combustible pueda ser extraído. Normalmente, el combustible se extrae de las algas utilizando una prensa para exprimirlas físicamente. Después, a la masa sobrante se le aplica un disolvente para sacar todo el combustible que pueda quedar aún. Aunque esta combinación extrae un 95% del combustible, requiere una gran cantidad de energía. Existe otro método que prescinde de la prensa y trata la pulpa de las algas con unos fluidos supercríticos que extraen casi la totalidad del combustible. Sin embargo este proceso requiere una maquinaria especial, lo que incrementa el coste. Existe un grupo de investigadores que están intentando desarrollar genéticamente un tipo de algas que sean capaces de segregar combustible.

En el proceso de OriginOil, la solución de algas se envía a través de una tubería a la que se le aplica un campo electromagnético y de ultrasonido, lo que hace que las paredes de las células se rompan y el combustible salga. Después se le aplica dióxido de carbono, con lo que baja su pH. La solución resultante se envía a otro contenedor. El pH bajo hace que la biomasa se separe del combustible, y que éste flote hasta la superficie, mientras que la biomasa se queda en el fondo. Más tarde el combustible se puede retirar, la biomasa puede seguir siendo procesada, y el agua acaba reciclándose. El proceso se lleva a cabo en cuestión de minutos, afimar Eckelberry.

Aunque esta tecnología resulta prometedora, “toda la industria está angustiada por el exceso de publicidad que se le está dando,” afirma Leonard Wagner, analista de Mora Associates, con sede en Londres, y autor en 2007 de un informe sobre la industria del biofuel a base de algas. Wagner cree que pasarán de cuatro a cinco años antes de que ninguna compañía comercialice este tipo de tecnología, y habrá que esperar una década antes de que alguien produzca una cantidad de biofuel significativa utilizando este tipo de proceso.

Para que pueda competir con el petróleo, el precio del biofuel a partir de algas tendrá que ser de 50 dólares por barril, afirma Wagner. Con la tecnología actual, el biofuel de algas podría producirse por unos 400 a 1.600 dólares por barril, señala Al Darzins, director de grupo de bioenergía en el Laboratorio Nacional de Energía Renovable, localizado en Golden, Colorado. Darzins opina que para que esto funcione a nivel económico, las compañías tendrán que vender algo más que biocombustible. Por ejemplo, el aceite de algas podría venderse como aceite para cocinar, y la biomasa, rica en proteínas, podría usarse para alimentar animales.

Otra idea, señala Eckelberry, es colocar plantas de algas cerca de plantas eléctricas u otro tipo de grandes emisores de dióxido de carbono. El dióxido de carbono se podría secuestrar y darse como alimento a las algas, que lo necesitan para crecer. Particularmente, y si se le pone precio a las emisiones de carbono, esto podría acabar siendo un buen esquema, afirma Eckelberry.

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