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Cadenas de bloques y aplicaciones

Necesitamos alternativas a Facebook, la gran 'caja tonta' de internet

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La red social está presente en todos los hogares y le pagamos cualquier precio de privacidad que Zuckerberg decide imponer a cambio de contenidos sensacionalistas que dividen a la sociedad en lugar de informarla. Al igual que pasó con la televisión, las redes sociales necesitan competencia para mejorar

  • por Brian Bergstein | traducido por Teresa Woods
  • 14 Abril, 2017

Unos 10 años después de que las televisiones empezaran a estar presentes en prácticamente todos los hogares, la radiodifusión televisiva se había convertido en un enorme éxito financiero. En un discurso de 1961 pronunciado ante ejecutivos del sector, el director de la Comisión Federal de las Comunicaciones de Estados Unidos (FCC, por sus siglas en inglés), anunció que los ingresos anuales cercanos a los 1.000 millones millones de euros de la industria aumentaban a un 9% anual, incluso durante una recesión. El único problema era la manera en la que el negocio generaba beneficios: en lugar de servir a los intereses públicos por encima de todo, la industria se enriquecía con la emisión de un montón de programas tontos y anuncios "zalameros y ofensivos". El responsable sentenció: "Cuando la televisión es mala, no hay nada peor".

Ese discurso llegaría a pasar a la historia por el término peyorativo que el director de la FCC, Newton Minow, empleó para describir la televisión: "un enorme erial". No sólo es una cita genial, sino que es necesario revisitarla ahora que han pasado unos 10 años desde el nacimiento del gran servicio de difusión actual: Facebook. La red social está tan presente en los hogares como antaño lo estuvo la televisión, es un increíble éxito financiero y transmite un montón de porquería. Lo importante ahora es analizar los motivos por los que Minow consideraba que el enorme erial de la televisión suponía un problema.

Esto fue lo que Minow les dijo los ejecutivos televisivos:

"Vuestra industria posee la voz más poderosa de Estados Unidos. Tiene el deber ineludible de hacer que esa voz suene con inteligencia y liderazgo. En pocos años, esta emocionante industria ha crecido desde la novedad hasta convertirse en un instrumento con un impacto sobrecogedor sobre el pueblo estadounidense. Debería prepararse para asumir el tipo de liderazgo que los periódicos y las revistas abrazaron hace muchos años, el de informar a la gente sobre su mundo".

Puede que Marck Zuckerberg esté de acuerdo con este punto. En febrero publicó un manifiesto de 5.700 palabras en el que reflexionaba sobre el papel, a veces cuestionable, que Facebook ha estado desempeñando en la vida ciudadana. "¿Estamos construyendo el mundo que realmente queremos?", se preguntaba el CEO, en referencia a la tendencia de su red social para promocionar noticias falsas y su forma de premiar los contenidos sensacionalistas. El texto añadió que el objetivo de Facebook "ha de consistir en ayudar a la gente a ver una imagen más completa" del mundo.

Pero, ¿cómo lograr que un medio de comunicación masivo sea mejor para nosotros? Minow ya lo tenía claro en 1961: "Creo que la mayoría de los problemas de la televisión nacen de la falta de competencia". Afirmó que estaba ansioso por que se produjera un aumento de los canales disponibles mediante nuevas tecnologías, como frecuencias ultra altas (UHF, por sus siglas en inglés), la televisión de pago y las transmisiones internacionales. Y dijo que intentaría reforzar las cadenas locales que mejor sirvieran a sus respectivas comunidades. El responsable sentenció: "Me preocupa mucho que el poder se concentre en manos de las cadenas".

    Esta es la parte que tal vez incomode a Zuckerberg, ya que Facebook intenta concentrar el poder dentro de una red, la suya, a la que denomina como "una comunidad global". Además, la red tiende a favorecer la polarización y el segmentarismo, algo que Zuckerberg cree que puede arreglar con un par de ajustes. En su carta de febrero, dijo que Facebook intentará reducir el sensacionalismo y tomará otras medidas para ayudar a que la gente esté mejor informada y participe más en la democracia.

    Sin duda, las intenciones de Zuckerberg son buenas, pero el problema es que lo que necesitamos no es que Facebook sea un poco mejor. El problema es que la red social (una empresa que vale casi 400.000 millones de euros) recopila datos sobre nuestros gustos, hábitos de compra, creencias políticas y prácticamente cualquier otra cosa que se le pueda ocurrir, lo que le da demasiado poder. Así que lo que en realidad necesitamos es pasar menos tiempo dentro de Facebook.

    Elementos analizados

    • They Have, Right Now, Another You de  Sue Halpern. New York Review of Books, 22 de diciembre de 2016
    • Building Global Community de Mark Zuckerberg, 16 de febrero de 2017

    Hipnotizados

    En su carta de febrero, Zuckerberg básicamente reconoce algo que resultaba obvio para cualquiera que tuviera una cuenta durante las pasadas elecciones presidenciales de EEUU en 2016: no se puede decir que la red social haya mejorado la democracia estadounidense. El muro promocionó noticias falsas (aplastantemente "sesgadas a favor" de Donald Trump, según un análisis realizado por Hunt Allcott de la Universidad de Nueva York [EEUU] y Matthew Gentzkow de la Universidad de Stanford [EEUU]), y saturó a los usuarios con historias y memes en línea con sus propias creencias. En las redes sociales, "los mensajes resonantes se amplifican muchas veces", escribió Zuckerberg. Su carta continuaba: "Esto premia la sencillez y desincentiva los matices. En el mejor de los casos, esto centra los mensajes y expone a la gente a ideas distintas. En el peor, simplifica en exceso temas importantes y nos empuja hacia los extremos".

    Las últimas ideas de Zuckerberg probablemente no contribuirán demasiado a crear una "comunidad más informada". La estructura de Facebook va justo en contra de ello.

    Para intentar contrarrestar el problema de las noticias falsas, Facebook ha empezado a identificar las noticias falsas que se comparten con una advertencia de que los verificadores de hechos independientes las consideran como tal. Y con la esperanza de difundir menos contenidos que aunque son ciertos carecen de valor informativo, la empresa ha modificado el muro para dar más peso a historias que se comparten después de ser leídas (o al menos abiertas), en lugar de las que compartan tras leer únicamente el titular. La idea es que una historia compartida en función exclusivamente del titular tiene menos probabilidades de pertenecer a lo que Zuckerberg denomina como "buenos contenidos detallados".

    Es una buena noticia que Facebook esté probando estas herramientas. Concuerdan con otras medidas cívicas, como animar a la gente a votar y a donar dinero a las víctimas de inundaciones y terremotos. Pero las últimas ideas probablemente no contribuyan demasiado a generar lo que Zuckerberg llama una "comunidad más informada". La estructura de Facebook va justo en contra de eso.

    Facebook no es una red de ideas. Es una red de personas. Y aunque tiene 2.000 millones de usuarios activos cada mes, uno no puede plantearse empezar a intercambiar opiniones con todos ellos. Como aconseja Facebook, los amigos de Facebook generalmente son personas a las que ya conocemos en la vida real. Este efecto aumenta las probabilidades de que la red social estimule el pensamiento único. Uno se puede encontrar con desconocidos si se une a grupos que le interesan, pero las actualizaciones de esa gente no ocuparán demasiado espacio en el muro del usuario. La corriente de últimas noticias está diseñada para mostrar cosas en las que el usuario tiene probabilidades de pinchar. Su objetivo es que la gente se alegre de estar en Facebook y vuelva muchas veces al día, algo que por su propia naturaleza implica el mayor protagonismo de historias emotivas y sensacionalistas.

    De lo contrario, ¿por qué iba Facebook a potenciar los contenidos en vídeo? De hecho, uno de sus ejecutivos ha sugerido que dentro de poco el muro podría ser "todo vídeo". Seguramente algunos de estos futuros contenidos podrían ser documentales, streamings en directo de acontecimientos importantes y otros materiales de valor. Pero en general, mostrarnos muchos más vídeos no parece una manera de promocionar un discurso más razonado.

    Como señaló el propio Zuckerberg en su carta de febrero, la mayoría de los contenidos que la gente quiere ver en Facebook son sociales. "Amigos que comparten chistes y familias que mantienen el contacto en la distancia", mencionaba el CEO, o gente que encuentra grupos de apoyo para todo tipo de cosas, desde la educación de los hijos hasta lidiar con una enfermedad. Y parece que esos usos de Facebook con incompatibles con convertirse en una ágora moderna, un lugar de participación ciudadana y política.

    Si necesita un recordatorio de que el principal objetivo de Facebook no consiste en iluminarnos, considere el hecho de que la empresa recopila enormes cantidades de datos sobre usted.

    La actividad en sí no sorprende, de hecho Zuckerberg afirmó hace años que la privacidad ya no representaba una norma social, lo que llama la atención es la escala. El verano pasado, The Washington Post enumeró 98 tipos de datos que Facebook captura sobre sus usuarios. Por ejemplo, al cruzar nuestro comportamiento en la red social con ficheros obtenidos de datos independientes, la empresa puede saber nuestros ingresos, el valor neto, el valor de nuestros hogares, nuestras líneas de crédito, nuestras donaciones a organizaciones caritativas, nuestro consumo de radio y nuestras compras de medicamentos de receta. El objetivo de este espionaje del siglo XXII es proporcionar a las empresas una capacidad sin precedentes de publicar anuncios que tendrán más probabilidades de gustarnos. (Pregunté a Facebook si la empresa ha cambiado alguna práctica recogida en el informe de The Washington Post, pero la empresa se negó a hacer comentarios).

    Puede que el sistema sea una maravilla para los anunciantes o puede que no. Pero a quien sí le funciona estupendamente es al propio Facebook, que el año pasado obtuvo un beneficio neto de casi 9.500 millones de euros y unos ingresos de cerca de 26.500 millones de euros. ¿Y a los ususarios? ¿Nos funciona bien el sistema? Como escribió Sue Halpern en The New York Review of Books, los servicios que obtenemos de Facebook nos están obligando a renunciar a algo que resulta muy difícil de recuperar:

    A muchos nos preocupan las extralimitaciones digitales de nuestros gobiernos, especialmente después de las relevaciones de Snowden. Pero el impulso consumista que alimenta la promiscua divulgación de nuestros datos personales amenaza tanto nuestros derechos como individuos como nuestro bienestar colectivo. De hecho, podría ser una amenaza mayor, a medida que cambiemos 98 grados de libertad por un montón de cosas que nos han hipnotizado para creer que no nos cuesta nada.  

    Cuando consideramos Facebook de esa manera, resulta difícil animar a la empresa para que su plataforma albergue una mayor participación ciudadana. De hecho, a menos que creamos que se deba obligar a la gente a aceptar cualquier precio de privacidad que Facebook decida imponer, probablemente no debería ser primer el sitio al que acudir para encontrar grupos que, según las palabras del propio Zuckerberg, "satisfagan nuestras necesidades personales, emocionales y espirituales".  Lo ideal sería que las personas construyeran grandes comunidades en línea y participaran en la esfera pública sin permitir que ninguna empresa construya un detallado informe sobre ellas.

    Muchos nichos

    ¿Y si siguiéramos el razonamiento de Minow sobre la televisión en 1961 y decidiéramos que necesitamos muchas más redes para difundir ideas y dar forma al discurso público?

    El primer paso consistiría en reconocer que incluso ante la aparentemente ilimitada competencia que ya existe en internet, Facebook tiene un papel excesivo en nuestra sociedad. El 68% de todos los adultos estadounidenses la utilizan, según el Centro de Investigaciones Pew. Eso se compara con el 28% de Instagram (también propiedad de Facebook), el 26% de Pinterest, el 25% de LinkedIn y el 21% de Twitter. Y ninguna de estas plataformas aspira a cumplir tantas funciones como Facebook.

    Uno de los aspectos más interesantes del discurso del "enorme erial" de Minow es que su deseo de aumentar la competencia de la televisión ayudó a inspirar la expansión de las transmisiones públicas en Estados Unidos. Y tal vez sea hora de realizar un esfuerzo similar para apoyar una mayor variedad de redes sociales.

    Estas alternativas no comerciales no tendrían que ser financiadas por el Gobierno (por suerte, dado que la financiación gubernamental para los medios públicos como la PBS, el canal televisivo público de Estados Unidos, se encuentra actualmente en tela de juicio). El historiador de medios de la Universidad de Long Island (EEUU) Ralph Engelman, autor de Public Radio and Television in America: A Political History, señala que la creación de la transmisión pública fue liderada y parcialmente financiada por destacados grupos sin ánimo de lucro como la Fundación Ford y la Fundación Carnegie. Durante los últimos años, han aparecido varios proyectos periodísticos sin ánimo de lucro como ProPublica; tal vez ahora sus patrocinadores y otras fundaciones podrían hacer más por garantizar la existencia alternativas para difundir y compartir su trabajo.

    Ya se han producido algunas alternativas de este tipo. Una página de debate, ahora difunta, llamada Gather, logró inversiones de American Public Media, un productor de programas de la radio pública. Entre las plataformas que aún existen, Diaspora proporciona una plataforma para socializar sin renunciar a la privacidad. Parlio, ahora propiedad de Quora, fue cofundada por una destacada figura de la Primavera Árabe en Egipto para promocionar debates en línea con "reflexión, educación y diversidad". Pero aún así nos vendrían bien más opciones que contrarresten colectivamente el enorme alcance e influencia de Facebook y saquen a relucir más las grandes ventajas de las redes sociales: su forma de conectarnos con personas, datos e ideas que nos pillan lejos.

    Puesto que las alternativas no comerciales no necesitan captar tantas datos privados, tendrían más probabilidades de probar nuevas estrategias para estimular las interacciones entre la gente. Tal vez desecharían el modelo del muro que premia el carácter viral más que la importancia. Tal vez algunas dependerían más de algoritmos para servir historias e ideas, mientras que otras dependerían de moderadores humanos para elevar el debate y eliminar los abusos al echar a los troles y eliminar las mentiras.

    Los rivales de Facebook que se aprovechasen del poder de las redes sociales para hacernos más sabios serían servicios minoritarios, como la Radio Pública Nacional de Estados Unidos (NPR, por sus siglas en inglés) y la PBS. "La mayoría de la gente no es tan exigente", afirma el profesor de periodismo de la Universidad de Wisconsin (EEUU) Jack Mitchell, autor de Listener Supported: The Culture and History of Public Radio. "La cuota de mercado de la PBS no es demasiado alta. [La de] la radio pública es algo mayor. Es un gusto minoritario".

    Aunque Facebook es más poderosa que nunca, otras opciones son posibles, y vitales.

    Pero disponer de muchas más alternativas a Facebook, aunque no sean muy populares, podría ser exactamente lo que necesitamos. Incluso aunque ninguna robara una proporción importante de los usuarios de Facebook, podría bastar para recordar a la gente aunque Facebook es más poderosa que nunca, genera enormes beneficios y se prepara para enviar acceso a internet desde el cielo a rincones incomunicados del planeta, otras opciones son posibles, y vitales.

    ¿Por qué hemos conseguido alcanzar lo que a menudo se denomina como la época dorada de la televisión, con sofisticados programas culturalmente influyentes que no suponen un insulto para nuestra inteligencia? No se debe a que las cadenas hayan dejado de emitir porquería. Se debe a que la audiencia está más fragmentada que antes, gracias al auge de la transmisión pública y de la televisión por subscripción y de los servicios de streaming y muchos otros desafíos a las grandes cadenas televisivas. El renacimiento de la televisión ha necesitado una explosión de opciones en lugar de una dependencia de las grandes cadenas. Como escribió Zuckerberg en febrero, "la historia ha tenido muchos momentos como el de hoy".

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